"El año que viene haré discos que venderán más millones, así podré comprarme dos mansiones en vez de una" Jon Bon Jovi, uno de los reyes del AOR.
Estimados Psicocamaleones:
Iniciamos este veloz recorrido por la relación de determinados músicos con sus hogares, con esta cita de uno de los músicos más superficiales de la tierra, fiel al mito de las mansiones como inequívoco símbolo de riqueza y éxito; el polo opuesto al espíritu okupa del joven Joe Strummer de los 101´ers.
En plan megalómano Graceland es el plato fuerte, qué duda cabe. George W. Bush, en una de sus pocas actuaciones no agresivas, invitó a visitar la mítica vivienda de Elvis al primer ministro japonés, Junichiro Koizumi cumpliendo así el sueño de éste (qué bien, un político con sueños no prosaicos). Con ella se inició la mitología de las mansiones de las estrellas del rock. Elvis la compró en 1.957, y allí llevó a sus papás y a la abuela. Veintitrés habitaciones y seis hectáreas de terreno rodeándola y al poco tiempo la mamá ya tenía pollos piando por el porche. Allí tuvieron lugar gran parte de sus excesos y excentricidades de noctámbulo (como disparar a sus electrodomésticos). Un sitio tan excesivo, estadounidense y hortera como para que de su fuente manase coca-cola. Se ha convertido en lugar de peregrinación de centenares de imitadores y miles de seguidores de todo el mundo, ya que Elvis descansa allí. Por cierto, la van a convertir en Monumento Histórico Nacional, no en vano es el lugar más visitado de los Estados Unidos tras la Casa Blanca. Lo mismo ocurrirá con la casa de Bob Marley. Qué desperdicio, con la de apartamentos que podríamos sacar los españoles de ahí.
La mansión de Michael Jackson se llama Neverland, situada en el Condado de Santa Bárbara, en Los Ángeles, surgió sobre un terreno comprado en 1.988 por el artista. Tan tierna ella, allí te puedes pasear en unos caballitos que no paran de dar vueltas, montarte en sus locomotoras, visitar el zoológico, o jugar a la guerra con bombas de agua, esas cosas. La de Prince es Paisley Park, en Minneapolis, y debe parecer un apartamento comparada con la anterior. Erigida (porque las mansiones se erigen no se construyen) tras los espectaculares beneficios de “Purple Rain” en 1.984; aquí se encuentra también su estudio de grabación. En un penúltimo ataque de vanidad, Prince, imitando al Willy Wonka de “Charlie y la Fábrica de Chocolate” decidió introducir siete entradas plateadas en el interior de su último trabajo, “3121”, los siete afortunados serán obsequiados con un viaje a Paisley Park y un concierto sólo para ellos. No sé en qué habrá quedado esa historia.
Bob Dylan anduvo de casa en casa bastante tiempo a su llegada a Nueva York. Nuestro sin techo preferido unió casa e inspiración en las sesiones que dieron lugar a “The Basement Tapes”. Después de retirarse a Woodstock con su mujer e hijos tras su accidente de moto, hizo llamar a The Hawks, que seguían siendo su banda de acompañamiento, para trabajar en proyectos e ideas aún sin perfilar. Éstos aparcaron su vida de moteles y alquilaron una gran casa cercana pintada de color rosa, bautizada por ellos como “Big Pink”. Allí, durante casi todo 1.967, ajenos a la abducción psicodélica, se grabaron y compusieron decenas y decenas de temas en los que Dylan se congraciaba con la tradición rural de Estados Unidos. Cuando The Hawks se reconvirtieron en The Band al año siguiente, llamaron a su mítico primer álbum “Music From Big Pink”. Por una razón u otra Bob no tenía suerte con sus sucesivos domicilios, en 1.973 fijó la residencia familiar en la península de Point Dume, cerca de Malibu Beach, en California. Su construcción fue una odisea de tintes surrealistas cuando bobby decidió crear su propia fantasía, como él mismo decía. Durante los siguientes tres años, artesanos hippies contratados hicieron a mano los azulejos para baño y cocina (sus hijos diseñaron los azulejos de sus baños personales), las puertas fueron hechas a mano, no habiendo dos iguales, sobre la piscina se colocó un puente cuyos pilares tenían la forma de piernas de mujer, y el se empeñó en colgar del techo uno de sus primeros coches. En fin…
No cabe duda, a veces las viviendas cambian considerablemente de tamaño, así, en agosto de 1.962 Mick Jagger, Brian Jones y Keith Richards se mudaron al 102 de Edith Grove, un piso modesto situado en la zona denominada World´s End del barrio de Chelsea, en Londres: dos habitaciones, bombillas desnudas, extremadamente húmedo y con una estufa de gas de monedas para mantenerlo caldeado. En abril de 1.971 los Stones iniciaron su exilio en Francia para evitar al duro fisco inglés, Richards alquiló en la costa azul una villa llamada Nellcote a razón de 10.000 libras mensuales, una escalinata conducía a una playa privada, las techos de la parte baja superaban los nueve metros de altura y una tropa de cocineros servían comida a cualquier hora a músicos, camellos y amigos. En su sótano se grabó el fantástico “Exile On Main Street”.
No todos están igual, claro, unos Stones ilusionados, recién llegados a EEUU quisieron visitar los estudios Chess de Chicago para conocer a sus ídolos, entre ellos Muddy waters, intérprete del blues que los bautizó. La sorpresa fue encontrarlo subido en unas escaleras pintando las paredes de los estudios, mientras ellos, gracias en buena parte a su inspiración, iniciaban la conquista de aquel país.
Tener albañiles en casa suele ser engorroso, pero no tanto como lo fue para Brian Jones; la extraña relación que entabló con Frank Thorogood, capataz de la cuadrilla que tenía contratada, puso fin a su vida. Según declaró veinte años después su novia de entonces, Anna Wohlin, Frank ahogó a Brian en su piscina mientras discutían de dinero en el transcurso de una velada celebrada por ambos y sus parejas. La leyenda añade que Thorogood reconoció su culpa en su lecho de muerte.
Dicen que Alex Chilton heredó en Memphis una casa, la cual sirve como cobijo a músicos amigos, ¿qué tal será como casero? El eterno líder de Ilegales, el bueno de Jorge Martínez, hijo de aristócrata, utiliza como retiro espiritual y local de ensayo un palacete familiar del siglo XVI, el Palacio de Bolgues, donde convive con los recuerdos de su infancia a guitarrazo limpio. Hotel dulce hotel, tras el incendio de su casa, Antonio Vega ha vivido largo tiempo en uno de ellos. Lou Reed, vecino en tiempos de Mike Tyson en Nueva York, se sentía extraño al coincidir con él en el ascensor, no es para menos. En 1.990 Tav Falco actuó en Rugby, ciudad de los Spacemen 3; antes de despedirse, el narcoespacial Sonic Boom, co-líder de la formación inglesa, tuvo a bien mostrarle la colección de bólidos Jaguar de época de su padre. Falco recuerda con admiración que cada vehículo permanecía en su propio e inmaculado garaje, “más limpios y mejor amueblados que muchos de los hoteles en los que hemos estado”.
Kurt Cobain se acabó haciendo una mansión en su Seattle natal. Allí terminó con su vida. “Last Days” la reciente película de Gus Van Sant, nos ofrece la imagen de este mito a su pesar perdido entre las grandes habitaciones de esa residencia destartalada.
Paul Mc Cartney, siempre tan práctico, hizo construir sin permiso una lujosa cabaña en su propiedad de East Sussex, una zona boscosa, la cual le costó 1,46 millones de euros, y se la quieren derribar… pobre. Siempre podrá instalarse en su ático de Piccadilly, su casa del norte de Londres, la granja de Escocia, el piso de Nueva York, el rancho de Arizona…
Muchas vueltas se le dio en su día a la mansión del desaparecido George Harrison, situada a las afueras de Londres, y su sofisticado y obsesivo sistema de seguridad (fruto de los temores a un atentado que le asaltaron tras el asesinato de Lennon) cuando un desequilibrado burló todas las alarmas y le atacó con un cuchillo, en 1.999. Por cierto, y cerrando con derribos, Einstürzende Neubaten, la banda alemana del gran Blixa Bargeld, significa en alemán “derrumbando los nuevos edificios”.
Publicado en el portal de humor gráfico y cómic Irreverendos, en octubre de 2.006.
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