02 noviembre 2008

JOSÉ IGNACIO LAPIDO “LA LEYENDA DEL HOMBRE QUE ACUNABA PALABRAS Y DESTILABA SONIDOS”

¿El reflexivo termina haciendo música reflexiva? Probablemente sí. Quizá por ello este disco, como el anterior, suena así, engarzando a la perfección las sensaciones que transmiten las letras con las que provocan las músicas, conduciendo al oyente, con fluidez y presteza, hacia un mismo caudal. Vuelven a volar palabras surgidas tras una pausa del pensamiento, en las que la gravedad se confunde con la ironía y la cotidianidad se cubre de misterio; donde el narrador coloca sus dudas sobre el tapete pero también saltan personajes a la palestra. Entre un carrusel de imágenes retornan la religión y el individuo con sus incontables formas de relación; la espera frente a la desesperanza; el hastío y la resignación ante la pujanza de los sueños como liberación. Estribillos y frases definitivos. Lirismo que enhebra sombrío existencialismo con destellos de luz.
El responsable de todo esto es José I. Lapido, ese rockero de pro, amante de las guitarras crujientes y del magnetismo que desprenden tanto las raíces sonoras como el mejor pop. Cazador inagotable de melodías e investigador a tiempo completo de las turbulencias del alma, sin dejar de prestar atención al ruido de fondo de la calle ni de torcerle burlonamente el gesto a las miserias y contradicciones de nuestro mundo. “Cartografía” (Pentatonia, 2.008), es su quinto trabajo en solitario, otro paso lleno de decisión en una carrera sin fisuras.
La música se mece alambicada en “Largo de contar” o el dramatismo y la profundidad de “Algo me aleja de ti”, construida a fuego lento, dulcemente arropada aunque por momentos desnuda. Un mar calmo que acoge las palabras que transcurren por él como un anhelo o una respuesta. Frente a ellas se encuentra “El truco”, la canción riff, contundente y poderosa, envuelta en un halo levemente psicodélico, pico eléctrico de este trabajo.
El resto es música clara, a veces temblorosa. Sonido destilado y ajustado (el traje a medida de las canciones que son para siempre), mucho más matizado que rotundo, con esa delicadeza que surge de lo esmerado de la ejecución y de trabajar con materiales nobles. El autor en trance de despojamiento, regodeándose en los silencios y en sonoridades que lejos de asaltar al oyente le susurran espolvoreándole su magia, que es el poso de sus esencias. El campo continúa abriéndose, se equilibra el protagonismo entre las guitarras y unas teclas cada vez más creativas, cómodas entre la profusión de acústicas que conviven con eléctricas que no dejan de reivindicarse, pacientemente afiladas, con rastros de la mejor tradición songwritter norteamericana en medios tiempos que llegan muy adentro, acortando distancias con el oyente a base de expandir su propuesta, abundando en detalles country folk. Tersura, aridez y arrebato melódico, con esos crescendos y coros ya intransferibles del pop mejor templado, que invitan a imaginar a unos Kinks imbuidos por The Band o viceversa. Sinuosa musicalidad de latido firme, libre de efectismos y gratuidades, brillante en su propia suficiencia, luminosa en su respirar. Son composiciones de las que levantan y cierran el telón, calando hasta los huesos.
Tal vez una carrera en solitario consista en eso, en el camino recorrido en la búsqueda de uno mismo, del yo musical, de la expresión más pura y directa.
José Ignacio Lapido toma la palabra.



Con la experiencia acumulada, ¿se tiende a la búsqueda de lo esencial?

Diremos como aquel: “yo no busco, encuentro”. La verdad es que mi posición a la hora de crear es cada vez más pasiva. Espero a que las canciones vengan a mí. Antes era capaz de estar horas con la guitarra hasta encontrar la combinación de acordes perfecta que cuadrara con cierta melodía o que me sirvieran para acabar un estribillo. Ahora, si se me resisten, los dejo estar. Siempre pienso que acabarán por volver a llamar a mi puerta, como el hijo pródigo. Lo esencial en una canción es la melodía y la letra. Eso siempre lo he cuidado. Atención: también el ritmo es importante. Popi lo sabe bien.


Los dos últimos discos muestran una mayor sensación global de cohesión entre las letras y las músicas que las arropan, esa es la impresión que me da a mí al menos. ¿Qué piensas de esto?

Pues no lo sé. Ya te digo que siempre he intentado cuidar ese aspecto y mi trabajo me cuesta. Supongo que cada vez dejo pasar menos versos de relleno, pero no soy consciente de que antes de los dos últimos discos no fuera así también.


¿Los conciertos acústicos han sido influencia capital en el sonido del nuevo disco?

No. Los conciertos acústicos no los hago por una especial necesidad expresiva sino por una razón más prosaica. Cuando el recinto no se acomoda a las posibilidades de la banda completa me piden que lo haga “en acústico”, para armar menos ruido se entiende. También es más barato, todo hay que decirlo.
Si te refieres a que en el disco hay más espacio a las sonoridades acústicas, es cierto. La banda sonaba bien en esa tesitura y las canciones pedían ese tratamiento. Podíamos haber hecho arreglos techno o heavy metal, una canción admite todo, pero luego me daría vergüenza ir a comprar el pan. A las canciones, al contrario que a los nacionalistas, hay que darles lo que piden


Respecto de la canciones de “Cartografía”: silencios, espacios, detalles… ¿Puede ser más intensa la comunicación musical así?

Los silencios en música son tan importantes como los sonidos. Si no hubiera huecos entre las notas y espacios entre los golpes rítmicos estaríamos hablando de cacofonía. Por otro lado, mi afán de comunicación con mis canciones es relativamente escaso. Hago canciones por el mero placer de mortificarme.


Es obvio que cada vez produces mejor tus discos, o al menos se transmite una idea más clara de lo que quieres. Aparte de la experiencia y el aprendizaje, ¿qué ideas o puntos de vista has ido incorporando o cambiando a la hora de afrontar la producción de los temas?

Lo que te decía antes: valorar el silencio en su justa medida. Para ser un buen productor hay que tener paciencia, oído y tiempo. Yo sólo tengo lo segundo.

¿Tendría sentido a estas alturas la presencia de un productor en tus discos?

De un buen productor, sí. El problema es que cuando descubres si un productor es bueno o malo es al final, cuando el disco está acabado y ya no hay remedio. En cualquier caso te diré que si no hay productores ajenos en mis discos es por falta de presupuesto. Mis autoediciones están muy limitadas en el aspecto presupuestario y me tengo que hacer cargo de todos los trabajos para los que no sea estrictamente necesario que se encargue otro profesional. Yo, que siempre he querido ser un vago, me veo forzado por las circunstancias a trabajar como una bestia. Así de ingrato es el rock & roll


Es la primera vez en tu carrera en solitario que encargas la masterización a alguien ajeno al proceso de grabación y mezcla. ¿Qué motivó esta decisión y qué ha aportado esta circunstancia?

Me lo recomendaron en Producciones Peligrosas. Bueno, yo ya sabía lo importante que es la masterización como punto final de la producción de un disco, lo que ocurre es lo que te decía antes: el presupuesto. Esta vez, en mi empeño por arruinarme antes de llegar a los 50, he decidido tirar la casa por la ventana y masterizar el disco como “Dios manda”. Una buena masterización ayuda a que el disco suene bien en cualquier reproductor. ¿Has visto lo bien que suenan todos esos discos de mierda que ponen en la radio?


La fe religiosa, la esperanza que provoca, puede ser el alivio surgido de una inmensa mentira. La gran interrogación que tantas veces nos empequeñece, ese vacío, llegar a utilizarse como yugo. Parece ser que sigues teniendo muy presente esa relación entre el hombre y sus circunstancias con el hecho religioso.


La religión es muy importante pero más importante es la idea de Dios que es una abstracción del Bien absoluto. Para que esa idea funcione hace falta que previamente exista el Mal. Se trata de que Dios, el que sea, ponga Orden en el Caos. Los hombres primitivos necesitaban respuestas y se agarraron al clavo ardiente de la fe en lo ultraterreno y en el poder mágico de ciertos elementos de la naturaleza. El hombre del siglo XXI necesita respuestas y se mete en los Hare Krishna o en los Legionarios de Cristo, paga sus cuotas y limpia su conciencia. Yo necesito respuestas y hago canciones que hablan de Dios y del vino. Soy politeísta.


¿Requiere mucha fe el mundo del rock?

El rock en España necesita fe, esperanza y caridad. Las virtudes teologales, las bienaventuranzas y cuatro padrenuestros. La cosa está muy mal. Todo lo que recemos es poco.



¿Es el compositor de rock el defensor de una causa perdida?

El compositor de rock es una especie en extinción que debería estar en un zoológico o en una institución mental adecuada, en la que se le tratara de su empecinamiento obsesivo por luchar contra los elementos.



¿Cómo se lleva el creador de canciones con la realidad?

Tengo otras ocupaciones profesionales que me obligan a bajar diariamente de la nube. Aunque la verdad es que nunca he sido uno de esos “creadores” que se cree investido por un don especial. Yo empecé a componer canciones porque era más divertido y emocionante que estudiar Física y Química.



¿Deja alguna vez el compositor de pensar en canciones?

Sí, cuando voy a echar la primitiva todos los jueves.



¿Qué mantiene la ilusión artística de un tipo como José Ignacio Lapido?

No tengo ningún tipo de ilusión. Soy un profesional de la desilusión. He hecho Cartografía porque tenía que hacerlo, era un compromiso conmigo mismo (con el que fui alguna vez) y con los que me rodean, pero si te digo la verdad, me ha dado más sinsabores que alegrías. Hacer discos, ahora mismo, es una pérdida de tiempo y de dinero.



¿Se sigue asomando el José Ignacio que compraba sus primeros discos en Granada a la hora de acometer los riffs de tu guitarra, o el tiempo ha terminado por adormecerlo?

Mis bostezos son los mismos ahora que entonces.


¿Ha influido el hecho de contar con una banda estable (crucemos los dedos), sus prestaciones instrumentales, en el cariz de las composiciones? ¿Han surgido por esto hallazgos sonoros y de arreglos tanto en el local como en el estudio, algo no inicialmente previsto que haya quedado plasmado en alguna canción?

Sin duda. Las canciones de Cartografía suenan como suenan porque la banda las ha trabajado como si fueran propias. Les estoy muy agradecido a todos ellos por el empeño y el talento derrochado. En el estudio siempre surgen hallazgos inesperados pero todos los temas venían muy ensayados del local.


Canciones anteriores hubiesen aceptado muy bien algún arreglo de cuerda, sin embargo no se han añadido hasta ahora, en el tema “Algo me aleja de ti”. ¿Eras inicialmente remiso a incluirlos?

No surgió la oportunidad. En este caso me encontré por la calle con Nicolás Medina, el arreglista, y hablamos del tema y a los dos nos gustó la idea de colaborar. Creo que ha sido un acierto.



Te imagino preparando concienzudamente los conciertos. Me gustaría saber si lleváis todo bien medido o hay algún espacio para la sorpresa o la improvisación.

Improvisamos poco, la verdad.


Dylan decía que cualquier cosa en la que valga la pena pensar merece ser cantada. ¿Puede ser que la escritura automática, el más o menos libre fluir de los pensamientos en el papel, muestre realmente lo que queremos decir, sin condicionantes externos?

Muchas veces ocurre así, pero la presunta libertad de esa escritura ha de ser conducida a un destino cierto por alguien, en este caso el autor. No es buena idea escribir lo primero que te viene a la cabeza sin un plano del sitio de llegada. Las palabras, por muy libertinas que sean, necesitan una idea en la que quedarse a dormir.


De todas formas los textos de “Cartografía” me han parecido más directos y expresivos que en otras ocasiones.

Gracias.


En algún sitio he leído unas declaraciones tuyas en las que dices que el rock ha perdido influencia social, algo evidente. ¿Qué tiene de positivo el hecho de que desaparezca de la primera plana, en el aspecto creativo?

No creo que la actual situación de decadencia del rock me influya para nada a la hora de componer. Yo siempre he estado en decadencia, así que llevo ventaja en ese aspecto.

¿Crees que hubo algún momento en que fue posible una cultura pop real en España?

De hecho la hay, en los subterráneos de algunas ciudades.

¿Qué otros solistas del panorama español actual te parecen recomendables?

Miguel Ángel Villanueva, José Casas.


Es inevitable preguntarte lo último que estás escuchando o leyendo, lo siento. Y dado que aquí tenemos mucho que ver con el tema, ¿eres o has sido lector de tebeos?

Ahora no leo tebeos, no sé por qué. En mi niñez leía muchísimos, todos los de Bruguera: Mortadelo, Anacleto, Doña Urraca, también los TBO originales, el doctor Fritz de Copennhague… luego pasé a Tintín, a Asterix y a Hazañas Bélicas, de los que era comprador habitual. En la adolescencia compraba el Víbora. Me gustaban sobre todo los americanos como Robert Crumb o Gilbert Shelton.


Tras los meses pasados desde la aparición de “Cartografía” y una vez rodado en directo, se puede preguntar ya acerca de las sensaciones que te produce el disco en su conjunto.

Fuera metáforas y falsa modestia: el disco es cojonudo. No me explico cómo me ha podido salir tan bien.


Ya que prácticamente hemos llegado los últimos, ¿En qué porcentaje de entrevistas te han preguntado por 091?

En un 101%.


Vamos a ilustrar esta entrevista con una caricatura ¿Cómo se captará mejor a José Ignacio Lapido, enfrentado al micrófono u observando la realidad como un pensador de Rodin a punto de levantarse?

Tal vez con la guitarra colgada en el momento en el que la realidad me pasa por encima como una apisonadora mientras hago la señal de la victoria. Puede añadirse una onomatopeya entre exclamaciones para ilustrar el sonido de mis huesos al quebrarse.



Publicado en el portal de humor y cómic Irreverendos en octubre de 2.008.

24 agosto 2008

TODO ES MENTIRA (2): LA MENTIRA

Mentir viene a significar decir, a sabiendas, algo que no es cierto, con todo lo que eso conlleva de polvorín desencadenante de posibles y desconocidas consecuencias. Exactamente: “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Una primera acepción de la Real Academia de la Lengua que limita notablemente el campo imaginativo, y carga hasta los topes de motivación concreta el hecho: mezquindad, interés, maldad, piedad, desconfianza, miedo... Yo prefiero la tercera: “fingir, aparentar”. De estas dos palabras, pienso, se compone en buena medida todo lo que nuestra historia y nuestro mundo tienen de complejidad y mito. También se nutren de ellas buena parte de nuestra creatividad y colorido.
Por ello, la mentira también es, en ocasiones, el combustible que masajea y estimula la felicidad momentánea del ser humano; pequeño animalillo con los pies clavados en la tierra, lo que consigue que le broten chispas en los ojos.
Javier posee una sonrisa de esas que desordenan toda la cara, abierta y franca; desinhibida a la hora de mostrar caprichosas y amarillentas ubicaciones dentales; de las que hacen los ojos más saltones y provocan bruscos movimientos de mandíbula y ligeros y continuos de nariz. Se dedica a organizar no sé qué cosas y al montaje de otras, y me relata las vicisitudes de su actividad de manera veloz pero ordenada, traveseando enfático, con una agilidad sin límites, gesticulando sin parar y no pudiendo evitar algún que otro saltito. Los cigarros parecen consumirse solos entre sus dedos tras una única y definitiva calada. No recuerdo prácticamente ningún momento de su conversación en el que no escapase humo de su boca. Tras lograr introducir a duras penas algunas preguntas relativas a su trabajo que poco alteraron el devenir del discurso, la charla derivó hacia un monólogo cada vez más delirante y apasionante. Sus proyectos en algún momento le sacaron de nuestro pueblo, nuestra provincia, y lo llevaron en volandas a Madrid, donde ayudó a un personaje televisivo a montar un enmarañado tinglado en el que él se ocuparía de la infraestructura y que, gracias a su eficiencia y discreción, terminó coordinando casi en su totalidad a cambio de varios miles de euros (muchos menos de los que se llevó el principal implicado). Posteriormente, todas estas andanzas, dice, tuvieron una traducción televisiva de alcance que nada tenía que ver con la verdad (mientras hablaba su lengua volaba y su sonrisa crecía hasta convertir su nariz en un cuerpo extrañamente libre). “Todo un montaje”, reflexionó finalmente mientras aterrizaba dulcificando el gesto y mirando al infinito, ahora con un palillo aparecido de pronto entre sus dientes; “un artificio vendido como real a los pobres televidentes, a los pringados”.
“No te puedes imaginar todo lo que se esconde detrás de la realidad”, me dijo con tono paternal mientras yo me despedía agradeciéndole la historia. Durante diez minutos, ambos fuimos felices.

19 agosto 2008

TODO ES MENTIRA: AUTOMATISMO COLOQUIAL

Así denominaba Josep Pla a esas conversaciones que se repiten cada cierto tiempo entre los mismos interlocutores. Y es cierto que es una eficacísima forma de orden blando, de paz civilizada. Llegar a un lugar y saber de antemano lo que te van a decir y lo que has de contestar a veces aburre, o incluso desespera, pero en el fondo proporciona un reconfortante sedimento de calma, la ligera y dulce sensación de que todo encaja. Hablar más de la cuenta, contestar a las preguntas de siempre sin las respuestas de siempre, detenerse en el saludo más tiempo del preciso produce intranquilidad en el otro, le obliga a rectificar el paso de baile, le aturde. Cuando aparecemos cíclica y puntualmente en un lugar, todos somos para todos momentáneas parejas de baile. Los encuentros, breves, requieren una medida de los movimientos justa y coordinada: contacto físico en forma de saludo (se admite el beso fugaz en el aire, pero se aconseja el estrechamiento firme de manos, preferible a la mano muerta, siempre inquietante. El abrazo debe ser usado con cautela); intercambio de preguntas habituales no demasiado incisivas pero sin dar la sensación de rutinarias (si esto no puede evitarse se recomienda énfasis en el tono), algún comentario gracioso o acompañamiento con risas del que haga el otro, si éste se adelanta; y, por último, salto de trampolín: dejar el silencio necesario, unos cuatro segundos, para dar pie o poder tomar la iniciativa para ejecutar una despedida limpia de sospechas, e incluso apenada (no se recomienda ser tan afectado). El tímido se queda corto, el raro no se encuentra, el correcto actúa sin tacha, el carismático cumple y pone alguna nota graciosa de su cosecha, y el gracioso eleva la nota sin poderlo remediar.

El encaje tranquiliza, reflexionar sobre cada episodio de nuestra vida, aunque sea brevemente, desasosiega y agota a un ser humano maniatado social y económicamente en el mejor de los casos. Lo políticamente correcto no es más que eso, la maquinaria circular que va sustituyendo unos lugares comunes por otros, el molde en el que encajar adaptado a los tiempos, cómo pensar y ser para descansar y considerarse un buen terrícola/o sin temor a esa desgracia de no comprender, ahora que todo está tan claro y definido. Por eso, al igual que esas funciones predeterminadas de los ordenadores, tendemos a automatizar el mayor número posible de nuestras relaciones, opiniones, actos e incluso percepciones. Supongo que por ahí surge eso de la sociedad y su homogeneidad. El político sabe que el votante piensa lo justo y lo básico, si cuela la frase clave se lo ganará, a sabiendas de que no continuará indagando. La discográfica, que divisa la planicie casi perfecta de la sociedad mejor que ningún sociólogo televisivo, conoce las dosis de bombardeo que precisa el oyente para admirar la calidad artística del cantante de turno, así como la cualidad a potenciar de éste. Quizá por eso David Bisbal actuó ante el Parlamento Europeo.

Para el éxito se apela a los instintos primarios, mecanizados por la costumbre, no contaminados por el pensamiento ni la duda surgidos de la capacidad crítica o de la simple posibilidad de pararse un segundo y mirar alrededor. Todo se precipita sin pausa, provocando que el mero hecho de detenerse provoque desazón y una invencible sensación de soledad. Se atosiga con canciones de duración raramente superior a los cuatro minutos, sin silencios, con ritmo estridente o crescendo demoledor; de efecto instantáneo (inicio-trama-desenlace). Fórmula aplicable a los argumentos cinematográficos y televisivos en forma de contundentes lecciones morales que los personajes transmiten con miradas cómplices al espectador y que se traducen según los casos en finales felices o desgraciados, y siempre en una moraleja rancia. Y a la literatura, cada vez más llena de palabras y más licuada de reflexión. Todo encaja.

13 marzo 2008

"THE WICKER MAN" ( Robin Hardy, 1.973)

No sabía que era una película de terror hasta que lo leí por ahí. Cuando la vi me pareció una comedia coral colmada de encantadora ingenuidad, fascinación y misterio hasta los minutos finales; un amable y singular suspense. Por una parte, se sigue una trama finalmente sorprendente e ingeniosa, una suerte de armazón que retiene la atención del espectador. Alrededor de esto se expanden, se quieren mostrar y decir muchas cosas que forman el cuerpo extraño y el cariz mítico de este filme de Robin Hardy. La perspectiva religiosa es la clave de ese lado mágico del filme, aventurando una fe que descansa en creencias primigenias basadas en la naturaleza, de inspiración druida; lo que hace que la cinta tire de bastante aroma hippie y abunde en la percepción del planeta como paraíso perdido. Sensaciones acentuadas por los temas que adornan con generosidad la película, gemas de música tradicional entreverada de estupendas composiciones de folk-pop ribeteadas de psicodelia muy de la época, a cargo de Paul Giovanni, autor de la banda sonora. La confrontación del tradicionalismo británico con esa idea libertaria toma como metáfora a un caricaturesco policía, temeroso de Dios, conservador y virgen, convenientemente exagerado, llevado a una isla perdida de Escocia para investigar la desaparición de una niña. Memorable es su lucha contra el deseo mientras al otro lado de la pared una sensual Britt Ekland interpreta “The Willow´s Song” (canción recreada con toda su candidez por Isobel Campbell en su “Milkwhite Sheets” de 2.006). Se apunta un mundo de ensueño que ridiculiza y deja sin habla al cristianismo pacato, aunque postreramente le conceda un respiro, acaso nimbado de cierta ironía. Añoranza de un mundo feliz, liberado de las ataduras del mundo y desprejuiciado (un deseo aún vivo a la altura de aquel año), cuyo colorido y estimulante erotismo se imponen al halo de conspiración que envuelve la actitud de todo el pueblo y de su señor, lord Summerisle (un estupendo Christopher Lee que termina por ser él mismo), restando impacto y gravedad a su final para dejar en el espectador un revuelo de sensaciones encontradas. Por cierto, hay una revisión reciente con Nicholas Cage de protagonista.

04 marzo 2008

LA FAMILIA CUIDARÁ DE TI

Queridos Psicocamaleones:


Al límite del tiempo, como siempre, vuelvo con otro artículo interactivo; de esos que todos podéis ir completando hasta casi el fin de los días, añadiendo datos hasta aburriros. Lo mejor para disfrutar en familia, vamos.
Sí, es cierto, el mundo de la música está lleno de hermanos. Vamos a comenzar recordando a los que se llevan bien o al menos permanecen juntos, como los Asheton de los Stooges, un millón de años después reunidos con Iggy para reverdecer laureles (sin éxito). O los Vaughan, el menor, Stevie Ray, rutilante guitarrista del blues tejano, falleció en accidente de helicóptero el 27 de agosto de 1.990, creciendo su leyenda desde ese instante hasta el punto de que el 3 de octubre (fecha de su nacimiento) ha sido declarado por el Estado de Tejas como el día de Stevie Ray Vaughan. El mayor, Jimmy, primera influencia de su hermano, fue el guitarrista de los míticos Fabulous Thunderbirds, y continúa su carrera en solitario. Nacho y Xabel Vegas, ambos formaron parte de Manta Ray; cuando el primero inició una de las carreras más brillantes de la música independiente española, el segundo ironizó sobre el hecho en alguna entrevista, ahora sigue concienzudamente sus pasos con Las Uvas de la Ira. Los Colís acompañaron a Javier Corcobado en su proyecto descarnado y ruidista de 1.988, denominado Demonios Tus Ojos, a la vez que ponían en marcha su sugerente proyecto Vamos A Morir. Javier continuó con los esenciales Mil Dolores Pequeños, y sigue en la brecha con Las Malas Lenguas. Nombre éste usado por los hermanos Auserón para su vuelta a los escenarios, tantos años después de Radio Futura.
Los hermanos canadienses Timmins forman Cowboy Junkies, grupo muy especial, aún en activo, que despuntó a final de los ochenta con discos como “The Trinity Sessions” o “The Caution Horses”. Magia ralentizada y oscuridad country guiada por el acariciador roce de la voz de Margo. No os perdáis su “Sweet Jane”.
Otros hermanos, David y Serge Bielanko, núcleo central desde Philadelphia de la para muchos mejor banda de rock americano de los últimos años, Marah, no lo tuvieron fácil en su niñez. Criados por su madre tras el abandono de su padre francés, crecieron muy unidos y con un sólido concepto de la importancia de la familia y del lugar de procedencia de uno.
John Fogerty, alma creativa de Credence Clearwater Revival, compartió aquellos gloriosos años con su hermano mayor, Tom, que se encargaba de la guitarra rítmica, habiendo sido cabeza visible de la banda anterior de los hermanos, The Golligows. Tom terminó por abandonar la formación por negarse a aceptar el liderazgo de su hermano por más tiempo, debutando en solitario en 1.972. Falleció de Tuberculosis en 1.990.
Tras publicar tres elepés, y enfrentados a un callejón sin salida, Los Secretos deciden tirar la toalla. Tres años después, Enrique vuelve con nuevas canciones, optando por reflotar el nombre original en vez de presentarse en solitario, como se le propuso. En la operación, Javier, el tercer hermano en discordia, sale por la puerta trasera.
Los hermanos Reid, The Jesus & Mary Chain. No sé qué pasaría por sus cabezas en feed-back, pero sus diferencias insalvables finiquitaron una de las bandas británicas más influyentes de la segunda mitad de los ochenta, antesala del noise y del indie. William abandonó en plena gira norteamericana tras enfrentarse a su hermano, que estaba como una cuba, en pleno concierto. Las tensiones que mantenían desde hace tiempo estallaron. Como el amor todo lo puede, en 2.007 volvieron. Pero parece que…
Los Robinson de Georgia formaron a mediados de los ochenta The Black Crowes, que recogen, para bien y para mal, la semilla sureña de los Allman Brothers, símbolo de aquel sonido durante los setenta.
Los hermanos Davies de The Kinks (Ray, ex –marido de Chrissie Hynde de Pretenders, y Dave), debutaron en 1.957 en un pub de su humilde barrio londinense. Desde entonces, aparte de convertirse en un grupo capital para la historia de pop, han forjado una historia paralela de desencuentros, inquinas, rivalidades y sonoros enfrentamientos en escena, puestos de actualidad por el siempre resentido Dave en su autobiografía “Kink”. Pero siempre están unidos de alguna manera. En estos momentos esperamos su vuelta a la actividad tras la embolia sufrida por Dave en 2.004. Una actualización de la historia fraternal de los Kinks la protagonizan los hermanos Gallagher de Oasis pero con menos talento y mucha más autocomplacencia y procacidad. Aunque su relación como hermanos sea mucho más civilizada, prefiero a los hermanos McDonald de Redd Kross como relevo de los Davies. No estrictamente por el sonido, sino por la actitud, la expresividad y las intenciones. Tras la primera separación de la banda angelina, formaron un interesante grupo de pop irresistible, Ze Malibu Kids, con la mujer de Steve, Ann Waronker (hija del productor Joey Waronker) y la hija de Jeff, Astrid, que contaba sólo ocho años.
Bob Dylan siempre gustó de rodear su biografía de un halo de misterio. En 1.962 cambió su apellido original, Zimmerman, por el de Dylan, e inventó un pasado familiar extravagante, lejos del verdadero, mucho más convencional. La prensa no tardó en descubrirlo claro, y el bueno de Bob prohibió a los suyos volver a atender a nadie remotamente parecido a un periodista. A finales de 1.974, su hermano David, tan alejado del meollo de su vida, le animó a regrabar los temas que no le convenciesen de “Blood On The Tracks” con músicos locales de Minneapolis, ayudando así a dar el toque definitivo a ese gran álbum. El único hijo de Dylan que siguió los pasos de su padre con decisión fue Jakob, con su grupo The Wallflowers.
El hermano gemelo de Elvis Presley murió en el momento de su nacimiento: hubiese habido dos.
George Young, hijo de inmigrantes escoceses en Australia fundó en 1.964 la banda Easybeats, con la que desarrolló una frenética actividad durante el resto de la década, teniendo en el incontestable “Friday On My Mind” su mayor éxito. Posteriormente, siguió una carrera de compositor y productor junto a su compañero de grupo Harry Vanda, llegando a tener repercusión muchos años después bajo la denominación Flash and The Pan. En los setenta produjo los primeros discos y representó al grupo de sus dos hermanos menores, Angus y Malcolm: AC/DC.
Los hermanos Wilson, encabezados por Brian, formaron el núcleo de los Beach Boys, junto con el primo Mike Love, en 1.961, sufriendo la presión constante y los malos tratos de su padre, Murray, durante años. Un caso similar de padre enfermizo por el éxito de sus vástagos lo protagonizaron los Jackson Five con su desquiciado progenitor, Joseph Jackson, fundador y representante del grupo.
Un rumor extendido decía que los Ramones eran hermanos, e incluso alguien apuntó que descendientes de españoles. Ni lo uno ni lo otro: lo siento, no hemos inventado el punk. Sólo unos tipos de Queens que marcaron un punto de inflexión en la música popular, y que por lo leído sólo fueron amigos el 10% del tiempo que permanecieron juntos.
Chris Jagger, hermano mayor de Mick, ha tenido una carrera errática desde 1.973, casi siempre vinculada al blues y el soul, y ajena a la enormidad de su apellido. Aunque para muchos sea así, no debe recordarnos la historia del hermano cantante de Clinton.

El hijo de John Bonham, Jason, se hizo con la batería de Led Zeppelin. Debutó con ellos en un concierto en el Madison Square Garden de Nueva York, el 14 de Mayo de 1.988, durante la celebración del 40 aniversario de la compañía Atlantic y ahí sigue cada vez que se anuncia una reunión. Y el de Ringo Starr con la de The Who. Para qué buscar más lejos.
Steve Earle (casado con la bellísima cantante Allison Moorer) y Steve Young son referentes de la mejor música norteamericana de raíz, desde el folk al country. Más joven, carismático y controvertido el primero, y más dedicado a la composición para otros el segundo. Sus hijos, Justin Townes (por Van Zandt) Earle y Jubal Lee Young, se entregan respectivamente a la música de raíz más agreste y al country alternativo con ribetes pop. Juntitos estuvieron de gira por España a finales de 2.007.
North Mississippi Allstar, poderosa banda formada en 1.996 que atesora lo mejor del blues y country más eléctrico y se inscribe en la escena jam norteamericana, está formada por dos hijos del gran Jim Dickinson, veterano músico y productor afincado en Memphis; además tuvieron como guitarrista hasta anteayer a Duwayne Burnside hijo del bluesmen R.L. Burnside. Mejores palos imposibles.
No coincide, sin embargo, el estilo atmosférico y contenido del argentino Birabent con el clasicismo rock que hizo famoso a su padre en Argentina y posteriormente España, Moris, el autor de la celebérrima “Sábado en la noche”. Shooter Jennings interpretó a su padre, el temperamental cantante country Waylon Jennings, en el biopic de Johnny Cash “Walk The Line”. Un buen homenaje.
Marvin Gaye, mito de la música soul, no pudo plantearse esa opción, ya que murió tiroteado por su predicador padre en 1.984. Más tragedia, la de los Buckley, el padre, Tim, murió en 1.975 de sobredosis de heroína, cuando su hijo Jeff contaba con nueve años. En 1.997, éste pereció ahogado en el río Wolf, en Memphis. Una desaparición rodeada de misterio a los treinta años, cuando sólo había publicado el imprescindible “Grace”.
Solomon Burke, esa ingente masa de soul, cuenta con veintiún hijos y ochenta y tantos nietos. Con esa prole no podía perder el tiempo. A finales de los sesenta, tras terminar la sesión de grabación de uno de sus éxitos, se dispuso a abandonar el estudio; interpelado por esas prisas, contestó que no podía entretenerse porque a las pocas horas debía conducir un vehículo quitanieves.
Por su parte, Eric Clapton quedó totalmente noqueado y marcado cuando descubrió que sus padres eran realmente sus abuelos y que la que decía ser su hermana era su verdadera madre.

Las niñeras, a pesar de los vídeos que circulan por la tele, a veces son como de la familia. La famosa intérprete de “Do The Locomotion”, Little Eva, tuvo su oportunidad porque cuidaba de los niños de Carole King y Jerry Goffin. La oyeron cantar por los pasillos y de ahí al éxito en 1.962. O Jesca Hoop. Su condición de niñera de los hijos de Tom Waits es lo que le abrió los portones de hierro de la industria. Otra fuerza emergente del nuevo folk norteamericano con su elepé debut de 2007, “Kismet”.

La pareja, esa gran desconocida. Richard and Linda Thompson, venerable pareja del folk británico, formaron dúo y matrimonio entre 1.972 y 1.982. Tras la ruptura total, a Linda se le diagnosticó afonía histérica debida al estrés. Richard Thompson mantiene una versátil y sólida carrera y Linda ha editado recientemente un disco muy interesante, “A Versatile Heart”. Además, Teddy, el hijo de ambos, compone muchos de los temas de su madre, aparte de mantener una carrera en solitario, y la pequeña Camila está a punto de decidirse a grabar.
Algunos se casan con sus coristas, Dylan con Carolyn Dennis en 1.986 para dar la mayor protección a la hija de ambos, nacida cinco meses antes y llamada Desiree Gabrielle Dennis-Dylan, y Bruce Springsteen con la rubia Patty Scialfa.
Fred “Sonic” Smith, guitarrista de MC5 y Patti Smith (apellidos coincidentes), vivieron juntos desde 1.980 hasta la muerte de él en 1.994. Tuvieron dos hijos; el mayor, Jackson Smith, es guitarrista de la banda de Patti.
Los Beatles y las esposas: Yoko Ono ha pasado a la historia como la principal aniquiladora de los de Liverpool. McCartney formó The Wings, grupo de largo recorrido, junto a su mujer Linda en 1.971, aunque ya habían editado ese mismo año a nombre de los dos “Ram”. A Pattie Boyd, mujer de Harrison y después de Eric Clapton, le cabe el honor de haber inspirado temas claves de la música pop como “Layla” o “Something”.
Para el que no lo sepa, Kurt Cobain se casó con Courtney Love.
Blue Mountain, grupo compuesto por el matrimonio formado por Laurie Stirratt y Cary Hudson, es una de las referencias actuales del country alternativo. Y country y misterio destilan las canciones de Low, grupo liderado por la pareja formada por Mimi Parker y Alan Sparhawk, mormones de Duluth (Minnesota).
Mamas and the Papas es probablemente el nombre de grupo más terriblemente familiar. El cuarteto hippie parecía compuesto por dos matrimonios, pero sólo se trataba del formado por los Phillips (Michelle y el gran John). Abba sí eran dos matrimonios, qué empalagoso. Ya están divorciados, claro.
Jon Spencer y Cristina Martínez, su esposa de origen extremeño, han compartido y pertenecido durante más de veinte años a multitud de bandas clave de rock and roll terminal y blues primitivo en Nueva York (The Honeymoon Killers, Pussy Galore, Boss Hog o la Blues Explosion). Los vi en un Espárrago, como Boss Hog, y allí estaba Jon, sabiendo colocarse con su guitarra en un segundo plano tras su despampanante esposa. Y es que los sonidos primitivos unen más de lo que parece, así el caso de las oscuras almas matrimoniadas de los Cramps (Lux Interior y Poison Ivy) o Royal Trux (Neil Hagerty y Jennifer Herrema, que a la sazón producen algunos discos bajo el seudónimo Adam & Eve); o lo sónico, cuyas turbulentas ondas envuelven desde hace años (qué cursi ha quedado) a Ira y Georgia de Yo La Tengo, y a Thurston y Kim de Sonic Youth.
El guitarrista y cantante gospel de Chicago Pops Staples formó un conjunto soul-gospel a partir de la segunda mitad de los sesenta con sus hijas Celota y Mavis (ésta destacó y destaca como solista, con un último álbum producido por Ry Cooder), y su hijo Pervis: The Staple Singers. Vivieron su época dorada en el sello Stax, durante los últimos sesenta y los primeros setenta. The Carter Family, un trío formado por un matrimonio más cuñada en 1.927, es considerado uno de los padres fundadores de la música country. La formación original pervivió hasta 1.943 (a pesar de que Alvin y Sara Carter se divorciaron en 1.936), convirtiéndose después en The Carter Sisters & Maybelle Mother, o sea, la cuñada y sus tres hijas. Entre ellas estaba June, que en 1.968 contrajo matrimonio con Johnny Cash, tras acompañarle durante años en sus giras, reconduciendo así su vida. Por parte de Johnny, dos de los cuatro hijos provenientes de su primer matrimonio también siguieron la senda musical: Ray Liberto Jr y Rosanne Cash, ésta sí convertida en celebridad country. En lo que respecta a June, destaca su hija Carlene Carter, fruto de su matrimonio con Carl Smith.
Bob Marley (hijo del militar de Liverpool Norval Marley) contrajo matrimonio con Rita Anderson en 1.966. Aparte de los hijos que tuvo con ella (el más popular como músico es Ziggy), tuvo a bien dejar un rosario de pequeños Marley con otras tantas madres. Por ello, Ziggy colabora gozosamente con muchos de sus hermanos de padre, destacando musicalmente Stephen o Damian, aunque no son los únicos que se dedican a al reggae. Rita, aparte de controlar el legado de Bob y relatar que sólo tenía dos calzoncillos en su polémico libro “No Woman, No Cry”, también graba discos y actúa. Una recomendación postrera, su colaboración con Nacho Scola y Gregorio Paniagua en el disco “Spectacles for Tribuffalos”. Toda una exquisita rareza.



Publicado en el portal de humor gráfico "Irreverendos" en febrero de 2.008.

03 marzo 2008

“NO COUNTRY FOR OLD MEN” (“No Es País Para Viejos”, Joel and Ethan Cohen, 2.007)

Acabo de llegar del cine y llevo un rato dándole vueltas a la película. Me ha encantado, apunto antes de nada. No es de esas que te lanzan contra el teclado deseoso de transmitir algo que bulle dentro, desde luego. Su efecto es lento pero irreductible, reposado, casi paladeable. Se trata de un juego de contención, de un filme con acción, pero una acción fatigosa, desesperada, anhelante. Silencios, miradas pausadas de cámara, lejanías, polvo y moteles; la lentitud y la inmensidad del desierto se trasladan a la imagen, así como la pavorosa seguridad con que avanza lo inexorable; el sosiego y la frialdad con que la violencia se desarrolla y la muerte se produce. La peripecia, como en cualquier gran historia es sólo un decorado, una excusa que centra su interés en elementos clásicos (una persecución, un dinero robado), ofrecida con pulso firme y suficiencia. Sin un plano sobrante, sin el más mínimo síntoma de gratuidad o desfallecimiento. Es una historia descorazonadora de fe perdida, de desesperanza tomada con resignación y una ironía a veces chocante, levemente cortante. Diálogos compuestos por frases lapidarias, por un humor oscurecido por el polvo y las carreteras. McCarthy reflexiona en su literatura sobre el género humano, muestra lo que ve en él, sin artificios, ni paños calientes; sin divagar, como una punzada. La realidad como crudeza inmediata. 1.980, un asesino a sueldo que deviene psicópata, impasible, intuitivo a la vez que metódico, que se mueve como la prosa de su creador, con los movimientos justos, medidos, con efectividad y claridad de ideas. Anton Chigurh (Javier Bardem), sólo cree en una urdimbre de justicia del destino desarrollada en su mente ida a algún lugar remoto, con el botón de muestra del azar de monedas lanzadas al aire para decidir entre la vida y la muerte. Una especie de Dios despiadado con los humanos, inconmovible y armado.
Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones), el sheriff, escudriña desde la vejez acechante y el desánimo creciente, su propia fragilidad y la de los cimientos de su mundo, la inutilidad de su entrega, la cercanía de la nada: “Creí que en mi vejez Dios se me aparecería de algún modo, pero no ha sido así”. El mal late con su corazón poderoso, infatigable, indomable, filtrándose por doquier. Un sombrío paisaje contra el que poco parece poder hacerse. En donde la humanidad sólo se manifiesta en destellos de amor, fidelidad a la amistad, o la capacidad de un hombre para arriesgarlo todo por llevar agua a un moribundo, haciendo caso a su conciencia. Algo que sólo un ser humano puede hacer.

17 febrero 2008

ELISABETH SANXAY HOLDING La Pared Vacía (Traducción de Matuca Fernández de Villavicencio, Lumen, 2.007)

Lucia Holley vive dedicada a su familia mientras su marido combate en Europa durante la 2ª Guerra Mundial. Este modélico retrato se verá alterado de manera fulgurante. Desde ese momento, Lucia transmite en primer plano su ingenuidad, las dudas y complejos que la atenazan, su vulnerabilidad, la frustración y el creciente vacío existencial de una mujer frágil resguardada en férreos valores; pero también la determinación y la fuerza que éstos le proporcionan. Todo esto logra transmitir al lector con maestría una creciente inquietud, una desazón basada en esa fragilidad, golpeada inopinadamente por sucesos del todo inesperados. Esa urgencia, ese estar en vilo ante una situación límite constituyen la espina dorsal de la novela, lo que hace crecer en intensidad una trama que no para de enredarse, haciendo sentir casi físicamente la opresión de las horas que pasan.

Elisabeth Sanxay, reputada novelista neoyorquina obligada por la crisis del 29 a decantarse por la novela de suspense, vuelca todo el protagonismo sobre los hombros de Lucia, desplegando el mecanismo interno de sus pensamientos, la vorágine de sus sensaciones, el desdoblamiento del ama de casa ejemplar. Situada permanentemente en la cuerda floja, la novela vibra entre las manos mientras late fuerte el corazón de nuestra heroína de circunstancias, presa del pánico ante la visión de su mundo desmoronándose. Decisiones rápidas en frases cortas, virajes de opinión, digresiones, reflexiones construidas en un instante y al momento desbaratadas. Entreveradas con las suficientes descripciones y dibujo de personajes, y el ágil evolucionar de la historia que la narradora proporciona con extrema lucidez. Los diálogos brotan rápidos y precisos, y los dedos de la Sanxay aprovechan para escarbar en la moral, el concepto del bien y el mal o la culpa. Yendo y viniendo por los pasillos, subiendo y bajando escaleras, Lucia afronta una dramática historia que pone en jaque el bienestar de su familia bien norteamericana, a la vez que en su interior bulle una íntima y creciente insatisfacción, abriéndose en paralelo un vivo caudal reflexivo acerca de las limitaciones del ama de casa en una sociedad burguesa y gris.

Quizá la solución final sea lo que menos me seduzca de esta novela aparecida en 1.947 que entusiasmó a Raymond Chandler y a un servidor.



Publicado en el nº 248 de la revista Ruta 66

14 febrero 2008

"Una sociedad...

"Una sociedad construida y pacificada se basa en un entretejido de mutuos menosprecios pasivos" (Josep Pla, "El Cuaderno Gris").

09 enero 2008

SÉ FELIZ, PERO NO ME PREGUNTES CÓMO (FELICITACIÓN CLÁSICA DE NAVIDAD)

Estimados psicocamaleones, reflexionemos:


¿Qué cantante ha ganado más pasta a costa de la Navidad que Bing Crosby? Su “White Christmas” transmitía paz, ¿verdad? Qué tiempos, qué capacidad de convicción, qué envidia para Rouco y sus secuaces (con esa cara que tienen de no parar de escuchar “Homo Christmas” de Pansy Division cada vez que pasean por las calles). El sencillo que contenía esa canción continúa siendo el más vendido de la historia, y su elepé “Merry Christmas” es uno de los habituales de cada Navidad, patente ejemplo de que las mencionadas fechas son el más esmerado resultado del arte de la repetición. Poco antes de morir recibió a un calculador David Bowie, quién se la jugó con el reto del dúo imposible, firme como estaba en su intención de convertirse en una estrella Navidades Blancas para ese mercado norteamericano que se resistía a su androginia. Tras un intercambio de frases absurdas ambos interpretan junto al piano el clásico “Drummer Boy” (“El Tamborilero”). El encuentro tuvo traslación discográfica, claro, con la foto de los dos interfectos en aquella ocasión, en forma de single, “Peace on Earth”. ZZZzzzzz. Si hay que escuchar compilaciones navideñas prefiero a Elvis Presley, que para eso ya sacó un “Christmas Album” en 1.957, los temas navideños de Spike Jones y su orquesta o, mejor, la spectoriana recopilación “A Christmas gift for you” de 1.963, con las Ronettes, las Crystals o Darlene Love. O, ya lanzados, algo tan inquietante y acariciador como el “Christmas” de Low; “A christmas album” de Bright Eyes; “Horny Holidays!”, el disco de ese gran punk de la música de raíz norteamericana llamado Mojo Nixon, publicado en 1.992 (Santa Claus go straight to the ghetto, yeahhh), o las interesantes incursiones instrumentales de los paisanos Granadians en “Feliz Navidad con…”, de las navidades de 2.003.

He de señalar antes de seguir que “El tamborilero” NO es una canción de Raphael. Años después Jesús Arias se desgañitaría haciendo su particular lectura con T.N.T., incluida en el disco navideño de Dro “Navidades radioactivas”, de 1.982, uno de los mitos discográficos de la movida y pasto de coleccionistas. Allí estaban también Siniestro Total, los N-634 de Kike Turmix, Derribos Arias, Mogollón, etc… En 1.994 Servando Carballar volvió a repetir la jugada con “Navidades Furiosas”, un muestrario de lo más señero de la escena indie de la época, con apariciones estelares de Los Planetas, Cancer Moon, y unos casi finiquitados Surfin´Bichos. Más recientemente los sellos Jabalina y Siesta, adalides del pop exquisito, disfrutan como niños con sus recopilaciones respectivas “Cuentos de Navidad” y “Fantasía de Navidad”.

La Navidad, ya se sabe, es la época de los tópicos agitados con delirio, de las buenas intenciones más vanas que darse puedan, del llueve sobre mojado y todos esperando que llueva, de apartarse del árbol con distante ironía y el polvorón en la boca, de prohibir el Belén a no ser que reivindique la causa Palestina o esté compuesto por moteros. El abrazo del gran esfuerzo publicitario, la torsión zambombera del sentido común, el calorcillo febril del consumo. La gente autoendulza como puede su acritud, y eso no deja de ser fantástico. ¿Un acuerdo colectivo? Un dejarse llevar resbalando por la paga extra mientras ésta lo hace entre luces, altavoces en las calles y tiempo huidizo y brilloso. Es un tiempo que concita por mor del calendario laboral y los convenios la posibilidad de contar con algo más de pasta y de ver a gente a la que cada día es más difícil ver. Si me hubiese levantado rabiosamente inconformista, escribiría que la misma sociedad que te oprime y determina tu vida afloja la presión en estas fechas para que consumas más, pero, lo cierto, es que estoy bastante constipado y comiéndome una hojaldrina.
Manifestar gusto por ella es infantil y adocenado, y probablemente atacarla con aquello de la hipocresía, el consumo desaforado y demás resulte a estas alturas más que nada grosero por evidente; y en muchas ocasiones interesado, ya que generalmente sólo se persigue destacar ante el enemigo invisible. Como me dijo un compañero de trabajo: “aprovecha la paga extra para comprarte más discos de esos que te gustan”. Demasiados discos. Los excesos en el terreno musical son legendarios: precios desorbitados o recopilaciones engañabobos que nadie osaría poner en circulación en otra época del año, oportunismo sonrojante, empacho arreglístico en interpretativo sin recato, teatralidad y edulcoración sin medida, obviedad sin límite. Un ejemplo de esto que no nos ponga de mala leche es el proceso de traslación navideña del clásico de los Troggs “Love is all around” en una buena comedia, “Love Actually”, a cargo del gran Billy Night. Aún a riesgo de resultar repetitivo, esas interpretaciones de los músicos favoritos del momento y la forma de prestarse a cualquier tipo de invento televisivo, creo que son el punto culminante de la hipocresía de las fechas. Casi lo peor del mundo.

La industria del disco es un mamut que lleva años tambaleándose sin llegar a caer, la sangre empapa lentamente su lomo, pero su mirada no está tan perdida como pensamos. Al menos sigue manipulando sin recato la televisión pública española. Sus lanzamientos navideños nos inundan, y, al final, todos tropezando por las escaleras mecánicas.
Todos los estilos musicales han abrazado en algún momento la cuestión navideña, y las recopilaciones e incluso los discos dedicados por un artista al tema son abrumadora legión (nunca coleccionéis discos navideños). En el apartado de “Discos Navideños Delirantes” podemos colocar “A very special Christmas live” de 1.998. Disco benéfico grabado en directo en ¡¡la Casa Blanca!!, que cuenta con interpretaciones de iconos de la industria de aquel momento como Bon Jovi (sí, el de las mansiones), Sheryll Crow, Run DMC, o Eric Clapton. La cosa termina con una jam de un clásico marmóreo, “Santa Claus is coming to town”, tema de intensa y agitada vida, paseado a lo largo de los años, entre muchos otros, por el gran Bing, Frank Sinatra en plan jazz y swing; Chris Isaak con la ex - Fleetwood Mac, Stevie Nicks, en una lectura gratamente rescatable; la irresistible de Lynyrd Skynyrd, los Beach Boys, las mágicas Crystals, el mismísimo Springsteen; una Diana Krall no excesivamente fría, y… Michael Bolton. Esto me trae a la cabeza en el apartado “Todos los artistas en el estudio ultramotivados y como si fuesen sorprendidos en una sesión de trabajo”, el vídeo de Band Aid, con las estrellitas británicas de 1.984. También estaba Paul Weller.

Vello erizado: el “Feliz Navidad” de Boney M. uno de los mejores play back groups del mundo e ideal para ser reivindicados en la España tan festiva que estamos viviendo. José Feliciano era tan grave... Aunque siempre podemos elegir la versión teleñeca de La Casa Azul o la de El Vez, incluida en el recomendable recopilatorio “Punk Rock Xmas”, junto a temas de Celibate Rifles, Dickies o los Ramones (la voz de Joey siempre consigue transmitirme un aire positivo).

El anglo Papá Noel, gana de largo como protagonista de canciones, como podemos observar, aunque los Reyes Magos están dignamente representados con gente tan insigne como La Terremoto de Alcorcón (“Me han echao los reyes un ipod de 80 gigas”), los aguafiestas de Astrud con “Son los padres”, o los Siniestro Total de “Afunfún Afanfán”.

Los Planetas no podían dejar de pasar el hecho navideño por el tamiz de humor negro de sus canciones, “El Espíritu de la Navidad”, tiene la gracia de sonar algo navideña, además de ser una buena canción. Ay, el intangible Espíritu de la Navidad, Coldplay felicitaron tan señaladas fechas a sus fans con un vídeo humorístico en el que bailaban algunos de sus éxitos disfrazados de época (todos criticamos la Navidad y todos le guiñamos). Sufjan Stevens tiene un halo navideño en todas las cosas que hace. Por eso parecía predestinado a lanzar “Songs for Christmas”, caja de cinco cd´s grabados en cinco años y lanzada a finales de 2.006. A atesorar temas como “Come on! Let´s boggey to the Elf Dance!”. Los frenéticos y prolíficos The Beach Boys de la primera época ya grabaron su disco navideño en 1.964, “Christmas Album”, reeditado luego sin parar y con distintas denominaciones. En 2.005, el renacido Brian Wilson, publicó el suyo personal, "What I Really Want For Christmas", tras la estela del controvertido “Smile”.

Ya hemos advertido que la Navidad altera las mentes (o agudiza el ingenio): los madrileños Tennessee, en un vano intento de recuperar tiempos mejores, sacaron para las de 1.993 un disco navideño (no en vano en la mejor tradición del rock and roll clásico); Billy Idol, cantante hace medio millón de años de la banda punk inglesa X-Generation, y cómodamente transplantado al mundo de las FM estadounidenses hace lustros, toma gozoso el relevo de crooner navideño empalagoso con el añadido de cirugía plástica en la swingueante “Jingle Bell Rock”. Algo más sano sin duda que las debilidades de Kid Rock, otra FM norteamericana andante, que actuó para los soldados destacados en Irak en las navidades de 2.006.

A pesar de todo podéis vengaros con los cascos puestos. Para furibundos desertores de estas fiestas se recomiendan reflexiones como la de Silvio Rodríguez en “Canción de Navidad”, o directamente temas como el de Estado Crítico incluido en aquel recopilatorio de la primera eclosión Hip-Hop española de finales de los ochenta, “Navidad Hip-Hop” (amenazadores con “Dónde estás Navidad, ven aquí si te atreves…”) o el single navideño de MCD para Basati Diskak. Pero nada mejor que cosas como “Feliz Falsedad” de Soziedad Alkoholika y el “Villancico” de Ska-P, o la eterna obviedad de los raca-raca llena caja de siempre. En el apartado “versiones a patada limpia de villancicos para cagarme en la Navidad” destaca sobremanera el “Noche de Paz” de Extremoduro. Robe, burro como él solo pero dejando siempre algún verso memorable.

En la línea crítica, pone el vello de punta la portada del single del grupo punk AHV, “En Navidad también comemos”. Un golpe seco de todas todas. Sin más complicaciones, y para ese CD secreto de temas de Navidad que sólo escucharás cuando estés a solas en el coche, los Airbag nos regalaron en su momento “Buscando los regalos de Navidad”, puro Spector vs Los Ramones. El “Merry Christmas Everybody” de Slade está bastante potable con ese riff tan glam ya a la altura de 1.980. Atesorable como la revisión de “All i want for Christmas” de Lois Casino, “The Christmas Song” de The Raveonettes o “It´s Christmas time” de Yo La Tengo. Siempre Tom Waits, tanto en su recreación de “Silent night” como en la de “Christmas card for a hooker in Minneapolis”. Eels con “Christmas is going to the dogs”, o el nunca bien ponderado Ex Poch Pinza y su “Navidad en el almacén”. En “Don't belive in Xmas” los garrulos The Sonics cantan a Santa Claus al son del “Have love will travel”, y unos The Trashmen menos salvajes y más modositos que de costumbre bailan con él en “Dancin´with Santa”. Y no puedes olvidarte de The Pogues y “Fairytale of New York”, nº 2 en listas con el dueto entre McGowan y Kristy McColl en pleno ambiente navideño.

Los Beatles tuvieron su peculiar relación con la Navidad, regalando cada año a los miembros de su club de fans flexi-discos conmemorativos, siempre irónicos y algo excéntricos; auténticos tesoros para coleccionistas. La cosa se inició con el de 1.963 con saludos de cada miembro y breves versiones, como la del clásico “Rudolph, the red-nosed reindeer”. En 1.964 con “Another Beatles Christmas Records”, ofrecieron junto a los ya habituales saludos una versión de “Jingle Bells”. Al año siguiente, fieles a su cita, publicaron “The Beatles Third Christmas record”, junto a parodias de temas como “Yesterday” se encuentra una versión de “Happy Christmas to ya list´nas”. Para las de 1.966 apareció “The Beatles fourth christmas record (Pantomime: everywhere it´s Christmas)”. Más conocido posteriormente por el subtítulo y formado por breves composiciones originales a modo de número cómico. Al año siguiente la jugada se repite con “The Beatles Fifth Christmas record (Christmas time is here again)”, conteniendo el tema que da nombre al subtítulo, ya más conocido. En 1.970 finalmente, todo este material fue recopilado y editado en formato elepé con el nombre de “The Beatles Christmas Album” en su versión norteamericana, denominación que sería al cabo la más conocida. Años más tarde, ya con el grupo separado, John Lennon grabaría la celebérrima “Happy Xmas (The war is over)” single de Navidad lanzado a continuación de “Imagine”, su exitoso elepé de 1.971.


Artículo aparecido en el portal de humor gráfico Irreverendos, en enero de 2.008.