Con la separación de 091 perdimos algo una buena parte de los aficionados al rock en Granada. Era la banda que siempre estaba ahí, la apuesta segura; con canciones que te llamaban desde la primera nota, un imán irresistible y electrizante. La escena musical evolucionaba y ellos seguían su camino, incólumes, con muchas canciones memorables y ninguna mala, con discos densos, cargados de fuerza, emotividad y reflexión. A mí particularmente me han acompañado desde siempre, suyo era el primer elepé de mi colección (“Cementerio de Automóviles”) y suya la cinta de 90 que más he quemado, una que alguien me grabó (ese mismo elepé incompleto por una cara y “Manifiesto Guernika” de T.N.T. por la otra). Recuerdo la sorprendida ilusión en la puerta del instituto ante el vinilo rojo de “Más De Cien Lobos”; los conciertos siempre intensos y rayando la perfección; la salida de Antonio Arias, tan comentada; y muchos temas para siempre: “En La Calle”, “La Torre De La Vela”, “Qué Fue del Siglo XX”, “La Vida Qué Mala Es”… El deseo que todos teníamos de que vendieran, de que fuesen descubiertos de una vez por todo el mundo, como comenzó a pasar a partir de 1.987 con muchas bandas nacionales de rock.
Este directo es sin duda, su mejor despedida. Desde el clásico inicio de sus conciertos con el instrumental “Palo Cortao”, aparece el sonido que caracterizó a los 091 de los noventa: rezumante de rock and roll, imparable, blindado, contundente y limpio, tan zeppeliano como stoniano. Esa elocuente rocosidad contaba con respiraderos provocados por su brillo intrínseco, en forma de coros, melodías impecables y estribillos inconfundibles. Catarsis eléctrica para conmovedores textos de mirada sombría e incierta sonrisa. Ese mismo sonido, tan reconocible como previsible, que les restó capacidad de sorpresa en unos tiempos confusos donde lo excitante se hallaba lejos de las composiciones bien terminadas: en los últimos ochenta se abrazaba tardíamente el revival garajero, se empezaba a adorar masivamente a la Velvet, y se enmudecía ante la grieta sónica de Sonic Youth y The Jesus & Mary Chain, las espirales de Spacemen 3 o el oscuro magma de Nick Cave and the Bad Seeds. De los grupos que se desarrollaron durante los primeros ochenta, los pocos que no se convertían en vendedores lo tenían crudo, el nuevo público underground tendía a obviar aquella época y las simpatías viraban hacia bandas que cantaban en inglés u ofrecían un modo distinto de hacer las cosas, algo que también tenía su lógica. Para colmo, los noventa trajeron el grunge (inicialmente una saludable colisión de Black Sabbath con garage punk: más distorsión) y el desembarco indie de la inspirada mano de los Pixies o Dinosaur Jr. Mientras, la banda granadina en tierra de nadie, cada vez más ninguneada por la crítica y sólo sostenida por la importancia que sus canciones tenían para muchísima gente, sobre todo en su tierra.
091 se despidieron de la afición granadina durante dos días consecutivos de mayo de 1.996, ambos con lleno absoluto en el anfiteatro de Maracena. La postrera y más completa formación de la banda dio cuenta de un repertorio centrado en sus tres últimos trabajos, con recuerdos puntuales a los primeros cuatro, que se adaptaban como podían al vendaval hard (“Debajo De Las Piedras” incendiada por Rory Gallagher, “En La Calle”, favorita de Joe Strummer, perdiendo parte de su inmediatez juvenil; o “Cementerio De Automóviles” y “Fuego En Mi Oficina”, que nunca terminaron de adaptarse). Un resumen final coherente y que no sonaba a despedida en falso, como el tiempo ha demostrado. Para siempre quedan los wha-wha de “La Noche Que La Luna Salió Tarde”, el intenso calado de “La Canción Del Espantapájaros”, la magnífica ejecución de “La Vida Qué Mala Es” confundiéndose con “Suzie Q”, o la mordiente de “Sigue Estando Dios De Nuestro Lado”. El quinteto se despidió en su mejor estado de forma, dejando este recuerdo con marchamo imperecedero para sus seguidores, ellos, que en tantas ocasiones fueron maltratados en el estudio de grabación. La presentación es impecable, como el acontecimiento merece; una portada sugerente, intencionada y sencilla, con unas cuantas cerillas quemadas menos una aún sin usar, que aparece aprovechada al máximo en la contraportada (humor lapidiano, me temo), reminiscente de aquella caja de cerillas que aparecía en la portada del primer single, “Fuego En Mi Oficina”, de 1.983. Esta edición remasterizada, mejora el sonido y cuenta además con el añadido del documental “Esto fue todo”, ajustado resumen de su trayectoria contado por ellos mismos.
3 comentarios :
¡Qué buenos ratos nos hicieron pasar los Cero!
Una preguntita, si puede ser. En la anterior versión no salía "Esperar la lluvia" aunque quiero recordar que el primer día, que fue cuando yo puede ir, la tocaron. A mí me gustaba mucho en el primer disco, con lo mal que suena ese disco, así que no te digo ná lo que me emocionaba oirla cuando la tocaban en su última época...
Esto... la pregunta es: ¿aparece "Esperar la lluvia" en esta reedición? O me estaré confundiendo de concierto y no la tocaron...
Yo no estuve en aquellos conciertos de despedida. Pero he consultado a un equipo de expertos que me dice que, efectivamente, "Esperar La LLuvia" (joya de su elepé debut) la tocaron, pero no fue incluida en el disco.
Publicar un comentario