VAINICA DOBLE
“LAS HADAS QUE UN DÍA NOS
CANTARON”
En el dúo Vainica
Doble (Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen) se dan cita
factores poco usuales en el transcurrir de la música popular en España: su
carrera ha sido intermitente, que no irregular ni errante, y se ha desarrollado
durante más de treinta años sin que su personalidad se haya resentido
especialmente. Salvo algunos conatos progresivos y de fusión (“Contracorriente”
Gong, 76), su sonido ha ido siempre por los mismos derroteros. Su fabulación
constante, sus pequeños cuentos, encontraron desde el principio el mejor
acomodo en las suaves líneas instrumentales de un folk-pop tocado
tangencialmente por el rock, huyendo siempre
de la estrechez sonora de la canción protesta de los setenta. Un sonido que es
el brote de la suma de sus personalidades, maduro y esmerado; divertido aunque
con el poso a veces amargo de unos textos medidos, hilvanados con precisión,
cosidos con el cariño y el vasto conocimiento del lenguaje por parte de Carmen.
Descriptivos a veces hasta el detalle, siempre pendientes de su rima
consonante, de su cohesión interna; cargados de sentimientos, imágenes,
sensaciones y sentido. Algo así como escuchar una canción, disfrutarla y a la
vez estar pendiente de cómo acaba, o recordarla y evocar una imagen antes
incluso de que surja un tarareo. La discontinuidad de su carrera fue algo
provocado por una independencia real, por la búsqueda de una libertad personal
que garantizaba de paso una autenticidad a cada entrega discográfica sin parangón
en su momento. Extendiendo una callada
pero creciente influencia, un fluente susurro que acrecentó su prestigio y las
puso en boca de todas las generaciones musicales que las sucedieron.
Ahora se despiden a través del sello Elefant (sin
duda el mejor sitio que podrían elegir), hecho desgraciadamente coincidente con
el fallecimiento de Carmen Santonja. Dejan un delicado adiós que las termina de
perpetuar en la memoria de las melodías más sutiles y emocionantes. Con “En
familia” recuperan la senda de “Taquicardia” (Nuevos Medios, 84). Grabado
realmente como su título indica, rezuma buen gusto en la producción, contención
y sabiduría, tocando todos los palos del mundo vainiquero. Suspende
desde la inicial “Chiribitas de limón”,
predisponiéndonos a un estado de percepción distinto. Ofrece nuevos retratos y
personajes para una galería ya amplia y paradigmática, tanto de la España que
les tocó observar (el vals “Don Marcial”, “La vegetariana” o “El chalé”) como de una imaginación capaz de insuflar el halo de lo
onírico a la cotidianidad más absoluta. Algo así ocurre en “El ruido”, o cómo hacer un canto a la
vida de un problema de lo más común (cántasela a tus vecinos). Regala las más
estremecedoras declaraciones de amor con “Dices que soy” y “Quiero tu nombre olvidar”,
y vuelca la mayor de las ternuras (“Nana en re”). A la vez se caricaturizan como protagonistas del rocanrol “La flor de la canalla”, le dan al boogie-rock en la mencionada “La vegetariana”, o hacen gala de pícaro buen humor con la
chispeante “Chinita de Shangai”.
Recuperan de su cancionero televisivo “El rey de la selva”, con ese ambiente de trompeta y percusiones tan poco
habitual en el pop actual y… deja que la varita toque a tu alrededor.
Reseña del CD "En familia" (Elefant, 2000)
Publicado en febrero de 2001 en la revista El Batracio Amarillo (disco del mes)
No hay comentarios :
Publicar un comentario