I
El apagón.
Recibido con decepción suspirada.
Agitación. Sorpresa ahogada
entre miradas sin destino
tratando de concretar imposibles.
El café no pudo escapar de la cafetera
y los objetos se paralizaron,
flotando en un abismo.
Pero siempre hay velas por prender
para morir hipnotizando.
Una pincelada de luz y una penumbra:
centros del mundo bailando.
Da tiempo:
a ser mordido por presentimientos,
a sonreír antiguas alegrías,
a digerir una ausencia,
a meter el futuro en un círculo,
o a que el pensamiento
se deshaga entre los dedos;
atando cabos que
suavemente se van desatando.
II
El silencio.
Atrae ecos olvidados de tu voz de antaño,
o acaso son las muchas palabras que no te he dicho,
que me sobrevuelan,
que se mezclan con el mundo de los grillos
y las maderas que gimen.
O acaso son mis pájaros,
cayendo uno a uno dentro de mi cabeza.
El silencio, que va acumulando sobre los hombros
su presencia, su gota fría;
filtrando estertores de impaciencia,
quejidos de ropa atenazada a los cuerpos,
cada uno en el sillón de su miedo.
Frágil,
interrumpida
por los faros de los coches
en Ciudad-Procacidad.
Exhaladora de alcohol resignado. Cubierta
por infinidad de grillos
suspendidos en el aire. Compuesta
de maderas podridas a punto de ceder
y callejuelas desahuciadas por el trapicheo,
que se disuelven entre meadas
y, envejecidas, muestran los dientes
y sólo ves su vacío mientras
planean una venganza,
convertidas en bocas de lobo difíciles de prever.
IV
Solo.
Sólo tras el apagón
comencé a oír tu respiración,
y la convertí en mi música.
Sólo tras el apagón comprendí la bruma
Sólo tras el apagón encendí la espuma
Ahora sé que mi aliento transmite calor
a un tiempo acabado.
Ahora sé que todas las piedras
terminan siendo la misma piedra
V
La espera.
Esperando que se descascarille la negra pared
¿Hasta dónde puede llegar mi puño?
¿qué puedo romper?
¿qué puedo cambiar?
¿qué grita más fuerte, el odio o el amor?
Extendí mis manos y sentí la libertad,
jugueteando entre mis dedos.
Elevé, tembloroso, las palmas
y sopesé tu presencia
en este agujero.
VI
Promesa rota
de viaje en sorda espiral azulada,
que se irá desgastando por los bordes
al contacto de tus dedos, siempre tus dedos
luz, que muerdes y hasta aquí me llega tu latir:
potente, rechinante de rectas y contornos afilados.
Luz que chillas, paz carcomida en un segundo.
Luz que vuelves cargada de inútiles mensajes.
Estallando en mis párpados
cuando aún trataban de huir.
Poema publicado en el cuaderno de Creación nº10 de Palimpsesto.
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