El Teletipo de la Verdad insiste: (“La discográfica Sony se negó a publicar “Omega””), (“los grupos The Stooges, The Stranglers, The Jesus & Mary Chain, Sonic Youth, Spacemen 3, Ministry, NIN, Laibach y Einstürzende Neubauten, entre otros, grabaron y enviaron sus condolencias a los fans”)…
En el Gran Espacio de la Cultura, el edificio circular situado en el centro de la ciudad donde se ha confinado toda la actividad cultural reconocida y subvencionada, una “Exposición Exterior” repite sin pausa sobre la fachada fotos y filmaciones del grupo, entrevistas y declaraciones. Los vídeos de “Nuevo Harlem”, “Carmen Celeste” o “Azora 67”; fotos del primer concierto de Lagartija Nick en formato de trío con Eric y José Ignacio Lapido a la guitarra, de los espectáculos de “Omega” por todo el mundo; o las películas de Val Del Omar que el grupo visionaba mientras grababan el disco, se pueden ver sin sonido a través del murmullo de una lluvia cada vez más intensa.
Con “Lo Imprevisto” (Lagartija Nick, 2.004) se extendió la sensación de que Lagartija Nick habían vuelto. Regresa Eric, lo que es todo un síntoma, y Jesús Requena sucede en la guitarra a M.A.R. Pareja. Víctor Lapido colabora en un tema, pero ese mismo año pasará a formar parte del grupo, hasta aquel fatídico 20 de febrero. La banda había decidido tomarse las cosas con más calma, apostaron por la autogestión y crearon su propio sello, grabando su disco rodeados de amigos en el estudio granadino de Los Planetas (“El Refugio Antiaéreo”). Para cerrar el círculo, Fino Oyonarte vuelve a hacerse cargo de la producción. Las interpretaciones son más reposadas, los temas cortos y variados (el sentido de la variación en Lagartija es relativo, toquen el palo que toquen siempre queda un poso propio, tenso, enigmático, un común denominador proveniente de aquella influencia after-punk iniciática). Mientras los sintetizadores convierten “Lo Imprevisto” (la canción) en banda sonora de teleserie del espacio, con su punto de grandilocuencia, no es difícil caer en la tentación de colocar este disco inmediatamente después de “Su” con un rock conciso y efectivo como el de “Contar lo que no puedo contar” y la expeditiva “Gente extraña” (simpático homenaje de Arias a sus influencias de siempre, donde parecen los Lagartija de antaño sometidos a la nueva centrifugación); la tendencia pop de “Yo no soy yo”; el dramatismo de “Fahrenheit 451”, o "Domingo de Ramos” dos perfectos ejemplos de programaciones y sintetizadotes al servicio de la canción sin desnaturalizarla y con excelentes resultados. “Melodía y sombra” y “Dune” apelan a la psicodelia, la primera con tintes aflamencado-arabizantes y la segunda a lo Beatle con el registro novedoso del piano.
Pasados tres años, aparece el “Shock de Leia” (Everlasting, 2.007). Con Víctor Lapido ya como único guitarrista, este trabajo sigue la senda no mediatizada del anterior y vuelve a dar en el clavo, ofreciendo a una formación cada vez más inspirada y relajada. El disco de tributo a Los Ángeles, el grupo por excelencia de pop granadino de los sesenta, editado en el sello de Lagartija Nick en 2.005, y en el que la banda se involucró totalmente, es inspiración reconocida por Antonio Arias a la hora de definir la dirección sonora de este trabajo; supongo que en lo referente a lo resolutivo de las composiciones y su mayor claridad, aparte de por el renovador aire pop. Cuando asistí en Motril a la presentación de ese homenaje vi a un Antonio Arias que, además de pasárselo como los indios haciendo de maestro de ceremonias, disfrutaba al cantar algunos de aquellos clásicos, demostrando lo buen cantante que puede llegar a ser pese a lo limitado de su voz. Así, podemos concluir que de entre la obsesión rompe-moldes resurge el fan acérrimo del punk y la new wave, Buddy Holly o Víctor Jara, disfrutando de nuevo con la composición de canciones sin más.
La descompresión alcanza su plenitud, dejando hendiduras por las que entra una luz que es un regalo para todos nosotros. Pero, incluso en los momentos más luminosos, no pierden la tensión congénita ni su musicalidad incisiva. Exentos de urgencia, los temas (de nuevo numerosos y de duración no excesiva) se suceden entre textos que pugnan entre el ya clásico carrusel de imágenes, el lirismo más acentuado, y la articulación de una reflexión despojada de artificio. Producido en Motril por Paul Grau, se repiten las colaboraciones de amigos varios y la alternancia feliz de elementos eléctricos y electrónicos.
En la elocuente “2.010” transitan el space-rock, seguida de “Anoche soñé demasiado” tres minutos tan directos como introspectivos, poseedores de pegada y un gran estribillo. Aparte de la influencia valentiana por aquello de “La Piedra y el Centro”, la raíz popular de esta letra se puede escuchar en una soleá de La Niña de los Peines. “20 versiones” es indie-rock directo (convertido en divertimento punk por la letra y la voz de Honest John Plain en la lectura inglesa incluida como bonus, a cargo de The Boys). Un single redondo, aunque no de la magnitud de “Carmen Celeste” (dedicada a la hija de Antonio y Lorena, editada en un EP en 2.006 y regrabada para la ocasión), luminosa en todo el decurso de su melodía, sus vueltas y revueltas, su potente energía intrínseca. “El shock de Leia”, con armonías vocales de Lori Meyers, hunde sus raíces en el pop más preciosista de los sesenta, década en la que también encuentran acomodo las trepidantes “Lo conservo todo” y “Cosmos” (con la mano invisible de Joe Meek); o el pop sofisticado de “Un marciano envía una postal a casa” (qué gran letra). “Pasajeros en tránsito” y “El signo de los tiempos” son los Lagartija de los primeros años, pero sin aquella ansiedad. “El Resplandor” es rock con ventanas abiertas, a veces cercano al mejor power-pop y “Tu violencia” un medio tiempo suspendido, como el pensamiento alerta de un cantautor en espiral eléctrica.
Lagartija Nick era a esas alturas un grupo veterano, pero no acomodado, y, después de todos los años pasados desde su desaparición, sigue siendo para mí ese inquieto bicho eléctrico siempre al borde de una nueva dirección, bullente de vida y de ideas; de proyectos que nacerán, morirán pronto, se frustrarán o crecerán, capaces de transmitir con generosidad y pasión esa energía que responde al nombre de vida.
Cielo despejado. La ciudad sin sueño comienza a abandonar su estado febril. Los rostros demudados van perdiendo su sensación de ahogo, y con ella su fascinación. Otro año más, la mañana aterriza lentamente en vertical y la noche despega rauda, como si no fuese a volver nunca. Fin de la emisión.
* Texto aparecido en "Lagartija Nick, eternamente en vuelo" tebeo dedicado a la banda granadina publicado por Cretino
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