12 noviembre 2018

MENSAJE EN UNA BOTELLA (56)


ILEGALES “Rebelión” (La casa del misterio, 2018)


El último disco de Ilegales parece uno de esos conciertos a los que llegas tarde y te golpea directamente en la cara; y no es algo que me sorprenda, desde luego. Los Ilegales más reconocibles y auténticos se encuentran aquí, emitiendo un sonido sin ambages que se refleja en el largo espejo de su historia. Suenan libres y pendencieros, concentrados, urgentes, plenos de vitalidad; con ganas de dar guerra y con el orden y la precisión de siempre: Jorge Martínez siempre sabe a qué quiere sonar, y lo suele conseguir.



El punki exigente con su sonido que sabía tocar y limaba sus composiciones hasta que todo cuadraba en su cabeza calva, echa la puerta de este elepé abajo apelando a los riffs más eficientes del punk en “Si no luchas te matas” y “Mi amigo Omar”. En este zarpazo resuelto en menos de media hora, la música repta insidiosa sin dar tregua y es igual de incisiva que los textos: no sobran ni notas ni palabras. Jorge apuesta por la inmediatez y el esquematismo que son consustanciales a su concepto del rock, se queda con lo esencial, poda las composiciones hasta que constituyen el golpe directo, ese mensaje telegrafiado envuelto en una electricidad que te quema a la vez que se te escapa de las manos.  Pero esto no es óbice para introducir interesantes arreglos y dejar momentos expansivos entre el calambre de cortes como “No tanta, tonto”  u “Horóscopo”. “Tatuaje invisible” consigue que los Ilegales de siempre te recorran la espalda. Esos que se van sin despedirse después de serpentear sincopados y afilados por tu piel. Ahí está también “Mi copa y yo”, un tango llevado en volandas por el órgano a través de los sesenta, al que se le niega todo sosiego para lamentarse, constantemente asaeteado como está de tensión y electrocución. Por su parte, la colección psychobilly del Jorge más rocker crece y se reproduce en las neuronas del oyente con la advertencia de “Andad de día”. Por último, “El bosque fragante y sombrío” remite a ese Jorge Martínez que resulta luminoso mientras atraviesa la neblina. Al amigo de demorarse moldeando la evocación, con esa querencia por reflexionar entre detalles melódicos inasibles, empeñado en trabajar el sonido con sutilidad, sin recargarlo, insistiendo en el ajustado relieve que realza e incorpora esas cuerdas que hacen que este disco termine en un nivel muy alto.

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