16 agosto 2006

QUEDAN INAUGURADAS ESTAS FIESTAS

Empiezan las fiestas, comienza a respirarse en el ambiente de la ciudad fundida por el sol y por su propia actitud como de silencio administrativo inerte. Hay calles cortadas y sillas de madera cuidadosamente colocadas en la plaza. He observado que todo aquello que sea susceptible de congregar a centenares de personas sin preguntas que hacer ni dudas que plantear, bien vale el geométrico esfuerzo de colocar sillas de velatorio bien alineaditas, bien dispuestas (¿las veremos así en el día del velatorio de nuestra somnolienta democracia?). El periodista de cámara presentará al pregonero oficial llegado de muy lejos y absoluto desconocedor de la zona que sus ojos observarán con interés urgente por primera vez. El pregonero leerá claro y rápido, folios en alto, el texto tópico y tristemente recurrente que le habrá sido preparado: cobrará generosamente por escupir tropicales tópicos con buena dicción por entre una perenne sonrisa tendente a la congelación (¿logrará seguir el vertiginoso ritmo la intérprete para sordos?). El Alcalde tomará la palabra paternalmente, “¡guapo!”, gritará la vecina que acaba de colocar al niño (soy de una tierra curiosa: si denuncias ante un conocido el nepotismo y la corrupción seculares de la contratación pública puede ser que éste acabe de conseguir un empleo en tales circunstancias, así que prometo, en el caso de conseguirlo yo mismo antes de finalizar esta reflexión aturrullada, hacérselo saber). Veterano ya el regidor, pues no puede ser joven ya que alcanzó ese deseado puesto tras lustros de servicio gris al partido, sonreirá a toda la concurrencia. El fermento pastoso de un gesto gris difícilmente maleable ya, se tratará de combatir con atuendo veraniego: relajada camisa de manga corta de clara tonalidad, y descongestionando su verticalidad de personaje romo echándose sobre el atril para mostrar una sonrisa imposible de día de fiesta, deseando que el viento semitropical mueva un poquito su flequillo y le dé ese toque travieso y jovial inexistente en ese baúl oscuro. Desde allí se dirigirá con fingido entusiasmo al pueblo aplaudidor para decirle, apuntándole con su brazo, que se lo merece todo y que “sois los mejores”. Estará deseando terminar, ¿le dolerá mentir? Después de un esfuerzo semejante bajará del escenario acompañado de otros miembros del partido igual de joviales y bamboleantes, ellas portarán abanicos, y relojes de estrecha correa alrededor de gruesas muñecas bronceadas, las más metidas en faena llevarán una flor por algún lugar de la cabeza. Barnizados por su sudor, todos en popular procesión estrecharán manos, brazos y hombros, tocarán cabezas de niños, besarán y compartirán graciosamente sus impresiones sobre la ola de calor con el pueblo noble y ya inofensivo (los americanos nos está cambiando las temperaturas). Pasearán despacio y beberán graciosamente de alguna bota de vino rancio pero bienintencionado. Invitarán a disfrutar de las fiestas a los que las han sufragado, harán campaña masiva y vomitarán toda esa demagogia duramente dosificada durante el año. ¡ Estas fiestas no las tiene nadie!, ¡traemos mejores artistas que tal ciudad! ¡el carácter de nuestro pueblo es el mejor! ¡somos sinceros, nobles, acogedores! ¡qué sol, que clima, qué sol, qué gente,...qué sol!.......... Y el concejal del pelo engominado mirará al cielo ya nocturno diciendo: “hasta tenemos las estrellas más brillantes”.

1 comentario :

Anónimo dijo...

Juanfran... ¿te has montado ya en la Turbobestia? Está a unos cien metros de la caseta municipal, y se reconoce por los cadáveres de cráneo descapotable que dormitan bajo la sombra de sus brazos mecánicos.