Mientras tu frialdad se afila,
roza aún mis pupilas
el ondulante calor
del amor que te brota,
del amor que ofreces:
radiante solución de mis problemas.
¿Avisará el tren,
justo antes de derribar
mi puerta?
Las sirenas de las ambulancias
suenan a juguete roto
al atravesar el círculo de mi silencio,
la emanación de mi desdicha,
indefinida y extensa.
Escuché a alguien decir “te quiero”
con voz clara.
Algo se movió.
Sonó como traspiés del tiempo,
como reafirmación
del mundo.
Felicidad tangible,
durante un segundo.
Jadea aún tras mi puerta
el agotado animal
de tu reproche.
En la ciudad muda,
donde el pasado es tu coche,
y el amor se encerró
en mil habitaciones
separadas por
las mismas paredes
en el mismo edificio.
¿Lo notas?
Los versos van naciendo
y sus manos enredando.
¿Qué querrán construir?
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