13 abril 2012

EL LIBRO

Me ha venido a la cabeza un grueso y desvencijado libro llamado “Ciencia-Ficción” que anduvo por casa durante mi niñez para poco después desaparecer sin dejar rastro. En él se nos relataba el futuro, pero resultaba extraño: la cubierta era llamativa, pero en su interior predominaban los tonos grises. No hablaba de guerras pero aparecían muertos, fuego y casas destrozadas. Salían médicos, espaciosos laboratorios y microscopios, pero no decía nada de curaciones definitivas. Los coches aparcaban solos mientras los conductores les increpaban con rostros desencajados. La palabra “Internet” predominaba, pero no se distanciaba mucho de “necesidad”; y los robots y los niños, apartados del mundo, se citaban a través de pequeños ordenadores. Los edificios nacían refulgentes conforme el suelo se resquebrajaba viejo y sediento. El globo terráqueo aparecía rodeado de satélites que se vigilaban entre sí y los millonarios subían a naves espaciales en camiseta y con el pulgar levantado. Salía un hombre parcialmente invisible y se multiplicaban por doquier imágenes de pantallas de TV con sonrisas de mirada aviesa. La información se podía guardar en una pequeña cápsula, y en la palma de una mano cabía un teléfono que hacía fotos y te conectaba con todos los pasados y todos los presentes. Curiosamente, cuando lo comenté en casa nadie lo recordaba.


Publicado en el nº119 de la revista de humor on line "El Estafador", dedicado a la ciencia ficción.

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