1. AL BORDE
Cuando observé
desde mi ventana la zona, aún protegida por lonas, en la que debía estar a
estas alturas colocada la estatua (pendiente de inauguración política y
cultural adocenada, de esa de rodilla en tierra y uñas manicuradas) me vino a
la cabeza el último concierto de Ilegales al que asistí, uno de los postreros
de la banda tras más de mil actuaciones en directo. Rememoré a Jorge Martínez retirando el sudor de su
cabeza por el método de recorrer su calva con el borde de la mano, dejando caer
sobre el escenario un chorro febril y eléctrico; saludando al público (“señores
y señoras”) satisfecho; perorando y gesticulando, relatando anécdotas y
narrando, mientras bebía, de forma absolutamente gráfica, cómo su organismo
absorbía el alcohol. Recordé que sonaron casi todos los temas conocidos, y
otros no tanto. Faltaron “La casa del misterio” y “Bestia, bestia”.
Siempre falta algo. Miré hacia ese espacio vallado donde pronto aparecería una
figura guitarra en ristre y pensé en Jorge, esa anomalía andante, ahora a un
paso de la inmortalidad de piedra. Pensé en el hombre solitario, aunque siempre
rodeado de proyectos, de colaboradores, de polémicas y leyendas urbanas. Un
ligero olor a azufre subía desde el parque.
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