24-02-1969: Johnny Cash
entró en la penitenciaría estatal californiana de San Quintín (once años
después de su primera actuación allí, con nada menos que Merle Haggard entre los
reclusos; que ese día decidió dedicarse a la música, incorporándose acto seguido
a la banda de la prisión) con la intención de repetir el éxito del año anterior
en la prisión de Folsom (este fue el primer disco grabado nunca en una cárcel
por un artista), algo que consiguió con creces, grabando el que a la postre
sería su disco más famoso. La experiencia de “At Folsom prison”, supuso un
verdadero punto de inflexión en la carrera de un Johnny Cash ahora revitalizado,
que hacía poco había dado la vuelta a su inercia negativa superando su adicción
a las pastillas y contrayendo matrimonio con June Carter. Tras muchos años
tocando desinteresadamente en multitud de cárceles, venía intentando desde el principio de la década de los sesenta grabar un disco en una institución penitenciaria, idea que su
productor habitual, Don Law, nunca terminó de ver clara. Además, a Columbia le
parecía poco aconsejable comercialmente que se identificase a uno de sus
principales artistas con ese tipo de público. Bob Johnston (productor de Bob
Dylan desde “Highway 61 revisited”) sí lo vio y se encargó de las producciones
tanto de “Folsom” como de “San Quentín”. En el intervalo entre los dos directos
falleció Luther Perkins, mano derecha de Cash (a quien se le dedicó la
actuación). Pereció en un incendio provocado por él mismo al quedarse dormido
con un cigarrillo encendido en la mano. A pesar del duro golpe, la banda se rehízo con la relevante presencia de su hermano, Carl Perkins. Uniéndose así a la engrasada
formación que completaban, junto a Johnny y una resplandeciente June Carter que
desprendía un carisma increíble, Marshall Grant al bajo, W.S. Holland a la
batería, la guitarra de Bob Wootton (que sustituía ya a Luther en la banda) y
las voces de The Statler Brothers. A los que había que sumar en esta ocasión la
presencia de la Carter Family. El acontecimiento fue grabado también como
especial televisivo por Granada TV para el Reino Unido. A este hecho debes
agradecer la existencia de la mítica foto de Jim Marshall de un Johnny Cash
rabioso con el dedo levantado, ya que el gesto iba dedicado a las cámaras que
invadían el escenario, quitando espacio a los músicos.
Han tenido que pasar
muchos años para poder disfrutar de todo lo grabado aquella ocasión. Si bien a
comienzos de la década de dos mil se ponía a la venta una edición del directo
con varios temas extras, no fue hasta 2006 cuando se editaron por fin en doble
CD los 31 temas en los que consistió el espectáculo, respetando el orden de las
canciones, sin censuras ni cortes; haciendo desaparecer por fin los molestos pitidos
que ocultaban los tacos que profería un relajado Johnny Cash. Además, aquella
nueva edición de Columbia Legacy se presentó acompañada por un tercer CD que
ofrece el documental Johnny Cash at San Quentin de Granada TV, incluyendo buena
parte de la actuación sazonada con entrevistas a los presos. El disco original se
abre con un tema tan oportuno como “Wanted man” de Bob Dylan. Se incluye
asimismo su exitosa versión del tema compuesto por el escritor y humorista Shel
Silverstein, “A boy named Sue”, que le llevó por única vez al nº1 de las listas
de pop. También está “Starkville city jail”, tema propio en el que narra con
humor cuando le detuvieron por coger flores en un jardín ajeno. Clásicos de
primera hora como “I walk the line” conviven con versiones inesperadas, como el
“Darling companion” de Lovin’ Spoonful. Ahí tienen su lugar destacado los temas
góspel que nunca faltan en sus conciertos, como la composición propia “He turned the water into wine” o el “Daddy sang bass” de Carl Perkins. Canciones
sobre trenes idealizados como vehículos de libertad (“Orange blosson special”).
La imprescindible “Folsom prison blues”, y, sobre todo, “San Quentin”, el tema
que estrenó esa noche, con su letra cruda y directa: “San Quintín, ojalá de
pudras y ardas en el infierno/ ojalá caigan tus muros y yo esté vivo para
contarlo/que todo el mundo olvide tu existencia/y que todo el mundo lamente que
no hiciste el bien”. Sin olvidar que la reedición de Legacy recupera el espectacular
meddley final de despedida.
El período 1968-69
fueron sus años de mayor popularidad y ventas, y le abrieron las puertas a su
propio programa televisivo, “Johnny Cash Show” que se prolongó durante dos años.
Destacaba la inusual
complicidad surgida entre Cash y el público recluso. Solía referirse a ellos
como “sus hermanos”, y subrayaba que “son la mejor audiencia ante la que un
artista puede actuar. Traemos un rayo de luz a su celda y ellos nos muestran su
gratitud”. Acerca de las sensaciones de aquel día declaró: “Sabía que me había
ganado al público hasta el punto de que, si hubiese gritado: “¡Apoderaos de la
prisión!”, los convictos no hubiesen dudado en hacerlo. Los guardias también
eran conscientes de ello. Y debo reconocer que tuve la tentación de pronunciar
esas palabras”. Johnny Cash siempre empatizó con aquellos que la sociedad deja
tirados en sus arcenes. Tremendamente religioso, pero poseedor de un firme
sentido de la ética y la justicia, nunca miraba hacia otro lado. Además, sus
letras sobre la culpa y la redención, sus historias de marginados, asesinos y
perdedores; su forma de comunicarlas, e incluso ese sonido certero y visceral
que desarrollaba, conectaron con la población reclusa, que lo recibía como uno
de los suyos. Prueba de ello es el respeto y admiración que mostraban ante una
mujer de la presencia de June Carter entre aquellas paredes. La camaradería y
energía que flotan en el ambiente hacen de los discos carcelarios de Cash algo
muy especial y difícilmente imitable. Algo extensible incluso al otro disco grabado en una prisión por Johnny Cash, que muchas veces se olvida, el grabado en 1972 en la cárcel
de Osteraker, a las afueras de Estocolmo.
En 2010, los Giant Sand del osado Howe Gelb, celebraron el cuarenta
aniversario de “At San Quentin” interpretándolo en directo en diversas fechas.
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