26 marzo 2007

"El olvidar la historia...

"El olvidar la historia y, de hecho, el error histórico, son factores esenciales en la formación de una nación, y ése es el motivo por el que el progreso de la investigación histórica a menudo constituye un peligro para la nacionalidad" (Ernest Renan)

25 marzo 2007

SR. CHINARRO “El mundo según” (Mushroom Pillow, 2.006)

Vuelvo a sentir el murmullo, el soniquete acercándose. Noto que crece y se deja permear, absorbe; a veces parece cambiado, pero es un espejismo: el tempo, la voz y el sentido de canción de Antonio Luque no varía en esencia. Arrastrando desde el inicio de su carrera todo el catálogo de clichés del sonido indie ha sido, sin embargo, el autor más personal aparecido por estos lares, tan hermético como imprevisible, tan irregular como inspirado. Demostrando desde su esquematismo, capacidad de maniobra e intuición.
Aquí mantiene el pulso, tras el retorno al placer de componer con “El fuego amigo”.
Retornan los textos lanzados con la ironía del descreído; la argamasa de frases hechas, juegos de palabras que provocan alteraciones de la cordura, y descripciones aleatorias que conforman esa particular lógica de imágenes poderosas o absurdas que se construye en cada canción. En este trabajo vuelven a imponerse el colorido, la vitalidad y la variedad; destacan la consistencia rítmica, las guitarras elegantes y la claridad y suficiencia de los arreglos. Permanece el amor a los Cure y Smiths en las planas “La decoración” y “El mar de la tranquilidad”. Entroncan con su pasado un grupo de temas reminiscentes de la etapa 96-98, en la que maduró su personalidad melódica: “Esplendor en la hierba”, “Ángela”, “Militar” o “No dispares”, con su contorno tan Décima Víctima. “La última cena” y “Del montón” remiten a Los Coyotes, pareciendo la segunda una lectura rumbera del “Cien guitarras” con retardo Chinarro. “El lejano oeste” se desenvuelve entre aires fronterizos, y “Ni lo sé…” tiene un ligero matiz planetero. Mientras, “Penningstone” es una amable y tierna celebración pop dedicada a su hijo, con coros tomados prestados a Leonard Cohen; muy lejos de la intensa “Gitana”, que gira y gira entre dramáticos aires flamencos con evocaciones de Morricone.


Publicado en el nº 236 de la revista Ruta 66.

15 marzo 2007

CABALLERO REYNALDO “Hispano Olivetti” (Hall Of Fame, 2.007)

Luís González aparca su particular mundo psych-prog-jazzy-popular…, sonríe, se frota las manos y se zambulle en el de su amigo Malcolm Scarpa, cocinando él solito un curioso e inspirado homenaje al músico madrileño, a cuya etapa más brillante y prolífica (1993-1996), se acerca con cariño e indudable respeto en estos trece cortes; todos de mayor duración que los originales, salvo “The Good Old Neighborhood”, y enlazados por el persistente teclear de un máquina de escribir. Consigue, con esta recreación del cancionero scarpiano, infundir su mirada a un repertorio cuya calidad intrínseca ilumina y facilita el camino. Juega, cambia, mima, desordena y experimenta con estilos, efectos, tempos e interesantes e inesperados arreglos que invito a descubrir tras sucesivas escuchas; sin que ello menoscabe en ningún momento su halo de viñeta íntima e intemporal. Para redondear el concepto ha tenido la brillante idea de introducir y salpicar cada tema con textos extraídos del libro de ocurrencias de Malcolm Scarpa “Qué te debo, Jose” (Gamuza azul, 2.001), relacionándolos con cada tema y narrados por la voz infantil de Anibal. Hay representación de cada disco de aquel período, destacando los cinco revisiones de “My Devotion” (1.994). “About Old Stolkhölm”, “Heartbreak Ahead” y “Tribute To La France” se lentifican y espesan con ritmos marcados y bajos ondulantes. “Hall Of Fame” discurre entre percusiones, acústica y numerosos y leves arreglos, más preciosista y sinuosa que la original. Lo chispeante de “Sweet Sweet Lips” se subvierte a base de riffs y final setentero; endurecida, recuerda el inicio de “Friction” de Television; a su vez, “Do The Funny Hop” toma blindaje disco-funk. “Funkadella” pasa con naturalidad del ska a embriagarse de dub; y el country campa por sus respetos en “Instant Soup” (en sustitución de ese delicado vals tan Kinks primigenio), la mutación hillbilly de “Last Night I Feel For Jenny”, o el banjo que acompaña la costumbrista y también reminiscente de Davies “The Good Old Neighborhood”; mientras, el country de “Cellophane House”, emprendiendo el camino inverso, se deja invadir por los efluvios de Captain Beefheart. “The Girl I Once Knew” se licúa en vivacidad y placidez soul, y la psicodelia madchesteriana de “This Time (Malcolm´s Not My Name)”, pierde el toque bailable retrotrayéndose a 1.967 y conservando el matiz oriental del original. Es la primera de una serie de grabaciones que aparecerán a lo largo de este año, consistentes en la recreación de composiciones ajenas. Como recomienda la frase final del disco: “consumir preferentemente antes del fin del mundo”.


Publicado en el nº 236 de la revista Ruta66.

02 marzo 2007

DIEGO VASALLO - ROGER WOLFE “La máquina del mundo” (Gasa, 2.006)

Diego Vasallo no da nunca una letra por perdida, ni siquiera en sus etapas en Duncan Dhu y Cabaret Pop ha descuidado ese aspecto. Con el tiempo, su pluma ha ganado en sobriedad y lucidez, capacidad metafórica y descriptiva, por lo que su encuentro con el escritor Roger Wolfe se antoja de lo más pertinente. No resulta fácil la emergencia para una figura como la del donostiarra, tan marcada para bien o para mal por su pasado musical. Su evolución es el camino de despojamiento y destilación de un resolutivo compositor pop que, sin llegar a perder nunca ese punto melódico y preciosista, busca la esencia de la expresión, de la intemporalidad, incorporando variadas raíces musicales a su discurso (destacando la tradición mediterránea y europea), logrando que su cancionero soporte el fuego lento sin oler a chamusquina. Esta tendencia asomó en algunos momentos de “Criaturas” (1.997), confirmándose a partir de “Canciones de amor desafinado” (2.000), donde comienza su fructífero encuentro con el productor Suso Sáiz, que se desarrollará plenamente en el disco-libro conjunto “El cuaderno de pétalos de elefante” (2.002) y en “Los abismos cotidianos” (2.005). Este “La máquina del fin del mundo” reúne a dos creadores que nos miran desde la misma carretera perdida. Roger Wolfe, escritor inglés crecido en España, aporta todos los textos: inquietantes, irónicos, minuciosos, sombríos, descarnados. Oscuramente reflexivos, con mucha de la desolación de la narrativa norteamericana. Vasallo convierte en canción una parte de ellos (con esa voz cargada de nicotina y cansancio que usa desde “Canciones de amor desafinado”), tal que “Todas las noches” (estimulante y valiente inicio con sus nueve minutos), “La Poesía” (que recoge la idea borgiana de que cualquier cosa es susceptible de transmitirla) y “La máquina del mundo”, que son celebraciones balcánicas que transcurren entre gomosos e infatigables pianos, acordeones a punto de derrapar o febriles cuerdas. Hay sencillas viñetas folk como “Llueve”, conducida por una guitarra luminosa o “La avería”, con ese acordeón que va desenvolviéndose; y el postrero vals “La primavera”. El resto son recitados de Wolfe (que fluyen con naturalidad entre las canciones dejando un hondo calado, os lo aseguro), musicados por Joserra Semperena y Sáiz, que también comparten con Vasallo las labores de producción. Destacan el encuentro de las palabras con el vals que mece “Cuando me aburro”, el emocionante discurrir de “El calor” o el repiqueteo de piano en la trepidante “Atracadores”.


Publicado en el nº235 de la revista Ruta 66