La suerte en el alero a punto de caer.
Siempre igual:
a expensas del soplo celeste
de una boca abierta que nunca ruge.
No atraen mis dedos la uva madura
como prometiste.
La veo dorarse en la lejanía,
más allá de mi lluvia
y mi humo de tabaco.
Tras el cristal empañado
un agujero lleno de ilusiones
calma mi dolor.
En él ansío zambullirme.
Ya no escucho, no me hables:
viviré inmerso en ese deseo
hasta caer en él
con mi traje de preguntas a medio hacer
y los pies por delante.
Te llamaré un día,
y tendrás que ayudarme
a sacar de allí los esqueletos de colores
de las ocasiones perdidas.
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