Estimados Psicocamaleones:
No creo que sea posible para un país olvidar algo tan demoledor como una guerra civil, y, por supuesto, para nada aconsejable; otra cosa es su superación. Es una herida abierta y profunda, un agujero negro que jamás se conseguirá llenar de olvido; una explosión de odio cuya metralla se extendió en una cruenta y larga contienda, y no sólo eso, sino que se reprodujo y creció en miles de venganzas personales por parte y parte, ajustes de cuentas, ultrajes, robos, injusticias y humillaciones que no cesaron realmente mientras duró la dictadura; sólo el tiempo y el aguante silencioso fueron aminorando la presión y el ahogo, desdibujando el rostro oscuro de esa España del terror que, en los mejores momentos, sólo parece estar escondida. Esquirlas de metralla negra que aún nos sobrevuelan, dejando un olor picante a miedo y frustración, cuando observamos el limitado apego democrático de los partidos políticos, o ese Estado que sigue siendo temida e interesada madrastra, acostumbrado a pagar mediocres lealtades que emponzoñan el aire, y que cierra el círculo de su propio poder advirtiéndonos de lo monstruoso que es el rival y de lo mal que lo pasamos en… La Guerra Civil.
El frío gris de la dictadura y el miedo llegaron a su fin y la libertad se quiso disfrutar a chorro, el color subsiguiente dejó alegría, luz, absurdos diosecillos y un aire al menos respirable. El recuerdo de la Guerra y el franquismo suponía en los albores democráticos un lastre para la juventud, al menos para la menos progre (éstos abominaban del rock´n´roll). Sólo parecía haber dramatismo, gravedad; el cine y la música iban de lo gris a lo presuntuoso en el mejor de los casos, salvo capitales excepciones. Pero la desconexión con la realidad llegó en algunos casos a extremos difíciles de asumir: el día del golpe de estado del 23 de febrero de 1.981 (explosión en la cara de todos los peores presagios de esa España negra y virulenta), Nacha Pop no suspendieron su concierto, y los Pegamoides de Alaska pensaban que todo eso era cutre…, cutre y lo peor…, de lo peor, y decidieron citarse en el londinense Piccadilly si las cosas se ponían feas…, feas. Otros buscaban su catarsis provocando con lo innombrable: Gabinete Caligari se presentaron en uno de sus primeros conciertos en la madrileña sala Rockola, un 23 de julio de 1.981, así: “Buenas noches, somos Gabinete Caligari, y somos fascistas”, teniendo la “suerte” de recibir una elogiosa crítica del periódico franquista “El Alcázar”. Un par de años más tarde, su primer elepé incluiría el tema “Maquis”, canción dedicada a la voluntariosa y limitada oposición armada al franquismo durante la primera posguerra. Terminaba así: “Maquis de hoy, ¡qué pocos sois!, Maquis de hoy, ¿y el corazón?”. Por cierto, la letra fue coescrita por la banda y la posteriormente conocida como Ana D.
En 1.983 salió al mercado el elepé “Manifiesto Guernika” de los granadinos T.N.T., en mi opinión el mejor disco de punk que se ha hecho por aquí. Sólo traicionado por el sonido y muy mejorable en la ejecución, como tantos discos españoles de aquellos ochenta. Nunca me he creído los textos de este tipo de grupos, son demasiado epígonos y forzados por estéticas nihilistas o contestatarias, un juego de niños en el fondo que rápidamente se quema en el tiempo. Aquí se veía algo de todo esto: emulación, nihilismo, pose; pero también reflexión, humor, zozobra y textos inteligentes. El tema titular del disco describía los horrores de la guerra influido por el “Guernica” de Picasso. Su estribillo repetía “azul y rojo es destrucción”.
La República se ha convertido para mucha gente en el Paraíso perdido (realmente, ¿qué es un paraíso si no está perdido?), el sueño común truncado por un destino aciago. Quizá, añorar esa época, lo que pudo ser de haber ido todo bien, nos permite olvidar lo consumistas y vacuos que somos; lo inane de las iniciativas sociales de la mayoría de nosotros; el poco compromiso que queda cuando se desinflan los eslóganes en el aire de la confrontación airada, y sólo queda por delante la cotidianidad aburrida para fraguar propuestas reales; las horas de telebasura que nos tragamos cuando volvemos de apalear al enemigo con los ojos vendados; lo teledirigidos que estamos; o el espacio cívico justo y saneado que tanto nos cuesta alcanzar por no querer poner mínimamente en peligro nuestro bienestar. Joaquín Sabina, el hombre más republicano del mundo, tenía registrado el nombre La Tercera República, que terminó cediendo generosamente a una banda capitalina en la onda Secretos.
El grupo madrileño de rock urbano Los Canallas editaron en 2.000 un disco mayoritariamente formado por canciones de la Guerra Civil (bando republicano), titulado apropiadamente “Nunca Más!”. En él se podían escuchar clásicos como “Si me quieres escribir”, “La Tarara” o “Himno de Riego”. Contaron con la colaboración de Loquillo (en “L´Estaca” de LLach, uno de los cortes no reminiscentes de la época) y con el boicot de la CNT (si es que no tenemos remedio). Hablando del rockero barcelonés, en 2.004 produjo y puso música al documental dirigido por su pareja, Susana Koska, ”Mujeres en pie de guerra”, basado en la experiencia de mujeres del bando republicano narradas en primera persona. La banda sonora fue editada en CD.
El mundillo radikal abunda en ejemplos de versiones aceleradas de temas republicanos o inspirados en la Guerra. No nos detendremos. Sólo recordar aquel estribillo de La Polla Records en “No somos nada”: “Somos los nietos de los que perdieron la Guerra Civil…” (ojalá algún día uno de esos nietos llegue a Presidente del Gobierno sin necesidad de usar ese dato políticamente). O aquellas palabras de la portada y contraportada del segundo elepé de Kortatu, “La línea del frente”: “Irún (1.936).- Milicianos antifascistas defienden…bajo el fuego enemigo y alrededor de la Ikurriña… el general Mola ataca Irún. Objetivo: cortar a las provincias vascongadas de la frontera francesa…”. Ya saben, el año en que España invadió el País Vasco mientras el resto del Estado vivía un dulce verano.
El segundo trabajo del combo de jazz Juan Camacho Quintet, editado en 2.000, llevaba por título “La balada de la Brigada Lincoln”, y como subtítulo “Canciones de combate y otros himnos”. Pero el mayor homenaje musical a este símbolo de las Brigadas Internacionales, esas que lucharon junto al bando republicano mientras sus gobiernos callaban, fue el la banda alicantina así denominada. La Brigada Lincoln publicaron en 1.988 a través del sello Zafiro un buen elepé, “La piel del sur”, poderoso pop-rock muy de finales de los ochenta que adolecía del sonido vacío y falto de mordiente de las producciones de Tibu, mítico perpetrador de la del “Debajo de las piedras” de 091. Por sus cortes se filtraban sutiles remembranzas de derrota.
La escena británica siempre ha mostrado fascinación por la iconografía de nuestra contienda, desde la denominación de la banda de Vini Reilly, The Durruti Column, en homenaje al leonés Buenaventura Durruti (destacado líder de la CNT, muerto en Madrid al poco de iniciarse la guerra por causas aún no aclaradas), y su famosa y controvertida columna; al sello que publicó las primeras grabaciones de The Sisters of Mercy, que se llamaba CNT. Y qué decir de los Clash, verdaderos abanderados de la toma de conciencia política del punk (desgraciadamente una de esas bandas brillantes que influyen a centenares de grupos mediocres), y su ya mítico “Spanish Bombs”, texto de un Joe Strummer siempre obsesionado por la figura y la desaparición de Federico García Lorca.
Mucho, y en muchos idiomas, se ha cantado sobre la Guerra Civil desde los tiempos del “No Pasarán” o el chotis “Ya hemos Pasao”, que interpretara Celia Gámez. Lo último que he escuchado relacionado con el tema es el excelente recopilatorio “Spain in my heart: canciones de la Guerra Civil Española”, que cuenta con la participación de Lila Downs, Arlo Guthrie con Pete Seeger o Eliseo Parra. Llegados a este punto, nos despedimos con las sabias palabras de Don Julián Hernández:
“Durruti muere de un tiro por la espalda
Y no era plomo, que era bala de plata
Después la guerra antes la revolución
No te equivoques porque España sólo hay dos
Y es que en la guerra, antes de ser mil hay que ser vil
Guerra civil
Aprende camarada a ser vil en la guerra civil
A Dios rogando y con el mazo dando
Y por si acaso subirse al coro cantando
A las iglesias me las dejáis en paz
Id a por ellos y así nunca pasarán
No te enteras, no te enteras
Por dónde van los tiros en las piernas
Es lo primero ganar la guerra
Y después, sólo después podremos hacer la Revolución
Y en el cielo el relámpago es negro
Así se anuncia el pájaro del trueno
Y moriremos lentamente y con dolor
Si es por el triunfo de la confederación”
(“Vil Guerra Civil”, Siniestro Total, 1.988)
Publicado en el portal de cómic y humor "Irreverendos" en enero de 2.007.
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