27 abril 2012

BLANDO

“Ya te dije que no sabrían mantenerlo ni transmitir su valor ni invertir con cordura ni controlar los gastos. Que acabarían intercambiándose virulentos reproches, pero que al final la cosa maduraría, se iría reblandeciendo”. Antes de conciliar el sueño recordó estas palabras celestiales de uno de sus socios en el conglomerado de empresas sanitarias que presidía. Finalmente se durmió, acurrucándose en las sensaciones que aquéllas le producían. A los pocos minutos se vio caminando por la calle como en uno de sus anuncios, la gente asentía a su paso con una lágrima de emoción en la mirada, reconociendo en su figura al poseedor de las herramientas precisas, alguien capaz de gestionar, dinamizar, racionalizar y optimizar. La calle era mullida, el sol líquido; y las caras que lo saludaban eran blandas, dejaban traslucir un pensamiento que mugía suavecito y resignado. Todo daba la impresión de poder abrirse en cualquier momento. Subió por las escaleras de un hospital público gestionado ya por su grupo y constató que todo era blando también: los enfermos flotaban, pesaban como plumas y se recuperaban en el aire de los pasillos; las paredes se ensanchaban sin esfuerzo empujándolas un poco, dejando espacio para nuevos pacientes; los suelos bajaban para que cupieran nuevas plantas, las camas se estrechaban con facilidad, y los médicos se hacían tan altos que observaban tres habitaciones al mismo tiempo sin dejar de sonreír.


Publicado en el nº121 de la revista de humor on line "El Estafador", dedicado a los hospitales.

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