09 julio 2007

ENTREVISTA A SR. CHINARRO

“LA VIRTUD DE CRECER FRENTE A LA POSIBILIDAD DE MENGUAR”
Antonio Luque aparece en un escenario donde ya le esperan sus músicos uniformados, toquetea el pie de micro sin saber muy bien para qué y dice “cualquier cosa es para mí un problema técnico”, deja una de las pocas sonrisas de la noche y da comienzo a su concierto. No necesita más para crear complicidad inmediata con su público, cada vez más numeroso y variopinto. Un tipo alto sevillano, desgarbado; otro chico de los noventa empujado a crear una banda por la vibrante escena internacional del momento; que sólo quería hacer buenas canciones y que creció, aprendió, acertó y se equivocó, disco a disco, a los ojos de todos, con la inercia indie y el ambiente musical de aquellos años (viejos camioneros observando burlones cómo se le calaba el coche al conductor novel, pero viéndole también realizar inopinados aparcamientos). Talentoso, prolífico y lo suficientemente descreído como para preservar su personalidad. Ésta siempre ha sido muy acusada, lo suficiente como para convertir al tipo que se colocaba impávido frente a un micro en un personaje de referencia y permitirle superar el margen marcado por las influencias para salirse del renglón y aventurarse por un camino nuevo, irregular o brillante, pero suyo. Sus primeras composiciones eran una deslavazada caravana de aprendizaje, avanzaban envueltas en la desigual bruma que creaban su voz murmurante, tan ralentizada como su tempo, los coros femeninos o el soniquete del órgano; lo justo para sembrar su discografía de pequeños clásicos desde primera hora. Luque encontró dulce refugio en esquemas de los ochenta británicos, nada nuevo, pero había más. En primer lugar alguien con algo que decir, y un punto de vista transversal que iluminaba los ángulos perdidos. Un mecanismo sabiamente trucado que parte del azar de la escritura automática y los juegos de palabras y dobles sentidos; que echa mano de dichos populares, o se presta a la perezosa narración de lo cotidiano, y a la afinada descripción de imágenes, recuerdos, visiones fugaces y detalles perdidos. Todo expuesto con medida ironía y fina mordacidad, dando una satisfecha vuelta de tuerca al absurdo. En segundo, una musicalidad sinuosa y sencilla tan desangelada como íntima, a veces también azarosa, ya mortecina, ya vivaz, pero con un tacto finalmente propio. Tras cuatro trabajos que fueron puliendo su música y madurando su estilo, se abrió un inesperado período de introspección petrolífera en ásperas atmósferas post-rock (que continúan admitiendo escuchas); después vino la descompresión rítmica de “El ventrílocuo de sí mismo” (2.003), a partir del cual se aireó su sonido abriendo la puerta a nuevos estilos y opciones, aunque siempre poniendo él las condiciones. Perdido para unos, recuperado para otros, y descubierto para muchos, en “El fuego amigo” (2.005) y el reciente “El mundo según”, encontramos su música tratada desde otro enfoque, canciones mejor armadas, con textos más articulados, sin prescindir de su encanto ni su capacidad de sugerencia. Fiel a su filosofía, el sonido Chinarro sigue apostando por lo esencial, con dibujos aquí y allá de Jordi Gil y el apoyo de ese nuevo aliado, el ritmo.
Probablemente en su momento creativo más dulce y de mayor difusión, Antonio Luque se pone al teclado con las ideas más claras que nunca.
Un honor saludar a un estrella del universo independiente…
Gracias. Un placer.

¿Cómo te encuentras en este momento de tu vida?
Bien, gracias. Compongo, hago vida familiar y me voy de conciertos por ahí. Es lo que quise siempre.

Desde la web de tu agencia de contratación se dice que “Sr. Chinarro se acomoda definitivamente en el pop” ¿qué tal se está ahí dentro y por qué has tardado tanto en decidirte?
Aunque muchos individuos lo parecen, la gente no es tonta, de modo que hay que analizar qué hace que uno no llegue a los demás y corregir. Asumir esto lleva tiempo, pero como resultado se siente uno parte de algo; merece la pena.

Desde el lanzamiento de “El fuego amigo” han aparecido en torno a ti términos y expresiones como evolución, madurez, declaración de intenciones o giro estilístico ¿qué te parecen? ¿Sentías necesidad de llegar a más gente, hacerte comprender mejor?
Sí, supongo que es consecuencia de la evolución; cosas de la edad. Pero sé que no estoy haciendo música para jóvenes carrozas. Estoy tranquilo.

Imagino que la experiencia de la colaboración de Enrique Morente en “El Rito” te resultaría cuanto menos curiosa.
La curiosidad no es mal comienzo, pero para mí no fue sólo eso. Fue un honor, por mucho que en realidad yo no sea nada aficionado al flamenco. Sabía y sé qué supuso y supone Morente en el flamenco. Gracias a gente como él no es el flamenco el coñazo que podría llegar a ser.

Siempre he pensado que el acierto de tus letras parte de una sorprendente y muy sui generis combinación de elementos y, sobre todo, de su engarce ¿de qué se nutren tus textos, y qué porcentaje de azar e intención hay en ellos?
Gracias. Siempre los he hecho lo mejor que podía. Normalmente asocio las ideas así, pero trato de dosificarme para que no me tomen por loco. Ahora no empiezo a escribir hasta que no tenga clarísimo qué y cómo quiero decirlo. La tiranía del sentido siempre vence.

¿Cuándo das una letra por finalizada?
Cuando a mí me gusta y a los que la leen primero les parece comprensible.

¿Te suelen sorprender a menudo las interpretaciones de tus textos por parte de público y crítica?, ¿alguna anécdota al respecto?
Me parecía muy anecdótico que algunos llegasen a descubrir qué quería decir en las letras antiguas. Se han dado casos. En general no soportaba que me preguntasen, por timidez. Esta era también la causa de que escribiese así. Con la aparición del Internet pude leer bastantes interpretaciones. Es bonito que a uno le dediquen tiempo, pero la música de canciones de tres minutos ha de ser más inmediata. Ahora no me da vergüenza decir lo que quiero decir, porque quiero decirlo.

¿Han sido muchas las frustraciones en tu carrera? ¿Con qué han tenido que ver?
En ningún momento tuve apoyo de nadie para dedicarme a la música. Es una decisión dificilísima. Hay mucho idiota que cree que si no sales en la tele tanto como Chenoa no eres nadie, porque no escucha música, tan solo se la traga frente a la dichosa tele. Para los padres la música es sinónimo de droga, para los suegros de groupies, para los compañeros de trabajo de homosexualidad, y así sucesivamente. Se trata de envidia, yo creo. Estoy seguro, quiero decir. También la administración considera el rock casi un modo de delincuencia. Sin embargo para el cine, que es un coñazo, con perdón, todo el dinero es poco. Un local de ensayo y buenos instrumentos valen mucho dinero. Las salas empezaron a cobrar alquiler por tocar en los 90, copiando de los USA sin copiar lo demás. Y si empiezas a tocar con otros que, como tú, están aprendiendo, tienes que convencerles de que dejen las manitas quietas a veces si no se quiere convertir la canción en una morcilla de egos sangrando. Y así todo es muy difícil. Me parece un milagro haberlo superado, así que no me quejo. Me hace mucha gracia mi propia historia. Da para un libro. Eso ya es bastante. No soporto que pase el tiempo sin dejar huellas. Ahora que me siento más preparado para dedicarme a esto al cien por cien lo estoy haciendo y ya está. Y dará para otro libro distinto.


“No me libero nunca (de las influencias), Dios me libre. Todos somos parte de una corriente. Se llama cultura, creo.”


¿Han influido mucho los factores externos en el devenir del sonido Chinarro?
Si te refieres a la gente que me ha acompañado te diré que sí, tanto como los estudios en los que he grabado, los técnicos, los productores, etc. Lo que hay en común entre todos los discos es mío. Parte de lo que hay diferente también (mi propia evolución). Y otra parte de lo diferente es de todo lo demás y todos los demás.

¿Es necesario cambiar para crecer o es al revés?
Es a la vez. Y se puede menguar también.

¿Qué ha cambiado en Antonio Luque como músico y compositor desde los tiempos de “Primera ópera…”, por ejemplo?
Aquel disco iba a ser un EP y se alargó porque prefería estar en el estudio de Paco Loco que en cualquier otro sitio del mundo en aquellos momentos. Los dos ep´s posteriores demuestran que trabajar con pc´s es peligroso. En “Cobre cuanto antes” y “El ventrílocuo...” había más ganas que tiempo para trabajar. Así que si hacemos un paréntesis de esos difíciles cinco años en la fábrica de bollería para futuros diabéticos (1999-2004), veo bastante lógica en la evolución. “La pena máxima” es lo último que pude trabajar como solía cuando estudiante; de hecho Sandra Rubio aún me ayudó en alguna cosa para ese EP, aunque luego no grabase nada. Igual Begoña Rodríguez; que también me ayudó. Luego llegó el PC y los donuts: desastre asegurado.

¿Has notado reacciones encontradas en los seguidores de antaño durante los tres últimos años?
Observo en los foros que no se ponen de acuerdo ni ellos. Es normal. Hay gente para todo. Yo les agradezco muchísimo que me sigan, sea por la canción que sea. Si hiciésemos una votación on line para elegir las que tocar en los bolos saldría una lista de 60 canciones empatadas.

Sueles ser duro con tus grabaciones anteriores, tanto que a veces descolocas a tus seguidores ¿Existen temas dejados de lado que, con el tiempo, hayas redescubierto y valorado más?
No. Si había algo valioso en ellos reaparecerá. Suelo comparar esto con las podas. Cortas una rama para que salga otra mejor colocada y con más fuerza. Además, soy bastante prolífico, no tengo que andar rescatando.

¿Qué significa el flamenco para ti?, ¿cómo se produjo tu acercamiento a él o sus aledaños?
En general me parece insoportable. No me he acercado en absoluto. Detesto las florituras; demuestran aburrimiento y yo no me aburro nunca. Me gustan cosas de las letras; es seguro que hay más de lo que yo creo que me gustaría. Pero no he investigado nada en absoluto. Dejo que las cosas pasen. No fuerzo las cosas. Otra cosa es el aire andaluz. Eso no se puede evitar (ni quiero).

Recuerdo tu reivindicación de muchos grupos españoles de los ochenta en un momento en que parecía dar casi vergüenza mirar hacia esa época ¿Has incorporado temas o grupos nuevos a tu hit-parade personal de aquellos años?
Tampoco investigo ahí. Lo que pasó, pasó. Escuché lo que escuché. Ni tenía una gran discoteca ni tengo interés por coleccionar nada. También demuestra aburrimiento.

¿Qué consideras lo más importante de una canción? ¿Qué características comunes observas en los grupos o discos que más te han influido?
La melodía, el ritmo, el sentido de la letra, que el cantante no parezca un impostor…

¿Qué importancia han tenido las influencias en tu sonido?, ¿en qué momento sentiste, si así ha sido, que te liberabas de ellas a la hora de componer?
No me libero nunca, Dios me libre. Todos somos parte de una corriente. Se llama cultura, creo.

En las últimas actuaciones vuestras que he visto, el sonido ha sido casi perfecto, todo en orden. ¿Cómo apareció Javier Guerrero en la vida del grupo y cuánto se le debe?
Él me hizo comprender que hay una línea entre los grupos que llevan técnico y los que no lo llevan. Y se apuntó, claro. Es casi uno más del grupo. Opina y participa como los demás. Además es divertidísimo. Me alegra que subrayes que nos va bien en los bolos; muchas gracias.

Sonando bien y tocando a menudo ¿Cómo enfrenta ahora el directo Antonio Luque?
Con muchas ganas; ha pasado de ser un sufrimiento a ser todo lo que quiero hacer en la vida.
Publicado en el nº240 de la revista Ruta 66

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