Se fue
el Elvis desnudo nacido
entre el tráfico de la gran ciudad,
el aullido inmutable, la respiración acelerada
del mundo moderno y circular.
Se fue
el que llevó la toxicidad urbana a los escenarios,
el que inyectó de frialdad electrónica
los gruesos telones aterciopelados
que no dejaban de caer.
Se fue
el que congeló con precisión
el fuego de todos los corazones rotos,
la angustia escondida en todas las esquinas,
el latido tumultuoso de todos los miedos,
el anhelo mordiente de todos los deseos.
En memoria de Alan Vega.