30 septiembre 2006

091 “Último Concierto – Edición Especial 10º Aniversario”(Pentatonia, 2.006)

Con la separación de 091 perdimos algo una buena parte de los aficionados al rock en Granada. Era la banda que siempre estaba ahí, la apuesta segura; con canciones que te llamaban desde la primera nota, un imán irresistible y electrizante. La escena musical evolucionaba y ellos seguían su camino, incólumes, con muchas canciones memorables y ninguna mala, con discos densos, cargados de fuerza, emotividad y reflexión. A mí particularmente me han acompañado desde siempre, suyo era el primer elepé de mi colección (“Cementerio de Automóviles”) y suya la cinta de 90 que más he quemado, una que alguien me grabó (ese mismo elepé incompleto por una cara y “Manifiesto Guernika” de T.N.T. por la otra). Recuerdo la sorprendida ilusión en la puerta del instituto ante el vinilo rojo de “Más De Cien Lobos”; los conciertos siempre intensos y rayando la perfección; la salida de Antonio Arias, tan comentada; y muchos temas para siempre: “En La Calle”, “La Torre De La Vela”, “Qué Fue del Siglo XX”, “La Vida Qué Mala Es”… El deseo que todos teníamos de que vendieran, de que fuesen descubiertos de una vez por todo el mundo, como comenzó a pasar a partir de 1.987 con muchas bandas nacionales de rock.

Este directo es sin duda, su mejor despedida. Desde el clásico inicio de sus conciertos con el instrumental “Palo Cortao”, aparece el sonido que caracterizó a los 091 de los noventa: rezumante de rock and roll, imparable, blindado, contundente y limpio, tan zeppeliano como stoniano. Esa elocuente rocosidad contaba con respiraderos provocados por su brillo intrínseco, en forma de coros, melodías impecables y estribillos inconfundibles. Catarsis eléctrica para conmovedores textos de mirada sombría e incierta sonrisa. Ese mismo sonido, tan reconocible como previsible, que les restó capacidad de sorpresa en unos tiempos confusos donde lo excitante se hallaba lejos de las composiciones bien terminadas: en los últimos ochenta se abrazaba tardíamente el revival garajero, se empezaba a adorar masivamente a la Velvet, y se enmudecía ante la grieta sónica de Sonic Youth y The Jesus & Mary Chain, las espirales de Spacemen 3 o el oscuro magma de Nick Cave and the Bad Seeds. De los grupos que se desarrollaron durante los primeros ochenta, los pocos que no se convertían en vendedores lo tenían crudo, el nuevo público underground tendía a obviar aquella época y las simpatías viraban hacia bandas que cantaban en inglés u ofrecían un modo distinto de hacer las cosas, algo que también tenía su lógica. Para colmo, los noventa trajeron el grunge (inicialmente una saludable colisión de Black Sabbath con garage punk: más distorsión) y el desembarco indie de la inspirada mano de los Pixies o Dinosaur Jr. Mientras, la banda granadina en tierra de nadie, cada vez más ninguneada por la crítica y sólo sostenida por la importancia que sus canciones tenían para muchísima gente, sobre todo en su tierra.

091 se despidieron de la afición granadina durante dos días consecutivos de mayo de 1.996, ambos con lleno absoluto en el anfiteatro de Maracena. La postrera y más completa formación de la banda dio cuenta de un repertorio centrado en sus tres últimos trabajos, con recuerdos puntuales a los primeros cuatro, que se adaptaban como podían al vendaval hard (“Debajo De Las Piedras” incendiada por Rory Gallagher, “En La Calle”, favorita de Joe Strummer, perdiendo parte de su inmediatez juvenil; o “Cementerio De Automóviles” y “Fuego En Mi Oficina”, que nunca terminaron de adaptarse). Un resumen final coherente y que no sonaba a despedida en falso, como el tiempo ha demostrado. Para siempre quedan los wha-wha de “La Noche Que La Luna Salió Tarde”, el intenso calado de “La Canción Del Espantapájaros”, la magnífica ejecución de “La Vida Qué Mala Es” confundiéndose con “Suzie Q”, o la mordiente de “Sigue Estando Dios De Nuestro Lado”. El quinteto se despidió en su mejor estado de forma, dejando este recuerdo con marchamo imperecedero para sus seguidores, ellos, que en tantas ocasiones fueron maltratados en el estudio de grabación. La presentación es impecable, como el acontecimiento merece; una portada sugerente, intencionada y sencilla, con unas cuantas cerillas quemadas menos una aún sin usar, que aparece aprovechada al máximo en la contraportada (humor lapidiano, me temo), reminiscente de aquella caja de cerillas que aparecía en la portada del primer single, “Fuego En Mi Oficina”, de 1.983. Esta edición remasterizada, mejora el sonido y cuenta además con el añadido del documental “Esto fue todo”, ajustado resumen de su trayectoria contado por ellos mismos.

25 septiembre 2006

REAL MOTRIL

La población situada en la parte de España (o Estado, como dicen otros) en la que paso mis días, ha recibido, para sorpresa de toda la gente de a pie, una visita Real. El Príncipe y la Princesa han venido a botar una fragata del ejército a nuestro puerto, el mismo que semanas atrás un grupo de promotores sugirió convertir en puerto deportivo para que pudiésemos ser el Nuevo Caribe. Casi prefiero una fragata, así, atracada solitaria en el crepúsculo hasta la oxidación. La gente común (me refiero a la que reconoce serlo) se ha mostrado ilusionada con la visita, aunque siempre con la gruesa pátina hispánica de dedicar maledicencias y acompasados movimientos de cabeza a lo bien que vive la familia real. Los cotilleos sobre la presencia dos semanas atrás de policía secreta o de la agitada vida social de la Jefa de Protocolo, han animado los cafés mañaneros y las sempiternas colas de los bancos, que aún no se sienten preparados para dejarnos realizar nuestras gestiones gratuitamente por internet. Creo que necesitan tiempo.
Los sentimientos encontrados frente a la Monarquía salen a la superficie como delfines juguetones: la Derecha parece retozar, pero disimula y la Izquierda Entre Algodones se postula en contra (imaginándose lejos de la vulgaridad imperante durante unos días) y, así, muchos revisten su ideología del brillo fugaz que da reverdecer una certeza ante esa multitud de roma imaginación que sólo pide, pobre, que no le engañen burdamente sus ocasionales gobernantes; mientras, la Izquierda Que Suele Gobernar pone cara de póquer, enfundada en sus trajes mientras un exceso de loción de afeitar y maquillaje dificulta sus sonrisas de intelectuales triculturales. Supura provincianismo.
Estar a favor de la Monarquía como institución es realmente absurdo, de imposible explicación real. Yo, cuando alguien de algún país paradisíaco libre de tal rémora me reprocha su existencia en un lugar presuntamente moderno como España, en vez aplaudir directamente su condición de libre ciudadano, desde el fondo de las cuerdas del cuadrilátero siempre le remito a países como Reino Unido, Suecia, Dinamarca o Noruega, eso suele provocar un interesante silencio. Reminiscente del pasado, en un mundo ideal seguro que no existiría, y lo que no existiría en un mundo ideal no debe ser bueno. Las cuestiones, en nuestro caso, son básicamente si la gente común (o votante) considera que su estabilidad pasa por recuperar el espíritu de la II República o a ella de una pieza, o ve superado aquel período por los logros de éste; si esta peña (todos mirando a Marichalar) son nuestra principal carga; si hay defectos y males endémicos más enquistados y menos atractivos para la gran política en nuestro día a día que la Monarquía, o si el país está preparado para tener un presidente de la República que sea capaz de conseguir que los que no le han votado se sientan representados por él. La verdad es que no conozco a nadie que se declare abiertamente monárquico (monárquico en cualquier circunstancia), pero conozco a muchos que no ven en su desaparición sino el inicio de los problemas, algo que me produce muchísima pena. Del enfrentamiento actual en la política española lo único que saco en claro es que no queda prácticamente nada por lo que todos los partidos unirían fuerzas en cuestión de horas, por lo que parece razonable (quizá conservador, acaso cobarde, tal vez poco romántico –ya sabemos que en los experimentos henchidos de romanticismo siempre pierden los mismos-) que a la gente le guste más (en general) que sea el Rey el que hable con su homólogo de Marruecos en vez de Aznar, o con Bush en vez de Zapatero. Todos se muestran distantes con la monarquía pero el Chávez de Venezuela se hartó de dar el coñazo para que el Rey lo recibiera. Cosas de la imagen. Parece que el amigo Juan Carlos es necesario y, en caso de serlo, podría ser considerado una herramienta. Y que un personaje de sangre azul sea una herramienta necesaria para un país tan moderno como España debería mover a reflexiones más profundas.

21 septiembre 2006

EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS (¿O ESTÁN YA FABRICADOS?)

El espacioso escenario estaba rodeado de luces que lo convertían en un espacioso puti-club recién abierto y de desratizada apariencia. El presentador, trajeado de terciopelo, gesticulaba dibujando florituras con sus manos. De las paredes colgaban carteles con primeros planos ampliados de nuevas figuras como María Jiménez, Fernando Esteso, saludando con ambas manos y una estúpida sonrisa, Jaime Morey e Isabel Pantoja, entre otros. De entre los concursantes, modositamente sentados en pupitres, hubo de levantarse Manolo, atendiendo al gesto displicente de la mano derecha de un miembro del jurado. Puesto en pie, observó orgulloso y altanero cómo el público vitoreaba su nombre, una masa grasienta y temblorosa que hacía la ola subiendo y bajando el trasero, custodiada por gorilas uniformados de gris.

El miembro del Jurado, tratando de parecer reflexivo habló, acariciando el clavel reventón que destacaba en el ojal derecho de su chaqueta: “Manolo, tanto mis compañeros del jurado como yo mismo, hemos asistido sorprendidos al corazón, poderío y casta que has puesto en esta interpretación. Tanto que nos has arrancado más de un olé cuando atacabas con ímpetu los estribillos”. Manolo observaba con ojos brillantes y sonrisa inamovible, como encajada en la boca. Un insistente primer plano nos ofrecía su sudoroso y crispado perfil, su incipiente alopecia, el aceitoso brillo del pelo que cubría su parietal izquierdo. Su mano sostenía nerviosa un sombrero cordobés, también de color gris. “Además, has superado tus problemas con el inglés y has hecho tuyos los buenos deseos de la canción, acercándola a ese pueblo que tanto te quiere. Tu melisma salvaje, tan enraizado en nuestra cultura y nuestro mercado, junto con la complicidad única que crea tu juego de miradas y guiños con el público, te han hecho acreedor de la confianza de esta academia para interpretar esta canción a partir de ahora en todas nuestras galas. Has abierto nuestros corazones, Manolo”. Los aplausos estallaron, y Manolo lloraba de dicha, apretando dientes y puños almidonados, y saludando al modo de los toreros a su público. Abandonó su pupitre fundiéndose en un abrazo con el presentador que aplaudía extasiado el micrófono contra la carpeta. El mayoritario gentío femenino improvisó otra ola de carne y olores vaginales, increpando violentamente a los de gris que les prohibieran lanzar pétalos de rosas, que traían de sus casas. Los sudores de las palmas de sus manos chapoteaban en su contacto frenético, parecían tener un pescado entre ellas. Y Manolo les lanzaba besos mientras atravesaba la pasarela, convertida ya en un infierno de olés.

En un inesperado y juvenil gesto, señaló a una parte del tumultuoso graderío, del que surgieron como resortes para solaz de todos, sus hermanos armados de guitarras, que ya no se volverían a sentar. Un rápido plano nos ofreció al jurado sirviéndose anís con el corazón de par en par, y al presentador de terciopelo pidiendo silencio con los brazos abiertos. Otro aluvión de gritos, Manolo se había hincado de rodillas en el suelo, sus compañeros corrieron hacia él simulando que lo auxiliaban, dando muestras de esa sana simpatía y pureza de alma que subyugan al público. La cámara enfocó a John algunos segundos, para volver al grupo de muchachos que saludaban a Manolo cogiéndole violentamente la pechera con chorreras, propinándole empujones para al momento atraerlo para fundirse en un abrazo. Hasta que por fin se lo llevaron a hombros.
El olor a colonia se mezclaba con el sudor, el maquillaje brillaba como un exceso de loción de afeitar en los rostros; el súbito silencio se podía cortar cuando un miembro femenino y rosáceo del jurado carraspeó. “Silencio”, suplicó el presentador de terciopelo. La dama llamó: “John”(un tipo con gesto despistado se incorporó de su pupitre). Prosiguió, entre carraspeos y nudos gargantiles de anís dulce: “John, tanto mis compañeros del jurado como yo misma, apreciamos tus progresos en la composición, creemos que alguna de tus canciones puede llegar a calar en nuestro público. Pero consideramos que tu estilo interpretativo, en el que tú apelas a tu personalidad, no ha avanzado mucho desde que llegaste. No se te ve capaz de enfrentarte a esta noble gente sin mirar al instrumento que te empeñas en tocar, ni despistarte mirando al cielo; el caso del piano es paradigma de una introversión incomprensible. El respetable te espera y tú no les haces caso, ocultándole incluso la mirada. Es por eso que el jurado cree oportuno que sea Manolo y no tú, el que interprete tu canción “Imagine”, de ahora en adelante...

Por suerte conseguí despertar, agitado y sudoroso. Pronto advertí que las piezas no encajaban y que todo aquello era imposible. Después me prometí apagar la tele antes de dormirme, ya que el otro día soñé un primer plano de María del Monte comiéndose dos huevos fritos e imitando, con la boca llena, el celebérrimo canto del Pájaro Loco,... o no fue un sueño. Por favor, no me digáis la verdad.

16 septiembre 2006

NIKKI SUDDEN “DESDE OTRA ÉPOCA”

Cada vez más fuera de tiempo, y acompañado para siempre de apelativos como “maldito” (ese que tanto detestaba), “mitómano” o “francotirador”, Nikki Sudden nos dejó el pasado 26 de marzo, tras un concierto en Nueva York.

Erudito, positivo y siempre lleno de proyectos, alternó la actividad musical con el periodismo en algunas épocas (en los últimos tiempos preparaba un libro sobre Ron Wood, y trabajaba en una primera novela, “Albion Sunrise”). Nómada y trotamundos, este londinense llevó su música desde recogidas actuaciones acústicas a vendavales eléctricos, aunque siempre destacó su querencia por el matiz (él decía que hacía “english rock”); con esa voz lánguida, lentificada, siempre a una velocidad menos que una música envuelta por su obsesión por el período 69-72 de los Rolling Stones, y discos como “Electric Warrior” de T-Rex.

Su proverbial clasicismo fue el fruto inopinado de unos inicios musicales con vocación rupturista. Su primera banda, Swell Maps, inició su andadura en 1.972, cuando Nikki contaba 16 años. Influidos por el rock alemán o The Velvet Underground, y absorbidos en la inercia punk, fueron el típico destello de la confusa época post-punk, tan inspirado como atropellado, siempre estimulante, basado en experimentación anárquica, improvisación disonante, desarrollos comatosos, guitarras de chatarra y combustión espontánea; consumada ésta en 1.980 dejando un par de elepés de interés, “A Trip To Marineville” (1.979) y “Jane From Occupied Europe”, al año siguiente. Su legado se puede rastrear en la manida generación noise, capitaneada por Sonic Youth. Con este grupo fue con el que alcanzó mayor popularidad, el único momento en que su música acompañó a su tiempo.

De aquí partió la carrera en solitario de Sudden, y surgieron su hermano Epic Soundtrack, estimable compositor y futuro miembro de Crime &The City Solution y Jowe Head de Television Personalities.

El disco “Waiting On Egypt” de 1.982 (primero a su nombre) puede considerarse eslabón entre la etapa Swell Maps y la posterior (está “Stuck On China”, pero ya encontramos la gran “Still Full Of Shocks”), apuntada más claramente en “The Bible Belt” de 1983, donde ya aparece Dave Kusworth, que incluye “Road Of Broken Dreams” (firmada a medias con Mike Scott de The Waterboys), futuro clásico de los Jacobites en versión más reducida, y cuyo tema “The Angels Are Calling” ya suena cien por cien Jacobites.

En 1.984 une intenciones con el citado ex – Subterranean Hawks Dave Kusworth, dando lugar a los Jacobites, en mi opinión su etapa más inspirada. Ese año publican “Jacobites” recreaciones acústicas algo deslavazadas que apuntan claramente sus intenciones (“Silver Street” ha sido versionada por Mercury Rev). Poco después, sin embargo, alumbran el doble “The Robespierre´ s Velvet Basement”, para mí su mejor trabajo.

Esta época confirma y marca plenamente la senda elegida por un nikki sudden comprometido con una visión clásica del rock y un período concreto (la música de su adolescencia), que llegará hasta el final de sus días. Romanticismo, dandismo decadente y glamour desarrapado. Rasposas y delicadas, las canciones avanzan con lentitud enhebrando y confundiendo eléctricas y acústicas a la vez que rememoran la épica de todas las derrotas. Ambos músicos comparten un gran talento para los medio tiempos, melodías de añejo y estremecedor sabor que acarician ralentizadas la textura del riff y el halo stonianos, la expresión dylaniana, el desarrollo de Neil Young o la vulnerabilidad del Johnny Thunders más amargo. Sí, deslizándose por el filo de una navaja que es ya camino polvoriento de acordes esenciales repitiendo continuamente su eco. Un sonido con una pátina desencantada, esa sensación casual de reunión de amigos cargada de sensaciones e imperfecciones. Su discografía no reaparecerá hasta los noventa, abundando la recopilaciones y los lanzamientos con descartes e inéditos, hasta “God Save Us Poor Sinners” de 1.998, un buen disco que ya será el último suyo con Nikki vivo.

Tras un par de discos conservando la denominación Jacobites sin Dave, “Texas” y “Dead Men Tell No Tales”, Nikki se lanza a una producción nutrida y dispersa, en la que abundan las colaboraciones y salta con facilidad de uno a otro de sus espectros sónicos preferidos; a veces guadianesca y siempre zigzagueante, con elepés de aliento acústico y folk que van desde “The Last Bandits On The World” acreditado a The Last Bandits, y el esencial “Kiss You Kidnapped Charabanc” (1.988) grabado junto a Rowland S. Howard (debían haber colaborado mucho más), al más reciente “Red Brocade” (1.999), grabado en Chicago y que cuenta con la colaboración de Jeff Tweedy de Wilco (“Farewell, My Darling”). Tiene sus momentos guitarreros, pero es mayormente reposado, trufado de canciones delicadas que es donde reside lo mejor de este trabajo, preciosista en los arreglos de cuerdas y vientos. Destacan también, como complemento, trabajos de afilada electricidad a lo Crazy Horse, como el doble Maxi “Groove” de 1.989 (acompañado de la formación The Frech Revolution, con la que grabará su hiriente versión del “Captain Kennedy” de Neil Young para un disco homenaje); los aires country de “The Jewel Thies” (1.991) (también denominado “Liquor, Guns And Ammo”), con el apoyo y producción de sus fans REM o “Seven Lives Later” de 1.996, intensa dosis suddeniana grabada entre Londres, Praga, Berlin y Chicago. Tras unos años sin grabar, volvió con “Treasure Island” (2.003), a la postre su último disco. Un trabajo muy especial por este motivo y por ser el mejor en casi veinte años de un músico que se ha ido con mucho que decir. Muestra a un Nikki desperezado y enérgico, con un repertorio variado y luminoso que recurre al gospel, al country, al blues o al pop; tanto al sofoco de guitarras constreñidas como a inspirados coros y arreglos de piano, órgano o metales. Contando con colaboraciones de ensueño para él, como un portentoso Mick Taylor (acojonante en “House Of Cards”) o el ex – Faces Ian McLagan. Hasta siempre.


Publicado en el portal de humor gráfico y cómic Irreverendos en septiembre de 2.006.

13 septiembre 2006

BULGÁKOV, FAITHFULL, JAGGER Y TÚ

Mijaíl A. Bulgákov nació en 1.891 en Kiev, en el seno de una familia burguesa. Hijo de un profesor de la Facultad de Teología, siguió estudios de medicina, profesión que ejerció durante un corto pero intenso período, hasta que a partir de 1.919 se decantó definitivamente por la literatura y las tablas. De aquella época son los relatos que aparecen en “Morfina”, breves y reveladores textos a modo de diario íntimo de un joven médico, que narra de forma concisa y lúcida, penetrante, su experiencia profesional, incluida una adicción a la morfina que posteriormente superaría. En aquel momento aún no habían explosionado su febril imaginación ni su disparatado humor, inspirados en parte por Gógol; éstos avisan elocuentemente en “Maleficios” (1.924), un hilarante y agotador laberinto de situaciones absurdas y surrealistas a partir de un equívoco provocado por la lenta burocracia soviética (que supone un excelente anticipo de Boris Vian); y que aún en esa época alternará con el realismo de “La Guardia Blanca”, su primera novela. Habiendo descubierto ya que la sátira, usada en su justa medida, suele ser un arma certera, un zarpazo infalible, en “Corazón de Perro” (1.925), añade a las cualidades mostradas en “Maleficios” el ingrediente de una ciencia-ficción utilizada para bucear más profundamente en los nuevos resortes de su país. Última pieza necesaria para forjar un lúcido discurso, a la vez fantástico, satírico y mordaz; que continuará con "Los Huevos Fatales”, ese mismo año. Contemporáneo de otros silenciados por lo implacable del sistema comunista como Boris Pasternak, Anna Ajmatova o Eugeni Zamiatin; o directamente masacrados, como el poeta Osip Mandelstam o Boris Pilniak, su independencia de criterio y su hartazgo del proselitismo de la exaltación revolucionaria, le granjearon problemas y persecuciones. Las entregas que iban apareciendo en la prensa de la en principio popular “Corazón de Perro”, quizá su sátira más feroz contra el Régimen, desencadenaron definitivamente las hostilidades que acabaron interrumpiendo también una exitosa carrera como dramaturgo, con obras como “La Isla Púrpura”, “El Apartamento de Zona” o “Las Jornadas de Turbin” (adaptación de la citada “La Guardia Blanca” de 1.924) representándose a la vez con aceptación del público en 1.928, justo antes de caer definitivamente en desgracia. Su trabajo fue censurado y él expulsado de las férreas asociaciones que agrupaban a escritores y dramaturgos. Ante sus constantes problemas con el poder, en 1.930 escribió a Stalin (quién por cierto le admiraba) pidiendo que se le permitiese abandonar el país o volver a su vida normal, dirigiéndose a él en estos términos: “El escritor que afirme que puede seguir escribiendo en donde no existe la libertad de creación, es como el pez que declara públicamente no necesitar de agua para seguir existiendo”. El dictador respondió autorizando un par de representaciones más de “Las Jornadas...”, para sumirlo a continuación en el ostracismo. Durante todos esos años hasta su muerte consagró su tiempo al teatro, ocupando puestos secundarios en el Teatro del Arte o el Bolshoi. A la última etapa de su vida pertenecen la inconclusa “Novela Teatral” y la unánimemente reconocida como su obra maestra, “El Maestro y Margarita”, cuya redacción le ocupó desde finales de los años veinte hasta su muerte. Quedó ciego en 1.939, muriendo un año después con estas últimas obras aún inéditas, enterrado en el mismo silencio a que fue condenado en vida.
En 1.966 se empezó a publicar en la revista Moskva “El Maestro y Margarita” convenientemente censurado. Poco después apareció la traducción inglesa, detonante del culto que la obra consiguió en toda Europa. En enero de 1.968, la leída Marianne Faithfull le pasó la novela a su chico, Mick Jagger, quién encontró en ella la inspiración necesaria para la letra de “Sympathy For the Devil”.
 

RENACER DESDE LO MÁS ABISAL DE LOS DESPACHOS

“El Maestro y Margarita”, después de superar la quema de una primera versión por parte de su autor, las continuas correcciones y el olor a sótano del olvido, vio la luz en su país en condiciones normales en 1.973. Al igual que la versión íntegra de su “Corazón de Perro” (que trajo la Perestroika), “Doctor Zhivago”, “Réquiem” o “Nosotros”, fue tristemente escamoteada a sus compatriotas durante demasiado tiempo. La novela actualmente es considerada una de las obras maestras de la narrativa rusa, y su versión teatral ha sido y es ampliamente representada. Su mito y poder simbólico para los rusos, que creció fuertemente con los cambios experimentados por la sociedad al inicio de los noventa, llega hasta el punto de que los itinerarios del libro han pasado a formar parte de las rutas turísticas de Moscú.
Esta es la obra más puramente fantástica de Bulgákov. Abunda en los temas que ha tratado con anterioridad, consiguiendo la sublimación y el justo equilibrio de todas sus constantes creativas; sorprendiendo, a pesar de retratar un momento histórico concreto, su inalterable frescura. Engrandece y enriquece sus armas de siempre: la fantasía, los elementos paródicos, el ritmo, el absurdo, los diálogos, la visión satírica o la ironía. Un libro de despedida mimado y sufrido, inmenso de significado, y más teniendo en cuenta las condiciones anímicas en que fue escrito. A pesar de todo se observa algún desajuste, como el final de los protagonistas, entre el capítulo 30 y el epílogo, lo que denota que quizá el libro no estaba pulido del todo a la muerte de su autor.
El cine se ocupó de ella en 1.972, con la película dirigida por Aleksandar Petrovic; y el director ruso Vladimir Bortko (que ya rodó “Corazón de Perro”, en 1.988) ha vuelto sobre ella este año. No he tenido ocasión de ver todavía ninguna de estas adaptaciones, aunque de todas formas yo siempre imagino un “Maestro y Margarita” dirigido por Tim Burton.
 

PAZ, LIBERACIÓN, PERDÓN Y ARREPENTIMENTO
El sarcasmo y la provocación principales consisten en crear un protagonista con el que la cultura oficial se ceba por escribir nada menos que una obra absolutamente realista y humana sobre Poncio Pilatos, en plena efervescencia ideológica de la Unión Soviética. A esta “desfachatez” se suma el poner en liza las sobrenaturales fuerzas del bien y el mal, algo absolutamente inadmisible en ese momento. Bulgákov se vale para satirizar la sociedad moscovita de la época nada menos que del Diablo, y esta sugestiva idea le permite exponer descarnadamente lo más esperpéntico de determinados sectores, una vez enfrentados a tan inesperado visitante.
Resumiendo: el Diablo elige Moscú para la celebración de su Baile del Plenilunio Primaveral de ese año. A partir de esa paródica idea que Bulgákov se saca de la manga, su pluma pergeña diferentes excusas, coincidencias y situaciones para confrontar a Voland (que así se llama) y su séquito con los responsables del teatro Varietés de Moscú, la Comisión de Espectáculos o cierta elite literaria, entre otros. Más tarde, la soltería de messere Voland le lleva a buscar una dama que le acompañe en ese baile, y una serie de improbables circunstancias lo conducen a… Margarita, la amada del singular Maestro. Así como otras igualmente improbables involucran a Dios en el proceso.
El libro primero pone en marcha la peripecia de la aparatosa visita del Diablo: su aparición y la forma de relacionarse con los ciudadanos, alternándola con los retazos fundamentales del libro sobre Poncio Pilatos escrito por el Maestro. En el segundo comienzan a precipitarse los acontecimientos y la historia central toma cuerpo, se desarrolla la fantástica aventura de los protagonistas. Aparecen el Maestro y Margarita en plenitud, y las historias toman los caprichosos recovecos que las terminan fundiendo en un catártico desenlace final, en el que se habla de paz, liberación, perdón, y arrepentimiento. Al final, se nos informa del destino de todos los personajes de este grotesco y bullicioso mosaico moscovita.
 

MIRANDO POR LA VENTANA DEL NÚMERO 50

Bulgákov concibe como punto neurálgico de esta fantástica historia su propio apartamento, el piso número 50 del 302 de la calle de la Sadóvaya, residencia satánica para la posteridad. Desde allí proyecta una imaginación liberada de las limitaciones de la verosimilitud, el tiempo y el espacio; construyendo en un caudaloso devenir de acontecimientos, punzantes y vívidos frescos de puntuales personajes y arquetipos. Lo fantástico se hace con las riendas, envolviendo y transformando la vida cotidiana. Surge natural de cualquier detalle, libera las palabras, relativiza los principios morales y funde el gris uniforme de unos tiempos cada vez más decepcionantes, haciéndolos estallar en inesperados colores, en cualquier instante, en cualquier lugar. Un diablo que saca a la superficie las miserias del aparato burocrático en que se ha convertido ya la Unión Soviética de entreguerras y su plétora de intereses creados.
Desde el principio pincha la agudeza y retumban las dobles lecturas. El retrato social se va perfilando indeleble mediante inolvidables trazos: la atracción y el recelo con lo extranjero, las consideraciones sobre la libertad para ser ateo en Rusia, cada ciudadano un policía… El problema de la vivienda en Moscú, la especulación; el temor a perder el carné de MASSOLIT (y sus privilegios), el espionaje entre vecinos, las deportaciones, la burocratización (alguien solicita un certificado al mismísimo Diablo), el uso recurrente del hospital mental (el cochero que quiere que utilicen su vehículo para internar a “Desamparado”: “¡ En el mío!, que ya se sabe de memoria el camino al manicomio!”); la uniformidad del pensamiento o el materialismo ideológico imperante.
Demoledora, por cierto, la alegórica descripción de las actividades del servicio secreto en la época romana o la de la detención de un gato común tomado por miembro del séquito de Voland. Significativa la obsesión de todo el mundo por dar una explicación “científica” a lo ocurrido; y, sobre todo, cómo al final lo consiguen poniendo unos el esfuerzo de explicarlo, y los demás el ímprobo de creerlo (“era necesario inventar justificaciones ordinarias para sucesos extraordinarios”, se dice por algún sitio). Pone en la picota el papel de los intelectuales: denuncia sus privilegios y la indolencia acomodaticia de sus vidas y carreras, bien acopladas al dogmatismo imperante. Ofrece remarcables reseñas de miseria y carencias, y también aprovecha para deslizar algún definitivo ejemplo sobre la crueldad e inutilidad de las guerras.
 

ESCALERAS ABAJO

Esmeradas y siempre ajustadas descripciones, ágilmente expuestas, conviven chispeantes diálogos. Es como si la prosa se precipitase escaleras abajo desnuda y vistiéndose sobre la marcha, llegando abajo sin haber perdido el equilibrio y perfectamente ataviada. Definición y precisión en la composición de escenas, en la presentación de los personajes y la manera en que aparecen en el relato; en sus reacciones o sus movimientos, que a veces resultan incluso coreográficos, teatrales. Caricaturizados, pero lo suficiente para que resulten creíbles, precaución que se ahorra con el inolvidable séquito demoníaco.
El aliento narrativo de la mejor tradición rusa pervive vibrante mientras el Bulgákov dramaturgo brilla en los dos capítulos en que se desarrolla una representación teatral, éstas nos son descritas de tal modo que nos imaginamos cómodamente sentados en el patio de butacas. Gusta añadir a las descripciones generales detalles accesorios, pinceladas postreras que intensifican el momento con sutilidad: “…puso su mano ardiente sobre la cabeza del niño, con el pelo recién cortado”, “…las ventanas daban a un patio asfaltado, que todas las mañanas limpiaban unos coches especiales con cepillos…”. Expone percepciones con el toque justo (“Sentía frío debajo del corazón…”), y emplea para las comparaciones imágenes curiosas y eficaces (“...con las manos duras y frías como el pasamanos de un autobús”, “…cejas pobladas y pardas como carcomidas por la polilla”, “El amor surgió ante nosotros como surge un asesino en la noche”).
Como en el grueso de la obra del ucraniano, el narrador es omnisciente, se distancia de los acontecimientos como si se tratase de una leyenda. Se dirige al lector relatándole en clásica tercera persona una historia, y juega a convencerlo de la veracidad de los hechos mediante el uso irónico de silogismos o la profusión de datos anecdóticos. Lo anima o le habla en términos burlonamente moralizantes, reflexionando y opinando acerca de lo que narra.
El relato general, como decíamos, se enlaza y alterna con el de Pilatos haciendo coincidir las frases finales e iniciales de cada capítulo. Éste se inserta en el transcurrir de la obra inicialmente contado por Voland, posteriormente soñado por “Desamparado” y después leído por Margarita. En él Bulgákov utiliza un estilo distinto al suyo, el correspondiente al Maestro, exento de humor e ironía; centrado en hacer un retrato fidedigno del procurador y los hechos, grave, naturalista, minucioso y descriptivo en grado sumo, aun a riesgo de lastrar peligrosamente un relato que en su parte central avanza sin respiro. Ambos coinciden en un espacio temporal de tres días (de mediodía de miércoles a sábado por la tarde). Aparte de otros estratégicos paralelismos, como las premonitorias tormentas, o las demostraciones de poder y adivinatorias tanto de Jesús como del Diablo en sus primeras apariciones.
Los rasgos de la literatura del absurdo brotan nerviosos e inesperados, saltan sobre el lector; desde el gorrito con la M que porta el Maestro, a la comicidad caricaturesca de Koróviev cuando se dispone al silbar en el momento de la despedida, o ese grajo que se larga volando sobre la rueda de un coche.
En el libro segundo, el maestro se expresa descreído, vencido y melancólico; desprende su dolor, despojando la prosa, haciendo flotar las palabras tristemente en el aire. Es el contrapunto pausado a la historia. Margarita, por su parte, verdadero revulsivo del relato desde su aparición, toma la primera persona con firmeza (incluso la segunda para dirigirle intensos pensamientos al Maestro).
La sátira y el humor se mantienen incólumes, pero las vicisitudes de esta segunda parte progresivamente internan la historia por vericuetos de enorme lirismo y aliento poético, la pluma se torna etérea y se vuelve profundamente sensitiva (“La luz de la luna despedía un calor suave”); íntima, incluso a la hora de desvelar la vida cotidiana de Voland y su séquito. El texto filtra momentos donde conviven lo dramático y lo romántico, todo bajo un insondable manto de fantasía y majestuosidad; fascinante y abismal, proyectando de vez en vez, claroscuros góticos sobre las páginas.
 

MEFISTÓFELES EN CAMISETA

Puede ser tomada como una comedia elaborada a partir del “Fausto” de Goethe (el cual aparece citado en varias ocasiones), invariablemente urbana y aparentemente más ligera. Un “Fausto” desmadrado, si se quiere, y centrado en una dirección más punzante y real. Son tantos los puntos de contacto como las diferencias de fondo: el nombre de Margarita se vuelve a usar en un personaje (aunque no de la misma relevancia y significado); aquí, la clásica pugna entre el bien y el mal se convierte en una lucha entre lo sobrenatural (donde reside la justicia) y lo terrenal (de donde ha desaparecido), aunque permanece la idea de su complementariedad; son evidentes las similitudes entre Voland y Mefistófeles, siendo aquél menos cruel y más condescendiente y justo con su acreedora; dos personajes principales mercadean con el Diablo, sí, pero en Bulgákov la protagonista paga su deuda sin intervención divina. Valga también citar las semejanzas en lo que respecta a la Noche de Valpurgis, o incluso al truco de los regalos que desaparecen. Junto a este insoslayable referente, los burlescos Popota y Koróviev, así como el resto de sus compinches, parecen personajes especialmente perversos escapados del mundo de la Alicia de Lewis Carroll.
Vuelve la sátira inmediata, corrosiva, con el ingrediente extra de un humor negro que ya cuelga de los títulos de los numerosos capítulos. La fina ironía de un observador privilegiado y analítico en constante rezumar. Cuidada indagación psicológica de la ciudadanía, sus actitudes, sus costumbres (la escena de la magia negra, uno de los momentos culminantes, muestra una población tan superficial y anhelante como la de cualquier otro lugar). En muchos momentos es una trepidante novela de aventuras y en otros una divertida comedia de enredo a veces frenética, que arrastra incluso los momentos más trágicos o violentos. Con piezas que encajan en ocasiones trabajosamente, y a las que acaso el lector empuje para preservar esa invencible sensación de deseo y ansia de libertad que flota en esta novela.
El Libro Segundo gana en intriga. Interrogantes, dudas y misterios (¿alguien le dictó la novela al maestro?, ¿puede Dios aparecer convertido en un vaso que guiña?...) mantienen en vilo el futuro de los personajes, siempre con la fatalidad en los talones. Aquí, Margarita se pone en manos del diablo por amor y toda la magia comienza a rodar, convirtiéndose en la inercia del momento en bruja vengadora que, maliciosa, se solaza perpetrando travesuras y bromas pesadas gracias a su poder. Mientras vuela libre parece, por un instante, querer abrazar lo “faústico”, ese deseo de plenitud, esa huida hacia delante en pos de todas las experiencias. Llama la atención su atracción por Voland, su entrega a él sin reservas, su determinación: “Todo era así porque así tenía que ser”.
 

CIUDADANOS Y CAMARADAS
El grueso de secundarios son personajes que terminan desquiciados, pululando frenéticos por esta obra por momentos coral. Sus destinos y peripecias son lanzados como fuegos artificiales. Generalmente pagan de una forma u otra por sus actos, residiendo ahí el lado moralizante de nuestra historia. Intuyéndose en él algún ajuste de cuentas personal y una inevitable saña por parte del autor.
Respecto de los personajes principales, Voland, como hemos señalado, parte de los rasgos del Mefistófeles goethiano: irónico, agudo, manipulador, artero, perverso; representa lo atrayente de saltarse las reglas de la naturaleza, la seguridad de dominar y el poder para doblegar lo ruin y vulgar del ser humano. Capaz, en efecto, de levantar tantas simpatías como a Mick. Sus correligionarios serían los mejores personajes para un cómic de superhéroes del averno.
El Maestro aparece bien entrada la novela. Se trata de un héroe inédito, trasunto claro de un Bulgákov olvidado y condenado a las tinieblas del silencio; injustamente vilipendiado desde los periódicos mientras todas las puertas se cierran. Él alberga los sentimientos más amargos: la frustración, la rabia, la pérdida, la depresión.
Margarita, por su parte, es el romanticismo puro: bella, inteligente, moderna, arrojada, tierna y apasionada. Una heroína de fuerza magnética, solitaria y un punto ingenua. Una mujer presentada tal cual es por Bulgákov, que deja a un marido modélico, pero que es incapaz de satisfacerla, para lanzarse a darlo todo por aquél que realmente la ha enamorado. Ambos componen una pareja inusual y absolutamente entrañable. Una complementación simbólica, la duda frente a la seguridad, la desesperanza frente a la fe. Nosotros, por nuestra parte, vivimos intensamente sus dudas y esperanzas, su compás de espera.
 

PERMÍTEME POR FAVOR QUE ME PRESENTE

“Please allow me to introduce myself…”. Así comienza la letra de “Sympathy for the Devil” de los Rolling Stones (primer corte del flamante “Beggars Banquet” de 1.968), previamente denominada “The Devil is my Name”. En ella, Mick Jagger utiliza la correcta manera de presentarse de Voland en el primer capítulo, para ese verso inicial. Poco después, parte de los comentarios del Diablo de Bulgákov acerca de Pilatos, que tanto sorprendieron a sus contertulios, para aludir al contenido del libro del Maestro: “I was around when Jesús Christ hand his moments of doubt and faith, i made dann sure that Pilate washed his hands and sealed his fate” (“Estaba cerca cuando Jesucristo tuvo sus momentos de duda y fe, me aseguré de que Pilatos se lavara sus manos y sellara su destino”). En el resto del texto, el letrista muestra el poder luciferino apuntando su presencia en determinados momentos históricos, gracias al don de la ubicuidad de que Voland hace gala en su inesperada aparición en Los Estanques del Patriarca. El conocido estribillo también recuerda la confusión y el caos creado por el Diablo en Moscú: “Pleased to meet you, hope you guess my name. But what´s puzzling you is the nature of my game” (“El gusto es mío, espero que adivines mi nombre. Pero lo que te confunde es la naturaleza de mi juego”). Finalmente, cabe comparar la afabilidad inicial con lo amenazante del último verso: “Or I´ll lay your soul to waste” (“O arrojaré tu alma a la basura”).
Y así consiguió Mick Jagger ser el Señor de la Oscuridad eternamente, a golpes de 6,23 minutos. El resto es por todos conocido: percusiones impregnadas de vudú, maracas, los ágiles dedos de Nicky Hopkins sobre el omnipresente piano, los coros y la guitarra maullando tras el tercer estribillo. Un mejunje que jamás baja de temperatura, comandado por una voz cada vez más desgarrada. Y así, eternamente, seguirá Jimmy Miller controlando tras la mesa, Godard grabándolo todo y Voland tras él observando con una media sonrisa.

08 septiembre 2006

JOSÉ CASAS “Plasticland” (Indoor)

José Casas, guitarrista y principal compositor de los sevillanos Helio, vuelve a enviar señales desde su nave pop. En 2.003 se editó este CD que, sin embargo, acabó en el dique seco ajeno a cualquier tipo de distribución; algo tan triste como absurdo. Ahora su autor se decide a distribuirlo por sí mismo, cosa que servidor aplaude efusivamente. Para la grabación José se apoyó en destacados representantes de la escena sevillana: mientras él se ocupaba de las guitarras y los teclados, la voz principal la compartieron José Romero y Chencho Fernández, y por la base rítmica pasaron compañeros de aventuras como Pacoco o Paco Parra. “Plasticland” contiene ocho impecables muestras de pop clásico que mantienen sabiamente el equilibrio entre ornamentación y frescura; la melodía siempre encuentra su salida airosa y espontánea, algo clave para el pop. Hay temas reminiscentes de la capacidad resolutiva del mejor repertorio new wave (esa época que tanto le marcó), de lo definido de su dibujo, tales como “My Five Senses” (con su aire reggae y el rapeado final de Sandra de Hébridas y Sr. Chinarro) y el potencial éxito “Bo Diddley Kidnaps” (en la onda Madness/Specials), ambos, por cierto, poseedores de ingeniosas letras. Un trabajo cuidado y artesanal, de ajustado sonido y estratégicos arreglos; canela fina insoslayable para exquisitos degustadores de pop intemporal. Canciones con detalles ocultos y vericuetos que recorrer. Poderosas ensoñaciones con ese algo crujiente que las dota de magnetismo (“Running Man”), construcciones como la de “Plasticland”, el tema, que me trae a la memoria a los Waterboys; o algo tan vibrante como “Where are my heroes living”, que viaja inspirada y huidiza sobre retazos de psicodelia. Composiciones, en fin, confiadas a la expresividad del diálogo entre eléctricas y acústicas como “Change your tale”, deudora del eje Byrds-Teenage fanclub, “Robin Hood Song” su “Five Years” particular, o ese fibroso ejemplo de power-pop elegante que es “Behind Evil flower´s park”.


Publicado en el nº 230 de la revista Ruta 66.

06 septiembre 2006

DIRECTO CHRISTINA ROSENVINGE+BELLE AND SEBASTIAN+MERCURY REV

“TERRAL NOCHE 2.006”
Auditorio Municipal de Málaga, 19-07-06.



El Auditorio Municipal de Málaga es un espacio amplio y al aire libre, concebido y diseñado, como su nombre indica, para el disfrute de la música en directo. Todo suena mejor sin ecos, reverberaciones y demás, y hasta el sonido de los aplausos viaja libre e impecable. Los grupos sonaron bien y su música se pudo disfrutar plenamente. Así las cosas, en el inicio de la velada con CHRISTINA ROSENVINGE quedó convenientemente subrayada su mecánica interna de fragilidad y contención. Un quinteto con base rítmica discreta y eficaz, una guitarra de turbulenta vida subterránea, con sus momentos de fragor y un ambiente marcado por notas de piano y chelo secundando la voz susurrante y queda de Christina. En algún momento pensé que un espacio reducido acogería mejor esas canciones, esa tenuidad de engañosa dulzura pop minimalista imbricada de folk y silencios; pero aun en un espacio grande, con mucho menos público del necesario para hacerlo acogedor, brilló su distancia, el punto de frialdad de su quietud. Abrió y cerró al piano, primero con “Continental 62” y “Windows”, y finalmente, tras el trepidante desarrollo de “White Hole”, con un magnífico inédito atravesado de blues y una intensa y dramática recreación de "Tok Tok”. Un final en vertiginoso crescendo que cumplió su cometido de dejar con ganas de más. En medio, temas de los últimos discos como “Submission”, “Glue”, y otros momentos realmente remarcables como “A Liar To Love”, “King Size” o “¿Quién Me Querrá?”.
El pase de BELLE AND SEBASTIAN cumplió con todas las expectativas, fue la actuación sin altibajos ni pasos en falso de un grupo en gira constante, además de una envidiable concatenación de grandes canciones. Los escoceses manejan tal envidiable número de clásicos que cada concierto (con un repertorio siempre cambiante) se convierte en una celebración que cuenta con el factor sorpresa de qué repertorio utilizarán cada vez. Infalibles desde la inicial “Sleep The Clock Around”, pero también algo cansados, volvieron a desplegar esa ya profesional e incesante maquinaria de relevos con músicos entrando y saliendo e intercambiando instrumentos, y de la que brotan melodías, ritmos y armonías que asimilan los patrones que han confeccionado el mejor pop: coros, palmas y bailes; sin guitarras o con tres, con violín o chelo, dúos de melódica, la trompeta sin estridencias de siempre, piano, órgano y sintes, las percusiones, etc. Hubo tiempo para todo, temas clásicos de ep´s, como el acercamiento definitivo a Love que fue “Dog on wheels” o “Jonathan David” y su aire Kinks con ese riff de chispeante órgano psicodélico. Recuperaciones del primer álbum como “The State I Am” cantada inicialmente con el público, o la robótica coreografía de “Electronic Renaissance”. Estuvieron atemperados en la densidad soul y funk de “If She Wants Me”, “Funnie Little Frog” y “Song For A Sunshine”. Sonaron recios en temas como “The Boys Are Still Blue” y su empacho de T-Rex; cantaron baladas alrededor del fuego como “Dress Up In You” con Sarah sentadita en el escenario; realizaron acústicas incursiones como “Judy and The Dream Of Horses”; y resultaron festivos en la saltarina “We Are The Sleepyheads” con sus coros cantarines, la robusta “Sukie In The Graveyard” o “I´m a Cuckoo”. Como único bis dejaron “The Boy With The Arab Strap”. Suficiente. A MERCURY REV les tocó cerrar en contra de lo previsto inicialmente. Salieron con ganas y a por todas, con toda su parafernalia de imágenes, citas y sentencias sobreimpresas en pantalla y su natural querencia por la colección de momentos álgidos. Abrieron con “You´re My Queen”, una de sus composiciones más inmediatas convertida en elocuente aquelarre sónico de más de siete minutos para poner al personal en situación. Con Donahue de sobreinterpretado maestro de ceremonias y Grasshopper disparando al público con el mástil de su guitarra, definitivamente escapado de un casting de Scorsese. Continuaron ganando terreno con “In A Funny Way” (donde los Mercury se encuentran con Pulp y The Jesus & Mary Chain), y “Black Forest”, rompiendo de nuevo con “Vermillion”. Con una base rítmica vibrante y gomosa (esas mazas en “The Dark Is Rising”), el peso del sonido reside en los teclados de Jeff Mercel, un suntuoso manto de tupido terciopelo que cae sobre las composiciones envolviéndolas y elevándolas de principio a fin: pianos, órganos, cuerdas o el theremin de “Tides Of The Moon”. La guitarra de Grasshopper resucitó en algunos momentos, poniéndose al mando de algunos tramos de saludable ruido. La actuación fue intensa, con algo de esa sustancia oscura de los mejores Rev, destacando momentos como la culminante interpretación de “The Dark Is Rising” o “Opus 40” que desembocó en una desgarrada lectura de “Gotta Serve Somebody” de Bob Dylan. El ya disperso y entregado público agradeció los bises, “Holes”, con Jonathan a la acústica, y “Secret For A Song”.


Publicado en el nº231 de la revista Ruta 66.