28 febrero 2006

COQUE MALLA EN DIRECTO

TEATRO CALDERÓN DE LA BARCA DE MOTRIL (GRANADA)
27 DE ENERO DE 2.006


Coque Malla vuelve a girar en formato reducido, esta vez con acústica tocada con brío, de pie y casi sin pausa, y los teclados de Mauro Mieta. Sin demasiada entrada, con lo que eso conlleva de frialdad en un teatro, Malla logró con su carisma y capacidad comunicativa reducir espacios, alcanzando la complicidad de las distancias cortas. El repertorio actual tiene el mérito de conjugar sin costuras visibles (convive perfectamente un vibrante y participativo “I Want You Back” de los Jackson Five con un tema como “El Sombrero”, tan desasosegante y untuoso como el Neil Young del período 73-75) la parte más refrescante de su debut en solitario (“¿Qué será de nosotros?”, el rock´n´roll “Paula” o un memorable “Rosa´s Motel” de Las Ruedas), con los momentos sombríos e inquietantes del injustamente olvidado “Sueños” de 2.004, homenajes a Lou Reed y los Jackson, y el inevitable recuerdo de Los Ronaldos (mayor que en otras ocasiones). Excesiva carga nostálgica, a mi parecer, con temas como “Guárdalo”, “Es Verano”, “Árboles Cruzados”, con el piano abundando en la vena r´n´b del tema, y “Saca La Lengua Para Bailar”, mostrando todo el trasfondo sureño que atesora. De Lou Reed se centró en “Transformer”, recreando “Satellite Of Love”, “Perfect Day” y “Walk On The Wild Side” (impagable la irrupción en mitad de ésta del “Rock Del Cayetano” de Pata Negra), extendiéndose el halo del neoyorquino hasta la despedida con “Punto Cero”.


Crónica publicada en el nº225 de la revista Ruta 66

http://www.ruta66.es

21 febrero 2006

CON JOHNNY CASH EN UN CINE VACÍO

EN LA CUERDA FLOJA (“Walk The Line”) (James Mangold, 2.005)




Los biopic (Biographical pictures) suelen ser generalmente planos e insulsos, fragmentarios, truculentos y hasta interesados. Yo nunca he sentido la sensación de totalidad al ver uno de ellos (para eso parece demostrado que lo mejor es el documental bien hecho). En este caso me ocurre lo mismo, sin embargo, como contrapartida me llevo una historia intensa y emocionante de ilusiones, sufrimiento y amor. 

Esta película sobre la vida de Johnny Cash se centra en su período más trepidante cinematográficamente hablando, el más vertiginoso e inestable, desde su nacimiento en Arkansas en 1.932 hasta los días previos a su boda con June Carter, acaecida en marzo de 1.968. La historia se centra en los avatares de su relación con June, desarrollando su historia de amor y atracción, su complementariedad; y pone énfasis en señalar el difícil trato con su padre y el peso, a veces insoportable, del recuerdo de su hermano prematuramente desaparecido como desencadenantes de su carácter serio y algo torturado. Musicalmente se dejan pistas de la influencia de la vida cotidiana en sus composiciones, su amor por el gospel heredado de su madre, y sus inicios como compositor en el ejército. Los primeros contactos con Sun Records (iniciados a finales de 1.954 y culminados con éxito en las míticas sesiones de mayo de 1.955), se resumen en un solo encuentro. En él Sam Philips le plantea su desinterés por las canciones golpes de siempre y le impele a sacar una composición propia, que abre en ese mismo instante el tarro de las esencias de Cash. Esa escena tiene varios puntos de interés: la meritoria interpretación vocal de Joaquín Phoenix y lo bien que se hace con el personaje, el primer impacto de “Folsom Prison Blues” y esos versos míticos de “yo maté a un hombre en Reno sólo para verlo morir”, y el descubrimiento casi casual de su legendario sonido “Boom-chick-a-boom”, austero y espartano, con ese cortante punteo que se saca de la manga Luther Perkins. A partir de ahí se recrean las giras de la Sun (poco convincentes los intérpretes de Elvis y Jerry Lee Lewis, sobre todo teniendo en cuenta el parecido físico conseguido con los principales, incluida la primera esposa de Cash), el éxito, las fans y otra vez June (genial Reese Whiterspoon y extraordinarias sus aportaciones como cantante). De esa etapa suenan temas como “Wildwood Flower” (el clásico de la Carter Family), y eternos números de Cash como “I Walk the Line” o “Get Rhythm”. De ahí se desemboca en el deterioro físico de los primeros sesenta, su ruptura matrimonial como Vivian Liberto y la imparable adicción a las pastillas, hasta llegar al período 1965-67, su época de hundimiento. Ello se sazona con estupendas interpretaciones de “Jukebox Blues” (Whiterspoon acompañada de autoharp como June), “Ring Of Fire” (composición de June), “It Aint Me Babe” (el clásico de Dylan interpretado a Dúo) o la aparición de Shooter Jennings, haciendo de su padre (Waylon) y entonando “I´m a Long Way From Home” de Hank Cochran (antiguo compañero musical de Eddie Cochran). 

La parte final, como no podría ser de otro modo, retrata al nuevo Cash que supera el bache ayudado por los Carter, su redescubrimiento de la fe que siempre tuvo y su toma de posición al frente de su carrera, al enfrentarse con Columbia (que se lo había arrebatado a la Sun en 1.958) para que le permitiese grabar el mítico directo “At Folsom Prison” de 1.968. Por cierto, en esa reunión con los directivos de Columbia, se observa tras él una foto de la portada de “Blonde on Blonde” de Bob Dylan, casi como apoyándole; el autor de “Girl From the North Country” aparece citado en diversas ocasiones en el filme: Cash se refiere a una carta que le escribió en 1.964, la versión citada o los instantes previos a una discusión matrimonial, en los que nuestro protagonista escucha a todo volumen “Highway 61 Revisited” (demostrando así su gusto por el Dylan eléctrico). Denotando así la amistad e influencia mutua que surgió entre ambos. Esta etapa final es ilustrada por la recreación del mítico concierto en la prisión de Folsom el 13 de enero de 1.968 con “Cocaine Blues”, y el dueto final con Jude/Reese para interpretar “Jackson”. 

Más de ciento cuarenta minutos de cine y música enteramente disfrutables, con una estupenda selección de canciones y la acertada y valiente decisión de hacer cantar a los protagonistas, algo en lo que tendrá mucho que ver el responsable de la parte musical, T-Bone Burnette.

18 febrero 2006

EL DOGHOUSE “In Heat” (Andalucía Records, 2.005)

Tom Lardner, autor de todo el material propio, me recomienda en una breve nota escuchar el CD bien fuerte. Tiene razón, el rock tiene eso, el volumen activa y cohesiona resortes que de otra manera permanecerían inofensivos; y este es fundamentalmente un disco de rock, eléctrico y visceral, de sonido lijoso, simiente setentera y lúdico espíritu pub-rock. Incorpora, a pesar de ello, oportunos detalles de vientos, acústica y mandolina. El Doghouse es un proyecto de Larnerd y Richard Dudanski (baterista de PIL o Raincoats, y de aquellos 101´ers de los que despegó hacia la leyenda Joe Strummer). Residentes en Granada, continúan la fascinación por esta tierra del singular miembro de The Clash, y ahora se han decidido a publicar este trabajo, cargado de guitarras rasposas y resultados tan contundentes como liberadores. La vena Clash brota en “Seed of Narcissus”; hay épica folk en “Ridiculous” y “If You Remember Me”; rock de alto octanaje que se adensa en “Love and Hateship” o “Little Bit-a-Jesus”; medios tiempos crepusculares como “Paradigm”, y caballos desbocados (“Ball of Pain”); además de ecos hispanos inteligentemente incorporados (“Bird Of Paradise”). Cuenta también con incursiones en el swing en “Do the hound”, y una obcecada revisión de “I Wanna Be Your Dog” de los Stooges (que, ojo, no es lo más atrayente del lote). No faltan, finalmente, el aullido boggie-blues de “Shit In My Head Blues”, o la estirpe hendrixiana con la que entronca “Cat In Heat” (portentoso Julian Kanevsky). Por supuesto, el disco está dedicado a Strummer.

15 febrero 2006

LD & THE NEW CRITICISM “Tragic Realism” (Acuarela, 2.005)

Recomendado para buscadores de oro.

Por las pintas que se gastan en el libreto, parecen ese sofisticado conjunto de verbena que asaltará tu pueblo el próximo verano. Desgraciadamente no será así: volverán los mismos. LD Beghtol, colaborador ocasional de Stephen Merrit, nos regala un vibrante compendio de refrescantes composiciones de aliento pop y fuertemente enraizadas en la tradición norteamericana. Combina sabiamente instrumentos convencionales y de juguete; ukeleles, mandolinas y banjos con casios y órgano; y socorridos violines con acordeones, xilófonos o tabla de lavar. Todo para ofrecer jugosas viñetas, miniaturas que se lamentan con irresistible timbre, del honky tonk y el bluegrass, al country o el doo-wop. Fotogramas de épica, dramatismo e ironía. Composiciones que derriban todos los peros que se te ocurran como “Too Old To Die Young” o “In Blue”; y temas pop de base acústica (“Always The Last To Know”, “Definitive V2”, “Unpaid Endorsement”), asaltados por una incesante llovizna de instrumentos estratégicamente colocados.


Reseña publicada en el nº 23 del periódico Diagonal de Madrid

www.diagonalperiodico.net

11 febrero 2006

LOS EDUKADORES (Hans Weingartner, 2.004)

Película atractiva, basada en los diálogos (a veces certeros, a veces rugosamente reales, a veces panfletarios) y en cierta acción. Otra reflexión sobre el idealismo y la necesidad de cambiar el mundo, situada en este cada vez más confuso siglo XXI. Dialéctica izquierdista que bordea esa confusión con su inevitable toque maniqueo para favorecer la claridad del mensaje, que llegue nítido, sin interferencias de la compleja realidad: ricos muy ricos insoportables, injusticias manifiestas, situaciones que rápidamente se hacen con la complicidad del espectador. Frases incrustadas como pequeños y parpadeantes anuncios luminosos (un poco gastados por el uso) en mitad del camino: “el Estado apoya al capitalismo”, “Espera a salir del trabajo para soñar”. Con todo, la idea argumental es interesante y creíble (eso de allanar las casas de los ricos sin robar con el único motivo de alterar sus vidas, de hacer que se sientan vulnerables, observados), y su desarrollo ágil, sobre todo hasta el punto de inflexión que supone el secuestro. Aquí el ritmo más o menos vibrante de la película se ralentiza, se suceden planos del paisaje, de los protagonistas, silencios; y se va urdiendo cuidadosamente el efecto narrativo clave de la cinta, la gran metáfora que enfrenta a capitalismo e idealismo, que consigue hacer pensar e insufla calambre final a un filme que parecía declinar suave y placenteramente. Banda sonora eficaz y estratégica, en la que destaca una final “Hallelujah” interpretada por Lucky Jim.

08 febrero 2006

TARIK Y LA FÁBRICA DE COLORES “Sequentialee” (Mushroom Pillow, 2.005)

Emociones a poca velocidad

He de reconocer que su primer disco ocupa un lugar destacado en mi personal mitología pop. Álvaro Muñoz vuelve (por fortuna recuperando el castellano), depurando y enriqueciendo ese pop de innata elegancia que le ha acompañado siempre; con su lado oscuro y su punto retro. Un sonido tan clásico como pleno de personalidad, comandado por guitarras claras y sobrias, de pausado fulgor; envueltas en cierta placidez en su convivencia con órgano o melotrón. El CD se abre con temas que desprenden clase y frescura como “A Balón Parado”, adornado con coros a lo Beach Boys, “Oyendo Canciones”, que por momentos toma la cadencia de Family, y algo tan irresistible como “Porque es Domingo”; y termina con la singular “Sé que algún día”, acústica y tempestuosa. “Algo que cae como la lluvia” enlaza al primer Tarik con The Jesus & Mary Chain; y virutas psicodélicas surgen de la chispeante “Wasted Song” mientras Álvaro se sumerge gozoso en los laberintos de lentejuelas de Bacharach (“I Forgot the Lyrics”). La única versión corresponde a una concienzuda e intensa “Cinnamon Girl” de Neil Young.


Reseña publicada en el nº 23 del periódico Diagonal de Madrid

http://www.diagonalperiodico.net/

05 febrero 2006

OBABA (Montxo Armendáriz, 2.005)

La película traslada fielmente el espíritu del libro del que parte (“Obabakoak” de Bernardo Atxaga). Equilibrada, queda a medio camino entre la evocación pura y el rastreo de un mundo peculiar, espolvorea algo de magia sin alcanzar a ser mágica y cuando lanza un zarpazo no desgarra, se diluye en el remanso general. Además, cuando despliega una segunda lectura (la leyenda de los lagartos), no termina de lograr el susurro de un buen misterio. Más bien, lo que queda es una esmerada panorámica general de sensaciones, contempladas a través de las distintas historias; una reflexión agridulce acerca de la vida en las aldeas, del destino de las personas y de los sentimientos que permanecen arraigados muy dentro de cada cual. Me gusta la atmósfera general, tan habitual en el director navarro, plana pero convincente en su inercia narrativa sin turbulencias; y, sobre todo, el hallazgo de que la nostalgia afecte (paradójicamente) a la protagonista más que a nadie. Creo que a esta película le sobra literatura y le falta capacidad de sugerencia. Las historias que subyugan, generalmente dejan cabos sueltos que seducen al espectador, espacios vacíos que éste tiene que llenar. Aquí, tras la palabra Fin, todo queda explicado y archivado, y lo que no, se acaba olvidando.