13 julio 2011

LOS SUEÑOS Y LA TAZA DE CAFÉ (3): LA LISTA

Metí a mi familia en el coche, prácticamente les empujaba con la extraña esperanza de que pasáramos al otro lado del espejo. Arranqué nervioso, pero no recuerdo cómo salí del garaje. Ante nosotros serpenteaba una carretera gris, de un gris reluciente y limpio, sin baches ni remaches, ni rajas y zonas cuarteadas como promesas políticas rotas. Conforme avanzábamos nos sentimos más tranquilos y comenzamos a charlar y bromear sobre cosas intrascendentes. Pasaban los minutos, los kilómetros, los pueblos, y todo parecía encajar en algún orden que ya habíamos desterrado por imposible. Había más pájaros revoloteando y cantando, más verdor, más claridad; poco a poco fue desapareciendo todo ese detritus de un capitalismo cada vez más ciego y voraz que ocupa los márgenes de las carreteras con gesto soberbio y sonrisa ferruginosa. Pusimos la radio y sonó “Guest List” de Eels, que todos canturreamos por lo bajo. En ese momento sonó mi móvil, interrumpiendo la canción. Por alguna razón no fui lo suficientemente valiente para no atender esa llamada. Descolgué pulsando sobre el volante y una voz entre paternalista, mordaz y falsamente divertida, comenzó a lanzarme suaves reproches y consejos, y a narrarme la historia y las circunstancias del Partido. No me dejaba intervenir, no respiraba, a pesar de su hablar pausado. Me recordó que ella había sacrificado un domingo de estar con sus hijos por tal de representar al Partido en la mesa electoral, y que, revisando casualmente la lista, ni yo ni mi esposa, ni mis dos hijos mayores (que me miraban en silencio), habíamos ido aún a ejercer nuestro democrático derecho al voto. En ese momento vi su larga uña de porcelana señalando mi nombre escrito en una lista y todo se difuminó.