Continúa lloviendo. Alguien subido a un banco trata de imponerse al barullo de la discusión que se extiende en una pequeña plaza, y proclama, espoleado por el alcohol, que un proyecto como Lagartija Nick no podía terminar mediante una vulgar separación o cese de actividad. Sería muy complicado detener el flujo de energía, explica. Sólo podrían parar volatilizándose, desapareciendo de la faz de la tierra para esparcir toda esa energía por el Universo. “Sin fin”, apuntan desde el fondo.
La televisión repite la imagen del interior del libreto de su cd “Lagartija Nick” y, sobre todo, las de “Val del Omar”, tomadas como algo premonitorio, el mensaje previo a “una dulce espera que algún día tendría su culminación”, según una presentadora rubia.
La radio pincha canciones de “Lagartija Nick” a volumen imposible, subrayando la separación del repertorio en “Durante el lanzamiento”, “En el espacio” y “Regreso a la tierra”. Vuelven aquellas historias de los vecinos, que se empujan ante los micrófonos de los reporteros, sobre un enorme artilugio que atravesó el cielo en un instante; otros declaran haber visto al cantante del grupo pataleando mientras unos dedos gigantes se lo llevaban velozmente. En cada esquina se pueden observar bajo la lluvia pequeños grupos que señalan extraños movimientos de estrellas que nadie creerá en unas horas. Un programa de la tarde ha emitido repetidas veces un corte radiofónico antiguo donde Antonio Arias declara en una radio que La Alhambra es una nave espacial. El rumor es un fragor creciente. Adolescentes dicen oír canciones desconocidas del grupo dentro de sus cabezas.
El Teletipo de la Verdad suministra bajo la pantalla de la televisión noticias cortas sobre Lagartija Nick. (““Hipnosis” se grabó en 59 horas”), (“En la letra de “Newton” aparecen fragmentos inspirados por el astronauta español Pedro Duque”), (“”Omega” superó las cincuenta mil copias vendidas en su día”), (“El astrofísico José A. Caballero ayudó al grupo con la portada de “El Shock de Leia””), (“La discográfica Sony ni siquiera se dignó a hacerse cargo de las mezclas de “Val del Omar””)...
Supongo que la conocida inquietud de Morente y la pasión por el riesgo de Arias facilitaron la sucesión de acontecimientos que dieron lugar a la aparición de ese trabajo, fruto de dos proyectos paralelos que terminan confluyendo (el de Morente de adaptar temas de Leonard Cohen y uno de Lagartija Nick sobre Lorca, -Antonio Arias y su cerebro batiente-); que abrió y, dada su excelencia, cerró a la vez su propio camino creativo. No creo que sea la manera definitiva de mezclar flamenco y rock (eso aún tiene mucho margen de definición), pero sí una opción sonora completamente nueva. No reconcilia nada, no mezcla ni hace convivir, simplemente crea algo nuevo, a partir de la emoción e intensidad puestas en todo un proceso vivido en una burbuja creativa sin concesiones ni miedos. Una creación artística indeleble, ajena a la erosión del tiempo y con el magnetismo intacto, que casi siempre ha estado de gira, revitalizada en 2.008 con la compra de los derechos del disco por parte de Enrique Morente y su remasterización en Nueva York de la mano de Alan Silverman. Y con una segunda parte eternamente pendiente.
“Omega” (El Europeo, 1.996), incluye revisiones del repertorio de Leonard Cohen y adaptaciones de “Poeta en Nueva York” de Federico García Lorca. Recuerdo que muchos medios comenzaron inopinadamente a referirse a Lagartija Nick como grupo de Thrash-metal, incluso en “Lo más Plus”, con Arias asintiendo e imagino que tomando nota para el futuro inmediato. El disco terminó consagrado como un hito de la World Music, qué le vamos a hacer. Lagartija Nick aceptaron una posición secundaria, pero su presencia es crucial y aporta la mayor parte de las cosas que hacen de éste un trabajo único. Aparecen en seis temas (menos de la mitad) y participan en la composición de cuatro. Inolvidables, como la construcción compleja y atrevida de "Omega”, creando un espacio sonoro denso y onírico; con la batería de Eric ejecutando una base percusiva a partir del ritmo procesional de la Semana Santa (esa misma batería que cuando comenzaba a sonar en las presentaciones conseguía que mucha gente abandonara sus localidades), para acompañar a Morente cantando saeta; y rompiendo en el último tercio en aceradas guitarras que flanquean la percusión única de las palmas. O “Vuelta de paseo”, en la que, tras un inicio plácido con la guitarra de Cañizares, irrumpe el telón eléctrico espoleado por la batería lanzando picotazos, envolviendo y apropiándose del tema con coros fantasmagóricos, compartiendo sus ráfagas con la guitarra flamenca. O “Ciudad sin sueño”, su participación más subrayable: dueños y señores de la instrumentación, crean una atmósfera tan sugerente como inquietante y oscura que, sosteniendo en un aire lóbrego la voz de morente, con la presión del bajo distorsionado y la batería y percusión se dirige a lo enervante y amenazante, con las guitarras tomando más cuerpo que nunca y los miembros del grupo colaborando al pandemónium del crescendo final recitando el poema de Lorca.
El Noticiario de la Verdad abre con esta noticia: “Expertos de todo el mundo diseccionan las letras de canciones como “Estratosfera” para desentrañar el enigma”. La información sale de la radio situada en el centro de cada habitación, ya que la televisión ofrece únicamente entretenimiento, venta e imágenes mudas. Sólo La Tertulia de la Verdad es retransmitida a la vez por ambos medios. En una habitación circular seis tertulianos moderados por una voz en off, dirigen la opinión. Uno de ellos, con barba y gafas colgando del cuello y golpeando sobre su vientre, sostiene que la carrera de Lagartija Nick no ha sido sino una preparación para el supremo momento de una abducción consentida y largamente esperada. ¡¡ Lo de la grabación de un vídeo ha sido sólo una excusa, una patraña!! Se excita por momentos y se balancea en el alto taburete donde está sentado, rozando casi el techo con la cabeza. Algunos papeles y recortes de prensa se le caen y rápidamente un asistente trepa por la patas del asiento para devolvérselos. El contertulio situado enfrente asiente sonriente elevando calmosamente la mano para pedir la palabra, una vez la posee, subraya pomposamente que tal como decía Uwe Lausen de los situacionistas, que no eran cosmopolitas, sino cosmonautas, Lagartija Nick han hecho ese recorrido abandonando definitivamente el espacio urbano por el exterior. Tal paralelismo sorprendió y arrancó los aplausos tanto del resto de los contertulios como de sus sufridos asistentes. Esta teoría tomará con toda seguridad las ondas en los días siguientes, hasta que el misterio vuelva a aplazarse. Un adivino, un astronauta retirado y una actriz en tanga dorado trazan en una pizarra palabras extraídas de letras del grupo que pueden darnos la clave: “Leia”, “Space”, “astro”, “órbita”, “Universo”, “estratosfera” o “Júpiter”; frases como “Eternamente en vuelo”, “En otro cosmos, sin luz ni sonido”, “He abierto tu puerta, saluda al intruso” o “Going to Mars”. El público aplaude puesto en pie el politono de “20 versiones”.
Jack Kerouac alude a la necesidad de “escribir con excitación, a toda prisa, hasta sentir calambres, de acuerdo con las leyes del orgasmo”, y también recomienda encarecidamente “escribid para vuestra felicidad personal”. Esa excitación de la espontaneidad, ese basar la creatividad en sus propias obsesiones o querencias personales, las he visto muy presentes en Antonio Arias y siempre han contado con mi admiración. Creador insomne y arrebatado fue incandescente hilo conductor entre las experiencias e influencias que captaba del mundo que le rodeaba y su trabajo, donde quedaban vertiginosamente volcadas. Hizo de su carrera una pequeña nave espacial reluctante a presiones externas de cualquier tipo, por lo que pienso que nunca terminó de ser lo que la gente quería de él en cada momento, en cada etapa. Hay quien sostiene que Lagartija Nick murió tras “Omega”, no es así, pero bien es cierto que nada volvió a ser igual, de ninguna manera podría serlo. Tras la experiencia de participar en un proceso creativo de tal calado, volcándose alrededor de una idea, creo que a Arias se le hizo imposible volver a la composición al uso, a la colección de canciones, por más que sus discos siempre terminaran conformando un entramado conceptual.
Ese placer de investigar, de abundar en un proyecto concreto, tomó una dimensión definitiva con la figura de José Val Del Omar, extraordinario personaje, creador integral: artista, investigador, cineasta e inventor granadino contemporáneo de Lorca y fallecido en 1.982; padre de técnicas absolutamente innovadoras como el zoom o el sonido diafónico y rupturistas como el “desbordamiento apanorámico de la imagen” o el concepto de “visión táctil”. La conexión era inevitable, sólo Arias y los suyos podían acercarse con la suficiente sensibilidad y tino a este espíritu singular. La aventura de “Omega” se había saldado por el lado negativo con la deserción de Eric, desde mediados de 1.997 baterista de Los Planetas. Su baja es suplida por José Antonio Quesada, y su doble bombo procedente del thrash-metal.
La adaptación de los textos de Val Del Omar, la conversión en sonido de sus visiones, se aborda con una vocación sonora netamente experimental, basada en el trabajo con texturas de sintetizadores y samples, combinados con rock industrial y metal pesado para las guitarras. La expresividad eléctrica anterior, la urgencia punk, quedaban enterrados en un trance de inercia rítmica electrónica estimulada por el dinamismo y posibilidades que ofrecen los textos. Un brusco giro sonoro que, al menos en el contexto de “Val Del Omar” (Sony, 1.998), me pareció muy acertado, incluso revelador. Producido por primera vez por la propia banda, M.A.R. Pareja, además de guitarrista sideral de solos endiablados, es el responsable de sintetizadores y programaciones y autor de la mayoría de las músicas, incluida la de “Énfasis”, oasis entre la metalurgia, un medio tiempo gaseoso que cuenta con la balsámica guitarra acústica de Juan Codorníu. Algo similar al quieto desasosiego de “Respiro en Nueva York”, breve y con un acertado acompañamiento. Por su parte, “Yo día y orden” y “Táctil-visión” parecen los Lagartija de antaño sometidos a la nueva centrifugación; y la descarga de “Celeste”, con la colaboración de Morente, una continuación del espíritu “Omega” celebrado exclusivamente en terreno del grupo. En plena gira de este álbum saldrían de la banda Codorníu y Pareja.
La idea global y el concepto se mantuvieron posteriormente, en etapas que se me antojan difíciles para la banda, con idas y venidas de personal, conflictos y una cada vez mayor incomprensión del público. Pienso que en esos años Antonio Arias se empachó de conceptualismo, pero al menos no engañó a nadie; eligió un camino, una senda de creación, investigación y conocimiento de desiguales resultados. Los discos de la etapa 98-01, dejan una impresión de blindaje sonoro y espacios que se angostan en vez de abrirse; la mecanización termina por limitarlos y convertirlos en previsibles.
Tiempos raros, tiempos de cambios: con la formación original pulverizada, Arias recluta músicos prestigiosos de Granada, procedentes del metal, Paco Luque como única guitarra y David Fernández a la batería, y se hace acompañar de su hermano Ángel (ese gran fan de Esplendor Geométrico) en las programaciones y demás maquinitas. Se acaba la controvertida relación con Sony y aparece Zero, donde publican en 2.000 “Lagartija Nick”. Producido por Pablo Iglesias y la propia banda es un trabajo opaco que abunda en los sonidos metálicos, dirección única y obstinada basada en un trenzado rítmico de alta tensión y un sonido inflamado y oscuro, inyectado de metal. Las descargas de guitarras de Paco Luque y la presencia de Ángel Arias, determinan un sonido tozudo pleno de programaciones, loops y secuenciadores, base de textos telegrafiados en una ambientación ingrávida. “Ondas de Fluencia” con letra de Val Del Omar, aún sobrevive en su repertorio de directo; destacando además temas como “Mar de la tranquilidad”, bella, oscura y sin gravedad, “Azora 67”, que incluye frases del Corán y recovecos siempre de agradecer o “No somos máquinas”, anhelo frío y electrónico desde la soledad de un agujero negro. Los temas aparecen firmados por toda la banda por primera y única vez.
A la altura de 2.001, Lagartija es considerado prácticamente un grupo de metal. Ese año aparece “Ulterior”, que trae como principales novedades la vuelta momentánea de M.A.R. Pareja, de nuevo autor de la mayoría de las músicas, y la incorporación de Lorena Enjuto (para apuntalar el ya célebre doble bajo), procedente de la formación madrileña Ratioactive. Planteado como una incursión techno, plagada de máquinas, antes de entrar a grabar se decide hacerlo sin ellas. El resultado es una mecanización de tracción manual pero suficientemente fría, que muta en otro disco metálico. En definitiva, el tercero de similares características, persistiendo el sonido árido, sin aportar nada nuevo y con signos de agotamiento. Aún así, no se pierde el tiempo sumergiéndose en su mundo de textos inquietantes y crípticos, como una oscuridad expansiva, tan reflexivos como anhelantes; algo apocalípticos. “Himno a la materia” se inicia cadenciosa, internando la guitarra en una bruma metálica para acompañar un texto del pensador y jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin. La influencia del padre de los conceptos de cosmogénesis y noosfera viene de Val Del Omar, siempre tan presente. “Asesinos” es un guiño a Rimbaud, mientras “Emergencia” se articula por etapas: desperezándose con su entrada psicodélica, abordando la descarga metalera de rigor, su breve reconcentrado de guitarra wha-wha y enfrentando su latigazo de liberador estribillo punk, que otorga carta de naturaleza al tema. “Intensidad” con sus percusiones, guitarras de alto octanaje y bajo jazzy, me recuerda a la época de “Su”, pero mucho más plana. “Dos”, descarga más cerca del hardcore, y “Decadencia” son los nueve minutos más estimulantes para mí musicalmente del disco, para nada plomizos: posee un riff básico de guitarra que realmente levanta la canción ayudándola a volar, y su parte final suena a un añejo encuentro entre los Stones y los Stooges. La intrigante “Cielo Ulterior”, conecta con la candencia inicial del disco.
Otros proyectos quedaron sin plasmación discográfica por diversos motivos, como el dedicado a los Libros Plúmbeos del Sacromonte o a “La Guerra de los Mundos”, ambicioso plan de asalto pergeñado tras “Ulterior” que parte de la fiel traslación del disco de Jeff Wayne de 1.978. Fue presentado en Granada en un par de ocasiones y quedó pendiente de editar por problemas de derechos. Ofrecido a Sony tras “Val Del Omar”, no es difícil imaginar el gesto de incredulidad de aquellos tipos. Todo esto les llevó a una situación de hastío que invitaba a tomar otra dirección, así de simple. Siguiendo el principio de “escribid para vuestra felicidad personal”, retomaron la ilusión por la composición, por la canción en sí y valoraron convenientemente todo el calado y grandeza que pueden contener sus breves minutos de duración. Desapareció la gravedad y el rostro de la Lagartija pareció distenderse. Un disco de Lagartija Nick pensado para seguidores tras “Omega” hubiese sido un fraude, algo en lo que Arias no hubiese creído, aunque le hubiera reportado con seguridad mejores réditos comerciales. Lo mismo que seguir por el camino de la introspección temática hubiese sido un error, probablemente por no contar ya con la ilusión o la frescura necesarias para permanecer en un camino al que habían dedicado siete años de su vida como grupo.