21 septiembre 2006

EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS (¿O ESTÁN YA FABRICADOS?)

El espacioso escenario estaba rodeado de luces que lo convertían en un espacioso puti-club recién abierto y de desratizada apariencia. El presentador, trajeado de terciopelo, gesticulaba dibujando florituras con sus manos. De las paredes colgaban carteles con primeros planos ampliados de nuevas figuras como María Jiménez, Fernando Esteso, saludando con ambas manos y una estúpida sonrisa, Jaime Morey e Isabel Pantoja, entre otros. De entre los concursantes, modositamente sentados en pupitres, hubo de levantarse Manolo, atendiendo al gesto displicente de la mano derecha de un miembro del jurado. Puesto en pie, observó orgulloso y altanero cómo el público vitoreaba su nombre, una masa grasienta y temblorosa que hacía la ola subiendo y bajando el trasero, custodiada por gorilas uniformados de gris.

El miembro del Jurado, tratando de parecer reflexivo habló, acariciando el clavel reventón que destacaba en el ojal derecho de su chaqueta: “Manolo, tanto mis compañeros del jurado como yo mismo, hemos asistido sorprendidos al corazón, poderío y casta que has puesto en esta interpretación. Tanto que nos has arrancado más de un olé cuando atacabas con ímpetu los estribillos”. Manolo observaba con ojos brillantes y sonrisa inamovible, como encajada en la boca. Un insistente primer plano nos ofrecía su sudoroso y crispado perfil, su incipiente alopecia, el aceitoso brillo del pelo que cubría su parietal izquierdo. Su mano sostenía nerviosa un sombrero cordobés, también de color gris. “Además, has superado tus problemas con el inglés y has hecho tuyos los buenos deseos de la canción, acercándola a ese pueblo que tanto te quiere. Tu melisma salvaje, tan enraizado en nuestra cultura y nuestro mercado, junto con la complicidad única que crea tu juego de miradas y guiños con el público, te han hecho acreedor de la confianza de esta academia para interpretar esta canción a partir de ahora en todas nuestras galas. Has abierto nuestros corazones, Manolo”. Los aplausos estallaron, y Manolo lloraba de dicha, apretando dientes y puños almidonados, y saludando al modo de los toreros a su público. Abandonó su pupitre fundiéndose en un abrazo con el presentador que aplaudía extasiado el micrófono contra la carpeta. El mayoritario gentío femenino improvisó otra ola de carne y olores vaginales, increpando violentamente a los de gris que les prohibieran lanzar pétalos de rosas, que traían de sus casas. Los sudores de las palmas de sus manos chapoteaban en su contacto frenético, parecían tener un pescado entre ellas. Y Manolo les lanzaba besos mientras atravesaba la pasarela, convertida ya en un infierno de olés.

En un inesperado y juvenil gesto, señaló a una parte del tumultuoso graderío, del que surgieron como resortes para solaz de todos, sus hermanos armados de guitarras, que ya no se volverían a sentar. Un rápido plano nos ofreció al jurado sirviéndose anís con el corazón de par en par, y al presentador de terciopelo pidiendo silencio con los brazos abiertos. Otro aluvión de gritos, Manolo se había hincado de rodillas en el suelo, sus compañeros corrieron hacia él simulando que lo auxiliaban, dando muestras de esa sana simpatía y pureza de alma que subyugan al público. La cámara enfocó a John algunos segundos, para volver al grupo de muchachos que saludaban a Manolo cogiéndole violentamente la pechera con chorreras, propinándole empujones para al momento atraerlo para fundirse en un abrazo. Hasta que por fin se lo llevaron a hombros.
El olor a colonia se mezclaba con el sudor, el maquillaje brillaba como un exceso de loción de afeitar en los rostros; el súbito silencio se podía cortar cuando un miembro femenino y rosáceo del jurado carraspeó. “Silencio”, suplicó el presentador de terciopelo. La dama llamó: “John”(un tipo con gesto despistado se incorporó de su pupitre). Prosiguió, entre carraspeos y nudos gargantiles de anís dulce: “John, tanto mis compañeros del jurado como yo misma, apreciamos tus progresos en la composición, creemos que alguna de tus canciones puede llegar a calar en nuestro público. Pero consideramos que tu estilo interpretativo, en el que tú apelas a tu personalidad, no ha avanzado mucho desde que llegaste. No se te ve capaz de enfrentarte a esta noble gente sin mirar al instrumento que te empeñas en tocar, ni despistarte mirando al cielo; el caso del piano es paradigma de una introversión incomprensible. El respetable te espera y tú no les haces caso, ocultándole incluso la mirada. Es por eso que el jurado cree oportuno que sea Manolo y no tú, el que interprete tu canción “Imagine”, de ahora en adelante...

Por suerte conseguí despertar, agitado y sudoroso. Pronto advertí que las piezas no encajaban y que todo aquello era imposible. Después me prometí apagar la tele antes de dormirme, ya que el otro día soñé un primer plano de María del Monte comiéndose dos huevos fritos e imitando, con la boca llena, el celebérrimo canto del Pájaro Loco,... o no fue un sueño. Por favor, no me digáis la verdad.

2 comentarios :

de Jour dijo...

Poorrr favorrr.... Me ha hecho mucha gracia todo ello, hasta que he llegado al "Imagine"... Ahí se me ha escapado un gas, lo reconozco...

Juanfran Molina dijo...

Sí, es tragicómico.