11 diciembre 2012

APAGÓN (EL RELOJ SIGUE DESCONTANDO)


I

 
El apagón.

Recibido con decepción suspirada.

Agitación. Sorpresa ahogada

entre miradas sin destino

tratando de concretar imposibles.

El café no pudo escapar de la cafetera

y los objetos se paralizaron,

flotando en un abismo.

Pero siempre hay velas por prender

para morir hipnotizando.

Una pincelada de luz y una penumbra:

centros del mundo bailando.

Da tiempo:

a ser mordido por presentimientos,

a sonreír antiguas alegrías,

a digerir una ausencia,

a meter el futuro en un círculo,

o a que el pensamiento

se deshaga entre los dedos;

atando cabos que

suavemente se van desatando.

 
II
 

El silencio.

Atrae ecos olvidados de tu voz de antaño,

o acaso son las muchas palabras que no te he dicho,

que me sobrevuelan,

que se mezclan con el mundo de los grillos

y las maderas que gimen.

O acaso son mis pájaros,

cayendo uno a uno dentro de mi cabeza.

El silencio, que va acumulando sobre los hombros

su presencia, su gota fría;

filtrando estertores de impaciencia,

quejidos de ropa atenazada a los cuerpos,

cada uno en el sillón de su miedo.

 
III

 
La quietud.

Frágil,

interrumpida

por los faros de los coches

en Ciudad-Procacidad. 

Exhaladora de alcohol resignado. Cubierta

por infinidad de grillos

suspendidos en el aire. Compuesta

de maderas podridas a punto de ceder

y callejuelas desahuciadas por el trapicheo,

que se disuelven entre meadas

y, envejecidas, muestran los dientes

y sólo ves su vacío mientras

planean una venganza,

convertidas en bocas de lobo difíciles de prever.

 
IV
 

Solo.

Sólo tras el apagón

comencé a oír tu respiración,

y la convertí en mi música.

Sólo tras el apagón comprendí la bruma

Sólo tras el apagón encendí la espuma

Ahora sé que mi aliento transmite calor

a un tiempo acabado.

Ahora sé que todas las piedras

terminan siendo la misma piedra

 
V


La espera.

Esperando que se descascarille la negra pared

¿Hasta dónde puede llegar mi puño?

¿qué puedo romper?

¿qué puedo cambiar?

¿qué grita más fuerte, el odio o el amor?

Extendí mis manos y sentí la libertad,

jugueteando entre mis dedos.

Elevé, tembloroso, las palmas

y sopesé tu presencia

en este agujero.

 
VI
 

Promesa rota

de viaje en sorda espiral azulada,

que se irá desgastando por los bordes

al contacto de tus dedos, siempre tus dedos

luz, que muerdes y hasta aquí me llega tu latir:

potente, rechinante de rectas y contornos afilados.

Luz que chillas, paz carcomida en un segundo.

Luz que vuelves cargada de inútiles mensajes.

Estallando en mis párpados

cuando aún trataban de huir.
 
 
 
Poema publicado en el cuaderno de Creación nº10 de Palimpsesto.

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