Los biopic (Biographical pictures) suelen ser generalmente planos e insulsos, fragmentarios, truculentos y hasta interesados. Yo nunca he sentido la sensación de totalidad al ver uno de ellos (para eso parece demostrado que lo mejor es el documental bien hecho). En este caso me ocurre lo mismo, sin embargo, como contrapartida me llevo una historia intensa y emocionante de ilusiones, sufrimiento y amor.
Esta película sobre la vida de Johnny Cash se centra en su período más trepidante cinematográficamente hablando, el más vertiginoso e inestable, desde su nacimiento en Arkansas en 1.932 hasta los días previos a su boda con June Carter, acaecida en marzo de 1.968. La historia se centra en los avatares de su relación con June, desarrollando su historia de amor y atracción, su complementariedad; y pone énfasis en señalar el difícil trato con su padre y el peso, a veces insoportable, del recuerdo de su hermano prematuramente desaparecido como desencadenantes de su carácter serio y algo torturado. Musicalmente se dejan pistas de la influencia de la vida cotidiana en sus composiciones, su amor por el gospel heredado de su madre, y sus inicios como compositor en el ejército. Los primeros contactos con Sun Records (iniciados a finales de 1.954 y culminados con éxito en las míticas sesiones de mayo de 1.955), se resumen en un solo encuentro. En él Sam Philips le plantea su desinterés por las canciones golpes de siempre y le impele a sacar una composición propia, que abre en ese mismo instante el tarro de las esencias de Cash. Esa escena tiene varios puntos de interés: la meritoria interpretación vocal de Joaquín Phoenix y lo bien que se hace con el personaje, el primer impacto de “Folsom Prison Blues” y esos versos míticos de “yo maté a un hombre en Reno sólo para verlo morir”, y el descubrimiento casi casual de su legendario sonido “Boom-chick-a-boom”, austero y espartano, con ese cortante punteo que se saca de la manga Luther Perkins. A partir de ahí se recrean las giras de la Sun (poco convincentes los intérpretes de Elvis y Jerry Lee Lewis, sobre todo teniendo en cuenta el parecido físico conseguido con los principales, incluida la primera esposa de Cash), el éxito, las fans y otra vez June (genial Reese Whiterspoon y extraordinarias sus aportaciones como cantante). De esa etapa suenan temas como “Wildwood Flower” (el clásico de la Carter Family), y eternos números de Cash como “I Walk the Line” o “Get Rhythm”. De ahí se desemboca en el deterioro físico de los primeros sesenta, su ruptura matrimonial como Vivian Liberto y la imparable adicción a las pastillas, hasta llegar al período 1965-67, su época de hundimiento. Ello se sazona con estupendas interpretaciones de “Jukebox Blues” (Whiterspoon acompañada de autoharp como June), “Ring Of Fire” (composición de June), “It Aint Me Babe” (el clásico de Dylan interpretado a Dúo) o la aparición de Shooter Jennings, haciendo de su padre (Waylon) y entonando “I´m a Long Way From Home” de Hank Cochran (antiguo compañero musical de Eddie Cochran).
La parte final, como no podría ser de otro modo, retrata al nuevo Cash que supera el bache ayudado por los Carter, su redescubrimiento de la fe que siempre tuvo y su toma de posición al frente de su carrera, al enfrentarse con Columbia (que se lo había arrebatado a la Sun en 1.958) para que le permitiese grabar el mítico directo “At Folsom Prison” de 1.968. Por cierto, en esa reunión con los directivos de Columbia, se observa tras él una foto de la portada de “Blonde on Blonde” de Bob Dylan, casi como apoyándole; el autor de “Girl From the North Country” aparece citado en diversas ocasiones en el filme: Cash se refiere a una carta que le escribió en 1.964, la versión citada o los instantes previos a una discusión matrimonial, en los que nuestro protagonista escucha a todo volumen “Highway 61 Revisited” (demostrando así su gusto por el Dylan eléctrico). Denotando así la amistad e influencia mutua que surgió entre ambos. Esta etapa final es ilustrada por la recreación del mítico concierto en la prisión de Folsom el 13 de enero de 1.968 con “Cocaine Blues”, y el dueto final con Jude/Reese para interpretar “Jackson”.
Más de ciento cuarenta minutos de cine y música enteramente disfrutables, con una estupenda selección de canciones y la acertada y valiente decisión de hacer cantar a los protagonistas, algo en lo que tendrá mucho que ver el responsable de la parte musical, T-Bone Burnette.
6 comentarios :
No sabía si atreverme con esta película, pero visto lo que dices la veo seguro. Si aguanta en cartelera hasta que pueda asomarme por el cine, claro...
Yo la tengo apuntá. Y si es el T-Bone el responsable de lo musical, tanto mejor.
Y a mí que Juaquín Fenix siempre me recuerda a Fernando Alfaro. Por cierto, ¿has oído el rumor de que vuelven los Surfin?
Creo que se van a reunir para cinco conciertos, los Enemigos también. Ya no quedan grupos serios.
¡Qué me dices!
Los Enemigos, después de despedirse dos o tres veces, en Granada por lo menos y con el precio de entrada más caro de su historia, ¿vuelven?
Pues a mí me gusta más lo que hace Josele ahora y Chucho más que los Surfin, pero mejor cierro la boca no vaya a ser que se arrejunten dentro de poco Chucho para 10 conciertos.
Ya la he visto, Juanfran. Tan buena como me la esperaba después de leer tus comentarios. Una excelente película de amor y música (y amor por la música).
Me queda una duda: ¿siempre son los actores los que cantan? De ser así... qué bien.
Muy buena crítica Juanfran.
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