11 enero 2011

EN VÍSPERAS DE REYES

Recuerdo aquellas navidades de la niñez que culminaban con el día de Reyes, quedándonos un par de días de vacaciones para disfrutar de los regalos. Me vienen a la memoria largos días de una navidad perdida en el tiempo, quizá especialmente solitaria. Rememoro juguetes de circunstancias que trataban de distraer la ansiedad y el deseo de recibir los nuevos. Había un viejo sofá, varios cojines; un fuerte del oeste desvencijado, con una maltrecha torre de vigilancia; un variopinto y diezmado ejército formado por efectivos de plástico de distinta procedencia: soldados perfectamente caracterizados de la guerra civil estadounidense (tanto nordistas como confederados); indios y vaqueros de un solo color que a duras penas se mantenían en pie; caballos de Famobil sin jinete; piezas supervivientes de un Exin Castillos; un poco disuasorio cañón de hierro que se iba para abajo y que protegía la entrada como buenamente podía; un lugar para que los caballos bebieran (se pasaban el día bebiendo y relinchando); dos desconchadas miniaturas metálicas de aviones de guerra; y un Geyperman con barba y el pelo cortado al uno, siempre aferrado a una metralleta. Unas veces atacaron los indios; otras el Geyperman lanzándose desde lo alto del sofá, con o sin apoyo aéreo; algunas los de la guerra civil sorprendentemente coaligados; otras los aviones caían sobre el fuerte, y ambulancias que sólo sonaban debían acudir al rescate entre el humo; en ocasiones se volcaba el sofá y… Así, entre centenares de conversaciones, avisos, acuerdos, estrategias, alianzas, lealtades y traiciones; envueltos en otros tantos susurros, gritos, gestos, ruidos y onomatopeyas, pasaron unos días dulcemente sordos, suspendidos en el aire, en los que todo encajó perfectamente.

05 enero 2011

CARLOS ZANÓN “Tarde, mal y nunca” (RBA, 2.011)

RBA reedita este mes la celebrada novela de Carlos Zanón, publicada inicialmente hace un año y medio por Saymon Ediciones. Todas las ciudades tienen su cara oculta, y Zanón explora la de Barcelona mediante una trama que, más que responder a los patrones de la novela negra (donde esta obra se suele ubicar), es reflexión en carne viva y a pie de acera; muestra palmaria de la fragilidad de los seres humanos, retrato de perdedores a los que no dejaron participar en el partido. Todo sucede durante veinticuatro vertiginosas horas envueltas en una persistente capa de roña, sometidas a sus propias reglas. Cotidianidad amarga y cutre a flor de piel. Descripciones de dedo en la llaga, que nos llevan a sentir la violencia (sin esa especie de mampara que suele separar al lector de escenas y situaciones incluso más escabrosas), a percibir plenamente el olor del odio, de la soledad, de la resaca, de la derrota; el embotamiento de las drogas, el ahogo de la fatalidad y la frustración y, sobre todo, el miedo latente, el miedo al otro, a la conciencia de estar atrapado, a la sensación de derrumbe inminente. En un tono narrativo ágil e incisivo, en ocasiones procaz, el narrador omnisciente se cuela por todas partes sin perder de vista el humor ni una intensa mordacidad que no pocas veces destila acritud, aunque también la suficiente ternura como para no empujar del todo la palanca del abismo. El autor mantiene la suspensión colocando al lector ante una tensa cuerda a punto de romperse de la que tiran en distintas direcciones decenas de circunstancias tanto sociales como personales; teniendo el mérito añadido de desarrollar paralelamente unas vidas ajetreadas y confusas, tanto por dentro como por fuera, para unos personajes bien trazados: vasos comunicantes sometidos a temperatura infernal.


Publicado en Paisajes Eléctricos en enero de 2.011

01 enero 2011

BRAZO DE GITANO

Todo iba bien durante la cena de Nochevieja, un ir y venir de platos y bromas en una estancia más iluminada de lo habitual, alrededor de una mesa más grande y dispuesta con más esmero. Tintineos, brillos, copas, trasegar de líquidos, brindis, cubiertos, alcánzame por favor, gracias, luego, luego, exquisito. Todo iba bien hasta que me sirvieron aquel trozo de brazo de gitano salado. Cayó en mi plato y, al colocar cuchillo y tenedor sobre él, recordé exactamente los comentarios que hice el año anterior al llevarme a la boca el primer bocado; comencé a recordar que al tragar ese bocado rememoré el frío que pasé el año anterior al ir a recogerlo a la panadería; y que, estando allí, de pie y con los pies mojados por la lluvia, pensé que la dependienta del año anterior era más simpática, tanto que conseguía hacerme olvidar el frío y la humedad. Me vino a la cabeza que aquel año ella me habló de las costumbres de año nuevo en su país natal; y que yo mientras evocaba que el año anterior fui mucho mejor acompañado a recogerlo, y que, aunque en moto, no sentí tanto frío. 



Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".