6. EL ANTIHÉROE DE LOS GATOS Y SU PLUMA
Parecía vivir y escribir en una solitaria trinchera desde la que no se
agitaba ninguna bandera, disparando en muchas direcciones breves escupitajos de
veneno y sarcasmo sin asomo de victimismo. Era el antihéroe que bajaba de las
montañas a llamar a las cosas por su nombre, pero que, en el trance, se sumergía
en sus propias contradicciones para escribir versos atemporales. Cómodo y hábil
en la observación de la realidad más cruda, en ocasiones espeta, provoca,
muerde o reflexiona, pero detesta ser la voz de nadie. Sus textos no tratan de
satisfacer al oyente, no te dice lo que quieres oír, característica principal
del rock panfletario. Es un realista duro, por momentos despiadado, rotundo en
las comparaciones y adjetivaciones; que en muchas de sus letras reprocha la
inacción, el dejarse llevar por falsos sueños (a “confundir lo deseable con lo
posible”) o muestra con gesto burlón el espejo de la sórdida realidad a las
decenas de personajes que pueblan sus canciones. En éstas encontramos reflexiones
con filo, rebeldía pura, llamadas a la autoafirmación; zamarreos al sistema
educativo; consideraciones sobre la violencia o la muerte. Hombre de pocas pero tajantes metáforas, muchas estrofas
memorables, y mensajes elaborados de poderosas imágenes, y no sólo por su contenido
duro o sarcástico, o ese humor grueso chirriante que a veces emplea sin
contemplaciones; sino por su belleza y profunda capacidad evocadora. Azote de
hipócritas y convenciones políticamente correctas. Incesante creador o
protagonista de historias suburbanas (el noventa por ciento de sus letras están
basadas en experiencias propias, no en vano, muchas frases de sus textos
aparecen con frecuencia en respuestas de sus entrevistas o viceversa).
Destaca, claro, el subgrupo de
temas sobre delincuencia (cuya máxima expresión considero que es “Bestia, bestia”, por su cualidad
instantánea), donde incluye reflexiones sobre el particular y ahonda en
vertiginosos retratos en
crudo que huelen a pelea callejera, a rabia e inadaptación, a calles húmedas, y
sirenas. No desmerecen las relaciones de pareja, normalmente
turbulentas, tratadas sin ambages, y sin ocultar heridas que supuran.
En sus textos se recorren con frecuencia pasajes líricos u oníricos, a
veces interrumpidos por el quiebro de una mueca mordaz, un verso cortante; como
golpearse contra un muro, o verse sorprendido por un estallar de cristales,
como un picotazo inesperado. Entre sus influencias y gustos literarios
encontramos autores tan dispares como Quevedo,
Nietzsche, Pío Baroja, Rimbaud, Juvenal o Marcial.
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