¿El reflexivo termina haciendo música reflexiva? Probablemente sí. Quizá por ello este disco, como el anterior, suena así, engarzando a la perfección las sensaciones que transmiten las letras con las que provocan las músicas, conduciendo al oyente, con fluidez y presteza, hacia un mismo caudal. Vuelven a volar palabras surgidas tras una pausa del pensamiento, en las que la gravedad se confunde con la ironía y la cotidianidad se cubre de misterio; donde el narrador coloca sus dudas sobre el tapete pero también saltan personajes a la palestra. Entre un carrusel de imágenes retornan la religión y el individuo con sus incontables formas de relación; la espera frente a la desesperanza; el hastío y la resignación ante la pujanza de los sueños como liberación. Estribillos y frases definitivos. Lirismo que enhebra sombrío existencialismo con destellos de luz.
El responsable de todo esto es José I. Lapido, ese rockero de pro, amante de las guitarras crujientes y del magnetismo que desprenden tanto las raíces sonoras como el mejor pop. Cazador inagotable de melodías e investigador a tiempo completo de las turbulencias del alma, sin dejar de prestar atención al ruido de fondo de la calle ni de torcerle burlonamente el gesto a las miserias y contradicciones de nuestro mundo. “Cartografía” (Pentatonia, 2.008), es su quinto trabajo en solitario, otro paso lleno de decisión en una carrera sin fisuras.
La música se mece alambicada en “Largo de contar” o el dramatismo y la profundidad de “Algo me aleja de ti”, construida a fuego lento, dulcemente arropada aunque por momentos desnuda. Un mar calmo que acoge las palabras que transcurren por él como un anhelo o una respuesta. Frente a ellas se encuentra “El truco”, la canción riff, contundente y poderosa, envuelta en un halo levemente psicodélico, pico eléctrico de este trabajo.
El resto es música clara, a veces temblorosa. Sonido destilado y ajustado (el traje a medida de las canciones que son para siempre), mucho más matizado que rotundo, con esa delicadeza que surge de lo esmerado de la ejecución y de trabajar con materiales nobles. El autor en trance de despojamiento, regodeándose en los silencios y en sonoridades que lejos de asaltar al oyente le susurran espolvoreándole su magia, que es el poso de sus esencias. El campo continúa abriéndose, se equilibra el protagonismo entre las guitarras y unas teclas cada vez más creativas, cómodas entre la profusión de acústicas que conviven con eléctricas que no dejan de reivindicarse, pacientemente afiladas, con rastros de la mejor tradición songwritter norteamericana en medios tiempos que llegan muy adentro, acortando distancias con el oyente a base de expandir su propuesta, abundando en detalles country folk. Tersura, aridez y arrebato melódico, con esos crescendos y coros ya intransferibles del pop mejor templado, que invitan a imaginar a unos Kinks imbuidos por The Band o viceversa. Sinuosa musicalidad de latido firme, libre de efectismos y gratuidades, brillante en su propia suficiencia, luminosa en su respirar. Son composiciones de las que levantan y cierran el telón, calando hasta los huesos.
Tal vez una carrera en solitario consista en eso, en el camino recorrido en la búsqueda de uno mismo, del yo musical, de la expresión más pura y directa.
José Ignacio Lapido toma la palabra.
Con la experiencia acumulada, ¿se tiende a la búsqueda de lo esencial?
Diremos como aquel: “yo no busco, encuentro”. La verdad es que mi posición a la hora de crear es cada vez más pasiva. Espero a que las canciones vengan a mí. Antes era capaz de estar horas con la guitarra hasta encontrar la combinación de acordes perfecta que cuadrara con cierta melodía o que me sirvieran para acabar un estribillo. Ahora, si se me resisten, los dejo estar. Siempre pienso que acabarán por volver a llamar a mi puerta, como el hijo pródigo. Lo esencial en una canción es la melodía y la letra. Eso siempre lo he cuidado. Atención: también el ritmo es importante. Popi lo sabe bien.
Los dos últimos discos muestran una mayor sensación global de cohesión entre las letras y las músicas que las arropan, esa es la impresión que me da a mí al menos. ¿Qué piensas de esto?
Pues no lo sé. Ya te digo que siempre he intentado cuidar ese aspecto y mi trabajo me cuesta. Supongo que cada vez dejo pasar menos versos de relleno, pero no soy consciente de que antes de los dos últimos discos no fuera así también.
¿Los conciertos acústicos han sido influencia capital en el sonido del nuevo disco?
No. Los conciertos acústicos no los hago por una especial necesidad expresiva sino por una razón más prosaica. Cuando el recinto no se acomoda a las posibilidades de la banda completa me piden que lo haga “en acústico”, para armar menos ruido se entiende. También es más barato, todo hay que decirlo.
Si te refieres a que en el disco hay más espacio a las sonoridades acústicas, es cierto. La banda sonaba bien en esa tesitura y las canciones pedían ese tratamiento. Podíamos haber hecho arreglos techno o heavy metal, una canción admite todo, pero luego me daría vergüenza ir a comprar el pan. A las canciones, al contrario que a los nacionalistas, hay que darles lo que piden
Respecto de la canciones de “Cartografía”: silencios, espacios, detalles… ¿Puede ser más intensa la comunicación musical así?
Los silencios en música son tan importantes como los sonidos. Si no hubiera huecos entre las notas y espacios entre los golpes rítmicos estaríamos hablando de cacofonía. Por otro lado, mi afán de comunicación con mis canciones es relativamente escaso. Hago canciones por el mero placer de mortificarme.
Es obvio que cada vez produces mejor tus discos, o al menos se transmite una idea más clara de lo que quieres. Aparte de la experiencia y el aprendizaje, ¿qué ideas o puntos de vista has ido incorporando o cambiando a la hora de afrontar la producción de los temas?
Lo que te decía antes: valorar el silencio en su justa medida. Para ser un buen productor hay que tener paciencia, oído y tiempo. Yo sólo tengo lo segundo.
¿Tendría sentido a estas alturas la presencia de un productor en tus discos?
De un buen productor, sí. El problema es que cuando descubres si un productor es bueno o malo es al final, cuando el disco está acabado y ya no hay remedio. En cualquier caso te diré que si no hay productores ajenos en mis discos es por falta de presupuesto. Mis autoediciones están muy limitadas en el aspecto presupuestario y me tengo que hacer cargo de todos los trabajos para los que no sea estrictamente necesario que se encargue otro profesional. Yo, que siempre he querido ser un vago, me veo forzado por las circunstancias a trabajar como una bestia. Así de ingrato es el rock & roll
Es la primera vez en tu carrera en solitario que encargas la masterización a alguien ajeno al proceso de grabación y mezcla. ¿Qué motivó esta decisión y qué ha aportado esta circunstancia?
Me lo recomendaron en Producciones Peligrosas. Bueno, yo ya sabía lo importante que es la masterización como punto final de la producción de un disco, lo que ocurre es lo que te decía antes: el presupuesto. Esta vez, en mi empeño por arruinarme antes de llegar a los 50, he decidido tirar la casa por la ventana y masterizar el disco como “Dios manda”. Una buena masterización ayuda a que el disco suene bien en cualquier reproductor. ¿Has visto lo bien que suenan todos esos discos de mierda que ponen en la radio?
La fe religiosa, la esperanza que provoca, puede ser el alivio surgido de una inmensa mentira. La gran interrogación que tantas veces nos empequeñece, ese vacío, llegar a utilizarse como yugo. Parece ser que sigues teniendo muy presente esa relación entre el hombre y sus circunstancias con el hecho religioso.
La religión es muy importante pero más importante es la idea de Dios que es una abstracción del Bien absoluto. Para que esa idea funcione hace falta que previamente exista el Mal. Se trata de que Dios, el que sea, ponga Orden en el Caos. Los hombres primitivos necesitaban respuestas y se agarraron al clavo ardiente de la fe en lo ultraterreno y en el poder mágico de ciertos elementos de la naturaleza. El hombre del siglo XXI necesita respuestas y se mete en los Hare Krishna o en los Legionarios de Cristo, paga sus cuotas y limpia su conciencia. Yo necesito respuestas y hago canciones que hablan de Dios y del vino. Soy politeísta.
¿Requiere mucha fe el mundo del rock?
El rock en España necesita fe, esperanza y caridad. Las virtudes teologales, las bienaventuranzas y cuatro padrenuestros. La cosa está muy mal. Todo lo que recemos es poco.
¿Es el compositor de rock el defensor de una causa perdida?
El compositor de rock es una especie en extinción que debería estar en un zoológico o en una institución mental adecuada, en la que se le tratara de su empecinamiento obsesivo por luchar contra los elementos.
¿Cómo se lleva el creador de canciones con la realidad?
Tengo otras ocupaciones profesionales que me obligan a bajar diariamente de la nube. Aunque la verdad es que nunca he sido uno de esos “creadores” que se cree investido por un don especial. Yo empecé a componer canciones porque era más divertido y emocionante que estudiar Física y Química.
¿Deja alguna vez el compositor de pensar en canciones?
Sí, cuando voy a echar la primitiva todos los jueves.
¿Qué mantiene la ilusión artística de un tipo como José Ignacio Lapido?
No tengo ningún tipo de ilusión. Soy un profesional de la desilusión. He hecho Cartografía porque tenía que hacerlo, era un compromiso conmigo mismo (con el que fui alguna vez) y con los que me rodean, pero si te digo la verdad, me ha dado más sinsabores que alegrías. Hacer discos, ahora mismo, es una pérdida de tiempo y de dinero.
¿Se sigue asomando el José Ignacio que compraba sus primeros discos en Granada a la hora de acometer los riffs de tu guitarra, o el tiempo ha terminado por adormecerlo?
Mis bostezos son los mismos ahora que entonces.
¿Ha influido el hecho de contar con una banda estable (crucemos los dedos), sus prestaciones instrumentales, en el cariz de las composiciones? ¿Han surgido por esto hallazgos sonoros y de arreglos tanto en el local como en el estudio, algo no inicialmente previsto que haya quedado plasmado en alguna canción?
Sin duda. Las canciones de Cartografía suenan como suenan porque la banda las ha trabajado como si fueran propias. Les estoy muy agradecido a todos ellos por el empeño y el talento derrochado. En el estudio siempre surgen hallazgos inesperados pero todos los temas venían muy ensayados del local.
Canciones anteriores hubiesen aceptado muy bien algún arreglo de cuerda, sin embargo no se han añadido hasta ahora, en el tema “Algo me aleja de ti”. ¿Eras inicialmente remiso a incluirlos?
No surgió la oportunidad. En este caso me encontré por la calle con Nicolás Medina, el arreglista, y hablamos del tema y a los dos nos gustó la idea de colaborar. Creo que ha sido un acierto.
Te imagino preparando concienzudamente los conciertos. Me gustaría saber si lleváis todo bien medido o hay algún espacio para la sorpresa o la improvisación.
Improvisamos poco, la verdad.
Dylan decía que cualquier cosa en la que valga la pena pensar merece ser cantada. ¿Puede ser que la escritura automática, el más o menos libre fluir de los pensamientos en el papel, muestre realmente lo que queremos decir, sin condicionantes externos?
Muchas veces ocurre así, pero la presunta libertad de esa escritura ha de ser conducida a un destino cierto por alguien, en este caso el autor. No es buena idea escribir lo primero que te viene a la cabeza sin un plano del sitio de llegada. Las palabras, por muy libertinas que sean, necesitan una idea en la que quedarse a dormir.
De todas formas los textos de “Cartografía” me han parecido más directos y expresivos que en otras ocasiones.
Gracias.
En algún sitio he leído unas declaraciones tuyas en las que dices que el rock ha perdido influencia social, algo evidente. ¿Qué tiene de positivo el hecho de que desaparezca de la primera plana, en el aspecto creativo?
No creo que la actual situación de decadencia del rock me influya para nada a la hora de componer. Yo siempre he estado en decadencia, así que llevo ventaja en ese aspecto.
¿Crees que hubo algún momento en que fue posible una cultura pop real en España?
De hecho la hay, en los subterráneos de algunas ciudades.
¿Qué otros solistas del panorama español actual te parecen recomendables?
Miguel Ángel Villanueva, José Casas.
Es inevitable preguntarte lo último que estás escuchando o leyendo, lo siento. Y dado que aquí tenemos mucho que ver con el tema, ¿eres o has sido lector de tebeos?
Ahora no leo tebeos, no sé por qué. En mi niñez leía muchísimos, todos los de Bruguera: Mortadelo, Anacleto, Doña Urraca, también los TBO originales, el doctor Fritz de Copennhague… luego pasé a Tintín, a Asterix y a Hazañas Bélicas, de los que era comprador habitual. En la adolescencia compraba el Víbora. Me gustaban sobre todo los americanos como Robert Crumb o Gilbert Shelton.
Tras los meses pasados desde la aparición de “Cartografía” y una vez rodado en directo, se puede preguntar ya acerca de las sensaciones que te produce el disco en su conjunto.
Fuera metáforas y falsa modestia: el disco es cojonudo. No me explico cómo me ha podido salir tan bien.
Ya que prácticamente hemos llegado los últimos, ¿En qué porcentaje de entrevistas te han preguntado por 091?
En un 101%.
Vamos a ilustrar esta entrevista con una caricatura ¿Cómo se captará mejor a José Ignacio Lapido, enfrentado al micrófono u observando la realidad como un pensador de Rodin a punto de levantarse?
Tal vez con la guitarra colgada en el momento en el que la realidad me pasa por encima como una apisonadora mientras hago la señal de la victoria. Puede añadirse una onomatopeya entre exclamaciones para ilustrar el sonido de mis huesos al quebrarse.
Publicado en el portal de humor y cómic Irreverendos en octubre de 2.008.