03 noviembre 2007

Y la pregunta sería... (I)

¿Habéis formado parte alguna vez de una reunión de personas que critican a otra por su rareza o excentricidad?, seguro que sí. Aunque si os gusta el rock´n´roll vais camino de ser vosotros los excéntricos. Los protagonistas se van agolpando y, si se trata de un grupo de personas que no tienen estrechos lazos de amistad la cosa deviene fascinante, los escasos puntos de unión proporcionados por su condición de vecinos, compañeros de trabajo u ocupantes de la barra gris metal de una cafetería, van poco a poco fortaleciéndose, la complicidad brota y se desarrolla, es como un aumento de la temperatura corporal, los ojos se abren y las sonrisas aparecen, precedidas de un casi imperceptible temblor en las comisuras de los labios. Las personas adoran la falsedad de cualquier momento si les proporciona un gramo de plenitud. En el centro de esa reunión aparece una imaginaria estufa que expande el calor de la emoción entre los presentes, que aproximan las palmas de sus manos henchidos de gozo. Es la sensación de pertenencia al grupo tan desesperadamente deseada por el ser humano desde el principio de los tiempos, la posibilidad de, por fin, poner sobre la mesa lo que nos une, de dar a conocer lo que realmente queremos que conozcan de nosotros. Si eres parte sólida del grupo, es un buen momento de relajado disfrute y reafirmación de lo mucho que te valoran los demás y tú los valoras en comparación con. Si no te sentías demasiado integrado, es la gran oportunidad de cargar sobre otro el sambenito, de compartir opiniones que la discreción debe evitar que salgan del círculo mágico del susurro; de construir un secreto. Qué maravilla, verdad, donde no había más que lechosa grisura de tiempo moribundo, de pronto, aparece un secreto: frondosidad vital, excitación de la imaginación, activación de la circulación de la sangre, maquinación de la mente. Qué abanico de luces, qué cola de pavo real; una simple anécdota ofrece la perspectiva de fértiles campos que hollar, de miles de momentos que desmenuzar: cuántas conclusiones por sacar con el gracioso calorcillo de la gratuidad.
Puedes observarlos en cualquier sitio, algunos llegan a mostrarse nerviosos y ansiosos, se emocionan y gesticulan más de la cuenta, otros alzan la voz embriagados por su nueva situación de incluidos, de liberados de juicio y crítica; satisfechos de su novedosa condición de jueces, con poder para ensayar la ironía, siempre complicada, lanzar un puya que sorprenda por su maldad a los contertulios, o ser incluso clemente, subirse cinco segundos en el escalón de la bonhomía, para luego caer al responder con risas estrepitosas o retenidas por inefables gestos faciales y corporales, al comentario mordaz de algún correligionario. Si habéis formado parte, reconoceréis el fondo miserable que se extiende en vosotros y os lanza alguna que otra señal; pero también sabéis que ese fondo, inicialmente denso y oleaginoso se va aclarando, licuando, volatilizando al mezclarse con la miseria de la concurrencia hasta que, por acción de un resorte oculto del cerebro, se va volando hasta unirse y desaparecer en la gran miseria del mundo que convalida y hace disculpable vuestra actitud, sonriéndoos y abrazándoos.

4 comentarios :

Miriam G. dijo...

Me gusta el rock´n´roll, estoy casi segura de que en la situación que describes yo sería el centro de las críticas, glups…

Me ha encantado como describes esa situación, y no puedo estar más de acuerdo contigo, pero a veces en esa orgía de maledicencia, sólo a veces hay gente que decide no unirse al jolgorio difamatorio, que siente vergüenza, que se va. Me han dicho que una ocasión alguien salió en defensa del criticado, quizá sea sólo una leyenda... ja, ja, ja.

Un beso, Miriam G.

Anónimo dijo...

Muchas gracias siempre Miriam por tus comentarios. Te recomiendo encarecidamente la película que comento un poco más arriba, si no la has visto ya: "Once".

Miriam G. dijo...

Tengo al cine completamente abandonado, a duras penas consigo leer un poco y escuchar otro tanto. Pero anoto la recomendación.

Un beso, Miriam G.

Anónimo dijo...

Anota, anota. Y que anoten también los que se quejan de falta de dinero para hacer una buena película.