RICHARD DUDANSKI “Londres
Ciudad Okupada” (Libros.com, 2017)
Los “períodos bisagra”, esos que suceden entre el
decaimiento de lo anterior y la emergencia de lo nuevo, suelen ser confusos,
variados, indómitos. Y en el mundo de la música también, claro. Por supuesto, todo
forma parte de un proceso: lo anterior nunca decae del todo, ni es lo deseable;
y lo nuevo no lo es tanto como parece, siempre viene precedido de algo. La
gracia reside en ese vacío, ese espacio de expectación y libertad que se abre
mientras el poder de influencia elige nuevos protagonistas. En 1974 el rock ya se había convertido en algo convencional
y previsible, sujeto férreamente a unas reglas estéticas y sonoras concretas,
si es que se quería progresar en las listas. Carne de estadio, gira, escándalos
de nuevos ricos y ventas millonarias. Las grandes bandas daban vueltas
alrededor de su pequeño mundo tras sus intereses comerciales y la prensa seguía
su estela recibiendo aquiescente las migajas que caían de su mesa. Con unos
referentes chapoteando en lo predecible y con el sueño de una música liberadora
tan ajado, llega un momento en que a los medios de comunicación les azuza el
oportunismo y comienzan a atender lo que pasa fuera de los envíos de discos
provenientes de las grandes compañías; y estas, claro, más tarde o más temprano,
saben renovar su negocio. 101’ers fue uno de esos grupos ajenos a lo que sonaba
en la radio, siempre lejos de las portadas de la prensa especializada, que
empezaron a funcionar en ese período en que se huele en el aire que algo tiene
que cambiar, que algo va a pasar, pero no se sabe realmente qué ni cómo. Gente sin
perspectivas comerciales que, liberados de la presión de pertenecer a una
escena concreta o de las limitaciones que imponen las modas, tanteaban aquí y allá,
hacían lo que querían y buscaban sus influencias de forma más libre y
desprejuiciada.
Richard Dudanski |
Richard Dudanski, observador y protagonista
privilegiado, cuenta en este libro, de forma amena y coloquial, con
interesantes y muy ilustrativas digresiones, tanto su rica peripecia vital como
las vicisitudes de la banda de la que fue batería, 101’ers. Ilustrado con fotos
de la época y dibujos de su mujer y compañera de tantísimas vivencias,
Esperanza Romero, ya había aparecido en Gran Bretaña en 2014 (“Squat City Rocks”);
y tres años más tarde lo tuvimos por fin entre nosotros en traducción de Luna
Nother. Echando una mirada atrás relajada, sincera y autocrítica, el autor narra
las dificultades y la libertad de ese mundo aparte, precario y eminentemente
creativo que fue el movimiento okupa en el Londres de mitad de los setenta; del
que conocemos abundantes y esclarecedores detalles cotidianos de la mano de
alguien que estaba allí, no circunstancialmente, sino porque creía en esa forma
de vivir y compartir. Dudanski es un tipo de difícil encaje dentro de la
pantomima humana; libre, curioso, y aun hoy lleno de energía e ilusiones. Siempre
idealista y, quizá por ello, con un poso de descreimiento que no le permitió
tomar el desvío de lo convencional cuando la gran mayoría de los que le
rodeaban lo hicieron. Alérgico a imposturas, firmemente asido a la autenticidad
de los proyectos que emprende. Por eso resultan tan sugestivos su retrato
sociológico del momento y sus consideraciones políticas o culturales; o tan aclaratorias
las reflexiones sobre las miserias del mundillo, tras repasar su paso por 101’ers,
PIL (él, tan escéptico respecto del movimiento punk, puede presumir de haber
tenido como cantantes en sus grupos a Joe Strummer y a Johnny Rotten),
Raincoats, su experiencia brasileña o la infinidad de colaboraciones y
proyectos musicales llevados a cabo, con mayor o menor fortuna, hasta recalar
en Granada en 1987. Destaca asimismo el cercano y vivo retrato del cantante de
101’ers, Woody (Joe Strummer), cuya presencia intermitente sobrevuela la
narración sin acapararla. Así como sus opiniones sobre el advenimiento y las circunstancias
del punk. Un lúcido análisis ofrecido desde un punto de
vista que no es para nada el habitual. No olvidemos que Richard rechazó ser el
batería de The Clash, en aras de su libertad.
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