Todo iba bien durante la cena de Nochevieja, un ir
y venir de platos y bromas en una estancia más iluminada de lo habitual,
alrededor de una mesa más grande y dispuesta con más esmero. Tintineos,
brillos, copas, trasegar de líquidos, brindis, cubiertos, alcánzame por favor,
gracias, luego, luego, exquisito. Todo iba bien hasta que me sirvieron aquel
trozo de brazo de gitano salado. Cayó en mi plato y, al colocar cuchillo y
tenedor sobre él, recordé exactamente los comentarios que hice el año anterior
al llevarme a la boca el primer bocado; comencé a recordar que al tragar ese
bocado rememoré el frío que pasé el año anterior al ir a recogerlo a la
panadería; y que, estando allí, de pie y con los pies mojados por la lluvia,
pensé que la dependienta del año anterior era más simpática, tanto que
conseguía hacerme olvidar el frío y la humedad. Me vino a la cabeza que aquel
año ella me habló de las costumbres de año nuevo en su país natal; y que yo
mientras evocaba que el año anterior fui mucho mejor acompañado a recogerlo, y
que, aunque en moto, no sentí tanto frío.
Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".