Hoy, 14 de abril, se cumple el 10º aniversario de la proclamación de
la 3ª República en España. La fecha no es del todo coincidente con la sucesión
de los acontecimientos, pero a todos les pareció de lo más oportuna por su
carga simbólica. Así pues, la familia real llevaba más de seis meses viviendo
en su nuevo y pactado segundo plano el día que fueron llevados al Acto
Simbólico. Al principio, algunas voces exigían su expulsión del país, retransmitida
en directo como escenificación para la historia de ese paso en pos de la plena
democracia. La cosa finalmente se calmó,
pero 25 partidos políticos, los sindicatos como representantes del
sentir de la calle y 324 asociaciones de los más diversos ámbitos se pusieron
en pie de guerra cuando varias cadenas de televisión anunciaron su intención de
invitar al ex–monarca como contertulio a sus programas de debate.
Desde el cambio de régimen,
se decidió mantener como parodia el mensaje real de Nochebuena a cargo de un
afamado humorista, el cual aparecía trajeado y con una cabeza de cartón que
caricaturizaba la del rey saliente. El humorista, que imitaba y hacía escarnio
del personaje entre referencias a la actualidad, incrementó notablemente su prestigio
e influencia social, y poco a poco fue incorporando modificaciones a su puesta
en escena del 24 de diciembre; después del fútbol, el programa más visto todos
los años.
Sustituyó el traje por el uniforme militar
del rey para acentuar la parodia y, año tras año, fue añadiendo condecoraciones
que investigaba por internet, y otros elementos cuya autenticidad exigía a la
productora: botas, espada, guantes, cinturón, botones, hebillas, etc. Se
rumorea incluso que llegó a reunirse secretamente con frecuencia con el
depuesto monarca para que le narrase anécdotas de la realeza y le enseñase a
lucir adecuadamente la real indumentaria. Con el tiempo se negó a preparar los
discursos con el equipo de guionistas habitual, y los mensajes fueron perdiendo
ironía y humor, tiñéndose progresivamente de delirio, defensa de la tradición y
críticas veladas al sistema; siendo expuestos con una tensión que hacía
tintinear las condecoraciones y humedecer de sudor la acartonada cabeza, sobre
la que temblaba el último año una refulgente corona. Todos los que a su
alrededor insinuaban algún cambio relevante en el desarrollo y orientación del
mensaje eran vetados y tarde o temprano perdían su puesto. Cuando la dirección
de la cadena pública, fuertemente presionada, resolvió su cese, él se limitó a
responder: “Nunca entenderéis nada, soy el Rey”.
Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".
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