Hay personas que, si algún día viajan en
globo, gritarán y mirarán hacia la inmensidad del cielo embobadas y llorosas,
sintiéndose parte de él. Abrirán la boca para recibir la brisa, extenderán los
brazos y experimentarán un acariciante y vertiginoso temblor al ver agrandarse
y difuminarse el paisaje bajo sus pies. Otras, sin embargo, se limitarán a
mirar los rostros de admiración, frustración, temor o envidia de los que no
pudieron subirse y, cuando estos se vuelvan borrosos, empezarán a desear con
todas sus fuerzas que el viaje termine.
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