29 septiembre 2007

LUIS ARRONTE "Sólo Ida" (El Ejército Rojo, 2.007)

La cofradía planetera acoge en su sello el debut discográfico de este músico y periodista musical afincado en Granada. Es la de Luis una expresión limpia, meditabunda y algo quebradiza, hecha de momentos pop y folk confesionales, sugerentes; con luz tamizada antes que empastados de oscuridad. Aunque predomina el aliento acústico, la electricidad está presente, y se huye con pavor de la linealidad melódica, aun tratándose de composiciones de sencilla estructura. Creo que Arronte ha macerado convenientemente su repertorio buscando insufrarle vida y color; hacerlo dinámico y carnoso sin comprometer su esencia. Los temas no terminan, tras varias escuchas, licuados en un todo arrullador, sino que van acomodándose en la memoria a su capricho, haciéndose reconocer, tararear y desear. Tal vez por eso sea para mí el trabajo más real y estimulante de cantautor pop hispano que he escuchado en mucho tiempo. Parte de las claves básicas del solista acústico pero sin encorsetarse, logrando expresarse con la suficiente espontaneidad como para hacer que sus canciones vuelen alto, creíbles y distinguiéndose como el pájaro de la portada, magníficamente diseñada. Esta producción del propio Arronte y Manuel Ferrón (Grupo de Expertos Sol y Nieve), se abre con una inspirada "La cuesta de enero", recogimiento folk que se acera con picos de intensidad eléctrica que terminan introduciendo un matiz psicodélico y un rastro de influencia de Los Planetas, también detectable en "La llamada", que es como una inmersión de los de J en remansos de americana (creo que les hubiese encantado firmarla), e "Historia de valientes", en la que la acústica acomete una de psicodelia encaminada hacia un final incandescente. Algo parecido a la primera sucede con "El perro de Pavlov", esta vez turbiamente transfundida por las guitarras de Florent. Hay folk espartano y brioso en "Podría ser peor" y "Ciencia ficción". Sobre tempo country también deambulan "El arte del disimulo", con su slide, y "Alta mar", donde chisporrotea el pop en ese estribillo que encantará a Manolo de Astrud. Encontramos, asimismo, la delicadeza de "Los accidentes no existen" y el obligado momento de desnudez acústica, tan cristalino como turbulento de "Destructores". Todo esto para arropar textos que enfrentan los claroscuros cotidianos de las relaciones humanas, tratando de trascenderlos, explicarlos, o simplemente hacerlos más soportables.


Publicado en el nº241 de la revista Ruta 66.