Acabo de llegar del cine y llevo un rato dándole vueltas a la película. Me ha encantado, apunto antes de nada. No es de esas que te lanzan contra el teclado deseoso de transmitir algo que bulle dentro, desde luego. Su efecto es lento pero irreductible, reposado, casi paladeable. Se trata de un juego de contención, de un filme con acción, pero una acción fatigosa, desesperada, anhelante. Silencios, miradas pausadas de cámara, lejanías, polvo y moteles; la lentitud y la inmensidad del desierto se trasladan a la imagen, así como la pavorosa seguridad con que avanza lo inexorable; el sosiego y la frialdad con que la violencia se desarrolla y la muerte se produce. La peripecia, como en cualquier gran historia es sólo un decorado, una excusa que centra su interés en elementos clásicos (una persecución, un dinero robado), ofrecida con pulso firme y suficiencia. Sin un plano sobrante, sin el más mínimo síntoma de gratuidad o desfallecimiento. Es una historia descorazonadora de fe perdida, de desesperanza tomada con resignación y una ironía a veces chocante, levemente cortante. Diálogos compuestos por frases lapidarias, por un humor oscurecido por el polvo y las carreteras. McCarthy reflexiona en su literatura sobre el género humano, muestra lo que ve en él, sin artificios, ni paños calientes; sin divagar, como una punzada. La realidad como crudeza inmediata. 1.980, un asesino a sueldo que deviene psicópata, impasible, intuitivo a la vez que metódico, que se mueve como la prosa de su creador, con los movimientos justos, medidos, con efectividad y claridad de ideas. Anton Chigurh (Javier Bardem), sólo cree en una urdimbre de justicia del destino desarrollada en su mente ida a algún lugar remoto, con el botón de muestra del azar de monedas lanzadas al aire para decidir entre la vida y la muerte. Una especie de Dios despiadado con los humanos, inconmovible y armado.
Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones), el sheriff, escudriña desde la vejez acechante y el desánimo creciente, su propia fragilidad y la de los cimientos de su mundo, la inutilidad de su entrega, la cercanía de la nada: “Creí que en mi vejez Dios se me aparecería de algún modo, pero no ha sido así”. El mal late con su corazón poderoso, infatigable, indomable, filtrándose por doquier. Un sombrío paisaje contra el que poco parece poder hacerse. En donde la humanidad sólo se manifiesta en destellos de amor, fidelidad a la amistad, o la capacidad de un hombre para arriesgarlo todo por llevar agua a un moribundo, haciendo caso a su conciencia. Algo que sólo un ser humano puede hacer.
4 comentarios :
¡Ay el cine! ¡Qué abandonado lo tengo! Y mira que leyéndote entran muchas ganas de verla...
Un beso, Miriam G.
Me pasa igual, yo también lo tengo abandonado. Pero películas como ésta te animan a volver.
He visto esto, tiene buena pinta, y creo que a ti te queda más cerca que a mí, que definitivamente no me queda nada cerca ja, ja,ja:
http://nakednoise.net/blog/?p=450
Y mira en ese mismo cineclub quienes acaban de estar:
http://nakednoise.net/blog/?p=447
http://nakednoise.net/blog/?p=441
Un beso, Miriam G.
Muchas gracias por el enlace, no tenía ni idea.
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