EL ESTADO Y LA HISTORIA
“LA TRANSFUSIÓN NECESARIA”
Supongo que preparar un material espaciado en el
tiempo (durante años), debe dar la posibilidad de conocerse como autor, de comprobar
si realmente se tiene algo dentro y de explorar de qué se trata. En caso de que
haya algo, la consecuencia inmediata debería ser un sonido propio, alambicado
tras años de natural asimilación de influencias y de maduración de ideas que no
paran de flotar. Creo firmemente que es el caso de los granadinos José Sabio (voz y guitarras) y Antonio Vilches (sintetizadores y sampler). El primero fue cantante de los
míticos KGB, y el segundo ya formaba
parte de EEYLH desde hace años,
enigmática actividad vanguardista que tenía a muchos buenos aficionados
pendientes y esperanzados. Secundados por una suficiente representación del
panorama local a cargo de los instrumentos convencionales de apoyo, EEYLH es
una respiración agitada, una mirada, una atmósfera enrarecida por la presencia
latente de una energía contenida y rabiosa. El sonido fluye con una naturalidad
insultante; a la vez familiar y desconocido, genera una tensión orgánica y un
punto anhelante que va a ser liberada a través de una profunda vocación
melódica: estribillos que expanden el sofoco, turbulentos intersticios llenos
de luz. Estamos ante algo que suena a propuesta, a reto.
Tras un primer contacto, los temas toman rápidamente
posiciones, se desmarcan los unos de los otros a pesar de sus características comunes:
un ambicioso entramado ambiental, minucioso y efectivo de sampleados y sintetizadores; matices de diversas tonalidades,
abigarrados o dulcemente alineados, que garantizan una profundidad sonora
intensa y viva, apoyada por instrumentos eléctricos y con el contrapunto casi
permanente de una guitarra acústica especialmente presente y nítida, tan
cercana que desarbola. mientras, la voz se intercala, como dejándose ir en una
narración pausada y descriptiva, marcando con su mensaje críptico el devenir de
la melodía en todo su contorno. Dotando de vida propia a unos temas mucho más
heterogéneos de lo que cabía esperar; composiciones que son ante todo
canciones, perfectamente defendibles en directo y en cualquier formato.
Desde el carácter doliente y adictivo de “Mercedes GM”, se respira un espacio
distinto, una nueva velocidad que se adensa, expandiéndose a cada segundo;
confirmados por el lirismo extremo, preciosista y minimalista de “Debajo de la piel”, medio tiempo
intenso. “Estado de conciencia” conserva resabios de Sonic Youth en las guitarras, en otro ejercicio de tensión casi
épica y sideral, una categórica espiral de solemnidad que enlaza con la
excelsitud de “Salir mal” y “Derribar estatuas”. La primera con su
aliento sombrío pero embaucador; la otra, convertida en hipnótico himno. Ambas con
profundas pinceladas de cuerdas. El sencillo borbotear de “Eso es todo”, a pesar de la perenne desazón que imprimen batería y
cuerdas disonantes; y el folk narcotizado de la irónicamente titulada “Ritmo”, conviven sin artificio con la
pirotecnia rítmica de “El mejor”. Así
como el latir expectante de fondo ajetreado de “Quieto” con el caos de “Quatro”.
Y, finalmente, el dúo contrapone, ya sin apoyo externo, la placidez exótica de “El espejo” y “Discípulos”, ésta por derroteros plenamente electrónicos, con un
cierto hieratismo que me lleva a imaginar lo que harían en la actualidad La Décima Víctima. El disco que he
estado esperando en el último año. Sin duda.
Reseña del CD “Derribar estatuas” (Los discos de la
conciencia, 2000)
Publicado en octubre de 2000 en la revista El
Batracio Amarillo (disco del mes)
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