31 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (53)


DIED PRETTY “Using my gills as a roadmap” (Citadel-Dock)



Poco había vuelto a saber de este grupo australiano desde que lo vi tocar en Granada  junto a Cancer Moon el domingo 27 de mayo de 1990. Gozaron de cierta notoriedad por aquí con elepés como “Free dirt” (Citadel, 86) y, sobre todo, “Lost” (Beggars Banquet, 89). En 1991 apareció, con más pena que gloria, “Doughboy hollow” (Beggars Banquet). Su sonido consistía en un pop muy elaborado, atmosférico, de temas largos y con frecuencia recargados; y un sentido dramático de la evocación algo épico, aunque efectivo. Ahora, casi diez años después, me encuentro con la agradable sorpresa de un trabajo tan digno como este, editado en 1998 por Citadel y este año por Dock en España. Me parece su mejor trabajo, el más intenso, como se desprende de “Slide song” o  She was”. Junto a Ron Peno y Brett Myers, han sobrevivido el juego de teclados o el cariz atmosférico, que toma derroteros electrónicos arrebatadores en “The daddy act” o percusivos en “Paint black, you devils”. Las guitarras, por su parte, van de ariscas a acústicas, en temas que se deslizan con la emoción de unos REM, tal que “Stay” o “Gone”, soltando todo tipo de lastre para quedarse en lo esencial.



Publicado en abril de 2000 en la revista El Batracio Amarillo.


30 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (52)


         THE BRASLIPS “The Braslips” (Fuckin’ explosion)



El debut de este cuarteto murciano llega en forma de CDep autoeditado, para ir más rápido. Un artefacto en plena ebullición desde el principio, inflamado de efectos de guitarra y latigazos de Minimoog, que quema en las manos antes de ponerlo y se acaba en un suspiro. Se abre con las turbinas sónicas de “I wanna live”, aunque su comienzo es una trampa acústica para poder saltar sobre el oyente; un tema que respira afterpunk acelerado con la urgencia existencial de los Hüsker Dü. Continúa con “Green like cannabis”, que avanza envuelta en espirales psicodélicas para mutar en un contundente y vertiginoso ataque de guitarras en picado, enmarañado y con una oscuridad cercana a The Sisters of Mercy. “I’m on heat” parte del punk de 77, pero visita las escarpadas regiones sonoras en las que vive Frank Black y se topa con los Manic Street Preachers más álgidos. Y casi sin dar tiempo a respirar aparece “Gotta kill your mother”, que es funk marciano, tecno exultante y desenfadado. Un debut fulminante, una fiesta que necesita continuidad ¡ya!.



Publicado en octubre de 1998 en la revista El Batracio Amarillo.

29 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (51)


PURR “Whales lead to the deep sea” (Prohibited Records)

Los franceses Purr (no confundir con los de aquí) abordan su sonido partiendo de los postulados de bandas como Slint o Tortoise. Desarrollan un articulado mecano instrumental de aire jazzístico; geometrías rítmicas que conforman un sonido que puede devenir en explosiones de rotundidad, llenarlo todo de serenidad, guardar silencio o resultar seco y cortante. Un lenguaje netamente instrumental que deja la voz en segundo plano, siempre en la cuerda floja.



Los mejores momentos son los de expansión instrumental, donde no paran de dibujarse paisajes inquietantes que siempre se liberan mediante escaladas de tensión. Temas que tienen que expandirse sin remedio, ya que están armados desde susurros, certeras pinceladas instrumentales que se van cargando de matices hasta desembocar en tormentas sónicas.



Publicado en octubre de 1998 en la revista El Batracio Amarillo.

27 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (50)


THE LITTLE RABBITS “Yeah!” (Rosebud)

Incrustados en el movedizo territorio que separa a Beck Hansen y Jon Spencer, estos franceses han pergeñado un elepé delirante y vivificador. Grabado en Tucson (Arizona) y producido por Jim Waters (Jon Spencer Blues Explosion, Sonic Youth o Jonathan Fire Eater), este “Yeah!” compone una magma sónico que discurre saturado, serpenteante, pantanoso por momentos, con la asfixiante agresividad de un Kim Salmon. Un disco enraizado en lo más caliente y primitivo del rock estadounidense, y en la fascinación del más exquisito pop francés; imbuido de guitarras, samples y desenfado. Cuenta con un inicio definitivo a cargo de “Yeah!” y “La piscine”, sin duda, la verdadera canción de este verano. La primera enumera todos los mitos estadounidenses a golpe de r’n’b vacilón, y la segunda va por el mismo camino produciendo un continuo contrapunto de órgano, armónica y scratchin’ , sobre un riff de guitarra irresistible. “In the bathroom” en r’n’b vía Ike Turner, y “Le blé dans les feuilles” es Gainsbourg saturado de scratchin’ y samples



Hay baladas crepusculares como “December”, o  melosas y cargadas de órganos (“Down here”). Nos asaltan comandos de punk palpitando tras guitarras desquiciadas o ritmos juguetones (“Casanova the ancient”, “Picnic boy” y “Red disk swimming in the blue sea”). Tensan, reordenan las raíces del rock norteamericano a lo Blues Explosion a base de ritmos abruptos, samples, disonancias y acoples con “Pity”; y suenan excitados y abigarrados cuando le cantan al amor (“L’amour”). Hacen lo que haría Beck con otro tornillo menos en la disonante “Nobody’s birthday party” o en el “Roller girl” de Serge Gainsbourg, clásico atacado con fruición, estrujado, despedazado y vuelto a construir sin alterar su esencia.



Publicado en octubre de 1998 en la revista El Batracio Amarillo.

23 agosto 2018

“SHAKIN’ ALL OVER”. ALGUNAS VERSIONES


“Shakin’ all over” es una canción de las que dejan huella a la primera escucha, inconfundible, magnética en su contención, en su capacidad de sugerencia. Con su tempo sincopado, su bajo punzante, ese hiriente y omnipresente picoteo de guitarra, los silencios o su reptante y sinuoso avanzar.  



Composición acreditada a Fred Heath (Johnny Kidd) y Guy Robinson, fue publicada como single por Johnny Kidd & The Pirates en 1960, llegando en julio de ese mismo año al nº1 de las listas del Reino Unido. Un éxito limitado al territorio europeo que no dio el salto al otro lado del charco hasta ser descubierta por Bill Kennedy, líder de la banda de garage de Plattsburg (Nueva York), TheTwiliters, que la escuchó mientras estaba destacado en Alemania por la fuerza aérea estadounidense, decidiéndose a incluirla en el primer single de su grupo, grabado en directo de 1964. Sin embargo, la primera versión de éxito en Norteamérica fue obra de la banda canadiense The Guess Who (a través de su primigenia denominación de Chad Allan and The Expressions) en 1965, que llegó a ser nº1 en la lista de singles de Canadá. Esta versión aún mantenía las esencias garageras dispensadas por The Twiliters. The Who, que ya venían haciéndola en directo (memorable la versión que realizaron en el Festival de Woodstock de 1969 ligándola con “Spoonful” de Willie Dixon), la incorporaron a su mítico “Live at Leeds” de 1970, llevándola en una dirección más rotunda y pesada, explotando las posibilidades hard de su riff y rozando lo épico en los coros, incluso. Inaugurando así una nueva línea de interpretación del tema que, aunque estimulante, da rienda suelta a los desarrollos instrumentales y elimina la impronta de su concreción. Es, sin duda, la versión más conocida; la que escuchó por primera vez la mayoría de la gente.



En la reedición del “Teenage Head” de The Flamin’ Groovies (publicado originalmente en 1971), por parte de Buddah Records en 1999, se incluye una extensa versión que se va enroscando en sí misma hasta rozar por momentos el “TV eye” de The Stooges. En 1973 fue incluida en el primer elepé de Suzy Quatro por sus productores y mentores,  los famosos Mike Chapman y Nicky Chinn. La guitarra pierde su singularidad, y la versión resulta machacona, más pendiente del sagrado momento de meter el solo de guitarra. La actriz y cantante francesa Marie France, con la inestimable presencia de una banda de la presteza y solidez de Bijou, la adaptó a su idioma en 1981 con el sugestivo título de “Le diable en personne” dentro de un elepé muy recomendable: “39º de fievre”. La versión hace hincapié en el atractivo de su carácter cortante y directo.



En 1987, Munster Records puso en circulación un EP maravilloso que inauguraba la serie “The munster dance hall favorites”. En él se incluía una genialidad de los primeros Enemigos llamada “Chicken all over”, donde el grupo enlazaba “Shakin’ all over” con el “Run chicken run” de Link Wray. El resultado (toda una declaración de las querencias sonoras del grupo por aquellos años) fue arrollador. En la cara B del maxi del tema “You belong in rock n’ roll” de 1991, encontramos una infecciosa versión  por parte de Tin Machine, ese efímero experimento rock con el que David Bowie decidió encarar el trago de un nuevo cambio de década a sumar a su carrera. Como breve curiosidad, en la banda sonora del documental sobre el grupo Fugazi dirigido por Jem Cohen (“Instrument”, 1999), hay un breve apunte instrumental de la canción que no llega al minuto, denominado “Shaken all over”.



Dentro del cajón de sastre que supone la americana music, una artista de la personalidad y estilo de Eilen Jewell incluyó una revisión del tema en su disco de 2009, “Sea of tears”. En ella se abunda en su contención, que sirve para subrayar su singular frondosidad. El intuitivo Jack White volvió a colocar en el primer plano a la veterana cantante rockabilly Wanda Jackson en 2011, produciendo,  involucrándose al máximo en su gestación y publicando en su propio sello el elepé “The party ain’t over”. Entre una acertada selección de clásicos para el repertorio, destaca un “Shakin’ all over” que abre el álbum con una exuberante intro de metales que acompañarán, sin caer en la aparatosidad, todo el desarrollo del tema, dotándolo de espectacularidad sin menoscabar su esencia.

L84


La idea de recordar parte del devenir de esta composición me vino al escuchar la versión realizada por un grupo de mi ciudad, Motril. L84 son una formación de querencia instrumental y surf , respetuosos a la hora de abordar estilos, dueños de un excelente gusto y con contrastada pericia. En su disco homónimo de debut, publicado en 2017, utilizan “Shakin’ all over” como vehículo para recorrer todas sus referencias sonoras, con guiño incluido al “Tequila” de The Champs.

Tras este repaso, solo me resta escuchar algún día la versión que hacían en directo, alrededor de 1987, Chorrojumo y Los Primos del Blues, aquella banda paralela de blues-punk desmelenado de 091.

21 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (49)


MASTRETTA

“HISTORIAS CON MÚSICA DE FONDO”

El cántabro Nacho Mastretta es ya un veterano de la escena pop española. Un superviviente que atravesó esa tierra de nadie que fueron los últimos años ochenta formando parte del grupo Las Manos de Orlac (posteriormente Las Manos), con los que grabó un par de elepés y obtuvo cierta notoriedad. En 1991 debutó en solitario con “La vida fácil”, editado por GASA, y rápidamente fue pasto del olvido.

Tras aquel planchazo han tenido que transcurrir siete años, en los que ha trabajado mayormente como técnico de sonido, para que una discográfica se interese por lo que guarda en su cuarto: decenas y decenas de temas pergeñados con la ayuda de un sintetizador, un pequeño sampler que almacena los sonidos más peregrinos (el ruido de una caja de fichas de ajedrez es un buen ejemplo), y una extensa gama de instrumentos de variada procedencia que entran y salen sin cesar de las canciones. De ahí han salido las grabaciones íntegras de su actual repertorio.



Highballito” (Subterfuge, 1998) es un CD-single de tres temas que sirvió para señalarnos, a mediados del pasado año, por dónde iban los tiros. Allí se concentran el ambiente fronterizo a base de moog de “Altercado en Puebla nº 6”; el encuentro entre Nino Rota y Augusto Algueró que supone “Háblame de mí”; o la superposición de ocho clarinetes que despliega en “Highballito”. Tres instrumentales con regusto a lounge music, y espíritu de continua experimentación.

Una vez hechas las presentaciones, le llega el turno a “Melodías de Rayos-X”, álbum editado también por Subterfuge dentro de su casposa colección “Música para un guateque sideral”. Una vez más, la infinita curiosidad de Mastretta hace que cualquier sonido tenga rápido acomodo en su fantasioso espacio creativo, un espacio que desconoce límites y que denota una vocación exótica, un aire de gozosa y libre individualidad, un regodeo artesanal. El disco atesora una estimulante gama de sonidos prestos para recrear otras tantas ambientaciones.



Aquí están el lounge fronterizo de “Laguna seca”, donde las temblorosas guitarras de Morricone y los silbidos del viento de la frontera llegan envueltos en papel de regalo; o el importante ascendiente de Nino Rota, destacando en la capacidad evocativa de “Sábanas blancas, cama estrecha” o en el ajetreo delirante de “Kid Chocolate”. Hay efluvios de jazz latino en “Mi cuarto de hora” y “Mosley”. En “El último habitante del planeta” se decanta por la bossa nova. “Dolor de crooner” y “Latin lover” son llevadas al terreno del bolero por clarinete y guitarra, respectivamente; y “Ojos rojos” nos inunda de nocturnidad con el saxo. “Andrea Doria” es un paseo por el fascinante mundo de Mancini, que cuenta con la aportación de Ana Belén susurrando coros con maestría. Y “Plaza de Callao” deviene en polca asfixiante.

Si lo escuchas, cuando hables de él olvidarás mencionar que se trata de instrumentales.



Reseñas del CD-single “Higballito” (Subterfuge, 1998) y del CD “Melodías de Rayos-X” (Subterfuge, 1998)
Publicado en Marzo de 1999 en la revista El Batracio Amarillo (disco del mes)

19 agosto 2018

DIEZ TEMAS COMPUESTOS POR ARETHA FRANKLIN


1. “Take it like you give it”. (primera composición decididamente soul de Aretha Franklin, incluida en el elepé del mismo título, publicado en 1967 y último para el sello que quiso convertirla en la gran dama del jazz, Columbia).

 2. “Don’t let me lose this dream” (compuesta junto a su marido, Ted White. Aparece en el primer elepé que grabó para el sello Atlantic en 1967 “I never loved a man the way I love you”, con producción de Jerry Wexler; a partir del cual explotará convenientemente su condición de cantante de soul. Un trabajo, además, que supuso una de las cumbres de su carrera).

3. “Baby, baby, baby” (compuesta junto a su hermana pequeña, Carolyn Franklin (también corista en el disco junto a otra hermana, Erma), e incluida en el trabajo mencionado anteriormente).

 4. “Save me” (en este tema comparten autoría, junto a Aretha, su hermana Carolyn y el gran saxo tenor King Curtis. Se incluye en el mismo disco mencionado).

5. “I’ll keep on smiling” (incluido en el elepé recopilatorio “Take a look”, publicado en 1967 por Columbia con solo tres temas inéditos. En 2011, Columbia sacó al mercado una caja con el mismo título, que recoge todas las grabaciones de Aretha Franklin para el sello, parece ser que con el fin de celebrar el 50 aniversario de la carrera de la artista).

6. “(Sweet, sweet baby) since you’ve been gone”. (compuesta junto a Ted White, fue el tercer single extraído del elepé “Lady soul”, de 1968).

7. “Good to me as I am to you” (un desgarrado blues incluido en el disco anterior, también firmada junto a su esposo).

8. “Think” (sin duda, la mejor composición de Aretha, también junto a Ted White. Incluida en “Aretha now” de 1968. Clásico para siempre y single de éxito en su momento con mensaje feminista).

9. “Call me” (balada soul incluida en “The girl’s in love with you” de 1970. Extraída como single).

10. “Sister from Texas” (el soul se internó en los setenta a base de los ritmos más marcados y pedales wah-wah que aquí se encuentran. Incluida en “Hey now hey (the other side of the sky” de 1973.).

MENSAJE EN UNA BOTELLA (48)


ROYAL TRUX “Accelerator” (Domino)

Con este disco, el dúo estadounidense ha recuperado de pleno la capacidad de impacto, seriamente diluida en los últimos años; presentando uno de los trabajos más estimulantes de 1998, de tal forma que no hubiera podido tener la conciencia tranquila de no traerlo a estas páginas. Se han complicado menos la vida que en sus dos trabajos anteriores, eso se nota, y han entregado lo que mejor se les da: construcciones de rock con sabor clásico surgidas de las demoliciones que ellos mismos han propiciado.



Hay irresistibles himnos de guitarras cochambrosas y efectos instantáneos que recuperan toda la capacidad de jolgorio del r’n’b más sucio, tales como “I’m ready” y su horadante riff de guitarra o “The banana question”. Mezclan a la Velvet Underground más disonante con los Rolling Stones más arrastrados en “Yellow kid”; y en “Stevie (for Steven S.)” y “Liar” (esta a través de The New york Dolls), siguen incidiendo en el legado de los Jagger y Richard de principios de los setenta (¿otro destripamiento de “Exile on Main Street”?). “Another year” me parece una mezcla imposible de psicodelia descacharrante, folk emporrao y primitivismo a ultranza; “New bones” también circunda la psicodelia, en este caso espacial y chamuscada. “Juicy, juicy, juice” es funk fracturado en plena competencia con su antiguo compañero Jon Spencer; y “Follow the winner” es blues inyectado de góspel marrullero y rasposo.

Nueve temas que no se extienden más allá de la media hora, dejándonos con todas las ganas de conocer sus nuevos movimientos. En esta ocasión, nada que envidiar a la Blues Explosion.



Publicado en marzo de 1999 en la revista El Batracio Amarillo.

18 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (47)


COME “Gently down the stream” (Domino)



El cuarto álbum de estos bostonianos encabezados por Chris Brokaw y Thalia Zedek es un nuevo tratado de emociones basadas en la aspereza, en la tensión producida, no por aglomeración de sonidos sino por desgarro. Canciones sinuosas, tortuosas, empujadas a trompicones, a golpes de rotundidad entrecortada. Se trata de un elepé que precisa de una duración extensa para desarrollarse plenamente, para desenroscarse del todo.  Ensanchan su campo de acción hasta la hora y poco para dar cabida a composiciones largas, de intenso recorrido eléctrico, asaltadas por continuos y determinantes cambios de ritmo, dominadas por guitarras ejecutadas de forma percutante y enfática. Canciones que desprenden un hondo lirismo dramático y algo decadente. Sólo la oportunidad de escuchar cómo se despliega un corte como “Saints around my neck” hace imprescindible este trabajo, que en su conjunto discurre igual que el oleaje que destaca en la portada, pero turbio, muy turbio; como si cargara con todos los sentimientos que, como sedimentos, va arrancando.



Publicado en marzo de 1999 en la revista El Batracio Amarillo.

17 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (46)


EL ESTADO Y LA HISTORIA

“LA TRANSFUSIÓN NECESARIA”


Supongo que preparar un material espaciado en el tiempo (durante años), debe dar la posibilidad de conocerse como autor, de comprobar si realmente se tiene algo dentro y de explorar de qué se trata. En caso de que haya algo, la consecuencia inmediata debería ser un sonido propio, alambicado tras años de natural asimilación de influencias y de maduración de ideas que no paran de flotar. Creo firmemente que es el caso de los granadinos José Sabio (voz y guitarras) y Antonio Vilches (sintetizadores y sampler). El primero fue cantante de los míticos KGB, y el segundo ya formaba parte de EEYLH desde hace años, enigmática actividad vanguardista que tenía a muchos buenos aficionados pendientes y esperanzados. Secundados por una suficiente representación del panorama local a cargo de los instrumentos convencionales de apoyo, EEYLH es una respiración agitada, una mirada, una atmósfera enrarecida por la presencia latente de una energía contenida y rabiosa. El sonido fluye con una naturalidad insultante; a la vez familiar y desconocido, genera una tensión orgánica y un punto anhelante que va a ser liberada a través de una profunda vocación melódica: estribillos que expanden el sofoco, turbulentos intersticios llenos de luz. Estamos ante algo que suena a propuesta, a reto.

Tras un primer contacto, los temas toman rápidamente posiciones, se desmarcan los unos de los otros a pesar de sus características comunes: un ambicioso entramado ambiental, minucioso y efectivo de sampleados y sintetizadores; matices de diversas tonalidades, abigarrados o dulcemente alineados, que garantizan una profundidad sonora intensa y viva, apoyada por instrumentos eléctricos y con el contrapunto casi permanente de una guitarra acústica especialmente presente y nítida, tan cercana que desarbola. mientras, la voz se intercala, como dejándose ir en una narración pausada y descriptiva, marcando con su mensaje críptico el devenir de la melodía en todo su contorno. Dotando de vida propia a unos temas mucho más heterogéneos de lo que cabía esperar; composiciones que son ante todo canciones, perfectamente defendibles en directo y en cualquier formato.



Desde el carácter doliente y adictivo de “Mercedes GM”, se respira un espacio distinto, una nueva velocidad que se adensa, expandiéndose a cada segundo; confirmados por el lirismo extremo, preciosista y minimalista de “Debajo de la piel”, medio tiempo intenso.  Estado de conciencia” conserva resabios de Sonic Youth en las guitarras, en otro ejercicio de tensión casi épica y sideral, una categórica espiral de solemnidad que enlaza con la excelsitud de “Salir mal” y “Derribar estatuas”. La primera con su aliento sombrío pero embaucador; la otra, convertida en hipnótico himno. Ambas con profundas pinceladas de cuerdas. El sencillo borbotear de “Eso es todo”, a pesar de la perenne desazón que imprimen batería y cuerdas disonantes; y el folk narcotizado de la irónicamente titulada “Ritmo”, conviven sin artificio con la pirotecnia rítmica de “El mejor”. Así como el latir expectante de fondo ajetreado de “Quieto” con el caos de “Quatro”. Y, finalmente, el dúo contrapone, ya sin apoyo externo, la placidez exótica de “El espejo” y “Discípulos”, ésta por derroteros plenamente electrónicos, con un cierto hieratismo que me lleva a imaginar lo que harían en la actualidad La Décima Víctima. El disco que he estado esperando en el último año. Sin duda.



Reseña del CD “Derribar estatuas” (Los discos de la conciencia, 2000)
Publicado en octubre de 2000 en la revista El Batracio Amarillo (disco del mes)

16 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (45)


THE DELGADOS “The great eastern” (Chemikal Underground)



El tercer elepé de la banda de Glasgow supone una superación de la corrección pop juvenil en pos de lo subliminal de las dobles lecturas, las construcciones intrincadas y los estribillos con calado. Con la garantía del Mercury Rev Dave Fridmann en la producción, The Delgados trabajan sobre sentimientos sin tapujos mediante delicadas sinfonías de recogimiento y lirismo; con majestuosidad y frondosidad sonora. Un trabajo delicioso que basa su carácter en el mismo aroma clásico de unos Belle & Sebastian. Sonido de reminiscencias estadounidenses, atemporal y sobrio, como ese lamento arrastrado que recuerda a Tom Waits en “The past that suits you best”. Los temas parten de una sencillez acústica (la velvetiana Acussed of stealing”) y una pureza folk (“Reason’s for silence (Ed’s songs)”, “Make your move”) que pronto se ven absorbidas por el esplendoroso torbellino de los arreglos que Fridmann dispone en cortes como “Aye today”, el dramatismo que alcanza “American trilogy” o en los ecos neo-country de “Knowing when to run”, volatilizados entre evocadoras cuerdas. También hay sitio para la contundencia: rompiente y cortante dentro de esa maravilla a dos voces que es “Thirteen gliding principles”, e iridiscente al surgir de “No danger” y “Witness”.



Publicado en octubre de 2000 en la revista El Batracio Amarillo.

15 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (44)


DAVID HOLMES “Bow down to the exit sign” (Go! Beat-So Dens-Universal)



Servirse convenientemente de la electrónica, o servirse convenientemente del rock. Ahí pueden residir algunas de las claves para la supervivencia del rock más visceral y estimulante. El pinchadiscos David Holmes apuesta por eso, se acerca al rock lo mismo que Primal Scream abrazaron la electrónica, fundiéndose en una colisión epatante, vertiginosa, sin vuelta atrás. Crea un mare mágnum rítmico en el que cabe toda la carga tórrida de un riff de piano de lo más groove, “Compared to what”, o la urgencia exultante y sucia de una guitarra stoniana seguida inevitablemente de la voz de Bobby Gillespie, gurú vocal del rock del próximo siglo (“Sick city”). Se ofrecen las líneas maestras del mejor rock, su vertiente más excitante, a través de la combinación de un furibundo recorrido aéreo de samples y efectos, y un envilecido conjuro terrestre de guitarras horadantes, bajos y percusiones, oficiado por alguien a quien se le va a permitir traer y llevar los sonidos cuando y como quiera, acompañarse de quien quiera y subvertir el orden que le apetezca. Así, Holmes puede extender su “actitud” rock a densos apuntes de Barry Adamson; sumergirse en lodos de blues: con Jon Spencer cantando en “Bad thing”, el ambiente de “Out run” con Martina Toppley-Bird deslizando estribillos irrefutables, o la espiritual “Living room”, contando con la arenga de Carl Hancock Rux. Retomar a Gillespie para, mediante un manto de Farfisa y guitarras, mezclar ritmos negros con garage oscuro en “Slip your skin”, ofrecer con “Zero tolerance” a una Martina turbia, juguetona y punk; o hacer viajes panorámicos de voluptuosidad sonora tal que los Primal Scream más lisérgicos en “69 police”. Todo ello encadenado con credibilidad y naturalidad. Siglo XXI.



Publicado en octubre de 2000 en la revista El Batracio Amarillo.

14 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (43)


DEATH IN VEGAS “The Contino sessions” (Deconstruction)



Richard Fearless y Tim Holmes vuelcan sus influencias, curiosidad sonora y bagaje en un segundo proyecto que es ya una vía creativa en sí mismo. Escuchándolo, se me hace difícil relativizar su importancia en el contexto rock actual. Porque, a pesar de su fuerte sustrato electrónico, éste está al servicio de una idea de rock; persiste y destaca esa enjundia sólo conseguida con guitarras, la emoción y densidad transmitidas mediante instrumentos más o menos convencionales. Algo parecido a esa conexión terrestre que mantuvieron siempre Spacemen 3. Un tema inicial como “Dirge” es una prueba de genialidad: teje una maravilla sobre dos acordes, elevándola, desarrollándola y manipulándola hasta que la electricidad planeadora colisiona con los sintetizadores. En “Soul audionner” canta Bobby Gillespie, un ejercicio psicodélico sobre base hip-hop que debe tanto a Happy Mondays como a Primal Scream. “Death threat” evoluciona entre dub y guitarras saturadas, como unos Massive Attack endurecidos y sofocantes. Se pasa de la inundación de psicodelia de “Flying” a las espirales repetitivas de “Aisha” (que emula el riff clásico stooge con la voz de Iggy Pop), o a la suntuosa arquitectura de “Neptune city”. En “Broken little sister” es Jim Reid de The Jesus & Mary Chain quien canta, en un tema que rescata el éxtasis eléctrico de éstos; y la embriagadora “Aladdin’ story” es el último y vaporoso acierto de un trabajo inolvidable.



Publicado en mayo de 2000 en la revista El Batracio Amarillo.

12 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (42)


BOSS HOG “Whiteout” (city Slang-Virgin)



Jon Spencer se toma un año sabático con la Blues Explosion y resucita a Boss Hog, la intermitente banda que mantiene desde finales de los ochenta con su esposa, Cristina Martínez. Lo que fuese otro ejemplo de chatarra sónica y desmesura surgida de la infecciosa raíz de Pussy Galore, ya mostró con “Boss Hog” (Geffen, 95) un carácter cada vez más refinado, que ahora llega a extremos que los colocan en el mismísimo umbral de la comercialidad. La producción, dividida entre el Cardigan Tore Johansson (que también se ocupó del “Good humor” de Saint Etienne) y Andy Gill de los Gang of Four (responsable de “Social dancing” de Bis), colabora para ello, mostrando la guitarra de Spencer en un discreto segundo plano o en un primero sin demasiada mordiente; marcando nítidamente los ritmos y dotando a los teclados de Mark Boyce de mayor presencia y relevancia. Sea como fuere, lo que aquí destaca se encuentra en los cinco primeros cortes, inspirados jugueteos de r’n’b en singles potenciales del calibre de “Whiteout”, “Chocolate” (que recoge algo de la Blues Explosion), “Nursery Rhyme” o “Fear for you”, donde Cristina maúlla como si de Nancy Sinatra se tratase. Aparte del sugestivo y fibroso rock de “Stereolight”. A partir de ahí la cosa pierde pegada, “Get it hile you wat” aniquila el espíritu Boss Hog con su descarado parecido con Garbage; y aunque “Jaguar” recupera un poco el sitio, sólo volvemos a vibrar al final, con el sonido garage presente en “Trouble” y “Monkey”, ambas producidas por el grupo.



Publicado en mayo de 2000 en la revista El Batracio Amarillo

11 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (41)


VAINICA DOBLE

“LAS HADAS QUE UN DÍA NOS CANTARON”


En el dúo Vainica Doble (Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen) se dan cita factores poco usuales en el transcurrir de la música popular en España: su carrera ha sido intermitente, que no irregular ni errante, y se ha desarrollado durante más de treinta años sin que su personalidad se haya resentido especialmente. Salvo algunos conatos progresivos y de fusión (“Contracorriente” Gong, 76), su sonido ha ido siempre por los mismos derroteros. Su fabulación constante, sus pequeños cuentos, encontraron desde el principio el mejor acomodo en las suaves líneas instrumentales de un folk-pop tocado tangencialmente por el rock, huyendo siempre de la estrechez sonora de la canción protesta de los setenta. Un sonido que es el brote de la suma de sus personalidades, maduro y esmerado; divertido aunque con el poso a veces amargo de unos textos medidos, hilvanados con precisión, cosidos con el cariño y el vasto conocimiento del lenguaje por parte de Carmen. Descriptivos a veces hasta el detalle, siempre pendientes de su rima consonante, de su cohesión interna; cargados de sentimientos, imágenes, sensaciones y sentido. Algo así como escuchar una canción, disfrutarla y a la vez estar pendiente de cómo acaba, o recordarla y evocar una imagen antes incluso de que surja un tarareo. La discontinuidad de su carrera fue algo provocado por una independencia real, por la búsqueda de una libertad personal que garantizaba de paso una autenticidad a cada entrega discográfica sin parangón en su momento.  Extendiendo una callada pero creciente influencia, un fluente susurro que acrecentó su prestigio y las puso en boca de todas las generaciones musicales que las sucedieron.



Ahora se despiden a través del sello Elefant (sin duda el mejor sitio que podrían elegir), hecho desgraciadamente coincidente con el fallecimiento de Carmen Santonja. Dejan un delicado adiós que las termina de perpetuar en la memoria de las melodías más sutiles y emocionantes. Con “En familia” recuperan la senda de “Taquicardia” (Nuevos Medios, 84). Grabado realmente como su título indica, rezuma buen gusto en la producción, contención y sabiduría, tocando todos los palos del mundo vainiquero. Suspende desde la inicial “Chiribitas de limón”, predisponiéndonos a un estado de percepción distinto. Ofrece nuevos retratos y personajes para una galería ya amplia y paradigmática, tanto de la España que les tocó observar (el vals “Don Marcial”, “La vegetariana” o “El chalé”) como de una imaginación capaz de insuflar el halo de lo onírico a la cotidianidad más absoluta. Algo así ocurre en “El ruido”, o cómo hacer un canto a la vida de un problema de lo más común (cántasela a tus vecinos). Regala las más estremecedoras declaraciones de amor con “Dices que soy” y “Quiero tu nombre olvidar”, y vuelca la mayor de las ternuras (“Nana en re”). A la vez se caricaturizan como protagonistas del rocanrol “La flor de la canalla”, le dan al boogie-rock  en la mencionada “La vegetariana”, o hacen gala de pícaro buen humor con la chispeante “Chinita de Shangai”. Recuperan de su cancionero televisivo “El rey de la selva”, con ese ambiente de trompeta y percusiones tan poco habitual en el pop actual y… deja que la varita toque a tu alrededor.



Reseña del CD "En familia" (Elefant, 2000)
Publicado en febrero de 2001 en la revista El Batracio Amarillo (disco del mes)