Vuelven 091 y me cuesta descifrar
lo que siento, como seguidor de la banda que soy casi desde la niñez. Supongo
que en mi caso, después de haberlos visto tantas veces en directo y en tan
diferentes circunstancias, volver a encontrarlos sobre un escenario será como
el reencuentro con ese viejo amigo que nunca te falló. Esa sensación de
complicidad inalterable. Cuando se separaron experimenté sentimientos
encontrados, por un lado se me antojaba lo más aconsejable, dadas las circunstancias,
pero por otro fue un punto doloroso saber que ya no habría disco nuevo de los
Cero. De todas formas, siempre tuve claro que Lapido volvería, y la
satisfacción que me produjo la noticia de su debut en solitario superó
cualquier tipo de nostalgia. Esa sensación desapareció por completo. En mi
opinión fue un acierto y un acto de valentía decidirse a cantar sus propias
canciones, a pesar de sus limitaciones vocales y de las inevitables
comparaciones con el anterior cantante de su repertorio. José Ignacio Lapido
dio, probablemente, el paso adelante más importante de su carrera. Siendo el
mismo de siempre, perfectamente reconocible como creador, evolucionó y maduró
como letrista y compositor. Desarrolló un sonido personal y creó un repertorio
con la suficiente amplitud y solidez como para ser reconocido como uno de los más
grandes compositores de rock en castellano aunque 091 no hubiesen existido
jamás. En los conciertos aplaudía las canciones que tocaba de los Cero, pero ni
deseaba especialmente ese momento ni hacía apuestas sobre qué nuevo tema
interpretaría de aquel repertorio. Para mí eran y son, con todos sus puntos en
común, historias completamente distintas hilvanadas por un mismo personaje, ese
que echa su mirada sobre la calle y la recoge llena de cosas asombrosas.
Algunos buenos amigos andan como
locos con esto de la reunión, otros pocos se muestran decepcionados. Yo, por mi
parte, cuando leí la noticia en Ideal me quedé sorprendido, aunque no
estupefacto (ya me habían llegado rumores). Acto seguido me puse a hacer
cábalas acerca de la formación que el grupo presentará, del repertorio; en un
momento determinado necesité conocer urgentemente el estado de preparación del
último disco de José Ignacio Lapido, y segundos más tarde terminé canturreando
“Escupir contra el viento”, una debilidad del segundo elepé que me asalta de
vez en cuando. La cosa es que volví a pensar en 091, una mañana de 2.015, como
en algo vivo, presente, tangible; y la sensación fue emocionante, para qué
negarlo.
Siempre he pensado que una banda
de rock and roll debe mucho al momento vital de sus miembros cuando se crea y
desarrolla su repertorio (por más que éste sea compuesto por una o dos personas),
a la relación entre ellos, a sus circunstancias, a mil imponderables que van
configurando una forma de estar y comunicar. Que, congelado todo eso y vuelto a
retomar años después, nunca será lo mismo, incluso si se trata de músicos más
avezados o en mejor forma. Creo que ese resbaladizo y tantas veces frustrante
empecinamiento en perseguir lo inasible está presente, en mayor o menor medida,
en cualquier reunión de estas características, y este caso no será una
excepción. Supongo que la clave para que todo esto sea realmente memorable
radica en no quedarse a esperar los resultados de esa persecución sino en, como
espectadores, formar de alguna manera parte de ella. Creo que tratándose de
quien se trata aprenderemos cosas nuevas por el camino.
Probablemente, cuando ponemos
peros al regreso de algunos de esos grupos que fueron míticos para nosotros,
pecamos de un egoísmo infantil e ingenuo. En el fondo tenemos miedo de que la
realidad vuelva a jugárnosla, que la ola sucia del tiempo nos devuelva al
escenario una mentira; un grupo de amargados que no se pueden ver pero
necesitan la pasta, o un puñado de nostálgicos fuera de forma que pugnan por
buscar algo que jamás volverán a encontrar. No es el caso, todos los
involucrados en esta historia siguen en forma, ya sea como músicos en activo o
como gente atenta. No es difícil imaginarlos de nuevo conectados tras unas
sesiones intensivas de ensayos. 091 siempre fue un grupo riguroso, cuidadoso de
los detalles y del sonido. Sé que veremos a una banda bien engrasada. Muchos
descubrirán lo que no pudieron ver y otros lo que no atendieron y ahora reivindican.
091 no te trae superficiales retazos
de memoria colectiva, no es algo susceptible de ser pasto de nostalgia
televisiva. Iba a escribir que escaparon de la foto de época, pero la verdad es
que ni siquiera llegaron a posar: era algo demasiado personal, acaso a su pesar.
No se solía escuchar por casualidad, siempre se accedía a ellos como a un
preciado secreto, de la mano de alguien a quien antes había guiado otra mano. Fueron
la banda sonora de los que los eligieron. Y éstos pronto supieron que pisaban
un mundo propio construido a base de electricidad e imaginación, sin
mercadotecnia ni postizos. Su música no es el tarareo que el tiempo reduce y
vuelve bobalicón y pesado. No son una imagen clavada en ningún momento concreto.
Era un proyecto intemporal cuyas canciones en su mayoría nunca serán pasado; desbordante
y ajeno a encasillamientos fáciles. Sus envoltorios de pop inspirado y rock
directo y bien estructurado ocultan recovecos y pasadizos secretos dentro de su
inmediatez; supuran demasiada pasión, demasiada alma. Sus fraseos
irreprochables y estribillos redondos dejaban en el cerebro un reguero de
imágenes y reflexiones que iban acomodándose, ardiendo lentamente escucha tras
escucha. Sentías que cada vez que ponías los discos un nuevo punto de vista se
abría dentro de la canción. Era la señal: ya estabas dentro de ella y ella
dentro de ti. Y ambos crecíais juntos.
1 comentario :
Muy bueno, gracias, salud.
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