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03 marzo 2010

ENTREVISTA ANTONIO ARIAS "EVITANDO LA GRAVEDAD"

Se dice que cada universo forma parte de un multiverso mayor, el cual comprende el espacio infinito, que todo lo abarca y donde todo permanece: pasado, presente y futuro. En un año en el que han sido descubiertos casi un centenar de nuevos planetas situados fuera del Sistema Solar, Antonio Arias, terrícola inquieto, afortunadamente imprevisible, y aún imbatido por el tiempo, leyó un artículo sobre música y astronomía de su amigo el astrónomo José Antonio Caballero; y, a partir de ahí, activadas todas las lucecitas de las conexiones que unen al granadino con el espacio exterior, se fueron configurando las condiciones para poner en marcha el proyecto de musicar poemas relacionados de manera más o menos directa con la ciencia y la astronomía. Finalmente, el proceso ha culminado con la publicación de su primer trabajo en solitario (tras grabar parte del repertorio en un observatorio espacial y realizar, de paso, una curiosa actuación en el acto de clausura del Año Internacional de la Astronomía, celebrado en el Palacio de Congresos de Granada). Así, el mismo año que ha visto la publicación del veloz y certero “Larga duración” de Lagartija Nick, aparece “Multiverso”, otra apasionada indagación de Antonio Arias.
Música líquida y expansiva acotada con solvencia en los límites de una canción; levemente psicodélica; tanto enérgica como abrigadoramente circular mientras nos invita a avistar abismos. Un espacio en el que las palabras avanzan libres, suspendiéndose, perdiendo gravedad momento a momento. Se alcanza una contención que acierta a proyectar los poemas con el suficiente relieve. After-punk, pop o space-rock casero, sin excesos ni ampulosidad. La grandeza del misterio que encierran los astros es tratada con serenidad; y Arias transmite paz en su observación, e introspección ante la enormidad.
Destacan cortes como “El ordenador simula el nacimiento de las estrellas” (adaptación de un poema del científico David Jou), “Derrota de Bill Gates” (letra del poeta mejicano José Emilio Pacheco, reciente Premio Cervantes), “Desde una estrella enana” (de Natalia Carbajosa) o “Multiverso” (una gran letra firmada por Arias y el poeta cordobés Rafael Espejo). Con Antonio repasamos tanto “Multiverso” como otros aspectos de su actividad.




Todo gira alrededor de los textos en “Multiverso”, ¿cómo fue el proceso de selección de éstos?
Todo empezó con un escrito de mi amigo astrofísico José Antonio Caballero. Escribió un artículo sobre poesía y música donde citaba unos versos de David Jou que me impresionaron. Enseguida empecé a cantarlos y viendo el resultado le pregunté donde había más material de ese tipo. Me sugirió unos links donde encontré más y algunos otros llegaron por otras fuentes.

¿Te resulta más cómodo componer con unos textos dados?
Cuando tienes ante tus ojos lo que deseas cantar, todo es más fácil. Intentas acercarte al ritmo del poema, a la música que ya lleva dentro. Cuando estableces comunicación con las palabras el resto es dejarse llevar. Si yo tuviese más cantidad de letras propias no te quepa duda de que tendría hechas un montón de canciones. No concibo una canción sin que la letra esté terminada, me refiero a que tener maquetado algo en inglés es una pérdida de tiempo y no te lleva a ningún sitio. Te será muy difícil encajarle una sin que sacrifiques uno de los dos elementos que la conforman.

¿Cómo sueles componer generalmente?

Montones de pequeños trozos de música que se juntan de manera aleatoria. Algo parecido a lo que oyes en la cara B del disco Abbey Road de The Beatles, salvando las diferencias, por supuesto. Creo que para unas diez canciones suelo tener el doble o el triple de pequeños temas. Al adaptar armonías a diferentes tempos consigues efectos que no te imaginabas.

Llama la atención que hayas evitado musicar los temas desde un punto de vista electrónico o incluso tremendista.

Ya había pasado por eso en Val del Omar, textos retroprogresivos, anticipativos envueltos en música mecánica y futurista. Si lo que quieres es llevar al oyente al trance no está mal, pero si es tu intención entrar en su psique lo mejor es contrastar los elementos en juego, es decir, textos astronómicos, música inspirada en los 50 y los 60, el toque de modernidad te lo dará el año en el que vives.

¿Qué tal fue la grabación en el observatorio espacial de Calar Alto?, ¿qué partes se grabaron allí, y qué material llevasteis?
Cuando José A. Caballero me sugirió que grabase allí pensé que era ideal por lo que hablábamos antes de lo antiguo y lo contemporáneo. Allí podía hacer real mi teoría de los contrapuestos. Paul Grau, el productor, decidió llevar hasta el Observatorio Espacial de Calar Alto su material más antiguo de grabación: Preamplificadores de los 50, micros de los sesenta, amplis descatalogados, cosas así. Las reverberaciones de las cúpulas eran ideales para los temas lentos, así que registramos en aquel templo a la tecnología los temas “Laika”, “Génesis” y “Multiverso”. He de decir que los autores de los poemas quedaron alucinados al saber que sus textos se habían grabado en aquel espacio telúrico.

¿Cómo te has sentido embarcado por primera vez en un proyecto sin el nombre de una banda detrás?
No es que lo desease, pero creo que ya me correspondía. Con esa libertad podía acercarme a la realización de un disco como el primero de McCartney, donde pudiese grabar la práctica totalidad de los instrumentos. Enfrentarme en el estudio a mis propias limitaciones. El resultado es que no tenemos límites cuando ponemos nuestra concentración en un proyecto. Por otra parte también tienes la opción de llamar a quien desees cuando ves que el resultado no es el que esperabas. Al final llamé a casi la totalidad de mis amigos para que me ayudaran (Planetas, Lori Meyers, Lagartija…).

Física y astronomía hechas poesía, y las tres convertidas en canción, ¿qué se siente siendo (exitoso) catalizador de semejante cúmulo de percepciones, emociones y datos?
Es como si atravesaras un fuego, crees que no vas a salir vivo de ahí y de pronto, mientras estás obsesionado con ese pensamiento, ya estás fuera. Andas sin pies ni suelo, a tientas por lo desconocido, creyendo que nunca lo conseguirás y en un momento ya forma parte para siempre de tu personalidad, eso ya eres tú y formará parte de ti para siempre. Curioso.

¿Te han influido cosas distintas a las habituales a la hora de afrontar las composiciones de “Multiverso”?

He podido ser más concreto con respecto a mis influencias, más sincero, más cercano. Hasta ahora elegía el estilo en función de su capacidad de expresión y donde me sentía más cómodo, sin embargo en este trabajo decidí ser más explícito con respecto a mis influencias. Mostrarlas y lanzarme a su desarrollo sin ningún tipo de complejos, si me gusta Elvis pues que se note, si adoro Buddy Holly que sea evidente, todo así.



Me imagino que habrá gira de este trabajo, ¿Qué formación y repertorio llevarás en directo? ¿Vas a incluir alguna versión relacionada con el objeto del disco?
Popi González a la batería y voces, ya trabajé con él en el disco Homenaje a Los Ángeles. Juano de Los Bombones de Sevilla a la guitarra y voces y Julián ex Lori Meyer al bajo y voces. Como podrás comprobar quería trabajar bien el tema de las armonías vocales para la puesta en marcha del proyecto y con ellos me resulta muy fácil hacerlo. A veces incluimos alguna de Lagartija con temática astral como “Un Marciano envía una postal a Casa”

¿Qué es lo más importante que has aprendido tras esta experiencia?

Lo más importante es dejarse llevar por el disco, ser capaz de darle el suficiente empuje como para lanzarlo fuera de la Estratosfera y dejar que él sólo establezca su propia velocidad de crucero. A veces forzamos los discos y nos vamos alejando de ellos, quería evitar esa sensación como fuera.

¿Qué está aportando Paul Grau a tu sonido o incluso a tu forma de trabajar las canciones?
Paul Grau ha sido definitivo para el proyecto. Hemos trabajado juntos en los últimos trabajos del grupo así que conoce todo lo que hay que conocer de mí. El sistema de grabación era parecido al que utilizaron XTC en “Skylarking”, es decir, primero los instrumentos de cuerda y después los de percusión. De esa forma podía tener el tema abierto a cualquier cambio en cualquier momento. Él es un gran productor y un genial mezclador, se nota en cada uno de los temas, yo no hubiese mezclado así por mucho que me esforzase.

¿Qué efecto te gustaría que produjesen tus canciones?
El sólo hecho de volver a mirar al cielo sería más que suficiente. Dejarse llevar un poco por la pasión que el mundo de la astronomía despierta en todos nosotros. El disco empezó con la intención de apoyar el Año Internacional de la Astronomía y acabamos tocando después de la intervención de Robert Wilson (Premio Nobel de Física en 1978 por haber descubierto el fondo de radiación cósmica, una especia de ondas frías con ruido surgidas después del Big Bang y que demuestran la existencia de este) en la jornada de clausura del AIA.

¿Cómo crees que ha cambiado la incidencia del mensaje contenido en una canción en todos estos años?

Una canción es un reflejo, un flash con entidad propia. El espejo donde se mira una canción es el mundo que le rodea, no hay más. Y si el mundo que nos rodea es indefinible la canción se va tornando más ambigua. Creo que estamos en ese punto.

Hablando de ciencia, ¿se ha convertido el rock and roll en un conjunto de formulaciones más o menos reconocibles?
El R’n’R acorta distancias, es nuestra segunda, tercera o cuarta cultura, la que quieras. Empezó de manera tan sugerente que durante decenios ha servido para cualquier cosa. Es posible que al igual que el cine mudo es un arte que empezó es su máxima cuota de perfección (Chaplin, Buddy Holly), imposible superarlo. Pero... ¿Quién quiere superarlo? Si te sirve para lo que quieres expresar… perfecto.

¿Cómo ha evolucionado tu forma de escribir los textos de las canciones?

Durante todo este tiempo he hecho lo mismo, es decir, escribir, parar para aprender y volver a escribir. Esa forma de trabajar aún la conservo.
No es que me harte de cómo escribo, es que no quiero acercarme al perfeccionismo, prefiero la improvisación sobre nuevas formas. Yo no escribo poesía, sólo letras para canciones.

¿Tiendes a añadir detalles o quitar cosas de los temas hasta el último momento, o los sueles tener claros pronto?
Intento hasta el final introducir la máxima cantidad posible de ideas que tenía en mente al principio. El tiempo es limitado y tienes que escoger entre todas ellas, volcarlas y ver el resultado. Muchas veces lo que ocurre es las canciones salen de tus manos mientras intentas colocarle un nuevo vestido.

Leí unas declaraciones de Tom Waits en las que decía, refiriéndose al hecho de encontrar la propia voz, la propia forma de comunicar, que para lograrlo es mejor trabajar en uno mismo más que en la música. ¿Qué opinas al respecto?

Estoy totalmente de acuerdo. La voz es lo que nos distingue. Deberíamos tener todos la obligación de cantar, mostrar nuestro timbre al universo silencioso. Algo así como asociarnos a nuestro animal tótem. Una imagen.-Un sonido- una persona. Si nos acercamos a cómo podemos realmente cantar, la música se nos revela más fácilmente.



Siempre he pensado que el verdadero marchamo que deja un grupo o un artista surge instintivamente, quizá de una mezcla de talento e intuición, más que de algo premeditado. Aquello de partir de las mismas bases sonoras que miles de grupos y sonar diferente. ¿Tú qué piensas?

Es lo poco que podemos aportar a la música, nuestra forma de verla. Con los mismos elementos que todo el mundo. Es lo que cualquier banda debería aprender desde el principio: el mundo está deseando ver cómo lo haces, no cómo se hace mejor o peor, sino cuánto de ti sale en cada momento. Tú te desnudas primero porque el oyente, cuando se abandona, busca un acercamiento más pleno. A veces sale mal y te ven en pelotas, no pasa nada.

Mirando hacia atrás, ¿recuerdas alguna etapa de tu carrera con insatisfacción?
Las etapas de insatisfacción no son reales cuando se refiere a los discos. Pasa como con los discos de cualquiera, adoras unos y odias otros, de pronto todo es al revés y los que no te gustaban te apasionan. ¿Qué ha cambiado? Es difícil de saber. Las insatisfacciones han venido a veces por la incomprensión, por buscar almas parecidas o gemelas. Han pasado muchos años y mi balance es positivo, es una carrera irregular, como las que a mi me gustan.

Después de bucear en oscuridades sonoras varias, ¿qué significa una buena melodía pop para Antonio Arias?

Una que refleje lo que respetas ese estilo. A mi me ha dado pudor hasta ahora acercarme más al pop, me pasa como con el flamenco, lo respeto tanto que me acerco a él siempre de una forma casi religiosa. Eso hace que meta bastante espacio cuando hago algo de eso, me siento más seguro componiendo de una forma más punk. Aunque es verdad que para tocar sucio hay que ser muy limpio. Al revés también funciona.

¿Estuviste finalmente en Liverpool viendo el musical de “La guerra de los mundos”? ¿Cómo va el asunto de la edición de la versión de Lagartija Nick?

Compré las entradas y al final no fui, ahora no recuerdo por qué, tampoco revendí las entradas, dejé los asientos vacíos (realmente buenos y cerca de la primera fila) es un asunto que sigo teniendo pendiente, publicar aquel material que unía narración, ciencia ficción y música, mis temas de siempre. A ver si algún día Jeff Wayne se apiada de mí y me cede los permisos, que va a ser nunca.

Parece ser que surgieron ofertas para interpretar el disco de Val del Omar en directo, ¿se llevaron a cabo los conciertos? Creo que es un trabajo que de alguna manera siempre mantendrá vigencia, capaz de ponerse de actualidad en cualquier momento.
No se realizaron esos conciertos, pero sigue habiendo ofertas para llevarlo al directo. Espero reeditarlo el año que viene. Al igual que con la reedición de “Inercia” y “SU” lo ampliaremos con material extra. Es uno de mis discos favoritos de Lagartija Nick. Tremendo, excesivo y hecho de una forma que parece un suicidio musical. Pienso que se podrá valorar este trabajo dentro de un tiempo, todavía no.

¿Con qué frecuencia se siguen sucediendo las representaciones de “Omega” con Enrique Morente? ¿Han cambiado mucho las sensaciones? ¿Se mantiene la magia tras todos estos años?

Solemos hacer unas cuantas representaciones al año. Es un disco que ha calado mucho en la gente, seguimos interpretándolo 15 años después de su edición y la respuesta es siempre bestial. La sensación para el que lo lleva al directo es muy intensa, sentimos cómo nos recorre una fuerza especial, y nos abandonamos a esa experiencia. La magia está en la voz de Morente, en la fuerza del poema, en todos los implicados funcionando a una; quiero decir que ha veces somos una veintena de personas sobre el escenario y todos vamos a disfrutar y hacer disfrutar.

¿En qué momento está Lagartija Nick actualmente?
Creo que llevábamos varios años muy fuertes y este período de tiempo de cierta inactividad seguro que nos hace afrontar los nuevos proyectos con un punto de vista diferente. Se ha reeditado “Su” y me gustaría hacer un par de conciertos con ese repertorio, invitando a los originales, algo como lo que hicimos cuando se reeditó “Inercia”, supongo que en Granada y Madrid.

¿Qué es lo que te motiva artísticamente?

Acercarme a las ideas que me susurra mi voz interior. Hacerle caso a mi intuición y no parar hasta quedarme por lo menos a medio camino de esa idea. El continuo renacer es lo que más me motiva.

Ya que estamos en un sitio dedicado al cómic y al humor gráfico, háblanos para despedirnos de tu relación con los tebeos y si los consideras una influencia.
Mi relación con el cómic empieza en mi infancia, mi hermano Jesús era un fanático de El Capitán Trueno, El Jabato, cosas así y tenía una habitación llena de tebeos que mi madre intentaba siempre tirar. Yo me aficioné sin embargo a los cómics de los sesenta, los de Marvel. Podías comprar sólo uno y cambiarlo todas las semanas en el quiosco por los nuevos números que se editaban. Una pena, porque aquellos formatos me encantaban, el olor del papel, el grosor… Conservo un cómic sobre la vida del Padre Damián, el héroe de Molokai del año 74. Luego me interesó más un tipo de ilustración más underground, por lo que me hizo mucha ilusión el número dedicado a Lagartija Nick de la revista Cretino, me impresionó mucho.


Entrevista publicada el mes de febrero de 2.010 en Irreverendos

Entrevista publicada en el cómic "Lagartija Nick: hay ruido todavía" publicado por Tebeos de Ultrarradio en febrero de 2.013.

01 abril 2009

LAGARTIJA NICK: CASO ABIERTO (III y final)

El Teletipo de la Verdad insiste: (“La discográfica Sony se negó a publicar “Omega””), (“los grupos The Stooges, The Stranglers, The Jesus & Mary Chain, Sonic Youth, Spacemen 3, Ministry, NIN, Laibach y Einstürzende Neubauten, entre otros, grabaron y enviaron sus condolencias a los fans”)…
En el Gran Espacio de la Cultura, el edificio circular situado en el centro de la ciudad donde se ha confinado toda la actividad cultural reconocida y subvencionada, una “Exposición Exterior” repite sin pausa sobre la fachada fotos y filmaciones del grupo, entrevistas y declaraciones. Los vídeos de “Nuevo Harlem”, “Carmen Celeste” o “Azora 67”; fotos del primer concierto de Lagartija Nick en formato de trío con Eric y José Ignacio Lapido a la guitarra, de los espectáculos de “Omega” por todo el mundo; o las películas de Val Del Omar que el grupo visionaba mientras grababan el disco, se pueden ver sin sonido a través del murmullo de una lluvia cada vez más intensa.


Con “Lo Imprevisto” (Lagartija Nick, 2.004) se extendió la sensación de que Lagartija Nick habían vuelto. Regresa Eric, lo que es todo un síntoma, y Jesús Requena sucede en la guitarra a M.A.R. Pareja. Víctor Lapido colabora en un tema, pero ese mismo año pasará a formar parte del grupo, hasta aquel fatídico 20 de febrero. La banda había decidido tomarse las cosas con más calma, apostaron por la autogestión y crearon su propio sello, grabando su disco rodeados de amigos en el estudio granadino de Los Planetas (“El Refugio Antiaéreo”). Para cerrar el círculo, Fino Oyonarte vuelve a hacerse cargo de la producción. Las interpretaciones son más reposadas, los temas cortos y variados (el sentido de la variación en Lagartija es relativo, toquen el palo que toquen siempre queda un poso propio, tenso, enigmático, un común denominador proveniente de aquella influencia after-punk iniciática). Mientras los sintetizadores convierten “Lo Imprevisto” (la canción) en banda sonora de teleserie del espacio, con su punto de grandilocuencia, no es difícil caer en la tentación de colocar este disco inmediatamente después de “Su” con un rock conciso y efectivo como el de “Contar lo que no puedo contar” y la expeditiva “Gente extraña” (simpático homenaje de Arias a sus influencias de siempre, donde parecen los Lagartija de antaño sometidos a la nueva centrifugación); la tendencia pop de “Yo no soy yo”; el dramatismo de “Fahrenheit 451”, o "Domingo de Ramos” dos perfectos ejemplos de programaciones y sintetizadotes al servicio de la canción sin desnaturalizarla y con excelentes resultados. “Melodía y sombra” y “Dune” apelan a la psicodelia, la primera con tintes aflamencado-arabizantes y la segunda a lo Beatle con el registro novedoso del piano.


Pasados tres años, aparece el “Shock de Leia” (Everlasting, 2.007). Con Víctor Lapido ya como único guitarrista, este trabajo sigue la senda no mediatizada del anterior y vuelve a dar en el clavo, ofreciendo a una formación cada vez más inspirada y relajada. El disco de tributo a Los Ángeles, el grupo por excelencia de pop granadino de los sesenta, editado en el sello de Lagartija Nick en 2.005, y en el que la banda se involucró totalmente, es inspiración reconocida por Antonio Arias a la hora de definir la dirección sonora de este trabajo; supongo que en lo referente a lo resolutivo de las composiciones y su mayor claridad, aparte de por el renovador aire pop. Cuando asistí en Motril a la presentación de ese homenaje vi a un Antonio Arias que, además de pasárselo como los indios haciendo de maestro de ceremonias, disfrutaba al cantar algunos de aquellos clásicos, demostrando lo buen cantante que puede llegar a ser pese a lo limitado de su voz. Así, podemos concluir que de entre la obsesión rompe-moldes resurge el fan acérrimo del punk y la new wave, Buddy Holly o Víctor Jara, disfrutando de nuevo con la composición de canciones sin más.


La descompresión alcanza su plenitud, dejando hendiduras por las que entra una luz que es un regalo para todos nosotros. Pero, incluso en los momentos más luminosos, no pierden la tensión congénita ni su musicalidad incisiva. Exentos de urgencia, los temas (de nuevo numerosos y de duración no excesiva) se suceden entre textos que pugnan entre el ya clásico carrusel de imágenes, el lirismo más acentuado, y la articulación de una reflexión despojada de artificio. Producido en Motril por Paul Grau, se repiten las colaboraciones de amigos varios y la alternancia feliz de elementos eléctricos y electrónicos.
En la elocuente “2.010” transitan el space-rock, seguida de “Anoche soñé demasiado” tres minutos tan directos como introspectivos, poseedores de pegada y un gran estribillo. Aparte de la influencia valentiana por aquello de “La Piedra y el Centro”, la raíz popular de esta letra se puede escuchar en una soleá de La Niña de los Peines. “20 versiones” es indie-rock directo (convertido en divertimento punk por la letra y la voz de Honest John Plain en la lectura inglesa incluida como bonus, a cargo de The Boys). Un single redondo, aunque no de la magnitud de “Carmen Celeste” (dedicada a la hija de Antonio y Lorena, editada en un EP en 2.006 y regrabada para la ocasión), luminosa en todo el decurso de su melodía, sus vueltas y revueltas, su potente energía intrínseca. “El shock de Leia”, con armonías vocales de Lori Meyers, hunde sus raíces en el pop más preciosista de los sesenta, década en la que también encuentran acomodo las trepidantes “Lo conservo todo” y “Cosmos” (con la mano invisible de Joe Meek); o el pop sofisticado de “Un marciano envía una postal a casa” (qué gran letra). “Pasajeros en tránsito” y “El signo de los tiempos” son los Lagartija de los primeros años, pero sin aquella ansiedad. “El Resplandor” es rock con ventanas abiertas, a veces cercano al mejor power-pop y “Tu violencia” un medio tiempo suspendido, como el pensamiento alerta de un cantautor en espiral eléctrica.


Lagartija Nick era a esas alturas un grupo veterano, pero no acomodado, y, después de todos los años pasados desde su desaparición, sigue siendo para mí ese inquieto bicho eléctrico siempre al borde de una nueva dirección, bullente de vida y de ideas; de proyectos que nacerán, morirán pronto, se frustrarán o crecerán, capaces de transmitir con generosidad y pasión esa energía que responde al nombre de vida.


Cielo despejado. La ciudad sin sueño comienza a abandonar su estado febril. Los rostros demudados van perdiendo su sensación de ahogo, y con ella su fascinación. Otro año más, la mañana aterriza lentamente en vertical y la noche despega rauda, como si no fuese a volver nunca. Fin de la emisión.



* Texto aparecido en "Lagartija Nick, eternamente en vuelo" tebeo dedicado a la banda granadina publicado por Cretino

31 marzo 2009

LAGARTIJA NICK: CASO ABIERTO (II)

Continúa lloviendo. Alguien subido a un banco trata de imponerse al barullo de la discusión que se extiende en una pequeña plaza, y proclama, espoleado por el alcohol, que un proyecto como Lagartija Nick no podía terminar mediante una vulgar separación o cese de actividad. Sería muy complicado detener el flujo de energía, explica. Sólo podrían parar volatilizándose, desapareciendo de la faz de la tierra para esparcir toda esa energía por el Universo. “Sin fin”, apuntan desde el fondo.
La televisión repite la imagen del interior del libreto de su cd “Lagartija Nick” y, sobre todo, las de “Val del Omar”, tomadas como algo premonitorio, el mensaje previo a “una dulce espera que algún día tendría su culminación”, según una presentadora rubia.
La radio pincha canciones de “Lagartija Nick” a volumen imposible, subrayando la separación del repertorio en “Durante el lanzamiento”, “En el espacio” y “Regreso a la tierra”. Vuelven aquellas historias de los vecinos, que se empujan ante los micrófonos de los reporteros, sobre un enorme artilugio que atravesó el cielo en un instante; otros declaran haber visto al cantante del grupo pataleando mientras unos dedos gigantes se lo llevaban velozmente. En cada esquina se pueden observar bajo la lluvia pequeños grupos que señalan extraños movimientos de estrellas que nadie creerá en unas horas. Un programa de la tarde ha emitido repetidas veces un corte radiofónico antiguo donde Antonio Arias declara en una radio que La Alhambra es una nave espacial. El rumor es un fragor creciente. Adolescentes dicen oír canciones desconocidas del grupo dentro de sus cabezas.
El Teletipo de la Verdad suministra bajo la pantalla de la televisión noticias cortas sobre Lagartija Nick. (““Hipnosis” se grabó en 59 horas”), (“En la letra de “Newton” aparecen fragmentos inspirados por el astronauta español Pedro Duque”), (“”Omega” superó las cincuenta mil copias vendidas en su día”), (“El astrofísico José A. Caballero ayudó al grupo con la portada de “El Shock de Leia””), (“La discográfica Sony ni siquiera se dignó a hacerse cargo de las mezclas de “Val del Omar””)...


Supongo que la conocida inquietud de Morente y la pasión por el riesgo de Arias facilitaron la sucesión de acontecimientos que dieron lugar a la aparición de ese trabajo, fruto de dos proyectos paralelos que terminan confluyendo (el de Morente de adaptar temas de Leonard Cohen y uno de Lagartija Nick sobre Lorca, -Antonio Arias y su cerebro batiente-); que abrió y, dada su excelencia, cerró a la vez su propio camino creativo. No creo que sea la manera definitiva de mezclar flamenco y rock (eso aún tiene mucho margen de definición), pero sí una opción sonora completamente nueva. No reconcilia nada, no mezcla ni hace convivir, simplemente crea algo nuevo, a partir de la emoción e intensidad puestas en todo un proceso vivido en una burbuja creativa sin concesiones ni miedos. Una creación artística indeleble, ajena a la erosión del tiempo y con el magnetismo intacto, que casi siempre ha estado de gira, revitalizada en 2.008 con la compra de los derechos del disco por parte de Enrique Morente y su remasterización en Nueva York de la mano de Alan Silverman. Y con una segunda parte eternamente pendiente.


Omega” (El Europeo, 1.996), incluye revisiones del repertorio de Leonard Cohen y adaptaciones de “Poeta en Nueva York” de Federico García Lorca. Recuerdo que muchos medios comenzaron inopinadamente a referirse a Lagartija Nick como grupo de Thrash-metal, incluso en “Lo más Plus”, con Arias asintiendo e imagino que tomando nota para el futuro inmediato. El disco terminó consagrado como un hito de la World Music, qué le vamos a hacer. Lagartija Nick aceptaron una posición secundaria, pero su presencia es crucial y aporta la mayor parte de las cosas que hacen de éste un trabajo único. Aparecen en seis temas (menos de la mitad) y participan en la composición de cuatro. Inolvidables, como la construcción compleja y atrevida de "Omega”, creando un espacio sonoro denso y onírico; con la batería de Eric ejecutando una base percusiva a partir del ritmo procesional de la Semana Santa (esa misma batería que cuando comenzaba a sonar en las presentaciones conseguía que mucha gente abandonara sus localidades), para acompañar a Morente cantando saeta; y rompiendo en el último tercio en aceradas guitarras que flanquean la percusión única de las palmas. O “Vuelta de paseo”, en la que, tras un inicio plácido con la guitarra de Cañizares, irrumpe el telón eléctrico espoleado por la batería lanzando picotazos, envolviendo y apropiándose del tema con coros fantasmagóricos, compartiendo sus ráfagas con la guitarra flamenca. O “Ciudad sin sueño”, su participación más subrayable: dueños y señores de la instrumentación, crean una atmósfera tan sugerente como inquietante y oscura que, sosteniendo en un aire lóbrego la voz de morente, con la presión del bajo distorsionado y la batería y percusión se dirige a lo enervante y amenazante, con las guitarras tomando más cuerpo que nunca y los miembros del grupo colaborando al pandemónium del crescendo final recitando el poema de Lorca.


El Noticiario de la Verdad abre con esta noticia: “Expertos de todo el mundo diseccionan las letras de canciones como “Estratosfera” para desentrañar el enigma”. La información sale de la radio situada en el centro de cada habitación, ya que la televisión ofrece únicamente entretenimiento, venta e imágenes mudas. Sólo La Tertulia de la Verdad es retransmitida a la vez por ambos medios. En una habitación circular seis tertulianos moderados por una voz en off, dirigen la opinión. Uno de ellos, con barba y gafas colgando del cuello y golpeando sobre su vientre, sostiene que la carrera de Lagartija Nick no ha sido sino una preparación para el supremo momento de una abducción consentida y largamente esperada. ¡¡ Lo de la grabación de un vídeo ha sido sólo una excusa, una patraña!! Se excita por momentos y se balancea en el alto taburete donde está sentado, rozando casi el techo con la cabeza. Algunos papeles y recortes de prensa se le caen y rápidamente un asistente trepa por la patas del asiento para devolvérselos. El contertulio situado enfrente asiente sonriente elevando calmosamente la mano para pedir la palabra, una vez la posee, subraya pomposamente que tal como decía Uwe Lausen de los situacionistas, que no eran cosmopolitas, sino cosmonautas, Lagartija Nick han hecho ese recorrido abandonando definitivamente el espacio urbano por el exterior. Tal paralelismo sorprendió y arrancó los aplausos tanto del resto de los contertulios como de sus sufridos asistentes. Esta teoría tomará con toda seguridad las ondas en los días siguientes, hasta que el misterio vuelva a aplazarse. Un adivino, un astronauta retirado y una actriz en tanga dorado trazan en una pizarra palabras extraídas de letras del grupo que pueden darnos la clave: “Leia”, “Space”, “astro”, “órbita”, “Universo”, “estratosfera” o “Júpiter”; frases como “Eternamente en vuelo”, “En otro cosmos, sin luz ni sonido”, “He abierto tu puerta, saluda al intruso” o “Going to Mars”. El público aplaude puesto en pie el politono de “20 versiones”.


Jack Kerouac alude a la necesidad de “escribir con excitación, a toda prisa, hasta sentir calambres, de acuerdo con las leyes del orgasmo”, y también recomienda encarecidamente “escribid para vuestra felicidad personal”. Esa excitación de la espontaneidad, ese basar la creatividad en sus propias obsesiones o querencias personales, las he visto muy presentes en Antonio Arias y siempre han contado con mi admiración. Creador insomne y arrebatado fue incandescente hilo conductor entre las experiencias e influencias que captaba del mundo que le rodeaba y su trabajo, donde quedaban vertiginosamente volcadas. Hizo de su carrera una pequeña nave espacial reluctante a presiones externas de cualquier tipo, por lo que pienso que nunca terminó de ser lo que la gente quería de él en cada momento, en cada etapa. Hay quien sostiene que Lagartija Nick murió tras “Omega”, no es así, pero bien es cierto que nada volvió a ser igual, de ninguna manera podría serlo. Tras la experiencia de participar en un proceso creativo de tal calado, volcándose alrededor de una idea, creo que a Arias se le hizo imposible volver a la composición al uso, a la colección de canciones, por más que sus discos siempre terminaran conformando un entramado conceptual.


Ese placer de investigar, de abundar en un proyecto concreto, tomó una dimensión definitiva con la figura de José Val Del Omar, extraordinario personaje, creador integral: artista, investigador, cineasta e inventor granadino contemporáneo de Lorca y fallecido en 1.982; padre de técnicas absolutamente innovadoras como el zoom o el sonido diafónico y rupturistas como el “desbordamiento apanorámico de la imagen” o el concepto de “visión táctil”. La conexión era inevitable, sólo Arias y los suyos podían acercarse con la suficiente sensibilidad y tino a este espíritu singular. La aventura de “Omega” se había saldado por el lado negativo con la deserción de Eric, desde mediados de 1.997 baterista de Los Planetas. Su baja es suplida por José Antonio Quesada, y su doble bombo procedente del thrash-metal.
La adaptación de los textos de Val Del Omar, la conversión en sonido de sus visiones, se aborda con una vocación sonora netamente experimental, basada en el trabajo con texturas de sintetizadores y samples, combinados con rock industrial y metal pesado para las guitarras. La expresividad eléctrica anterior, la urgencia punk, quedaban enterrados en un trance de inercia rítmica electrónica estimulada por el dinamismo y posibilidades que ofrecen los textos. Un brusco giro sonoro que, al menos en el contexto de “Val Del Omar” (Sony, 1.998), me pareció muy acertado, incluso revelador. Producido por primera vez por la propia banda, M.A.R. Pareja, además de guitarrista sideral de solos endiablados, es el responsable de sintetizadores y programaciones y autor de la mayoría de las músicas, incluida la de “Énfasis”, oasis entre la metalurgia, un medio tiempo gaseoso que cuenta con la balsámica guitarra acústica de Juan Codorníu. Algo similar al quieto desasosiego de “Respiro en Nueva York”, breve y con un acertado acompañamiento. Por su parte, “Yo día y orden” y “Táctil-visión” parecen los Lagartija de antaño sometidos a la nueva centrifugación; y la descarga de “Celeste”, con la colaboración de Morente, una continuación del espíritu “Omega” celebrado exclusivamente en terreno del grupo. En plena gira de este álbum saldrían de la banda Codorníu y Pareja.


La idea global y el concepto se mantuvieron posteriormente, en etapas que se me antojan difíciles para la banda, con idas y venidas de personal, conflictos y una cada vez mayor incomprensión del público. Pienso que en esos años Antonio Arias se empachó de conceptualismo, pero al menos no engañó a nadie; eligió un camino, una senda de creación, investigación y conocimiento de desiguales resultados. Los discos de la etapa 98-01, dejan una impresión de blindaje sonoro y espacios que se angostan en vez de abrirse; la mecanización termina por limitarlos y convertirlos en previsibles.


Tiempos raros, tiempos de cambios: con la formación original pulverizada, Arias recluta músicos prestigiosos de Granada, procedentes del metal, Paco Luque como única guitarra y David Fernández a la batería, y se hace acompañar de su hermano Ángel (ese gran fan de Esplendor Geométrico) en las programaciones y demás maquinitas. Se acaba la controvertida relación con Sony y aparece Zero, donde publican en 2.000 “Lagartija Nick”. Producido por Pablo Iglesias y la propia banda es un trabajo opaco que abunda en los sonidos metálicos, dirección única y obstinada basada en un trenzado rítmico de alta tensión y un sonido inflamado y oscuro, inyectado de metal. Las descargas de guitarras de Paco Luque y la presencia de Ángel Arias, determinan un sonido tozudo pleno de programaciones, loops y secuenciadores, base de textos telegrafiados en una ambientación ingrávida. “Ondas de Fluencia” con letra de Val Del Omar, aún sobrevive en su repertorio de directo; destacando además temas como “Mar de la tranquilidad”, bella, oscura y sin gravedad, “Azora 67”, que incluye frases del Corán y recovecos siempre de agradecer o “No somos máquinas”, anhelo frío y electrónico desde la soledad de un agujero negro. Los temas aparecen firmados por toda la banda por primera y única vez.


A la altura de 2.001, Lagartija es considerado prácticamente un grupo de metal. Ese año aparece “Ulterior”, que trae como principales novedades la vuelta momentánea de M.A.R. Pareja, de nuevo autor de la mayoría de las músicas, y la incorporación de Lorena Enjuto (para apuntalar el ya célebre doble bajo), procedente de la formación madrileña Ratioactive. Planteado como una incursión techno, plagada de máquinas, antes de entrar a grabar se decide hacerlo sin ellas. El resultado es una mecanización de tracción manual pero suficientemente fría, que muta en otro disco metálico. En definitiva, el tercero de similares características, persistiendo el sonido árido, sin aportar nada nuevo y con signos de agotamiento. Aún así, no se pierde el tiempo sumergiéndose en su mundo de textos inquietantes y crípticos, como una oscuridad expansiva, tan reflexivos como anhelantes; algo apocalípticos. “Himno a la materia” se inicia cadenciosa, internando la guitarra en una bruma metálica para acompañar un texto del pensador y jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin. La influencia del padre de los conceptos de cosmogénesis y noosfera viene de Val Del Omar, siempre tan presente. “Asesinos” es un guiño a Rimbaud, mientras “Emergencia” se articula por etapas: desperezándose con su entrada psicodélica, abordando la descarga metalera de rigor, su breve reconcentrado de guitarra wha-wha y enfrentando su latigazo de liberador estribillo punk, que otorga carta de naturaleza al tema. “Intensidad” con sus percusiones, guitarras de alto octanaje y bajo jazzy, me recuerda a la época de “Su”, pero mucho más plana. “Dos”, descarga más cerca del hardcore, y “Decadencia” son los nueve minutos más estimulantes para mí musicalmente del disco, para nada plomizos: posee un riff básico de guitarra que realmente levanta la canción ayudándola a volar, y su parte final suena a un añejo encuentro entre los Stones y los Stooges. La intrigante “Cielo Ulterior”, conecta con la candencia inicial del disco.


Otros proyectos quedaron sin plasmación discográfica por diversos motivos, como el dedicado a los Libros Plúmbeos del Sacromonte o a “La Guerra de los Mundos”, ambicioso plan de asalto pergeñado tras “Ulterior” que parte de la fiel traslación del disco de Jeff Wayne de 1.978. Fue presentado en Granada en un par de ocasiones y quedó pendiente de editar por problemas de derechos. Ofrecido a Sony tras “Val Del Omar”, no es difícil imaginar el gesto de incredulidad de aquellos tipos. Todo esto les llevó a una situación de hastío que invitaba a tomar otra dirección, así de simple. Siguiendo el principio de “escribid para vuestra felicidad personal”, retomaron la ilusión por la composición, por la canción en sí y valoraron convenientemente todo el calado y grandeza que pueden contener sus breves minutos de duración. Desapareció la gravedad y el rostro de la Lagartija pareció distenderse. Un disco de Lagartija Nick pensado para seguidores tras “Omega” hubiese sido un fraude, algo en lo que Arias no hubiese creído, aunque le hubiera reportado con seguridad mejores réditos comerciales. Lo mismo que seguir por el camino de la introspección temática hubiese sido un error, probablemente por no contar ya con la ilusión o la frescura necesarias para permanecer en un camino al que habían dedicado siete años de su vida como grupo.

30 marzo 2009

LAGARTIJA NICK: CASO ABIERTO (I)

“El grupo de rock granadino Lagartija Nick desapareció la pasada noche sin dejar rastro”. Así empezó todo. Una fría noche invernal de 2.009, hace demasiados años ya, pero que aún recuerdo vívidamente. Hoy se celebra un nuevo aniversario de aquel día lleno de misterio y preguntas sin respuesta y, lejos de caer en el olvido o en el inframundo de los misterios sin resolver, se ha convertido en una fecha señalada, un día de celebración de lo desconocido, fecha de referencia para los imposibles. El día en que el vacío nos visitó por primera vez y por un solo segundo. Los hechos: la banda volvió a la Alhambra la noche del 20 de febrero de 2.009, casi once años después de su visita nocturna para las fotos del libreto de “Val Del Omar”; el motivo esgrimido era grabar algo, pero nadie se pone de acuerdo acerca de qué: unos dicen un vídeo, otros una canción, otros captación de ruidos, alguno, incluso, lectura de poesía automática. La cuestión es que nadie los volvió a ver. Ascendieron al monumento cargados de material y no bajaron, sólo dejaron como recuerdo mudo de aquel día un coche vacío. Ninguna de las personas que permanecían en el lugar escuchó ni vio nada fuera de lo habitual. Sólo un leve zumbido en unos casos, llegaron a declarar algunos, o un breve destello en otros.


Esta noche, desde el habitáculo de mi pequeña emisora de radio observo ventanas parpadeantes por el trasiego nervioso de siluetas dentro de los pisos; veo a un tipo que trata de romper la monotonía antes de hundirse en ella narrando las andanzas de Lagartija Nick y chillando algunas de sus canciones, emergido del techo de una furgoneta vieja y gris, megáfono en mano. El conductor apenas frena en las curvas mientras la lluvia cae empapándolo todo, siendo el sudor de la oscuridad en una noche de metálico frío, y matizando su silencio con un sonido antiguo, como de recuerdos que se contraponen. Mientras, un chico espera impaciente para cruzar la calle con una camiseta en la que se puede leer “El mundo del rock es un trampolín para los mediocres”. En una pared de la catedral sé que alguien ha escrito apresuradamente “Donde nunca ha llegado el amor, llegará la policía”.


Este aniversario lo celebro, como cada año, con una sensación extraña que me agarra el estómago mientras hablo con vosotros, mis escasos y desconocidos oyentes; de fondo se oye la reedición en vinilo de “Inercia”, publicada un año antes de la fatídica fecha. Cuando me hice con ella y la volví a escuchar tranquilamente pensé que era una obra maestra y así llegué a escribirlo; es curioso, en su día no recuerdo haber llegado a una conclusión tan contundente. Un disco que quiso ser instantáneo y finalmente logró vencer al tiempo. Rememoro el principio de todo: el nombre (sacado de un tema de Bauhaus, tras manejar otros menos inspirados como Las Moscas o Clan) que comienza a correr de boca en boca; la presencia, ya mítica en aquellos años, de Eric Jiménez a la batería; los constantes rumores, la expectación, las idas y venidas de Arias de 091, la formación de trío con un melenudo Juan Codorníu, la desesperante espera de una actuación en el granadino Paseo del Salón, o la aparición en el recopilatorio GRX (no especialmente destacable). Y, poco después (ya con M.A.R. Pareja en la otra guitarra), la advertencia de un amigo, sorprendentemente avisado: “atento a lo que están haciendo Lagartija Nick”. Y los singles, tres que fui comprando antes de enfrentarme al elepé debut, que presentaban temas que crujían, una apuesta turbadora que, con sus deudas más o menos patentes, no remitían directamente a nadie y mostraban una firme aspiración de trascender; dejándome la sensación de estar ante algo nuevo. Un proyecto en ciernes vibrante, directo e impactante, que creció poderosamente desde un envoltorio after-punk que nunca desapareció del todo; era la germinación inesperada de la semilla de T.N.T. Antonio Arias, su líder, venía de una banda consolidada, 091, y no pocos consideraron su decisión de abandonarla demasiado arriesgada, un error que iba a pagar caro. El tiempo no tardó en demostrar que Arias debía salir de ahí y volar solo, demasiado talento, demasiada inquietud y cosas que decir como para permanecer atado a un secundario papel de bajista callado. Dicen que los temas que luego conformaron “Hipnosis” fueron presentados en el local de ensayo de los Cero, pero aquello estaba llamado a, como finalmente sucedió, tomar una vía de escape propia y crecer hasta convertirse en una de las pocas propuestas rock con personalidad que se podían escuchar en la época por parte de grupos españoles, y eso que aquélla no era mala.


Lagartija Nick mostraban influencias de su tiempo, comunes a otras bandas contemporáneas, pero eran sólo un empuje puntual, un desvío concreto, un puente. La influencia no era tomada como un fin en sí mismo. No se mimetizaban en sus referentes ni en el momento, no eran la coartada moderna de un músico reconocido, aunque joven, que trata de subirse al carro de los noventa execrando los ochenta. Su estética, sus textos, su propuesta global e intenciones estaban lejos del ansia de modernidad indie, cuyo catálogo existencial terminó incluyendo más prejuicios que posibilidades.


Hipnosis” (Romilar-D, 1.991) fue su primer álbum, producido por Fino Oyonarte de Los Enemigos. Supuso una liberación de energía, circulaba velozmente por los cauces del punk pero los iba dinamitando a su paso con menos fuegos artificiales que muchos; eran explosiones sordas y contundentes. Los temas latían poderosamente a base de distorsión y urgencia, como una ciudad noctívaga sumida en el caos de la vida moderna. Se transmite la sensación de algo irrefrenable que se acerca. El futuro, en la voz-proclama de Antonio Arias, de pronto es un coche en marcha que te sube sin dejar que se acomodes ni pedirte opinión: viajarás y viajarás sin poder pararte ni un minuto a pensar, mientras que la vida, convertida en una imparable sucesión de imágenes, te confunde. “No lo puedes ver”, remite en su inicio a Spacemen 3, pero después el punk golpea el subsuelo de la canción. “Déjalos sangrar” o “La Gran Depresión”, con un inesperado sitar, tributan a Sonic Youth, tal que “El Mundo Desaparecido de los guantes”, ese viaje psicodélico inspirado en “Mote”, de un disco tan candente aquel año como “Goo”. Mientras, riffs stoogianos funcionan como carburante en “Napalm” y “Tan raro, tan extraño, tan difícil”, con su toxicidad diluida en la urgencia del proceso. Escuchado años después se echa en falta más contundencia en la producción, unas guitarras menos opacas, menos huecos.


Consumismo deificado, vacío y sobreinformación; el hombre incrustado apresuradamente en el molde de la tecnología; el vertiginoso recorrido por el cegador mundo de la fugacidad, o el acercamiento constante a una incierta promesa de neón que nunca es alcanzada porque jamás deja de distanciarse. Un año después continúa la narración del torbellino del escenario vital y sensitivo (el vuelco desenfrenado de percepciones, o acaso la máquina de escribir de Dylan rodeada de fotografías en pleno vórtice); el gran collage que se cuela en los oídos dejando una sensación perturbadora: fantasía, automatismo, alienación, el amor y su déficit (presentes de una forma u otra en las letras de Antonio); y ese hilo invisible que siempre les conecta y conectará con el espacio exterior. Lagartija Nick fichan por Sony (que ya intentó en su momento publicar “Hipnosis”) y aparece “Inercia”, para mí su gran elepé, en el que dotan de verdadero sentido a la palabra urgencia. Esta decisión, por cierto, hace que les lluevan los primeros palos (pero, ¿de cuánta gente y circunstancias debe independizarse un artista para ser coherente consigo mismo y conseguir avanzar creativamente?). Dos meses de grabación y la producción de Owen Davies (XTC, Manic Street Preachers), dan como resultado una propuesta que crece por el mejor camino posible, tanto en textos como en música, estallando en su mejor versión. El sonido se compacta y uniformiza (los temas se suceden en un perfeccionado carrusel de electricidad e imágenes), ganando en contundencia y complejidad, y alcanzando una personalidad definitiva, plagada de distorsión, wha-whas que muerden las paredes y psicodelia puntiaguda. Las grandes expectativas del primer álbum son superadas de largo. Las composiciones indelebles se suceden: “Universal”, “Rock´n´roll´zine” o las stoogianasPorno-Stereo” y “Satélite” (esta con su inicio tomado del "Cum on feel the noize" de Slade y su guiño al “A well respected man” de los Kinks); o la emblemática "Nuevo Harlem", que contiene trazas del "The Prince" de Madness.  


Los hombres de negro no paran de tocar, mostrándose como una de las formaciones más sólidas del panorama nacional y además en constante crecimiento. “Su” (Sony, 1.995), cierra la, a posteriori, denominada trilogía inicial (ese cable tenso que aún vibra igual cuando lo golpeas), y, a pesar de contener subrayables ejemplos de ansiedad y vértigo, cambia velocidad por profundidad. La base rítmica se vuelve más obcecada y pesada, atronadora por momentos, con una presencia de batería inconmensurable que aporta una rotundidad sin paliativos. Las guitarras adquieren un mayor protagonismo, se inflaman y adensan, extendiéndose por cualquier hueco y desarrollándose de manera más vehemente (los solos de M.A.R. Pareja, que comparte la autoría de todas las músicas, vuelan febriles). Creo que por primera vez puede hablarse de oscuridad dentro de un sonido que en ningún momento deja de ser excitante y rutilante, aun ofreciéndose notablemente endurecido y agresivo. Jesús Arias co-escribe algunas letras con su hermano Antonio, en un momento en que los textos tantean un lirismo pausado y reflexivo, convirtiéndolo en su trabajo más personal hasta la fecha. “La curva de las cosas” es una canción especial, diferente en el mundo de los granadinos; tan dramática como sugerente, dentro de su palpable tensión, alterna la plácida ascensión por un medio tiempo esencialmente desnudo, con la caída libre. Por su parte “Su”, el tema, fascina en su intensidad llameante.