25 febrero 2014

ÉVOLE, QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

Una de las razones por las que estamos inmersos en la situación actual, no la principal, desde luego, pero sí una de ellas, es nuestro secular fatalismo ante la podredumbre política, el aceptar implícitamente los desmanes y la manipulación del poder como algo que viene incluido en el paquete. Un país históricamente desconfiado y amigo de fabulaciones, pero preparado para tirar hacia delante con la primera versión de los acontecimientos que el poder coloca ante nuestros ojos mientras nos susurra que pataleemos lo justo, que esa es nuestra única alternativa. De ahí mi opinión de que el falso documental “Operación Palace” de Jordi Évole, resulta, en el sentido de ejemplo práctico de la manipulación que nos acecha, superfluo: no nos despierta, no hace añicos ningún sueño, no tambalea ninguna certeza. Todos sabemos que nos han mentido, que nos mienten, y los primeros que lo saben son los políticos y periodistas de postín que han colaborado en este proyecto (qué grandes actores). Un especial con esta gente contando todo lo que sabe y que nosotros desconocemos, hubiera sido la verdadera lección de periodismo de Évole.

Han sido muchas las críticas que ha recibido, tan desmesuradas como los halagos. Se han hecho chanzas a costa de los crédulos, se ha puesto en duda el sentido del humor de los indignados con el programa, se ha llamado frívolos a los que se han divertido. Nuestro eterno enfrentamiento, nuestra dualidad de siempre, aunque esta vez de una manera más transversal, sin responder a premisas ideológicas, lo que no deja de ser un respiro. No creo que este programa perjudique a Évole, antes al contrario le llevará a otra dimensión, si no aumenta su prestigio, sí su peso específico, aunque a partir de ahora comience a rodearlo cierta controversia. De todas formas me parece una actitud arriesgada y valiente la suya. Ya situado en la divinidad Wyomingniana ha querido ir más allá, y eso le convierte, al menos ante mis ojos, en un tipo a tener en cuenta. Capaz de aportar cosas todavía.

Creo que el programa está bastante bien montado, aunque no pienso que sea el producto de un genio; y es que en España hace demasiado tiempo que tenemos asumido como genialidad el hecho de copiar con tino lo que ya han hecho otros. Demostrar que nos pueden engañar con facilidad, hasta qué punto somos manipulables, ya lo hicieron los ejemplos que se han puesto reiteradamente sobre la mesa para avalar “Operación Palace” (la retransmisión radiofónica de “La guerra de los mundos” por parte de Orson Welles, en 1.938 o el también falso documental  “Operación luna” de 2.002, dirigido por William Karel, no por Stanley Kubrick); abundar en el tema puede ser entretenido, ingenioso y todo lo demás, pero la lección y el mensaje ya habían sido enviados con anterioridad. Si esto está llamado a marcar un hito en la televisión en España, quizá haya llegado el momento de reflexionar en serio.

El tema elegido tiene su miga, aunque ya esté frío y aparcadito. Acerca del 23-F se han publicado a lo largo de los años múltiples teorías, nunca excesivamente publicitadas, cuyo nivel de delirio no pasaré a valorar; pero parece claro que, como sobre tantas otras cuestiones, alguien nos regaló adornada con un lazo una versión oficial plausible e incluso estimulante, que sin embargo no ha logrado acallar la sensación de que aún quedan flecos pendientes. Y a veces pienso, con rabia, que todos los flecos pendientes de todos los hechos de nuestra historia reciente, han terminado por liarse en las ruedas de nuestro progreso como sociedad, ralentizándolo gravemente, si no parándolo en seco.

 En relación con este juego de espejos de guiños y falsedades que nos ocupa, tan efectista como peligroso cuando se tratan temas con tantos rincones sin barrer, muchas de las dudas a que antes hacía referencia se incorporan como verdades al documental, por lo que, al reconocerse la falsedad de éste, automáticamente se tiende a desactivar aquellas suspicacias. Todo esto puede convertir, quién sabe, “Operación Palace” en otra puerta a medio cerrar de nuestra democracia, y dar lugar dentro de una década a otro falso documental que señale al de Évole como conjura largamente meditada para limpiar la imagen de determinadas personas. Y así sucesivamente (no olvidemos que en España cuando algo funciona en cualquier ámbito se exprime hasta la extenuación).

 Por todo ello, y dadas las circunstancias actuales, pienso que si de verdad quieres despertar conciencias, y ser un referente de la transparencia, la información y el debate serio en tu país, lo razonable es, llegado el caso, investigar esas zonas oscuras, y no imitar los hallazgos de otros para que te llamen genio o enfant terrible. En vez de decirnos “os mienten, debéis espabilar”, ayudarnos a conocer la verdad, sin tapujos.

No hay comentarios :