EL OSOMBROSO Y SONRIENTE FOLK DE LAS BADLANDS “Gloria
o Manicomio” (Sociedad Fonográfica Subterránea, 2017).
Expresarse a través de los sonidos de raíz
estadounidenses corre el riesgo de desembocar en la autocomplacencia, en el
ejercicio de estilo sin más. En la persecución de la mera emulación técnica,
generalmente con una actitud mucho más purista que la de los artistas originales.
En el caso que nos ocupa, el riesgo podría verse seriamente incrementado dada
la veteranía y calidad continuamente contrastada de los involucrados (Antonio Travé, Isaac
Fernández, Antonio Pelomono, Raúl Bernal o Dani Díaz), personajes de la escena granadina curtidos en
infinidad de proyectos a lo largo de los años, o profundos conocedores de los
secretos de los instrumentos clásicos del country,
el folk y el blues, como es el caso
de Francisco Molina. No se apuren, la cuestión queda solventada desde primera
hora gracias a unas composiciones redondas y unos músicos que disfrutan
insuflándoles vida.
Las canciones se despachan con gran solvencia
instrumental, en ningún caso suenan recargadas, ni queda rastro de
exhibicionismo hueco. Sencillamente, se desarrolla y comparte toda una cultura musical plenamente interiorizada, usada como eficaz vehículo expresivo. Camaradería sonora tal que unas basement tapes desde las "Badlands" de
Benalúa de Guadix.
Los temas son en su mayoría cortos, breves y
coloridas viñetas que pasan como un suspiro dejando su bien marcada impronta. Un
trabajo resuelto en menos de media hora que es todo un ejemplo de concreción,
dado que cada corte, a pesar de sus puntos en común estilísticos, posee su
propio peso específico. Se dice lo que se quiere decir y punto, y se reviste
con pericia y conocimiento. Además, la
espontaneidad no está para nada reñida con el sumo cuidado del detalle.
El Osombroso y Sonriente
Folk de las Badlands,
asumió desde los inicios de la banda el fin lúdico y la necesidad de transmitir
y comunicar que han sido la razón de existir de estos sonidos desde su origen.
El cancionero, lejos de cualquier tentación de imitación o simple parodia, traslada
historias propias en las que brotan con naturalidad el humor y el absurdo, la reflexión
o el lamento. Las referencias literarias y el uso de expresiones populares
ayudan a conformar, sin disonancias, el brebaje del marchamo propio.
Desde la portada se saluda el mundo de las películas
del oeste, abundando en el interior en el lado “spaghetti” con las apariciones
estelares del Clint Eastwood de “El bueno, el feo y el malo”, “Sin perdón” y
“Por un puñado de dólares” o el instrumental inicial, dos morriconianos minutos y pico tan trepidantes como crepusculares. A
partir de ahí, sólo queda disfrutar repetidas veces de aromas honky tonk, bluegrass, country o western swing; valses, polcas, o incluso
calipso. “La fiebre del oro” es el
corte más largo, efluvios sureños imbuidos del trance Neil Young. Aviso
importante: no se quede el oyente en la superficie humorística, hay mucho más
donde escarbar.
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