El otro día asistí a la actuación de Tom Lardner y el armonicista All Freedom en el granadino pub La Tertulia. All Freedom Duo, que se llaman cuando van juntos, recorriendo los polvorientos caminos de la tradición blues y folk estadounidense, país de procedencia de Tom. Lardner es un cantante y guitarrista infatigable y de una contagiosa vitalidad, hay algo whitmaniano en él: desprende humor, alegría de vivir, pasión por la música, y una envidiable capacidad de comunicación. Toda la energía que genera y acumula la reparte entre la electricidad del rock inmediato de El Doghouse (su proyecto más asentado discográficamente y que comparte con Richard Dudanski, baterista que fue de los míticos 101´ers de Joe Strummer), The Rank Strangers, conjunto a tres voces de folk norteamericano, y el que nos ocupa.
Como si de dos sonrientes vagabundos que recorrieran los Estados Unidos de la época de la Gran Depresión se tratara, aparecieron en el pequeño escenario del pub. A pecho descubierto, sin micros ni electrificación de ningún tipo, un formato que precisa más que ningún otro la comunión con el público y la colaboración de éste, sobre todo con su silencio. Transmitieron un sonido vibrante, gozoso e imperfecto que consigue llenarlo todo: la percusión de los golpes sobre el cuerpo de la guitarra, de los pies sobre la madera del escenario, de las palmas sobre las piernas, el juego de armónicas de Freedom, con su pinta bonachona, y la vigorosa acústica de Tom, viva, directa, tan cargada de fuerza como de regusto a miles de historias y vidas pasadas. Lardner, animoso, introduce cada tema con algún breve apunte siempre enriquecedor, sabiendo situar al oyente con dos palabras en el momento de cada canción. El abanico es extenso, folk y blues primitivos (“Fishin´Blues” de Henry Thomas, “Midnight Special blues” de Leadbelly, un animoso “Drinkin´wine Spo-dee-o-dee drinkin´ wine” de Stick Mcghee, con el contrapunto de Freedom recitando todos los tipos de vino imaginables; la inicial “Last fair deal gone down” de Robert Johnson o tradicionales como “Drink Muddy Water”), gospel (“Down by the riverside”, con coros de Freedom), tradicionales bluegrass (“Nine pound Hammer”, “Pig in a pen” o “Salty Dog Blues”), country (piezas de Merle Haggard y Hank Williams tales que “Lost Highway” o “Jambalaya”; junto a clásicos modernos como “Me and Bobby McGee” de Kriss Kristofferson), “Cakewalk into Town” de Taj Mahal y clásicos rock de sólida raigambre como “Wild Horses” de los Stones o “Friend of the devil” de Grateful Dead. Yéndose por donde habían venido con su final “duelo de armónicas”. Un repertorio interpretado con entrega y pasión, atrayéndose toda la atención y la complicidad del poco público que tuvimos la fortuna de disfrutar de esos momentos tan especiales.
1 comentario :
Gracias por esas bonitas palabras!
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