Acabo de terminar “Gente Nocturna” de Barry Gifford y ¿qué vi?: un violento cóctel de estampas de colores chillones que se precipitan sobre el lector. Una miríada de personajes absolutamente estrafalarios y memorables que, desde su forma de discurrir a sus nombres, indumentarias o aspecto, conforman un retrato esperpéntico y atroz de la Norteamérica profunda. Te familiarizas con ellos y saltan momentos después por los aires, qué le vamos a hacer: el destino es caprichoso y además está borracho.
El libro avanza a golpe de microhistorias, está estructurado en multitud de episodios brevísimos que se van relacionando entre sí, hablándonos con mucho humor y acidez, además de ternura (a su manera), de sexo, de una violencia inusitada y gratuita, de religión y fundamentalismo multiplicados por los medios de comunicación; y siempre de muertes: truculentas, absurdas, casuales o increíbles. Personajes que se entrecruzan mediante una red de caprichosas coincidencias. Todo macerado en r´n´b, soul, blues y algo de country.
Gifford se muestra, como es habitual, excesivo y exagerado sin recato. Lleva lo tragicómico al extremo, envuelto en situaciones surrealistas y alucinantes. Con esas preciosas y pormenorizadas descripciones tan suyas, y algo tan americano como la reseña de casi todas las marcas comerciales de los objetos aparecidos para dar más realismo y cercanía al relato. Y, como siempre también, parece perseguir a su incansable e independiente pluma.
1 comentario :
Otro americano que te abrumaba con tanto nombre de marca, era Bret Easton Ellis, en su American psycho de 1991... pero en este caso, intuyo que era por necesidades de caracterización del personaje.
A veces resultaba algo tedioso.
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