El pasado día 20 se cumplieron treinta años de la muerte de Franco. Hacía años que no pensaba en este tipo, y pensaba que era algo positivo. No sé si es por este aniverario redondo, pero creo que a mucha gente le conviene que esta conmemoración sea cada año recuerdo oportuno de tiempos peores. Es una forma de maniatar al ciudadano, si te quejas de algo alguien te dirá que antes se vivía peor y punto. Como diría Antonio Arias "en un loop mi energía". Todo se repite, no se puede avanzar.
Creo que el desarrollo del ciudadano pasa por ver a la clase política como sus representantes, personas en quienes delega, alguien en quien se deposita una confianza limitada para tratar de coseguir unos fines que para ser realmente tangibles deben tender a concretizarse. Sin embargo, sólo tenemos agoreros que se dedican a meternos miedo y pseudodemócratas que se arrogan el papel de salvadores; en vez de servidores de su pueblo, gente que saca los colmillos para mostrarnos la letra pequeña de lo hemos (o no) votado, para posteriormente echarnos su pesado brazo sobre los hombros, recordarnos que les debemos nuestra libertad, y susurrarnos: "esto es más complicado de lo que parece, necesitamos tiempo y confianza". (otra vez el loop : tiempo y confianza, tiempo y confianza...).
"Querido Franco", tienen que susurrar desde su almohada, al igual que todos los que anidan, se reproducen y habitan desde hace treinta años en los vericuetos del oscuro y abisal aparato burocrático que nos dejó el dictador: los que sacan oposiciones a la medida de alguien concreto, los que te insinúan que una plaza de empleo público está dada, los sonrientes practicantes del nepotismo, los maquilladores de cuentas o los que trafican todas las mañanas con información privilegiada. Ante los ojos fatalistas de un pueblo que acepta esa vieja ley no escrita (y generosamente aceptada por esos políticos a los que debemos nuestras libertad) de las prerrogativas y ventajas del poder, a cualquier escala.
No hay comentarios :
Publicar un comentario