¿Qué se persigue en las redes sociales creando y alimentando todo tipo
de rumores hasta el paroxismo, empeñándose obsesivamente en hacerlos crecer
exponencialmente? Supongo que conseguir visitas tiene su consiguiente beneficio
económico para muchas páginas y sitios de internet, y buscar por cualquier
medio esa rentabilidad, sin pensar ni por un momento en el perjuicio que se
puede causar, a estas alturas, desgraciadamente, no puede sorprender a nadie. El
modus operandi está claro: rastrear o crear noticias falsas que puedan resultar
creíbles y que a la gente le produzca morbo creer; buscar qué información
ficticia o inexacta quisieran determinados sectores que fuese cierta, para que
ellos mismos la propaguen, o, por parte de esos mismos sectores pastoreados,
inventar o conceder credibilidad a sucesos que les convendría que deviniesen
verdaderos para que legitimen y sirvan de apoyo a las tesis e intereses que
defienden. Esa misión de estirar y componer cualquier mínimo dato, cualquier media
verdad, hasta hacerla pasar por verdad entera. Aquello tan castizo y periodístico
del rumor como antesala de la noticia o la famosa sentencia que hablaba de no
dejar que la realidad arruine un buen titular.
Pienso que, en medio de este barullo de visionarios y comprometidos
estridentes, reside la última oportunidad de los medios convencionales o
"serios", tan orgullosos y dignos ellos, para acreditar la
profesionalidad que se les supone y ganarle la partida a toda esta sinfonía de
instintos primarios, menos impulsiva y espontánea de lo que quieren hacernos
creer: servir de filtro necesario entre lo tergiversado, exagerado, inventado o
no contrastado y lo real. Pero, siendo consciente de que la verdad resulta en
exceso fatigosa y compleja para nuestro tiempo, y que su defensa no forma parte,
ni remotamente, de la parte mollar del negocio o los intereses de los medios de
comunicación, ya sean públicos o privados; tengo la impresión, además, de que
en el fondo, eso no lo desea nadie. La sociedad en general vive cada vez más
fuertemente abrazada a las informaciones que, encajando unas con otras, van
redondeando el atractivo relato de su verdad sin fisuras ni cabos sueltos. Muy
poca gente necesita conocer la verdad estricta de las cosas y, lo que es peor,
lo que realmente desea la mayoría es que los demás tampoco la conozcan. Se aplican
a aplaudir y difundir interesadas elaboraciones de los hechos, y tratan de
ocultar con la punta del pie bajo la alfombra, a veces cómicamente, lo que no
consideran conveniente reconocer. Sus dedos vuelan diariamente sobre el teclado
con la secreta ambición de emborronar la realidad, desviar la atención, y obstaculizar
el acceso a la verdad todo lo que puedan. En ese sentido, el trasiego diario de
opiniones, ataques desmesurados y apoyos que colapsan las redes sociales, no
son más que una amplificación de lo más mezquino y rudimentario que guardamos
en nuestro interior.
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