El francotirador que llevo dentro
camina a mi paso, quizá un poco más lento.
No mueve nervioso el pie cuando nos sentamos
ni hunde las manos en los bolsillos en las colas.
El francotirador que llevo dentro
nunca se sumerge en la apatía,
se fija mejor que yo en los detalles,
y rescata colores perdidos para mi retina.
Es mi única esperanza de apuntar bien un día,
hacia un punto aún por determinar.
30 septiembre 2011
28 septiembre 2011
OJOS DE LAGO ROJO
El abrigo parecía avanzar solo
hasta que los ojos de lago rojo me miraron
(con todo su esplendor machacado).
Así pude ver al animal chapoteando en ellos
en dirección a la luz.
Humeaban, como si el poco aliento restante
se hubiese cobijado en esa humedad intemporal
por tal de reprimir su agostamiento.
Respirar por los ojos.
Suplicar por los ojos.
Nuestras miradas se cruzaron
en un instante amarillento,
pero no quise detenerme.
Cuando atravesó la luz,
ésta se limitó a seguirlo con desgana,
enfocando desdentada
el dolor que socava sus paredes.
Dolor rutinario que huele a desagüe antiguo,
de ese que, monótono, surca los arañazos,
marchitándolo todo sin prisas.
Ese dolor que boquea en el lago rojo
con paciencia de licor polvoriento.
Se aposentó en el bar-vientre,
allí donde ya no hace ni frío ni calor,
en la esquina de la luz futbolera y sonriente.
Ojos de lago rojo tiembla y ríe,
viajando en una carcajada muda
de tintineo de vasos y voces,
tanteando tembloroso el alivio amañado.
Donde el lago rojo se desborda puntual
mientras el animal pugna obcecado
por trocar su morada
por ese líquido escanciado
que choca sin cesar
con todos los vasos,
mientras todos los vasos
chocan a su encuentro
desbordándose puntuales
en la barra sin fin.
Ojos de lago rojo
con un pequeño animal apagado
y humeante incrustado,
flotando a la deriva.
Que ya ni saluda,
con su sonrisa de barcaza rota.
Ojos de lago rojo,
brillo de lágrimas.
Muesca en la arena
de amarga barba.
Ojos de lago rojo estrujados por el frío
y por los ojos fríos de los demás.
Candentes de dolor arrugado y falsas expectativas
que nadie repite (ya nadie miente).
Tensos ante ninguna espera.
Oscuros frente a una certeza creciente.
Oblicuos por el temor.
Erizados de terror ante la madrugada,
que inundará de vacío la luz eléctrica.
Y, ya tarde, la noche se cuela
por las escocidas ranuras del lago.
Y la calle silente taconea y vela
el eco de un deseo agotado.
Y la luz eléctrica alimenta
el aliento prestado
del animal,
que babea renovado
su gratitud,
mientras avanza despacio
tras encajar otra derrota
en un partido trabado,
sin público ni goles anulados.
Al tiempo que las ranuras no cesan
de devolver turbia rabia sobrante,
testimonio prolongado
de un tiempo herido de muerte.
Ojos de lago rojo,
viviendo en una luz inventada
de tiempo parado,
de almacén abandonado
y rincones olvidados.
De telaraña escarchada.
Y, mientras la calle se hace humo
y la luz se va sin hacer ruido,
nada desaparece.
hasta que los ojos de lago rojo me miraron
(con todo su esplendor machacado).
Así pude ver al animal chapoteando en ellos
en dirección a la luz.
Humeaban, como si el poco aliento restante
se hubiese cobijado en esa humedad intemporal
por tal de reprimir su agostamiento.
Respirar por los ojos.
Suplicar por los ojos.
Nuestras miradas se cruzaron
en un instante amarillento,
pero no quise detenerme.
Cuando atravesó la luz,
ésta se limitó a seguirlo con desgana,
enfocando desdentada
el dolor que socava sus paredes.
Dolor rutinario que huele a desagüe antiguo,
de ese que, monótono, surca los arañazos,
marchitándolo todo sin prisas.
Ese dolor que boquea en el lago rojo
con paciencia de licor polvoriento.
Se aposentó en el bar-vientre,
allí donde ya no hace ni frío ni calor,
en la esquina de la luz futbolera y sonriente.
Ojos de lago rojo tiembla y ríe,
viajando en una carcajada muda
de tintineo de vasos y voces,
tanteando tembloroso el alivio amañado.
Donde el lago rojo se desborda puntual
mientras el animal pugna obcecado
por trocar su morada
por ese líquido escanciado
que choca sin cesar
con todos los vasos,
mientras todos los vasos
chocan a su encuentro
desbordándose puntuales
en la barra sin fin.
Ojos de lago rojo
con un pequeño animal apagado
y humeante incrustado,
flotando a la deriva.
Que ya ni saluda,
con su sonrisa de barcaza rota.
Ojos de lago rojo,
brillo de lágrimas.
Muesca en la arena
de amarga barba.
Ojos de lago rojo estrujados por el frío
y por los ojos fríos de los demás.
Candentes de dolor arrugado y falsas expectativas
que nadie repite (ya nadie miente).
Tensos ante ninguna espera.
Oscuros frente a una certeza creciente.
Oblicuos por el temor.
Erizados de terror ante la madrugada,
que inundará de vacío la luz eléctrica.
Y, ya tarde, la noche se cuela
por las escocidas ranuras del lago.
Y la calle silente taconea y vela
el eco de un deseo agotado.
Y la luz eléctrica alimenta
el aliento prestado
del animal,
que babea renovado
su gratitud,
mientras avanza despacio
tras encajar otra derrota
en un partido trabado,
sin público ni goles anulados.
Al tiempo que las ranuras no cesan
de devolver turbia rabia sobrante,
testimonio prolongado
de un tiempo herido de muerte.
Ojos de lago rojo,
viviendo en una luz inventada
de tiempo parado,
de almacén abandonado
y rincones olvidados.
De telaraña escarchada.
Y, mientras la calle se hace humo
y la luz se va sin hacer ruido,
nada desaparece.
26 septiembre 2011
DISTORSIÓN
La distorsión supera las estaciones.
El pensamiento crepitante
salpica los arcenes de palabras y espejismos.
Miles de kilómetros de preguntas
sin respuesta;
de bosquejos, llevados por el viento.
Es igual,
compondré un discurso mellado
y tararearé una canción,
cuando te vea.
La angustia gira a mi alrededor
a velocidad loca.
Los colores cada vez duran menos
en su ir y venir.
No se posan en los ojos, como cuando era niño.
Si freno me desmoronaré y me iré en una sombra.
Sólo aceptaré mirarte desde un cuadrado de tiempo
en el que poder ser línea recta.
Un ciudadano firme y libre,
con el alma borracha,
sobre la tierra minada.
Llegaste, ¿por qué tan pronto?
Suena una sirena: sólo contigo es invierno.
Tu sonrisa aprieta mi estómago,
en esos instantes que detienes el tiempo.
Si cerramos los ojos
el muro no se derrumbará
¿verdad?
La raya se curva como una luna
sin fin, cegada y blanca,
brillando en dirección a la duda
puntiaguda
de siempre.
La tentación es caricia que se multiplica,
ya lo sé.
Te escribo desde el lado equis de la ciudad
cuyo vientre huele a cerveza.
Pero hay letras que se pierden en la pantalla.
Sin dueño.
Sin motivo.
La distorsión horada el suelo de las certezas
llenándolo de nada, electricidad
y energía giratoria,
de esa que vuelve,
sin razón,
el día menos pensado.
La distorsión trepana la luz
pero la paz me da pavor:
parece envolver mi suerte lentamente.
Es el silente río
que acaba incomunicado.
Y ya no quiero silencio.
Y ya no quiero parar.
Quiero encender mi voz.
Señoras y señores,
mi voz:
Adherida a una esquina.
Interrumpida por un frenazo.
Quejumbrosa del idéntico
jadear de los minutos.
Escondida en la duración de las canciones.
Atraída por carteles publicitarios
que siempre van delante de mí
aunque no los persiga.
Enterrada en esta lenta derrota,
tan estruendosamente presente.
El pensamiento crepitante
salpica los arcenes de palabras y espejismos.
Miles de kilómetros de preguntas
sin respuesta;
de bosquejos, llevados por el viento.
Es igual,
compondré un discurso mellado
y tararearé una canción,
cuando te vea.
La angustia gira a mi alrededor
a velocidad loca.
Los colores cada vez duran menos
en su ir y venir.
No se posan en los ojos, como cuando era niño.
Si freno me desmoronaré y me iré en una sombra.
Sólo aceptaré mirarte desde un cuadrado de tiempo
en el que poder ser línea recta.
Un ciudadano firme y libre,
con el alma borracha,
sobre la tierra minada.
Llegaste, ¿por qué tan pronto?
Suena una sirena: sólo contigo es invierno.
Tu sonrisa aprieta mi estómago,
en esos instantes que detienes el tiempo.
Si cerramos los ojos
el muro no se derrumbará
¿verdad?
La raya se curva como una luna
sin fin, cegada y blanca,
brillando en dirección a la duda
puntiaguda
de siempre.
La tentación es caricia que se multiplica,
ya lo sé.
Te escribo desde el lado equis de la ciudad
cuyo vientre huele a cerveza.
Pero hay letras que se pierden en la pantalla.
Sin dueño.
Sin motivo.
La distorsión horada el suelo de las certezas
llenándolo de nada, electricidad
y energía giratoria,
de esa que vuelve,
sin razón,
el día menos pensado.
La distorsión trepana la luz
pero la paz me da pavor:
parece envolver mi suerte lentamente.
Es el silente río
que acaba incomunicado.
Y ya no quiero silencio.
Y ya no quiero parar.
Quiero encender mi voz.
Señoras y señores,
mi voz:
Adherida a una esquina.
Interrumpida por un frenazo.
Quejumbrosa del idéntico
jadear de los minutos.
Escondida en la duración de las canciones.
Atraída por carteles publicitarios
que siempre van delante de mí
aunque no los persiga.
Enterrada en esta lenta derrota,
tan estruendosamente presente.
23 septiembre 2011
LOS AÑOS
Qué son los años ya,
sino pájaros cansados
que aletean desnortados,
desgajándose de mí.
Perdiéndose más allá de mi ventana,
dejándose ir sin sentido alguno,
esparciendo su rastro erosionado
de huellas equívocas.
A pesar de todo,
sé que el más tripudo
te lleva dentro,
bien resguardada en el pasado,
pero latiendo.
Por eso, desde esta dimensión perdida,
aprieto fuerte los ojos y susurro:
“Piénsame, hazme rebrotar un momento.
Escucha mi risa, mi voz, mi llanto.
Mírame, que yo te estaré mirando.
Añórame, arrastra los dedos por mi recuerdo,
y, sólo durante un instante,
siéntete morir por mí”.
sino pájaros cansados
que aletean desnortados,
desgajándose de mí.
Perdiéndose más allá de mi ventana,
dejándose ir sin sentido alguno,
esparciendo su rastro erosionado
de huellas equívocas.
A pesar de todo,
sé que el más tripudo
te lleva dentro,
bien resguardada en el pasado,
pero latiendo.
Por eso, desde esta dimensión perdida,
aprieto fuerte los ojos y susurro:
“Piénsame, hazme rebrotar un momento.
Escucha mi risa, mi voz, mi llanto.
Mírame, que yo te estaré mirando.
Añórame, arrastra los dedos por mi recuerdo,
y, sólo durante un instante,
siéntete morir por mí”.
21 septiembre 2011
VOLCÁN
Colocamos con esmero
el nuevo suelo.
Observamos un silencio
de conjuro:
suave respiración,
gestos delicados,
sonrisas furtivas.
Acariciamos con devoción
la obra terminada.
Y nos tumbamos
cuidadosamente,
extendiendo los brazos
sobre su frialdad.
Pero nunca logramos ocultar
las antiguas pisadas.
Ni tu olor.
Ese pequeño volcán
bajo nuestros pies.
el nuevo suelo.
Observamos un silencio
de conjuro:
suave respiración,
gestos delicados,
sonrisas furtivas.
Acariciamos con devoción
la obra terminada.
Y nos tumbamos
cuidadosamente,
extendiendo los brazos
sobre su frialdad.
Pero nunca logramos ocultar
las antiguas pisadas.
Ni tu olor.
Ese pequeño volcán
bajo nuestros pies.
19 septiembre 2011
BOCAS Y OJOS
Describirte es pintarte
hasta emborronarte.
Divagar entre líneas y luces.
Desvariar,
ante los colores de tu vestido
siempre en pleno vuelo.
Feliz el planeta que te acune,
me dije,
te dije o grité.
Por qué romperse la garganta mintiendo,
tras miles de kilómetros sin amor.
Reluctante de mareas
abriste mi corazón
con guantes helados.
El día en que el caos
dejó de ser nuestra manta
y nuestro cielo.
Mi idea se derrama
sobre mi vacío
y tu recuerdo.
Mi territorio sólo cobra sentido
cuando tú lo ocupas,
aunque me eches,
pensé desde el inestable refugio
de mi baile cojo.
No dejo de mirar la película
de la seca mentira
consumirse, endurecida
por el tiempo.
Bendito insomnio,
con tu sonrisa de luna
proyectada en las paredes.
¿qué anida, qué crece
moviendo mi vida
como una pelota gigante?
Maldito tu perfil,
contorno de mi sueño,
que parte mi pecho en dos
y se queda clavado.
El sonido de tu taza
vuelve todo el espacio
circular,
y el ronroneo paciente del mundo
oculta un delirio embriagador
de bocas y ojos.
hasta emborronarte.
Divagar entre líneas y luces.
Desvariar,
ante los colores de tu vestido
siempre en pleno vuelo.
Feliz el planeta que te acune,
me dije,
te dije o grité.
Por qué romperse la garganta mintiendo,
tras miles de kilómetros sin amor.
Reluctante de mareas
abriste mi corazón
con guantes helados.
El día en que el caos
dejó de ser nuestra manta
y nuestro cielo.
Mi idea se derrama
sobre mi vacío
y tu recuerdo.
Mi territorio sólo cobra sentido
cuando tú lo ocupas,
aunque me eches,
pensé desde el inestable refugio
de mi baile cojo.
No dejo de mirar la película
de la seca mentira
consumirse, endurecida
por el tiempo.
Bendito insomnio,
con tu sonrisa de luna
proyectada en las paredes.
¿qué anida, qué crece
moviendo mi vida
como una pelota gigante?
Maldito tu perfil,
contorno de mi sueño,
que parte mi pecho en dos
y se queda clavado.
El sonido de tu taza
vuelve todo el espacio
circular,
y el ronroneo paciente del mundo
oculta un delirio embriagador
de bocas y ojos.
17 septiembre 2011
LOS PILOTOS
Aunque no lo creáis, hay música que alcanza todo su sentido cuando la sabes proveniente de un círculo que gira y gira sobre sí mismo. Viaje, gravedad, vuelo, prospección-expansión, reflexión, perspectiva, eternidad. Con la música de Los Pilotos todo puede ser geométrico a la vez que gaseoso, responder a un sólido sistema de medidas y tiempos y llevarte muy muy lejos. Estética de sensaciones, impulsos y sueños.
16 septiembre 2011
EN LA PLAYA
En la playa suspendida, despertando espejismos,
escuchando a una mujer hablar de asesinatos,
ardiendo en la arena, la luz del sol
era polvo que nos ahogaba.
El mar, atento, desplegaba una extraña danza,
tenía aspecto de frío equipo contrario,
azul impaciente erizado, de grisácea espuma
y taciturno y añoso murmurar.
Escuchando a una mujer musitar
de restos de sangre con dulzura.
A mi lado se descomponía una barcaza
que, orgullosa, pugnaba por hundirse,
bestialmente atacada por el tiempo:
Los segundos mordiendo.
Nada detiene ese movimiento
tan inexorable, untuoso y lento.
Apacible como el quieto encanto
de esa mujer soñando una venganza.
escuchando a una mujer hablar de asesinatos,
ardiendo en la arena, la luz del sol
era polvo que nos ahogaba.
El mar, atento, desplegaba una extraña danza,
tenía aspecto de frío equipo contrario,
azul impaciente erizado, de grisácea espuma
y taciturno y añoso murmurar.
Escuchando a una mujer musitar
de restos de sangre con dulzura.
A mi lado se descomponía una barcaza
que, orgullosa, pugnaba por hundirse,
bestialmente atacada por el tiempo:
Los segundos mordiendo.
Nada detiene ese movimiento
tan inexorable, untuoso y lento.
Apacible como el quieto encanto
de esa mujer soñando una venganza.
14 septiembre 2011
12 septiembre 2011
MICRORRELATO (2): MUÑECA
Tan quieta la muñeca, mientras dormís, parpadea y piensa en cosas que se caen.
10 septiembre 2011
BLANCO Y NEGRO
Blanco y negro: el día en que todo el mundo salió a la calle con su color de pelo natural.
08 septiembre 2011
07 septiembre 2011
PALABRAS
“Palabra, dulce y triste persona pequeñita” (Félix Grande)
Palabras que tropezáis,
¿qué tramáis?
Me atenaza este vaivén de gozo y tormenta.
Me desesperan vuestras eternas promesas.
¿Qué es acaso este incontenible fulgor,
esta callada ansiedad,
sino la luz de una maldición?
Me asusta el modo en que me miráis
cuando huyen el sentido y la belleza,
cuando sólo quedan cáscaras vacías:
ordenados y petrificados restos
de un naufragio infinito.
05 septiembre 2011
MICRORRELATO (1): NARICES
Sentados en la cocina, ante sendas tazas de café, se miraron y, tras un largo silencio, dijeron al unísono: “te crece la nariz más que a mí”.
02 septiembre 2011
TÚ...
Un noctámbulo oleaje.
Una trampa adensada
en un pliegue de mi vida.
Un extraño animal creciendo
en mi almohada.
Mis dedos ennegreciendo,
mientras desgranaba
inútilmente tu blindaje.
Conseguiste que terminara
cavando en mi cerebro:
de la metáfora al dolor y de ahí al agujero.
Aún paso las horas mirando hacia arriba.
Esperando algo, quizá tu nariz o tu saliva,
o tu absurda huella, otra vez por todo mi desierto.
Amarnos es tropezamos y caernos en el pasillo.
Alteraste mi laberinto:
agujereado de entradas y salidas.
Tu voz de arena,
sirena,
ya no me persigue.
Tu efigie se descompone.
Te miro y eres
gastado jeroglífico:
inexpresivo.
Tú,
rara luz.
Tú,
rara inflorescencia.
Una trampa adensada
en un pliegue de mi vida.
Un extraño animal creciendo
en mi almohada.
Mis dedos ennegreciendo,
mientras desgranaba
inútilmente tu blindaje.
Conseguiste que terminara
cavando en mi cerebro:
de la metáfora al dolor y de ahí al agujero.
Aún paso las horas mirando hacia arriba.
Esperando algo, quizá tu nariz o tu saliva,
o tu absurda huella, otra vez por todo mi desierto.
Amarnos es tropezamos y caernos en el pasillo.
Alteraste mi laberinto:
agujereado de entradas y salidas.
Tu voz de arena,
sirena,
ya no me persigue.
Tu efigie se descompone.
Te miro y eres
gastado jeroglífico:
inexpresivo.
Tú,
rara luz.
Tú,
rara inflorescencia.
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