Grisura, vaporoso precipicio de piel lechosa,
se recoge los cabellos.
Desde su perfil ovalado y esquivo
se ofrece como amuleto
en una calle echada a suertes
que crepita bajo sus pies:
nadie mira de reojo como ella.
Grisura, cándida y amable.
Trampa, punto y aparte.
Vende aire envolvente, viento que enreda,
borde cortante.
Grisura llama a su pecho caliente
a todos los pájaros rotos,
que ya desaparecen para siempre;
e irradia calor de contradicción
y metal a sus amantes,
que terminan mordiéndose
los unos a los otros.
Es el sol de luz de lavabo en tu oscuridad,
la dulce curva infinita de la esquina,
nuestra virgen del pulso firme
siempre armada y vigilante.
Un día, en mi juventud, la sorprendí
pescando en las ruidosas aguas de mi alma:
nadie se da la vuelta como ella.
Grisura, nuestro referente de la certeza,
la mirada más buscada,
la fiel vendedora de sueños sin cortar.
Grisura provocará el deshielo en tus ojos,
te esperará todas las mañanas
sonrisa en mano, presta a disparar.
Te elevará volando
en una caricia
y se difuminará entre la multitud
para tu caída contemplar:
nadie lleva el dedo a tus labios como ella.
Grisura, luna ajada de aguardiente,
mis temblores calmarás.
Grisura, prodigio de humo y ceniza,
llave y candado,
lo borraste todo, ¿verdad?
Poema incluido en la antología dedicada a la poesía granadina por la revista Lumbre, "Versos al amor de la lumbre" (2020).
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