ILEGALES “Rebelión” (La casa del misterio, 2018)
El último disco de Ilegales parece uno de esos conciertos a los que llegas tarde y te
golpea directamente en la cara; y no es algo que me sorprenda, desde luego. Los
Ilegales más reconocibles y auténticos se encuentran aquí, emitiendo un sonido sin
ambages que se refleja en el largo espejo de su historia. Suenan libres y pendencieros,
concentrados, urgentes, plenos de vitalidad; con ganas de dar guerra y con el orden
y la precisión de siempre: Jorge
Martínez siempre sabe a qué quiere sonar, y lo suele conseguir.
El punki exigente con su sonido que sabía tocar y
limaba sus composiciones hasta que todo cuadraba en su cabeza calva, echa la
puerta de este elepé abajo apelando a los riffs
más eficientes del punk en “Si no luchas te matas” y “Mi amigo Omar”. En
este zarpazo resuelto en menos de media hora, la música repta insidiosa sin dar
tregua y es igual de incisiva que los textos: no sobran ni notas ni palabras. Jorge
apuesta por la inmediatez y el esquematismo que son consustanciales a su
concepto del rock, se queda con lo esencial, poda las composiciones hasta que
constituyen el golpe directo, ese mensaje telegrafiado envuelto en una
electricidad que te quema a la vez que se te escapa de las manos. Pero esto no es óbice para introducir
interesantes arreglos y dejar momentos expansivos entre el calambre de cortes
como “No tanta, tonto” u “Horóscopo”.
“Tatuaje invisible” consigue que los
Ilegales de siempre te recorran la espalda. Esos que se van sin despedirse
después de serpentear sincopados y afilados por tu piel. Ahí está también “Mi copa y yo”, un tango llevado en
volandas por el órgano a través de los sesenta, al que se le niega todo sosiego para
lamentarse, constantemente asaeteado como está de tensión y electrocución. Por
su parte, la colección psychobilly
del Jorge más rocker crece y se
reproduce en las neuronas del oyente con la advertencia de “Andad de día”. Por último, “El bosque fragante y sombrío” remite a
ese Jorge Martínez que resulta luminoso mientras atraviesa la neblina. Al amigo
de demorarse moldeando la evocación, con esa querencia por reflexionar entre
detalles melódicos inasibles, empeñado en trabajar el sonido con sutilidad, sin
recargarlo, insistiendo en el ajustado relieve que realza e incorpora esas
cuerdas que hacen que este disco termine en un nivel muy alto.
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