02 marzo 2019

MENSAJE EN UNA BOTELLA (58)


RICHARD DUDANSKI “Londres Ciudad Okupada” (Libros.com, 2017)



Los “períodos bisagra”, esos que suceden entre el decaimiento de lo anterior y la emergencia de lo nuevo, suelen ser confusos, variados, indómitos. Y en el mundo de la música también, claro. Por supuesto, todo forma parte de un proceso: lo anterior nunca decae del todo, ni es lo deseable; y lo nuevo no lo es tanto como parece, siempre viene precedido de algo. La gracia reside en ese vacío, ese espacio de expectación y libertad que se abre mientras el poder de influencia elige nuevos protagonistas. En 1974 el rock ya se había convertido en algo convencional y previsible, sujeto férreamente a unas reglas estéticas y sonoras concretas, si es que se quería progresar en las listas. Carne de estadio, gira, escándalos de nuevos ricos y ventas millonarias. Las grandes bandas daban vueltas alrededor de su pequeño mundo tras sus intereses comerciales y la prensa seguía su estela recibiendo aquiescente las migajas que caían de su mesa. Con unos referentes chapoteando en lo predecible y con el sueño de una música liberadora tan ajado, llega un momento en que a los medios de comunicación les azuza el oportunismo y comienzan a atender lo que pasa fuera de los envíos de discos provenientes de las grandes compañías; y estas, claro, más tarde o más temprano, saben renovar su negocio. 101’ers fue uno de esos grupos ajenos a lo que sonaba en la radio, siempre lejos de las portadas de la prensa especializada, que empezaron a funcionar en ese período en que se huele en el aire que algo tiene que cambiar, que algo va a pasar, pero no se sabe realmente qué ni cómo. Gente sin perspectivas comerciales que, liberados de la presión de pertenecer a una escena concreta o de las limitaciones que imponen las modas, tanteaban aquí y allá, hacían lo que querían y buscaban sus influencias de forma más libre y desprejuiciada.


Richard Dudanski


Richard Dudanski, observador y protagonista privilegiado, cuenta en este libro, de forma amena y coloquial, con interesantes y muy ilustrativas digresiones, tanto su rica peripecia vital como las vicisitudes de la banda de la que fue batería, 101’ers. Ilustrado con fotos de la época y dibujos de su mujer y compañera de tantísimas vivencias, Esperanza Romero, ya había aparecido en Gran Bretaña en 2014 (“Squat City Rocks”); y tres años más tarde lo tuvimos por fin entre nosotros en traducción de Luna Nother. Echando una mirada atrás relajada, sincera y autocrítica, el autor narra las dificultades y la libertad de ese mundo aparte, precario y eminentemente creativo que fue el movimiento okupa en el Londres de mitad de los setenta; del que conocemos abundantes y esclarecedores detalles cotidianos de la mano de alguien que estaba allí, no circunstancialmente, sino porque creía en esa forma de vivir y compartir. Dudanski es un tipo de difícil encaje dentro de la pantomima humana; libre, curioso, y aun hoy lleno de energía e ilusiones. Siempre idealista y, quizá por ello, con un poso de descreimiento que no le permitió tomar el desvío de lo convencional cuando la gran mayoría de los que le rodeaban lo hicieron. Alérgico a imposturas, firmemente asido a la autenticidad de los proyectos que emprende. Por eso resultan tan sugestivos su retrato sociológico del momento y sus consideraciones políticas o culturales; o tan aclaratorias las reflexiones sobre las miserias del mundillo, tras repasar su paso por 101’ers, PIL (él, tan escéptico respecto del movimiento punk, puede presumir de haber tenido como cantantes en sus grupos a Joe Strummer y a Johnny Rotten), Raincoats, su experiencia brasileña o la infinidad de colaboraciones y proyectos musicales llevados a cabo, con mayor o menor fortuna, hasta recalar en Granada en 1987. Destaca asimismo el cercano y vivo retrato del cantante de 101’ers, Woody (Joe Strummer), cuya presencia intermitente sobrevuela la narración sin acapararla. Así como sus opiniones sobre el advenimiento y las circunstancias del punk.   Un lúcido análisis ofrecido desde un punto de vista que no es para nada el habitual. No olvidemos que Richard rechazó ser el batería de The Clash, en aras de su libertad.

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