29 mayo 2015

CARMÍN

Me mirabas con ojos expresivos y acogedores mientras apretabas mi muñeca con la mano delgada y fuerte de siempre. Me emboscaste en la acera fría con grandes ojos sofá, prestos a recibir mi dolor. A comprender y animar. Pero ya no había dolor, solo cierto desasosiego y prisas por largarme. Habían pasado quince años. Y ya sabemos que eso en España es mucho: da tiempo a planear cuatro o cinco revoluciones. Tus ojos buscaban restos de rencor en mi interior, como las manos que repasan la cajonera una y otra vez, una y otra vez; buscando algo que sospechan perdieron en la calle. Tus manos por mi cajonera vacía. Los azules de nuestros ojos fundiéndose en el absurdo de las miradas que se sostienen para mostrar bien altas las banderas, entre muecas y respiraciones que siempre circulaban a distinta velocidad.


Logré despedirme y vengarme levemente de ti atizándote un par de besos sociales de esos que no se llegan a producir, o que si se dan se dan al aire, consistentes en un levísimo roce de mejillas. Cuando eché a andar me lanzaste la pregunta bola que supuse llevaba años rodando por tu cabecita. Querías saber por qué, tras todas las lágrimas que vertimos (vertí) durante los días anteriores a nuestra (tu) ruptura, en el momento de la despedida, me mantuve tan sereno y comprensivo. Contesté algo televisivo, tipo asumir o afrontar como personas civilizadas los acontecimientos. No te dije, porque probablemente no lo creerías y yo no podría explicar la razón, que el dolor se convirtió en sensación de libertad y nuevas expectativas cuando separaste los labios para decir adiós y tus dientes estaban manchados de carmín.

28 mayo 2015

JORNADA DE REFLEXIÓN

Estas fechas electorales me suelen trasladar a aquellos excitantes momentos de mi niñez en que las elecciones lo envolvían todo, lo empapelaban todo, y parecía que iban a cambiarlo todo. La jornada de reflexión se convertía en un día emocionante y silencioso en el que todo el mundo, de una forma u otra, hacía como que estaba reflexionando, arrastrando a la vez una sensación de cierta ansiedad y de leve resaca. Decían que a partir de las cero horas del día anterior a las votaciones empezaba y, justo hasta ese momento, los partidos lo llenaban todo con el estruendo de sus mítines-concierto y sus últimas sacudidas a esa gran caja de cartón llena de votos que es para ellos la ciudad. Luego a las doce todos desaparecían. Solo quedaban los que permanecerían para siempre; los más recalcitrantes de entre la militancia militar, los más procaces, los que comenzaban a divertirse comprobando las imperfecciones del promisorio sistema democrático. Pasaban con sus vehículos desprovistos de carteles y megáfonos, a las 00.15, en plena jornada de reflexión, derrapando por cualquier calle y lanzando entre risas por las ventanillas las últimas octavillas que les quedaban. Huían dejando un olor a gasolina y desilusión.

07 mayo 2015

PREJUICIOS

Los prejuicios son, según la R.A.E., opiniones previas acerca de algo que se conoce mal sostenidas con tenacidad. Prácticamente inmutables, añadiría yo. Un prejuicio no es solo una muestra cerril de desconocimiento o incultura, incluso brutalidad, es, además, una herramienta útil e inmediata de ataque o contraataque (el martillo figurado que nos acompaña oculto bajo la gabardina, el as marcado que estampamos en la cara del contrario).

Hace poco se produjo una situación lamentable a estas alturas: en la habitual rueda de prensa de los entrenadores tras el importante partido Almería-Eibar, en el que los locales consiguieron la victoria por dos goles a cero. Gaizka Garitano, técnico de los guipuzcoanos, abandonó la sala de prensa del estadio al ser increpado por dos periodistas locales, que le reprochaban que respondiese en euskera a las preguntas de los medios del País Vasco que siguen al equipo en sus desplazamientos y emiten su información en ese idioma. Un patético incidente sin más repercusión, pienso. Lo que me llamó la atención fue la actitud a través de ese vertedero de pensamientos instantáneos que suele ser Twitter de la periodista Samanta Villar, una profesional de esas que llaman de raza, a la que se le suponen las suficientes experiencias vitales y laborales como para desterrar la mezquina necesidad de ocultar prejuicios y bajezas similares en el desván de su pensamiento. Pero ya hemos dicho que los prejuicios son herramientas, armas que generalmente se suelen llevar bien escondidas hasta que se las hace aparecer con toda violencia en el momento más inesperado; proporcionadas e inculcadas por nuestro lado del tablero social y que, ante su utilidad, la mayoría no ve necesario apartar de su visión del mundo. La periodista barcelonesa escribió en su cuenta que “los periodistas de Almería apenas entienden el castellano”, y luego se disculpó (deporte nacional este por antonomasia en los últimos años). Al referirse de esa manera tan despectiva a los periodistas de esa provincia, partía de la base de su condición de andaluces (nunca hubiese atacado por ese flanco a periodistas vallisoletanos, por ejemplo), y no dudó en blandir y lanzar el prejuicio existente sobre el acento andaluz, que suele hacer gracia y resultar saleroso hasta que viene al caso lanzar una coz contra el que lo practica. Aparte de la estupidez del comentario en sí, obvió que en otras ciudades en las que me imagino que los periodistas apenas entienden el castellano, como Sevilla, Granada, Córdoba y Málaga (solo durante esta temporada), Garitano se dirigió a los medios como creyó conveniente con total tranquilidad. Eso sin mencionar la evidencia de que en Almería hay más de dos periodistas y la respuesta del jefe de prensa del Almería, alabada por la directiva del Eibar.

A los pocos días ocurrió un hecho similar: el laureado y reconocido director de cine mexicano Alejandro González Iñárritu, declaró que las películas de superhéroes son “genocidio cultural”. Dijo mucho más que eso, claro, pero esa fue la información que le trasladaron en una entrevista a Robert Downey Jr. , habitual intérprete de superhéroes. Downey es un buen actor y, ya se sabe, su trabajo consiste en meterse en la piel de todo tipo de personajes (que en muchas ocasiones son remedo de personas). Viaja, conoce gente por todo el mundo, se documenta, conversa, aprende… Sin embargo, durante aquella entrevista, y tras conocer las declaraciones de Iñárritu, no dio tiempo a su cerebro a ponderar los hechos y construir una respuesta razonada, se limitó a envolver su ingenio en el mazo del prejuicio y a decir que “para un hombre cuya lengua nativa es el español, ser capaz de armar una frase como ‘genocidio cultural’ habla de lo brillante que es”. Al menos, en esa ocasión la prensa sí se refirió a sus palabras como dardo xenófobo y racista.