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15 diciembre 2024

MENSAJE EN UNA BOTELLA (67)

 JOSÉ IGNACIO LAPIDO "Ladridos del perro mágico" (Pop Quark-Big Bang, 1999)


Canciones compuestas para permanecer, para ser encontradas por alguien que las conservará en el recuerdo el tiempo suficiente para poder comunicarlas a otro y que así nunca dejen de sonar. El debut del que fuera líder de 091 despliega, como siempre, una colección de canciones en las que se deja mucho; textos que devuelven interés y credibilidad a las baladas, nacidas en ese punto en que las carreras de Bob Dylan y The Rolling Stones se encontraron. Sonido contenido, formado por un entramado de guitarras vehementes, sensiblemente hirientes o lacerantes; que, en los tiempos rápidos, envuelven en contundencia y espinas ese ya clásico sentido pop del autor, esos estribillos inmarcesibles o los cuidados coros ("Sigo esperando"). O crean expresivos fraseos de blues bajo los auspicios de Bo Diddley ("Mi nombre es Sísifo").




Publicado en 1999 en la revista El Batracio Amarillo


Ladridos del perro mágico  ha sido reeditado por Pentatonia Records en 2024. Remasterizado y con dos temas extra, en formato doble vinilo, CD

25 septiembre 2022

MENSAJE EN UNA BOTELLA (66)



BRUNO GALINDO “Toma de tierra” (Libros del K.O., 2021)


A poco que te interese el devenir de la música popular durante los últimos cuarenta años, hay un porcentaje amplísimo de posibilidades de que, si te da por hojear este libro en cualquier librería, te sea imposible soltarlo hasta terminar el capítulo por el que lo hayas abierto; e incluso, que experimentes la imperiosa necesidad de continuar la lectura en casa hasta el final ese mismo día. Se trata de un relato autobiográfico a la fuerza trepidante y jugoso, dada la posición neurálgica del autor durante años dentro de la industria discográfica y su inquietud vital y creativa; que huye de toda linealidad repartiéndose en ochenta breves capítulos que pasan como una exhalación, a su vez divididos, como el propio autor explica, en tres tramos que abarcan el relato periodístico, el industrial y el artístico. Bruno Galindo ha estado en todas esas trincheras y, lejos de confeccionar unas memorias autocomplacientes que giren en torno a sí mismo, echa mano de sus recuerdos y archivo para exponer (enriquecida y bien argumentada) su visión del tiempo que le ha tocado vivir. Una visión tan apasionada como desencantada, aunque siempre lúcida; crítica, pero también autocrítica. Es más testigo privilegiado que protagonista, papel que, salvo en escogidas ocasiones, rehúye. La mirada del periodista, del observador, se impone. 




Del magma de su vida, su experiencia y bagaje, Galindo destila un sutil análisis y una mirada global e incisiva del período que ha traído los cambios más radicales y definitivos en la forma de hacer y escuchar la música, de transmitirla y promocionarla. Años que fueron tan vertiginosos y luminosos como contradictorios y decepcionantes para nuestro país; y que el autor recorre sin encallarse, saltando sin titubeos del flash a la anécdota, del recuerdo conciso y mordiente a la evocación o la peripecia, de lo cotidiano a lo insólito, de la opinión cortante a la disquisición. Las vivencias y los puntos de vista de aquellos que han formado parte del engranaje de la música pop suelen generar fascinación entre los aficionados, que recibimos el influjo de esta completamente ajenos a las circunstancias reales que la rodean. Esta lectura donde, entre muchos otros, Mariah Carey, Prince, Stiv Bators, Luis Miguel, U2 o The Cramps comparten protagonismo, satisface en buena medida esa curiosidad y permite acercarse al fenómeno musical con otros ojos. 

10 septiembre 2021

MENSAJE EN UNA BOTELLA (65)

LE MANS “Aquí vivía yo” (Elefant, 1998)




Algo vería Alejo Alberdi en aquellos cuatro donostiarras de Aventuras de Kirlian cuando se decidió a llevarlos a Madrid y producir su debut (“Aventuras de Kirlian”, (DRO, 1989)). La anomalía que suponían su militancia naif y sus ímpetus nuevaoleros para la época, trajeron consigo la consabida indiferencia de la discográfica; por lo que Peru Izeta (batería), Jone Gabarain (voz), Teresa Iturrioz (bajo) e Ibon Errazquin (guitarra), decidieron a finales de 1990, ya como Le Mans, y con Gorka Ochoa a la batería, pasando Peru a la guitarra, grabar un nuevo disco a su ritmo y con sus propios medios. Posteriormente, el sello Elefant se cruza en su camino definitivamente y, para enero de 1994, “Le Mans” ya está en la calle. Es un trabajo que continúa la tónica del anterior (no en vano la mayoría de las canciones pertenecen a aquella época), inaugurándose la era de las canciones indispensables con el elegante funk de “Un rayo de sol”. De todas formas reniegan de él.

Ese mismo año, “Entresemana” vino a mostrar las verdaderas intenciones del grupo. Asistimos a un cambio sustancial que hace discurrir los temas en medio de una delicadeza cautivadora; con un sonido eminentemente acústico, dotado de serenidad y poso por la recurrente presencia de violín y chelo. Se incorporan las cadencias bossa que el grupo explorará en el futuro, las cuales refulgen en “Canción de si tú me quieres”. Un sosiego que armoniza con una voz convertida ya en susurro tibio y plácido. Además, Teresa concreta esos textos en castellano de desdramatizada celebración de la cotidianidad que tantas ganas me dan de tomar café.




Tras su acercamiento a la música de baile con “Zerbina” (1995), llega la hora de “Saudade” (1996), donde la austeridad toma un cariz más circunspecto que nunca, con un sonido basado en guitarra española y chelo. Se acaba para siempre la inmediatez, manda la segunda escucha. Errazkin es ya un personaje imprescindible para el pop español de los noventa.

La despedida se fragua entre 1997 y 1998 a través de tres lanzamientos (dos maxis y un elepé), en cuyas portadas destacan cada una de las letras de la palabra “fin”. La “F” es “Mi novela autobiográfica” (1997), calidez y hastío, dulzura didáctica, inspiración y sequedad. La “I” pertenece a “Ying-yang” (1998): brillantez pop, tenuidad, destellos de bossa juguetona y experimentación.  




La “N” se corresponde con “Aquí vivía yo” (1998), y supone el colofón a esta enigmática, algo perversa y, finalmente, monumental despedida. De la austeridad se pasa al puzle sonoro, en un trabajo de auténtica orfebrería de estudio que no les resta sutilidad ni naturalidad. La guitarra española vuelve a tomar el mando, pero irrumpen percusiones de todo tipo, metales de otro tiempo subrayando lo justo, vuelos de órgano, piano, mandolina, programaciones y samples. Una genial convivencia de matices y estados de ánimo con los que la ambientación alcanza su plenitud (qué emocionante la belleza desprendida de la escueta despedida de “Sic transit gloria mundi”, con la voz de Josetxo Anitua). Así pues, Le Mans han pasado a formar parte del reducido olimpo de los grupos que prefieren desaparecer antes de repetirse. Hasta siempre.

 

 

Publicado en 1998 en la revista El Batracio Amarillo

07 septiembre 2021

MENSAJE EN UNA BOTELLA (64)

JON SPENCER BLUES EXPLOSION “Acme”(Mute-Everlasting)



Este trabajo sirve para clarificar un poco más la marca indeleble de una forma de entender el rocanrol. El lacerante cóctel de primitivismo blues, funk fracturado y crudeza sónica de costumbre, aquí se muestra pulido e incluso brillante. Es como un receso en el camino para reconsiderar lo ya recorrido y matizarlo; ahondar y reflexionar sobre ello. Indagan en sus posibilidades sin perder un ápice de impacto y frescura, ya que estamos ante una nueva consagración al ritmo: seco, abrupto y cortante. Subrayado por mezclas sagaces, scratches severos y guitarras sincopadas. Sin ser “Orange” (Crypt, 1994), viaja frenético del r´n´b al funky y viceversa, repostando en The Rolling Stones como medio y fin de su sonido. En “Do you wanna get heavy”, Jon Spencer va mutando de polvoriento crooner a desquiciado James Brown envuelto en sentidos coros góspel. Suenan depurados y esenciales en “Calvin”, “Magical colors” o “Torture”. Funden a Lou Reed con los Stones más lúcidos y Van Morrison que pasaba por allí en la excelsa “High gear”. Suenan obstinadamente setenteros en “Give me a chance” y se recuperan a sí mismos en “Attack”. Además, propinan tóxicas y generosas dosis de funk turbulento, como “Talk about the blues”, el saturado guiño a The Beastie Boys que es “Lovin’ machine” o “Bernie”. Como viene siendo habitual en sus grabaciones, el trío estadounidense vuelve a contar con un envidiable plantel de colaboradores: Steve Albini, Jim Dickinson, Calvin Johnson



Publicado en 1998 en la revista El Batracio Amarillo


29 agosto 2021

MENSAJE EN UNA BOTELLA (63)

SIX BY SEVEN “The things we make”(Mantra-Everlasting)



Como unos Spacemen 3 más terrenales o unos Codeine punzantes, el debut de este quinteto de Nottingham nos hace despegar mediante un muro sónico de guitarras que avanza uniforme, vibrando en primer plano y expandiéndose nocivamente a través del saxo y ese órgano tembloroso. Un viaje que deviene delirante y que tiene la facultad de detener el tiempo o, al menos, entretenerlo maravillosamente entre espesas capas de electricidad. En “A beautiful shape” aparecen gaseosos dibujos melódicos entre volutas de saxo y órgano; “European me” supone una elevación de electricidad contenida, cargada de lírica enfermiza y guitarras horadantes, tales como las de “Spy song”, que crecen en narcótico viaje sensorial, derivando en tormenta sónica. “Something wild” es un repente de accesibilidad frustrado por la tensión; “Brilliantly cute” apuesta por la rotundidad; la inmensidad de “Oh! Dear” deja escapar algo de luz, y en la desolada “88-92-96” llegan a recordarme a Come. La psicodelia de “Candlelight” suena algo manida para mejorar al hacerse incisiva; y queda sitio para el pop al gusto de los Mercury Rev más tangibles (“For you”). A la hora del aterrizaje, desconectan las guitarras en la evocadora “Comedown”.



Publicado en 1998 en la revista El Batracio Amarillo




26 agosto 2021

MENSAJE EN UNA BOTELLA (62)

NIÑOS MUTANTES “Mano, parque, paseo” (Astro, 1998)




Un paquete de canciones con inequívoca vocación pop, presentadas de forma tensa y ruidosa, sin apenas arreglos; recayendo toda la responsabilidad de su efecto en la inspiración melódica de los temas y en el tesón con que son interpretados. Una apuesta sonora certificada por la producción de Paco “Loco” Martínez, que va de la eficaz brevedad de “La fuerza” a la introspección de “Anillo”, desarrollando unos textos que son una auténtica exhibición de sentimientos a flor de piel. The Pixies se extienden por el efectivo vértigo de “Veneno-polen”, en la rotundidad de “Tormenta”, así como en “Caramelos” o “Katherine” (en las que, sobre todo en la segunda, reside la respuesta a lo que harían Los Brincos dentro del mare mágnum noise de los noventa). Esta influencia del pop español de los sesenta se hace también patente en otros cortes, como “Segesta” o “Isabelita”. ¡Ah!, y en “L.s.i.” se topan de bruces con los últimos Planetas.

 

 

Publicado en 1998 en la revista El Batracio Amarillo


23 agosto 2021

MENSAJE EN UNA BOTELLA (61)

Arancha Moreno “Conversaciones con José Ignacio Lapido” (Efe Eme, 2021)

 

Ella pregunta y siempre escucha hasta el final. Va paso a paso, estructurando la charla cronológicamente, pero sin constreñir nada; creando el clima de complicidad adecuado. Cede todo el protagonismo a su interlocutor, algo no tan frecuente en estas lides. La autora deja espacio para el encuentro del lector con José Ignacio Lapido. No se coloca entre ambos, afanándose por hacerse notar. Se trata de una serie de conversaciones que se enriquecen y avanzan distendidas a base de digresiones, golpes de humor, reflexiones espontáneas y giros inesperados. No hay prisa, se nos narran las vicisitudes de un recorrido artístico al que no han conseguido doblegar ni el tiempo ni las modas, con todo lo que eso tiene de epopeya. La historia de un descreído que, por fortuna, nunca perdió la curiosidad. Más tarde, la autora se encargará de reordenar el contenido de cada capítulo mediante precisas e impagables introducciones.


 

El entrevistado, durante todo este accidentado y valiente proceso (que va de las charlas telemáticas provocadas por el estado de alarma recién decretado a los encuentros cara a cara), exhala el humo de su cigarrillo y rememora las idas y venidas de toda una vida dedicada a la música. Explica. Contesta. Inquiere y se cuestiona. Se muestra bastante autocrítico y nada autocomplaciente. Habla con detalle de sus inicios, de 091, de su carrera en solitario. Reflexiona acerca de sus textos, del proceso creativo y de las dificultades que atraviesa el autor durante el mismo. Expone con naturalidad cavilaciones y opiniones de todo orden: el devenir de la industria musical (con sus navajeos) y del consumo cultural en general. El acceso a la música, su consideración por el oyente, la forma de escucharla…, y un suculento etcétera.


La autora, provista del bagaje de una documentación exhaustiva, indaga y ahonda, como debe ser, en facetas poco conocidas de la persona que tiene enfrente. Así hasta terminar de componer el puzle de todo lo que ha ido conformando a un artista cada vez más inabarcable, en el sentido que el propio José Ignacio da a la obra de Dylan durante una de las charlas. Es un libro que parte de la admiración, pero huye del panegírico; que escarba y trata de ir más allá.



El amplio itinerario de este viaje aborda profusamente lo general sin dejar de demorarse en el detalle, sirviendo tanto al iniciado como a quien se acerque por primera vez al universo lapidiano. Arancha Moreno, directora de la revista Efe Eme, y autora también de libros sobre Coque Malla e Iván Ferreiro, completa con este, que será revisitado con frecuencia en el futuro, el retrato de un compositor cuya pluma constituye un hecho literario de primer orden que ante todo es canción y es rocanrol.

25 abril 2021

MENSAJE EN UNA BOTELLA (60)


Juan Cano Pereira “Los niños de las caras” (Pigmalión, 2020)

 

Echar mano de la memoria como material literario es un trabajo arduo y complejo, sobre todo cuando, como es el caso, ese recorrido por el pasado está muy alejado de cualquier tentación de autocomplacencia. Junto al arrojo y la meticulosidad desarrollados en “Los niños de las caras”, es conveniente destacar que, generalmente, los aconteceres contados por las personas que los vivieron tienen un valor intrínseco insustituible; una mirada más sincera, limpia y directa; ajena a artificiosidades y componendas estéticas. Por tanto, nadie mejor para narrar la peripecia de todo lo que supuso para Bélmez de la Moraleda la aparición de las famosas caras, que uno de esos niños que vivieron todo el proceso en primera persona y crecieron bajo su influjo. Contar con un escritor de este calibre entre ese grupo de chiquillos que nos miran desde la portada del libro, ofrece un punto de vista único. Y es que difícilmente podrá encontrarse en el futuro una mirada tan completa, cercana, honesta y humana como la expuesta por el autor a la hora de abordar este asunto y sus derivaciones.




 

Juan Cano consigue que el lector le acompañe con vivo interés por este trepidante recorrido histórico y vital, por momentos tan confesional. Afortunadamente, no ha jugado la baza de intentar fabricar una ambientación específica entre los contornos borrosos de la memoria. Antes de forzar su propuesta, ha sabido extraer la magia intrínseca que late en esta historia que es la suya, tan distinta a todas las demás y a la vez tan parecida. Ha liberado sus diversas ramificaciones y dejado fluir la intensidad que guarda cada anécdota, cada acontecimiento, cada circunstancia. Dota del suficiente relieve a los personajes y recrea las situaciones con ritmo y buen pulso, sin estancamientos, haciendo gala de una prosa tan afilada y punzante como cautivadora. No es literatura de aguachirle, es valiente, dispuesta a incomodar, llegado el caso. Muy alejada del anecdotario superficial y la autoindulgencia localista. El lector (independientemente del nivel de conocimiento o incluso del interés que le suscite el fenómeno paranormal en sí mismo) cae en la fascinación sin sentirse ni pastoreado ni dirigido. Sin faltar al rigor, una profusa documentación y un amplio manejo de datos hacen convivir con amenidad y sin estridencias la novela iniciática y la aventura vital e íntima, con la agilidad de la crónica y el lúcido análisis socio-económico y político. Cano despliega para esta urdimbre, largamente meditada y sedimentada, una sabia manera de marcar los tiempos y de alternar los escenarios. Baraja con naturalidad lo onírico con lo descarnado, y su poder de evocación siempre desemboca en la reflexión. Todo está relacionado y bien cohesionado. Con un lenguaje utilizado con esmero, las descripciones son precisas y la ambientación te introduce hábilmente en el centro del relato. La ironía, y una ternura no condescendiente, conviven con la realidad más áspera en esta epopeya consistente en el reencuentro sin volver la mirada con todos lo que uno ha sido y con una parte crucial de la historia de su lugar de nacimiento.




 

Un relato, en definitiva, enjundioso, ilustrativo, generacional; que explora también, con apuntes interesantes, ese juego de espejismos que supuso el viaje de la nada al todo tecnológico que una generación de españoles experimentó en primera persona. Ese inopinado cambio de velocidades que tantos hemos vivido mientras nos quedábamos esperando en vano la aparición de la alfombra voladora que nos trasladaría al futuro deseado.

26 noviembre 2019

MENSAJE EN UNA BOTELLA (59)

Cristina Peri Rossi "Cosmoagonías" (Editorial Juventud, 1994)

En estos relatos de Cristina Peri Rossi todo es verdad; todo es esencia a la que se llega por los caminos más asombrosos. Por más vueltas que pienses que estás dando, nada es superfluo. Son páginas que desprenden un lirismo embriagador; enigmáticas, paradójicas, divertidas, caricaturescas.Tan mordaces como tiernas. Enmarcadas por el absurdo, nimbadas de cierto delirio cotidiano. Piel de alucinación que esconde un análisis certero y una lucidez brutal. Diálogos disparatados, que delinean en su avance un circuito de una lógica interna apabullante.


02 marzo 2019

MENSAJE EN UNA BOTELLA (58)


RICHARD DUDANSKI “Londres Ciudad Okupada” (Libros.com, 2017)



Los “períodos bisagra”, esos que suceden entre el decaimiento de lo anterior y la emergencia de lo nuevo, suelen ser confusos, variados, indómitos. Y en el mundo de la música también, claro. Por supuesto, todo forma parte de un proceso: lo anterior nunca decae del todo, ni es lo deseable; y lo nuevo no lo es tanto como parece, siempre viene precedido de algo. La gracia reside en ese vacío, ese espacio de expectación y libertad que se abre mientras el poder de influencia elige nuevos protagonistas. En 1974 el rock ya se había convertido en algo convencional y previsible, sujeto férreamente a unas reglas estéticas y sonoras concretas, si es que se quería progresar en las listas. Carne de estadio, gira, escándalos de nuevos ricos y ventas millonarias. Las grandes bandas daban vueltas alrededor de su pequeño mundo tras sus intereses comerciales y la prensa seguía su estela recibiendo aquiescente las migajas que caían de su mesa. Con unos referentes chapoteando en lo predecible y con el sueño de una música liberadora tan ajado, llega un momento en que a los medios de comunicación les azuza el oportunismo y comienzan a atender lo que pasa fuera de los envíos de discos provenientes de las grandes compañías; y estas, claro, más tarde o más temprano, saben renovar su negocio. 101’ers fue uno de esos grupos ajenos a lo que sonaba en la radio, siempre lejos de las portadas de la prensa especializada, que empezaron a funcionar en ese período en que se huele en el aire que algo tiene que cambiar, que algo va a pasar, pero no se sabe realmente qué ni cómo. Gente sin perspectivas comerciales que, liberados de la presión de pertenecer a una escena concreta o de las limitaciones que imponen las modas, tanteaban aquí y allá, hacían lo que querían y buscaban sus influencias de forma más libre y desprejuiciada.


Richard Dudanski


Richard Dudanski, observador y protagonista privilegiado, cuenta en este libro, de forma amena y coloquial, con interesantes y muy ilustrativas digresiones, tanto su rica peripecia vital como las vicisitudes de la banda de la que fue batería, 101’ers. Ilustrado con fotos de la época y dibujos de su mujer y compañera de tantísimas vivencias, Esperanza Romero, ya había aparecido en Gran Bretaña en 2014 (“Squat City Rocks”); y tres años más tarde lo tuvimos por fin entre nosotros en traducción de Luna Nother. Echando una mirada atrás relajada, sincera y autocrítica, el autor narra las dificultades y la libertad de ese mundo aparte, precario y eminentemente creativo que fue el movimiento okupa en el Londres de mitad de los setenta; del que conocemos abundantes y esclarecedores detalles cotidianos de la mano de alguien que estaba allí, no circunstancialmente, sino porque creía en esa forma de vivir y compartir. Dudanski es un tipo de difícil encaje dentro de la pantomima humana; libre, curioso, y aun hoy lleno de energía e ilusiones. Siempre idealista y, quizá por ello, con un poso de descreimiento que no le permitió tomar el desvío de lo convencional cuando la gran mayoría de los que le rodeaban lo hicieron. Alérgico a imposturas, firmemente asido a la autenticidad de los proyectos que emprende. Por eso resultan tan sugestivos su retrato sociológico del momento y sus consideraciones políticas o culturales; o tan aclaratorias las reflexiones sobre las miserias del mundillo, tras repasar su paso por 101’ers, PIL (él, tan escéptico respecto del movimiento punk, puede presumir de haber tenido como cantantes en sus grupos a Joe Strummer y a Johnny Rotten), Raincoats, su experiencia brasileña o la infinidad de colaboraciones y proyectos musicales llevados a cabo, con mayor o menor fortuna, hasta recalar en Granada en 1987. Destaca asimismo el cercano y vivo retrato del cantante de 101’ers, Woody (Joe Strummer), cuya presencia intermitente sobrevuela la narración sin acapararla. Así como sus opiniones sobre el advenimiento y las circunstancias del punk.   Un lúcido análisis ofrecido desde un punto de vista que no es para nada el habitual. No olvidemos que Richard rechazó ser el batería de The Clash, en aras de su libertad.

15 noviembre 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (57)


DR. DIVAGO “Complejo Alquería Frailes 13” (Bonavena, 2018)

Siento envidia de ti, descreído lector que puede que conozcas poco o nada de Dr. Divago. Me gustaría volver a tener la oportunidad, que a ti se te presenta, de descubrir la ya larga trayectoria de la banda valenciana partiendo de este álbum. Si eres amante del  power-pop, la new wave o el pop de los sesenta, todo impecablemente interpretado en castellano por alguien con cosas que decir, no se me ocurre ningún grupo español que cumpla tus expectativas mejor que este. Así de simple.

“Complejo Alquería Frailes 13” significa para mí lo mismo que, en mayor o menor medida, todos sus discos anteriores: el reencuentro con una expresión muy personal desarrollada dentro de los cánones del pop más exquisito y enérgico, siempre en continuo crecimiento. Una banda, capitaneada desde siempre por Manolo Bertrán,  que sigue su propio camino y va pisando terrenos nuevos con paso prudente y seguro, absolutamente ajena a coyunturas y modas. Un espacio creativo que hace mucho desembocó en un universo propio y cada vez muestra un dominio mayor de sus posibilidades sonoras.



Un grupo, en definitiva, acostumbrado a revestir e iluminar con la necesaria lucidez textos muy por encima de la media, escritos con un gran dominio del idioma y cantados por una de las mejores y más personales voces de nuestro pop. Aquí regresan las guitarras punzantes, los estribillos certeros y la inmediatez sin fisuras; el chispazo punk o los suspiros psicodélicos de una formación que puede resultar tan angulosa como vaporosa. Incorporan al cable tenso de su repertorio la balada soul con eficacia (“Al cuarto día”), resultan exultantes en “Los pies en la tierra” con el reseñable subrayado de la trompa de Vanessa Juan y entretejen retazos de sonido fronterizo y swing en “Engáñame”. Desplegando madurez y recursos, juegan a su antojo con los silencios y el tempo, así ocurre con el subsuelo blues que recorre “El humor”, en la peculiar e hipnótica “El viaje largo” y su inesperada erupción setentera, o en “El tercer hombre en el ring”, magnífica evocación ambientada entre texturas y efectos de guitarras y armónica.

Amigo lector, estás ante un festín, no deberías desaprovecharlo.

12 noviembre 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (56)


ILEGALES “Rebelión” (La casa del misterio, 2018)


El último disco de Ilegales parece uno de esos conciertos a los que llegas tarde y te golpea directamente en la cara; y no es algo que me sorprenda, desde luego. Los Ilegales más reconocibles y auténticos se encuentran aquí, emitiendo un sonido sin ambages que se refleja en el largo espejo de su historia. Suenan libres y pendencieros, concentrados, urgentes, plenos de vitalidad; con ganas de dar guerra y con el orden y la precisión de siempre: Jorge Martínez siempre sabe a qué quiere sonar, y lo suele conseguir.



El punki exigente con su sonido que sabía tocar y limaba sus composiciones hasta que todo cuadraba en su cabeza calva, echa la puerta de este elepé abajo apelando a los riffs más eficientes del punk en “Si no luchas te matas” y “Mi amigo Omar”. En este zarpazo resuelto en menos de media hora, la música repta insidiosa sin dar tregua y es igual de incisiva que los textos: no sobran ni notas ni palabras. Jorge apuesta por la inmediatez y el esquematismo que son consustanciales a su concepto del rock, se queda con lo esencial, poda las composiciones hasta que constituyen el golpe directo, ese mensaje telegrafiado envuelto en una electricidad que te quema a la vez que se te escapa de las manos.  Pero esto no es óbice para introducir interesantes arreglos y dejar momentos expansivos entre el calambre de cortes como “No tanta, tonto”  u “Horóscopo”. “Tatuaje invisible” consigue que los Ilegales de siempre te recorran la espalda. Esos que se van sin despedirse después de serpentear sincopados y afilados por tu piel. Ahí está también “Mi copa y yo”, un tango llevado en volandas por el órgano a través de los sesenta, al que se le niega todo sosiego para lamentarse, constantemente asaeteado como está de tensión y electrocución. Por su parte, la colección psychobilly del Jorge más rocker crece y se reproduce en las neuronas del oyente con la advertencia de “Andad de día”. Por último, “El bosque fragante y sombrío” remite a ese Jorge Martínez que resulta luminoso mientras atraviesa la neblina. Al amigo de demorarse moldeando la evocación, con esa querencia por reflexionar entre detalles melódicos inasibles, empeñado en trabajar el sonido con sutilidad, sin recargarlo, insistiendo en el ajustado relieve que realza e incorpora esas cuerdas que hacen que este disco termine en un nivel muy alto.

30 octubre 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (55)


VVAA “PUÑALADA” (Sociedad Fonográfica Subterránea, 2018)

Un recopilatorio en directo de bandas noveles, si se hace bien, como es el caso, suele dar mucho de sí. Sirve para tomar el pulso a una escena musical en un momento determinado; o para conocer de verdad lo que se cuece en la ciudad desde el underground, cuya temperatura siempre aporta una información mucho más fidedigna que los risueños canales oficiales. Y, por supuesto, son documentos que en el futuro mostrarán, sin trampa ni cartón, las claves de cualquier grupo en sus comienzos, su latido inicial. 

“Puñalada”, el acertado título del recopilatorio que nos ocupa, me trae a la memoria cuando Danny Fields le puso una maqueta de  Los Ramones por primera vez a Lou Reed, en 1975. Lou estaba alucinado por lo que estaba escuchando, y no dudaba en afirmar que eran mejores que él mismo y Patti Smith. Danny, que le hablaba entusiasmado de las características de la banda afirmó que “dan justo donde duele”. Y eso es lo que ocurre en este certero vinilo que recoge, a razón de dos temas por cabeza, las grabaciones en vivo realizadas en la sala Planta Baja de Granada por seis grupos que, cada uno desde su puesto de francotirador, comparten afinidad por el rock de garaje y el punk. Seis miradas distintas entre sí, directas, sin ambages, que convergen en la inmediatez y la urgencia; disfrutando a la vez de un gran sonido, gracias a la grabación, mezcla y masterización de Pedro Izquierdo



PROFANS apuestan por la contundencia y la solidez high-energy de cariz australiano. Más preocupados que los otros por cuidar el tempo y los matices, ofrecen un tema propio y una versión del “I can´t stand it” de The Velvet Underground. PERRO MOJADO, la autodenominada “solución al histórico problema granadino con el punk’n’roll”, dan fe de ello e incorporan a su plan redentor la frescura arrolladora de URALITA Y LOS FIBROESQUELETOS. La guitarra de Antonio “El Deshollinador” (tan presente en Los Harakiri), demuestra su amplio bagaje aullando y serpenteando en ambas formaciones. LOS HARAKIRI, por su parte, dan una prueba más de todo lo que pueden llegar a ofrecer y de la solvencia demostrada en su disco de debut, adaptando al castellano con suficiencia el mítico “She does it right” de Dr. Feelgood. TSS-TSS, con Maca a la batería y voz (¡qué máquina!) y Casaño (guitarra y voz) nos sobrevuela con su punk atropellado, esencial e iluminado con su punto retrofuturista, que propulsa el “Nuclear sí” de Aviador Dro (aquella histórica primera referencia del sello DRO, en 1982). Y, por último, LAS CHICAS COCODRILO se benefician del empuje de The New York Dolls deslizándose hacia Los Ramones en los estribillos, como en el caso de su hitJohnny es un rompecorazones”, lanzado desde el “Jet boy” de los Dolls. Un vinilo para atesorar.

04 septiembre 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (54)


DOCTOR DIVAGO “El cuarto trastero” (Criminal records)



Con Doctor Divago estamos ante un perfecto mecanismo aglutinador de sonidos, épocas, e incluso actitudes; encauzadas mediante vitalistas ejercicios de pop en continua celebración de la melodía. Los valencianos, con ya cuatro elepés a sus espaldas, siempre me han parecido un grupo inspirado, directo y contagioso, pero con algo más; y ese algo es difícil de explicar. Puede ser el saludable y explícito espíritu New Wave que asoma en sus canciones, su ausencia de acritud, o el inusual dato de que tengan en Manolo Bertrán a un gran cantante (sé que es difícil de creer pero es así). Un cantante con voz clara, de perfiles bien definidos, huyendo de la bruma vocal al uso; aparte de singular letrista, reflexivo, irónico o surrealista, según se tercie. En este trabajo, más pop que nunca, vuelven a asumir con infinita fe lo más destacable del pop español de los sesenta (ya en el anterior incluyeron una versión de “Mi calle” de Lone Star), especialmente a Los Brincos, en temas como “Jugando a pillar en el limbo” o la inmensa balada “Srta. Alfa”. Suenan netamente radiantes ofreciendo lo mejor de la mencionada New Wave: coros, armónica, ritmos precisos o sincopados; órganos y pianos llenos de vitalidad; nerviosas guitarras o nítidos solos y punteos. La frescura melódica mil veces trillada y mil veces renacida. Un sonido arriesgado, por otra parte, ya que sólo es defendible con buenas canciones para evitar caer en lo manido y previsible. La eterna veta melódica de The Kinks se mezcla con Costello y los grupos españoles de los ochenta que mejor asimilaron ese sonido. En “Se me ha olvidado algo” aparecen 091, el estribillo de “Al revés” está impregnado de Nacha Pop, y en “¿Cómo estoy?” podemos reconocer incluso a Los Pistones. Dejan sitio, además, para momentos tan deliciosos y elaborados como “África habla con los peces”, o para incorporar algo del lirismo de Aute en “El cuarto trastero”.



Publicado en abril de 2000 en la revista El Batracio Amarillo.

31 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (53)


DIED PRETTY “Using my gills as a roadmap” (Citadel-Dock)



Poco había vuelto a saber de este grupo australiano desde que lo vi tocar en Granada  junto a Cancer Moon el domingo 27 de mayo de 1990. Gozaron de cierta notoriedad por aquí con elepés como “Free dirt” (Citadel, 86) y, sobre todo, “Lost” (Beggars Banquet, 89). En 1991 apareció, con más pena que gloria, “Doughboy hollow” (Beggars Banquet). Su sonido consistía en un pop muy elaborado, atmosférico, de temas largos y con frecuencia recargados; y un sentido dramático de la evocación algo épico, aunque efectivo. Ahora, casi diez años después, me encuentro con la agradable sorpresa de un trabajo tan digno como este, editado en 1998 por Citadel y este año por Dock en España. Me parece su mejor trabajo, el más intenso, como se desprende de “Slide song” o  She was”. Junto a Ron Peno y Brett Myers, han sobrevivido el juego de teclados o el cariz atmosférico, que toma derroteros electrónicos arrebatadores en “The daddy act” o percusivos en “Paint black, you devils”. Las guitarras, por su parte, van de ariscas a acústicas, en temas que se deslizan con la emoción de unos REM, tal que “Stay” o “Gone”, soltando todo tipo de lastre para quedarse en lo esencial.



Publicado en abril de 2000 en la revista El Batracio Amarillo.


30 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (52)


         THE BRASLIPS “The Braslips” (Fuckin’ explosion)



El debut de este cuarteto murciano llega en forma de CDep autoeditado, para ir más rápido. Un artefacto en plena ebullición desde el principio, inflamado de efectos de guitarra y latigazos de Minimoog, que quema en las manos antes de ponerlo y se acaba en un suspiro. Se abre con las turbinas sónicas de “I wanna live”, aunque su comienzo es una trampa acústica para poder saltar sobre el oyente; un tema que respira afterpunk acelerado con la urgencia existencial de los Hüsker Dü. Continúa con “Green like cannabis”, que avanza envuelta en espirales psicodélicas para mutar en un contundente y vertiginoso ataque de guitarras en picado, enmarañado y con una oscuridad cercana a The Sisters of Mercy. “I’m on heat” parte del punk de 77, pero visita las escarpadas regiones sonoras en las que vive Frank Black y se topa con los Manic Street Preachers más álgidos. Y casi sin dar tiempo a respirar aparece “Gotta kill your mother”, que es funk marciano, tecno exultante y desenfadado. Un debut fulminante, una fiesta que necesita continuidad ¡ya!.



Publicado en octubre de 1998 en la revista El Batracio Amarillo.

29 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (51)


PURR “Whales lead to the deep sea” (Prohibited Records)

Los franceses Purr (no confundir con los de aquí) abordan su sonido partiendo de los postulados de bandas como Slint o Tortoise. Desarrollan un articulado mecano instrumental de aire jazzístico; geometrías rítmicas que conforman un sonido que puede devenir en explosiones de rotundidad, llenarlo todo de serenidad, guardar silencio o resultar seco y cortante. Un lenguaje netamente instrumental que deja la voz en segundo plano, siempre en la cuerda floja.



Los mejores momentos son los de expansión instrumental, donde no paran de dibujarse paisajes inquietantes que siempre se liberan mediante escaladas de tensión. Temas que tienen que expandirse sin remedio, ya que están armados desde susurros, certeras pinceladas instrumentales que se van cargando de matices hasta desembocar en tormentas sónicas.



Publicado en octubre de 1998 en la revista El Batracio Amarillo.

27 agosto 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (50)


THE LITTLE RABBITS “Yeah!” (Rosebud)

Incrustados en el movedizo territorio que separa a Beck Hansen y Jon Spencer, estos franceses han pergeñado un elepé delirante y vivificador. Grabado en Tucson (Arizona) y producido por Jim Waters (Jon Spencer Blues Explosion, Sonic Youth o Jonathan Fire Eater), este “Yeah!” compone una magma sónico que discurre saturado, serpenteante, pantanoso por momentos, con la asfixiante agresividad de un Kim Salmon. Un disco enraizado en lo más caliente y primitivo del rock estadounidense, y en la fascinación del más exquisito pop francés; imbuido de guitarras, samples y desenfado. Cuenta con un inicio definitivo a cargo de “Yeah!” y “La piscine”, sin duda, la verdadera canción de este verano. La primera enumera todos los mitos estadounidenses a golpe de r’n’b vacilón, y la segunda va por el mismo camino produciendo un continuo contrapunto de órgano, armónica y scratchin’ , sobre un riff de guitarra irresistible. “In the bathroom” en r’n’b vía Ike Turner, y “Le blé dans les feuilles” es Gainsbourg saturado de scratchin’ y samples



Hay baladas crepusculares como “December”, o  melosas y cargadas de órganos (“Down here”). Nos asaltan comandos de punk palpitando tras guitarras desquiciadas o ritmos juguetones (“Casanova the ancient”, “Picnic boy” y “Red disk swimming in the blue sea”). Tensan, reordenan las raíces del rock norteamericano a lo Blues Explosion a base de ritmos abruptos, samples, disonancias y acoples con “Pity”; y suenan excitados y abigarrados cuando le cantan al amor (“L’amour”). Hacen lo que haría Beck con otro tornillo menos en la disonante “Nobody’s birthday party” o en el “Roller girl” de Serge Gainsbourg, clásico atacado con fruición, estrujado, despedazado y vuelto a construir sin alterar su esencia.



Publicado en octubre de 1998 en la revista El Batracio Amarillo.