Eres la
gota
aceitosa
venenosa
salvaje.
El
eslabón defectuoso,
la
secreción perdida,
el
orden roto del capitalismo.
Eres el
suspiro de la gasolina.
El
embeleco que baila
sobre
nuestras cabezas;
que
huele a fuego;
que no
se ha encerrado
en ningún
tanque;
que no
se ha sumado
a
ninguna fuerza.
Eres
una cosa distinta
para
cada mirada,
para
cada día,
para
cada semana.
Eres la
gota que vive
y tiembla
en el aire.
La
huidiza y nerviosa
promesa
incumplida de ámbar
que
filtra el sol
y
encierra la luz
en un
círculo gaseoso,
en un
pie a tierra,
en un
ahogo de números y rectas
Eres la
gota que nunca llueve,
el fin
pendiente de un hilo
que
nunca termina de llegar,
la
frustración que suda en el aire.
Eres la
pequeña ola de dolor.
Las
venganzas
las
promesas
los
lamentos
que
chasquean las bocas cerradas
alrededor
de los semáforos.
Eres la
gota indecisa
embarrada
en su libertad,
embriagada
en su sueño,
creada
para arder en pos de algo
que no
aparece,
que no
se deja ver.
Inflamada
por la angustia
y esa
incierta esperanza
que
consigue que aún
no te
hayas estrellado
contra
el suelo.
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