Son muchos los años que lleva Joaquín Pascual forjando una expresión particular, un mundo sensitivo reconocible. Travolta, el nuevo proyecto que estrena junto al inseparable Carlos Cuevas tras la disolución de Mercromina, retoma las constantes de éstos, superando en nivel compositivo sus últimos trabajos y obviando esa “piel sónica” a la que Joaquín se refería en el disco de despedida de 2.005. Acaso respondiendo a una nueva ilusión más serena, esta sensación se transmite a un repertorio más espacioso, vital y radiante, aun en su recogimiento; con canciones hechas con la frente despejada. Menos turbulento, aunque permanezca la querencia por las pequeñas epopeyas pop, con sus mitades de delicadeza y complejidad. Creo que este disco aporta cosas nuevas a la carrera de largo recorrido de Pascual y compañía (además de un buen número de buenas canciones) sin cambiar sustancialmente nada, sin alterar el equilibrio ya asentado de su lenguaje creativo. Baterías volátiles, guitarras estratégicas tras un telón de sinfonías de andar por casa; el silabear de Joaquín, los coros cuidados, la instrumentación tenue o la importancia de los pianos (“Corazón valiente”, “El efecto amor”…); todo eso flota en una coctelera más acertada que nunca. “Telescopio” parte de la balada velvetiana, esa influencia ya universal; el ruido se riza quedo en “Juego de palabras”; la gravedad de “Un gran espectáculo” lo emparenta con algunos de los momentos más excelsos de Fernando Alfaro; y consigue volver a amasar algo mágico a punto de romperse en cosas como “Este momento tan especial”.
Publicado en el nº 240 de la revista Ruta 66.
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